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Rosario Murillo ataca a las “víboras traicioneras”, mientras Ortega ofrenda a Putin su “19 de julio”

Cuatro horas de coreografía, un concierto de música confiscada, pocos invitados internacionales y una barra de la Juventud Sandinista

Discurso de Rosario Murillo y Daniel Ortega para el 19 de julio

Rosario Murillo y Daniel Ortega en un momento de la celebración del 44 aniversario de la revolución. Foto: Presidencia

Octavio Enríquez

20 de julio 2023

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En el “reino de Jesús” y de “amor” de Rosario Murillo hubo lugar para los ataques. Breves, pero virulentos. Daniel Ortega arremetió contra la Unión Europea, el “presidente nazi” de Ucrania Volodímir Zelenski, y ella dirigió su encono entusiasmada contra las “víboras traicioneras” y preguntó “cómo entender ese absurdo coro de serpientes”.

Ortega y Murillo convirtieron la fiesta privada de su dictadura, a la que desde 2020 asisten decenas de escogidos de la cúpula gubernamental y una barra de activistas de la Juventud Sandinista, para demostrar su “incondicionalidad” al presidente de Rusia, Vladímir Putin, la misma que implicó una carta enviándole “abrazos” a finales de junio pasado cuando su poder fue amenazado, mientras avanzaba el Grupo Wagner con dirección a Moscú, sorprendiendo a todo el mundo. 


“La mayoría de países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) no pudieron sentar ahí al fascista, de Ucrania. Entonces, luego, ellos—los europeos— se empeñaron en tratar de introducir unos párrafos donde culpaban a la Federación Rusa de todo lo que acontecía en Ucrania. Entonces no podíamos aceptar esto. No tenía sentido en la agenda meter esos temas”, dijo Ortega, refiriéndose a la reciente cumbre en Bruselas, donde el dictador se alineó con Rusia y evitó condenar la invasión.

Para Ortega, la Unión Europea (UE) “metió cizaña” en la CELAC. Para él, se trataba de un tema crucial. Habló acompañado por los presidentes de los poderes del Estado que controla, la jefatura policial y la comandancia del Ejército que lo sostienen en el poder. 

La mesa central del evento fue colocada a los pies de una estatua de Sandino en los alrededores del antiguo estadio de béisbol en Managua, donde un día estuvo otra en honor a Somoza, derribada a la caída de la dictadura de esa familia hace 44 años. Una escena que resume la historia de Nicaragua: una tiranía celebrando la caída de la que reemplazó.

Ortega también se dirigió al presidente colombiano Gustavo Petro para que acaten las sentencias de la Corte Internacional de Justicia, que recientemente falló a favor de Colombia negando la ampliación de la plataforma marítima de Nicaragua en el caribe más allá de las 200 millas náuticas desde la costa nicaragüense, pero también demandó a Colombia que cumpla el otro fallo de 2012 cuando el máximo tribunal reconoció 75 000 kilómetros cuadrados a Nicaragua.

“Entonces tenemos la salida para que busquemos la forma de plasmar esto en un decreto, acuerdo, donde queda claro que Nicaragua ya es dueña y está ejerciendo en esos 75 000 kilómetros cuadrados que le dio la Corte a Nicaragua en el Mar Caribe. Con el mejor espíritu de paz, entendimiento, le hago llegar este mensaje al presidente Petro”, dijo Ortega.

En ese momento, habían pasado más de cuatro horas de un concierto musical, en el que Ortega y Murillo reconocieron la “lealtad a la revolución” de los músicos del evento. A ratos, uno de ellos imitaba la voz de Carlos Mejía Godoy cuando cantaba las canciones confiscadas de los hermanos Mejía Godoy, que se encuentran exiliados.

Jóvenes de camisetas blancas bailaron, saltaron y mostraron las banderas del FSLN a las cámaras de los medios oficialistas. Murillo presentó a todos los representantes de los poderes del Estado y saludó con entusiasmo a Fidel Moreno, a quien identificó como “secretario de organización” del partido de Gobierno, un cargo que ejerció el coronel en retiro Lenín Cerna hasta que fue defenestrado en 2011.

Ortega se acercó desde un principio a saludar a dos de las funcionarias sancionadas ese mismo 19 de julio por Estados Unidos: A la procuradora Wendy Morales, a quien abrazó, y a la primera secretaria de la Asamblea, Raquel Dixon, a quien correspondió además con una sonrisa. Ambas fueron parte de los 13 funcionarios y diputados del oficialismo que fueron incluidos por el Departamento de Estado en la “Lista Engel”, por “socavar la democracia”.

Murillo: Del “reino del amor” a las “víboras” 

Cuando la vicepresidenta Murillo tuvo la palabra, luego de sus intervenciones como maestra de ceremonias, dijo “amorosamente”: “Aquí reina Jesús. Aquí reina el amor. Somos el amor de los amores, somos bandera ondeando en el tiempo de todos los tiempos”.

Segundos después, la dirigente parecía otra: visceral y combativa, al mejor estilo de 2018 cuando llamó “puchos” a los miles de opositores, para quienes ordenó se les atacara con “todo”, el preludio de una masacre que significaría el asesinato de 355 y más de 2000 heridos.  

“Nos oponemos a la decrepitud humana, decadencia del espíritu, a la desintegración de las legítimas aspiraciones de evolución, ¿cómo entender ese absurdo coro de serpientes, de víboras traicioneras, fabricantes de mentira, denigrantes a sueldo, mentecatos, a los sicarios y asesinos que se arrastran para servir a sus amos?”, afirmó. 

El reino de amor ficticio de Murillo ignoró las voces de más de 50 presos políticos del régimen, incluido el obispo de Matagalpa Rolando Álvarez, condenado a 26 años y cuatro meses de prisión en febrero pasado. También a las víctimas del asedio policial y a los miles de exiliados, entre quienes se cuentan desertores de la Policía y el partido de gobierno. A ellos los amenazan con cárcel.

Los comentarios entre “compañeros” y “puchos” —el adjetivo favorito de Murillo para atacar a los opositores— se convirtieron en lo más divertido de la transmisión en vivo del acto. A un lado estaban los más radicales, pidiendo la censura de las opiniones de los críticos, y en la otra acera se ubicaban los otros burlándose de la capacidad de “escuchar” la verborrea del dictador y de la paciencia obligada de los funcionarios públicos.

El guion oficial permitió a Ortega atacar al “imperialismo yanqui”, recordar a los héroes nacionales, incluido el cacique Diriangén, el puertorriqueño Roberto Clemente y el periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, asesinado en 1978, de quien dijo no era “extremista”. Sin embargo, no se atrevió a mencionar el legado del periodista y luchador antisomocista en defensa de la libertad de prensa, la democracia y la justicia social, la no reelección y su lucha contra la corrupción, que han sido conculcadas bajo su dictadura que ha criminalizado a los hijos del mártir de las libertades públicas Pedro Joaquín, Cristiana, y Carlos Fernando Chamorro Barrios.

La noche de este 19 de julio fue larga. Después de sumas y restas, Ortega pasó a segundo plano.  Un vídeo corto del bostezo de una muchacha de la Juventud Sandinista —publicado en redes sociales— era más atractivo. Si alguien podía estar complacida, pese a eso, era Murillo.  Fue la estrella. Si el acto era un ensayo de la sucesión,  en ella la coreografía se impuso, vistiendo la vicepresidenta de rosa. Nadie le hizo sombra.

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Octavio Enríquez

Octavio Enríquez

Periodista nicaragüense, exiliado. Comenzó su carrera en el año 2000, cuando todavía era estudiante. Por sus destacadas investigaciones periodísticas ha ganado el Premio Ortega y Gasset, el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa, y el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS).

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