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"Los Gobiernos de la OEA no han olvidado a los presos políticos ni la impunidad"

Manuel Orozco: Comisión de Alto Nivel no contempla “uso de la fuerza”, sino más presión política, económica, y mediación

El politólogo Manuel Orozco. // Foto: Confidencial

10 de octubre 2022

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La aprobación por unanimidad de una resolución de todos los países de la OEA (excepto Nicaragua, y Venezuela que no estuvo presente en la Asamblea de cancilleres) condenando la represión en Nicaragua y demandando la liberación de los presos políticos y la restitución de la democracia, representa un cambio en el balance político del continente, considera el politólogo Manuel Orozco, del Diálogo Interamericano. 

En una entrevista con Esta Semana Orozco destacó que la creación de una Comisión de Alto Nivel para buscar una salida a la crisis de Nicaragua, con autonomía del secretario general de la OEA Luis Almagro, tendrá un mayor ámbito de acción sobre las organizaciones financieras internacionales y las sanciones bilaterales contra la dictadura Ortega Murillo. 


Sin embargo, advirtió que el mandato de esta Comisión no contempla promover “el uso de la fuerza”, sino buscar una mediación que permita una salida política a la crisis y la impunidad en Nicaragua.

La resolución de la asamblea de cancilleres de la OEA condenando la represión en Nicaragua se aprobó por unanimidad, con los 32 países que estaban presentes, no hubo ningún voto en contra y tampoco abstenciones, ¿qué significa esto en términos políticos?

Los países de todo el continente americano tienen claro que la magnitud de la represión en Nicaragua es demasiado exagerada y con mucha impunidad y lo que los Estados pueden hacer, por lo menos, es seguir resaltando que están al tanto de lo que está pasando y organizarse a través de esta Comisión de Alto Nivel (que acordaron los cancilleres). Lo otro, que es un significado importante, es que ellos tienen claro también que tienen que hacer más que la condena y por lo menos diez a quince países, están trabajando directamente en implementar sus propias medidas a nivel bilateral, sin eliminar la opción del diálogo y la mediación por parte de los países o del mismo sistema interamericano.

Vos te reuniste con algunos de los cancilleres que promovieron esta resolución. ¿Quiénes son los Gobiernos que en este momento lideran esta demanda por la restitución de la democracia en Nicaragua en el continente?

Por lo menos son 25 países los que están involucrados en esta demanda, incluye a Paraguay, Costa Rica, Estados Unidos, Canadá, Chile ha estado siendo un actor muy activo, pionero, junto con Canadá. Pero también hay otros países en Centroamérica, en el Caribe como República Dominicana, Jamaica, Trinidad y Tobago. Es decir, es una cantidad bastante fuerte que realmente tiene claro que hay que resolver la situación política de Nicaragua por las consecuencias que tiene para los nicaragüenses así como para la región entera.

Los Gobiernos que usualmente se abstenían de condenar la represión del régimen, que no demandaban la liberación de los presos políticos, alegando que esto sería intervención en otros asuntos, como es el caso de México, Bolivia y Argentina apoyaron esta resolución y no la objetaron. ¿Significa esto un cambio político en el balance en el continente, o es algo circunstancial?

No, no es circunstancial. Ya estos países vienen manifestando su posición en relación con la situación de Nicaragua, hay niveles de respuesta, por ejemplo Argentina tiene una posición más crítica que México, sin embargo México quiere mantener la opción y la apertura de promover a su país como mediador frente a una posibilidad de diálogo. Entonces hay bastante disponibilidad de parte de estos países que tradicionalmente se han abstenido.

Hubo dos países de Centroamérica, Honduras y El Salvador, que junto con San Vicente y Granadinas no objetaron ni se abstuvieron en la resolución, pero pidieron poner un pie de página, ¿por qué?

El caso de Honduras es porque vienen instrucciones desde la Presidencia, es un tema de lealtad política con Daniel Ortega por parte de Mel (Manuel) Zelaya. Ellos tenían que hablar de la no intervención, del no injerencismo, pero Honduras ha sido cuestionada por parte de su opinión pública y por la comunidad internacional sobre el hecho de que ellos realmente no son consistentes con su posición. La política exterior hondureña no es clara, simplemente tienen una política del desquite contra el secretario general (de la OEA), porque, no reconoció que hubo fraude electoral en la última elección de Juan Orlando Hernández, entre otras cosas. Entonces ellos están en esa posición y Nicaragua está pagando los platos sucios de la Secretaría General de la OEA.

El Salvador está asumiendo una posición bastante defensiva. El presidente (Nayib) Bukele sabe que hay una presión internacional, los ojos del mundo están en él, en la medida en que sigue monopolizando y concentrando el poder, y el mundo tiene el temor de que Centroamérica se pueda convertir en cuatro Nicaraguas y miran El Salvador y Honduras como las posibles Nicaraguas en la lista. Entonces, el discurso que dio Nayib Bukele en Naciones Unidas fue –denme la libertad de reprimir, déjenme en libertad de decidir a quién meto en la cárcel y a quién no. Yo creo que esto puede que tenga una solución en el corto plazo porque El Salvador también sabe que necesita aliados y creo que la opinión pública salvadoreña también está repensando las políticas de Nayib Bukele.

Asamblea general OEA

Vista de una sesión de la Asamblea General de cancilleres de la OEA, en Lima, Perú. Foto: Flickr OEA

La resolución llama a crear una Comisión de Alto Nivel para buscar una salida a la crisis de Nicaragua, pero esto mismo acordó la asamblea de cancilleres de la OEA en 2019 y no tuvo ningún éxito. Ortega le cerró las puertas a la comisión y ahora, tres años después, incluso se ha radicalizado mucho más. ¿Qué se puede esperar de esta iniciativa cuando Ortega le ha cerrado las puertas a todas las iniciativas, incluida una reciente del presidente de Colombia Gustavo Petro?

Colombia tenía claro que esta resolución es incompleta, que ellos tienen la responsabilidad de hacer más y ellos confiesan que han hecho el intento y que el Gobierno ni siquiera les devuelve las llamadas. En relación con esta resolución hay una gran diferencia, esta es una comisión no es una misión. Lo que se creó en 2019 fue una misión con el propósito de ir a Nicaragua a reunirse con funcionarios del Gobierno de Daniel Ortega y al mismo tiempo con la sociedad civil y los partidos políticos en Nicaragua en ese momento. 

Ahora el rol de esta comisión es mucho más amplio, más discreto, en el sentido de que recae la responsabilidad exclusivamente sobre los Estados miembros, se desvincula de la Secretaría General por razones estratégicas en el sentido de que hay una fuerte alienación con el secretario general y varios países miembros de la OEA. Entonces, hay un ámbito más amplio que se le otorga a esta comisión que incluye no solamente tocar la puerta sino promover la mediación, hacer uso de los buenos oficios, pero también seguir investigando, reportando a los países la situación de Nicaragua, pero también promover medidas alternativas o paralelas a la mediación. 

Yo creo que ese es uno de los objetivos más importantes en este momento, porque ahí se abre espacio para aspectos relacionados, con los préstamos financieros internacionales, la ausencia de rendimiento de cuentas sobre esos préstamos, así como también la complicidad de algunos países al respecto y también cómo aplicar sanciones dentro de varios países, no solamente por parte de Estados Unidos o Canadá.

Esta Comisión de Alto Nivel va a trabajar desde fuera de la OEA, no está sujeta a las actividades del Consejo Permanente, ¿quién la va a nombrar?

Sí, está sujeta a los miembros del Consejo Permanente de la OEA, no está sujeta a la vinculación con el secretario general. Entonces hay una gran diferencia porque es el sistema interamericano, pero independiente de la gobernanza administrativa ejecutada tradicionalmente en manos de la Secretaría General y eso le permite dar un ámbito más independiente y autónomo de su relación con el señor (Luis) Almagro, que en este momento se encuentra en una situación crítica.

Esa investigación que se está llevando a cabo en este momento sobre el secretario general, le señalan de violar normas éticas de la organización al tener relaciones íntimas con una subordinada, como acaba de ocurrir también recientemente en el BID donde el presidente fue destituido. Esta investigación y una eventual separación de Almagro ¿qué efecto puede tener en la OEA, le paraliza, o afecta de alguna manera la forma, por ejemplo, en que esta comisión y se seguirá llevando a cabo la crisis de Nicaragua?

Realmente genera mucho ruido, no fue un accidente o una situación repentina que haya salido la noticia días antes de la Asamblea General y prácticamente semanas después de lo que ocurre en el BID, aunque es algo que ya se sabía prácticamente desde 2019. La investigación viene ocurriendo desde hace rato, el contenido de esta es desconocido, las implicaciones puede que lleven a la renuncia, a una amonestación muy fuerte del secretario general, pero en términos prácticos hay una recomposición política al interior de los Estados miembros de negociar algún tipo de arreglo para mantener la actividad de la OEA y de manera independiente o autónoma de su vinculación con el secretario general y eso, tal vez, se mira estratégicamente como una oportunidad para rescatar a la OEA a cambio de algún tipo de efecto sobre el secretario general.

A pesar de la envergadura de esta nueva resolución que se ha aprobado por unanimidad, en Nicaragua hay mucho escepticismo sobre el impacto que puede tener la OEA en restituir las libertades democráticas bajo el estado policial de Ortega y lograr también la liberación de los presos políticos, ¿cómo pueden ponderarse las expectativas que tiene la población?

Los nicaragüenses tienen claro que la magnitud de la impunidad que existe en Nicaragua es enciclopédica, es decir, hay de todo en términos de represión, y cualquier cosa que hagas que no sea una actividad exageradamente drástica, pues no es suficiente. Sin embargo, los nicaragüenses tienen que entender que el mundo lo que quiere es resolver la crisis política, en el mundo actual las soluciones a los problemas no se hacen por la fuerza sino se hacen por la cooperación, la negociación y la mediación, y, tercero, que el régimen de Ortega lo que está haciendo es provocar al mundo a que se utilicen formas agresivas contra el régimen. Ellos han llevado al país a una situación en donde la respuesta proporcional que esperan tener sea el uso de la fuerza, y el mundo no quiere hacer eso y no lo va a hacer. 

Entonces, los Estados miembros dicen, nosotros tenemos este dilema, no podemos actuar de una forma violenta pero necesitamos resolver la situación de los nicaragüenses. Y ahí vienen una serie de olas de medidas que se van a estar realizando, de presión económica, de presión diplomática y que van a incidir también sobre la base interna del régimen porque, como muchos saben, el nivel de debilidad que existe en el régimen se manifiesta con la disidencia que sigue creciendo y ahí van a haber señales. 

Obviamente este régimen lo que intenta es entrar en otra ola represiva, aumentar el nivel de impunidad al nivel interior de su base y entonces la comunidad internacional está tratando de identificar soluciones dentro de ese contexto, pero los nicaragüenses tienen que saber que el mundo lo que quiere es devolverle la confianza, y que la situación se tiene que resolver y que nadie los ha olvidado y especialmente nadie se ha olvidado de los presos políticos.


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Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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