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Los 15 años del general Avilés, los negocios, y la lealtad de la cúpula del Ejército con la dictadura

Expertos en relaciones cívico-militares: dictaduras tienen paramilitares “que hacen el trabajo sucio, pero las élites militares no van a salir limpias”

Juramentación del general Julio César Avilés

El dictador Daniel Ortega (de chaqueta roja) y el general Julio César Avilés “pasan revista” a las tropas, durante un acto en Managua, el 21 de febrero de 2025. // Foto: CCC

Carlos F. Chamorro

24 de febrero 2025

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El 21 de febrero de 2025, el general Julio César Avilés, fue juramentado por los codictadores, oficialmente llamados “copresidentes”, Daniel Ortega y Rosario Murillo para un cuarto período consecutivo como jefe del Ejército, en un acto oficial en el que fue notoria ausencia de los anteriores jefes militares del Ejército de Nicaragua, entre 1995 y 2010, que se encuentran en condición de retiro.

Con el nombramiento del general Avilés en 2010, se rompió la norma de la transición militar establecida en el Código Militar de 1994, según la cual el cargo de jefe del Ejército era de cinco años. En efecto, entre 1995 y 2010, los generales Joaquín Cuadra, Javier Carrión y Omar Halleslevens, pasaron a retiro después de ocupar la jefatura militar durante cinco años, pero bajo la dictadura de Daniel Ortega, Avilés fue prorrogado en el cargo por tres periodos consecutivos durante 15 años, y ahora va por otros seis años, a cuenta de la sucesión dinástica, acompañado de una cúpula de más de 20 generales que también tienen más de diez años en sus cargos.

Para analizar las implicaciones que tendrán estos cuatro períodos consecutivos del general Avilés al frente del Ejército, la alianza política y económica de la cúpula militar con la dictadura Ortega-Murillo, y el tapón institucional de los 20 generales, encabezados por Avilés que bloquean la movilidad y los ascensos en la carrera militar en el Ejército, en el programa Esta Semana, que se transmite en el canal de YouTube de CONFIDENCIAL por la censura de la dictadura, conversamos con dos expertos e investigadores sobre las relaciones civico-militares en la región.

El doctor Carlos Barrachina, politólogo y sociólogo, investigador de la Universidad del Ejército y la Fuerza Aérea de México, cuyo último libro se titula Seguridad, Desarrollo y Fuerzas Armadas, agenda común entre México, Estados Unidos y Centroamérica, considera que la prolongación de Avilés al frente del Ejército “impacta de una forma fuerte, porque una de las reglas no escritas de las Fuerzas Armadas en general, es precisamente tener tiempos concretos para que haya una movilidad para el funcionamiento adecuado de la institución. Cuando se consolidan los liderazgos, la institución pierde, lo que ganan son las situaciones de lealtad. Hay una especie de pacto entre las élites de las Fuerzas Armadas con la dirigencia política y forman parte de lo mismo”.


Por su parte, Javier Meléndez, analista en Defensa y Seguridad, fundador y exdirector del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas de Nicaragua (IEEPP), director de Expediente Abierto, remarcó que la relación entre la cúpula militar y el régimen de Ortega se inició como “un pacto político”, en el que además el Ejército tenía luz verde para desarrollar sus negocios, sin meterse en política. “En este punto es un asunto más de supervivencia de cada uno de ellos, indudablemente Ortega depende del Ejército para estar en el poder y la institución está tan comprometida en términos de violaciones de derechos humanos, de corrupción, y de operaciones económicas empresariales que están en una situación, en que uno y otro no pueden desatar lo que han atado durante todos estos años”.

El “tapón” de Avilés y los 20 generales

¿Qué significa este cuarto período consecutivo del general Avilés como jefe del Ejército de Nicaragua, ahora por seis años, después de haber permanecido 15 años en el cargo? ¿Este modelo de Ejército, con un jefe prácticamente permanente, tiene algún parangón en las fuerzas armadas de América Latina?

Javier Meléndez. Es sin duda un escenario inédito para América Latina. Ha habido períodos en que jefes del Ejército se han quedado por muchos años al mando de las instituciones, pero usualmente eso estaba atado a que eran dictadores militares. Pero en este caso un jefe del Ejército a punto de iniciar seis años más en el cargo que lo llevarían a completar 21 años como jefe de la institución, no creo que haya un caso similar en América Latina.

En Venezuela, (Vladímir) Padrino López ha estado alrededor de once años como jefe de las Fuerzas Armadas, pero es otra dinámica. Él tiene un mando político y administrativo, pero la gestión del Ejército venezolano, la gestión operativa, estratégica y de inteligencia y logística está a cargo de un grupo de nueve generales y mayores generales, almirantes, que hacen funcionar la institución. El caso nicaragüense no tiene comparación en América Latina.

En Nicaragua esto no siempre fue así. En el año 1994, cuando se aprobó el Código Militar, se estableció un periodo de cinco años para el cargo de jefe del Ejército, que se cumplió rigurosamente con los generales Joaquín Cuadra, Javier Carrión y Omar Halleslevens, terminaron su periodo y pasaron a retiro. ¿Cómo se produjo este quiebre de la sucesión militar con el general Avilés? ¿Fue una imposición de Daniel Ortega o una demanda de Avilés y del Ejército?.

Javier Meléndez. Cuando Daniel Ortega asume el poder, quien estaba en ese momento como jefe del Ejército era el general Omar Halleslevens. Yo creo que dentro de lo que se pudo, en la transición Bolaños-Ortega, él trató de mantener la estabilidad del Ejército en los términos que que sus antecesores lo habían hecho. Pero ya cuando entra Ortega, claramente, hay una subordinación, un mandato que Ortega establece de que el Ejército debía volver a ser sandinista y el general Halleslevens, en ese momento no hizo absolutamente nada porque no sucediera.

Yo lo veo como un asunto que mezcla el deseo de Ortega de hacerlo con la actitud del Ejército de cumplirlo. Un pacto político en que viejos generales exsandinistas querían retomar el ideario revolucionario de los 80 y, luego, esto devino en las consecuencias políticas para la institución. Pero en este punto es un asunto más de supervivencia de cada uno de ellos, indudablemente Ortega depende del Ejército para estar en el poder y la institución está tan comprometida en términos de violaciones de derechos humanos, de corrupción, y de operaciones económicas empresariales, que están en una situación en que uno y otro no pueden desatar lo que han atado durante todos estos años.

Qué representa para el Ejército como institución el hecho de que haya no solamente un jefe ahora durante 15 años y quizás hasta 21 años, sino además una cúpula de 20 generales que tienen más de diez o catorce años en esos cargos y representa una suerte de “tapón institucional”. ¿Cómo impacta eso en la carrera militar?

Carlos Barrachina. Impacta de una forma fuerte, porque una de las reglas no escritas de las Fuerzas Armadas, en general, es precisamente tener tiempos concretos para que haya una movilidad para el funcionamiento adecuado de la institución.

Lo que pasa es que cuando se consolidan los liderazgos, pasó con Raúl Castro, que estuvo muchos años al frente de las Fuerzas Armadas cubanas, la institución pierde, lo que ganan son las situaciones de lealtad. Hay una especie de pacto entre las élites de las Fuerzas Armadas con la dirigencia política y forman parte de lo mismo. Es un poco lo que está pasando en Venezuela, lo que ha pasado en Cuba también, entonces, para las Fuerzas Armadas nicaragüenses, debe ser un gran problema.

En el caso de Honduras, Romeo Vázquez Velázquez, el que supuestamente dio el golpe de Estado, había sido renovado en su mando por el presidente (Mel) Zelaya y había durado un par de periodos.

Eso es impensable en muchos países donde la institución realmente está consolidada. En el caso de México, por ejemplo, sería impensable visualizar que un general trascendiera un sexenio, porque efectivamente está la movilidad, las pautas de carrera de todos los demás y hay una institución consolidada. Esto lo que muestra son lealtades personales y un proyecto de las grandes élites de las Fuerzas Armadas con el liderazgo político.

El analista en Defensa y Seguridad, Javier Meléndez (izq.), y el doctor mexicano Carlos Barrachina. // Foto: Confidencial

Una alianza política

Es una alianza política, pero ¿es una alianza del general Avilés, de la cúpula del Ejército, o del Ejército como institución? Estos oficiales, mayores, coroneles, incluso algunos generales que están en el Ejército haciendo carrera y tienen un tope por este tapón y por la permanencia de Avilés en el Ejército, son parte de esta alianza?

Javier Meléndez. Lo que se sabe públicamente es que los mandos del Ejército de Nicaragua están al pie del cañón con el general Avilés y están respaldando al régimen. Se conoce de rumores de algún disenso interno en el Ejército, pero públicamente la alianza está consolidada, el general Avilés y los mandos han comprometido la institución a la subordinación completa de la familia Ortega-Murillo, y no veo que eso pueda modificarse a corto plazo, hasta que suceda un evento natural o no natural que implique la desaparición de Daniel Ortega.

Luego está el debate de hasta dónde estos mandos del Ejército mantendrían su lealtad con la esposa y los hijos de Daniel Ortega. Eso es algo que los analistas nicaragüenses plantean como un escenario muy inestable y que abriría la posibilidad de una crisis entre el Ejército y el régimen.

Internamente, es difícil saber el nivel de descontento que hay dentro de las Fuerzas Armadas, hay un desgaste institucional que se ha provocado por esta permanencia casi ya vitalicia de los mandos del Ejército, que están a cargo de la institución. Un oficial aspira a ascender, estudia para formarse como oficial y ve que puede llegar a ser un mando de la institución. Esto no sucede en el Ejército de Nicaragua y no va a suceder a corto mediano plazo. Eso, sin embargo, debería ser un motivo de descontento dentro de las Fuerzas Armadas y con la oficialidad, pero no sabemos hasta dónde están capturados esos otros oficiales en términos de corrupción, clientelismo. Se sabe, por ejemplo, que hay muchos oficiales distribuidos en muchas instituciones que no son las del Ejército, que son civiles, y eso genera mucho más lealtad hacia el régimen.

Carlos Barrachina. Las instituciones militares son jerárquicas y eso significa que mientras el mando está establecido, los que están abajo se subordinan, por mucho que hayan problemas, debates y discusiones internas en otros escalafones de la institución.

En Cuba ya se ha transitado de la familia Castro, a las nuevas autoridades cubanas. En el caso venezolano también se transitó de Chávez a Maduro y la institución sigue. Cambiaron un poco los liderazgos de militares y algunos políticos, pero la institución ha seguido. Desde esa perspectiva tenemos que entender esa relación de las Fuerzas Armadas con su mando y con la institucionalidad del país.

Pensando, por ejemplo, en un proceso de transición futuro, hay que ver cómo se trata a las Fuerzas Armadas. Un proceso político en el que se condene a la institución, en el que se le trate de una forma parcial, en el sentido de que tomaron posición con el régimen, garantiza prácticamente que el régimen se sostenga con otros sustitutos porque no va a haber incentivos para el cambio. Eso pasó en algunos países de América Latina, y al revés, sucedió en el caso español, en el que las Fuerzas Armadas fueron abriendo espacio para la posibilidad del cambio político con la transición española en los años 80.

Pero en caso de una crisis nacional provocada por la represión, o por una ruptura interna del régimen, ¿existe alguna reserva institucional en el Ejército que pueda jugar algún papel estabilizador, o algún rol en esa posible transición?

Javier Meléndez. Desafortunadamente, dentro de las dictaduras que tenemos en este momento en América Latina, no ha habido movimientos dentro de las Fuerzas Armadas que hayan llevado a una situación en que las dictaduras se sienten en peligro por la falta de lealtad de los Ejércitos. En este momento, hay una lealtad sólida del Ejército hacia el régimen y no veo que ellos tengan incentivos para que suceda lo contrario. Y no está sucediendo esto porque la comunidad internacional ha sido poco clara respecto a lo que se espera del Ejército.

Por ejemplo, Estados Unidos siempre es reticente a presionar a los ejércitos para que hagan cambios de regímenes, porque esperan que los ejércitos jueguen roles claves en la transición y esperan que los ejércitos en algún momento sean una plataforma o un disparador para el cambio. Eso no ha sucedido en América Latina. En Nicaragua hubo gente que pensó que el Ejército se le iba a dar vuelta al régimen y por eso decían no lo sancionen, no lo toquen, porque no va a tener incentivos para irse del lado de la oposición. Eso no sucedió, no va a suceder, y ahora estamos en una situación en que yo creo que es impensable que esto suceda, si no hay de parte de la comunidad internacional acciones que hagan repensar a los mandos medios del Ejército que el país debe tener otro rumbo.

El ejército paramilitar

El momento clave de la relación entre el Ejército y la dictadura Ortega-Murillo ocurrió durante la crisis de 2018, cuando hay una protesta nacional que prácticamente pone en jaque a este régimen y Ortega decide organizar un ejército paralelo, un ejército paramilitar al margen de la ley de Nicaragua, que dice que no pueden haber dos cuerpos armados, solo el Ejército Nacional. En ese momento, el Ejército de Nicaragua no solamente calla, sino que también colabora con la represión. Algunos firman que de manera activa, otros dicen que brindando inteligencia, información para la operación limpieza de esta fuerza paramilitar que ahora incluso está legalizada en la nueva Constitución. ¿Cómo pueden existir estos dos cuerpos armados?

Carlos Barrachina. ¿Cómo pueden existir? Pues existen. A mí me da muchísima tristeza lo que ha pasado en los últimos años en Nicaragua. Me da muchísima tristeza lo que ustedes han tenido que vivir de forma personal, los nicaragüenses, ustedes dos, otros amigos, lo que está viviendo la sociedad nicaragüense es tremendo.

Los dictadores normalmente siempre tienen cuerpos paramilitares que hacen el trabajo sucio y, posiblemente, la Fuerza Armada queriendo guardar esa institucionalidad aparente de un ejército que se pueda relacionar con otros ejércitos del mundo, tratando de salvar posibles demandas de derechos humanos en cortes penales internacionales, pues se les hace cómodo utilizar esas fuerzas paramilitares para hacer el trabajo sucio.

Una de las cuestiones que unifican a las cúpulas militares de Nicaragua, de Cuba, de Venezuela, y de algunos países, y estamos hablando del tema del narcotráfico, que está poniendo de rodillas también a toda la región, es que están siendo condenados y penalizados por los Estados Unidos. Muy poca gente sabe bien lo que está pasando en Nicaragua en relación al crimen organizado. Pero, por ejemplo, están llegando un montón de vuelos charters desde África y desde Asia a Managua con gente que busca migrar hacia los Estados Unidos, transitando por México, y eso implica que el crimen organizado sí está muy metido también en ese tipo de movimientos, porque es el crimen organizado que los está trayendo hacia el norte.

En todo este contexto de crisis regional, a mí no me extraña que tengan una fuerza paramilitar para hacer el trabajo sucio, pero las élites de ese aparato militar, no van a salir limpios de el proceso complicadísimo que se vive y que se va a vivir en la región.

Javier Meléndez. Obviamente, hubo reformas legales en Nicaragua para que el paramilitarismo pase a ser legal. Algo que no sucedía antes, y que solo tiene comparación a lo de Venezuela y sin dudas esto le quita legitimidad al Ejército, porque la población ve inacción frente a la violencia paramilitar y queda en la memoria histórica que el Ejército fue un cómplice frente a estos eventos y lo compromete mucho y ya está comprometido con violaciones de derechos humanos. Y finalmente, también hay una situación de desmoralización interna, potencial fractura institucional, porque no todos los oficiales del Ejército están de acuerdo con este tipo de de de grupos paramilitares que desmonopolizan el uso de la fuerza y las armas que constitucionalmente deberían de tener la Policía y el Ejército.

La Comandancia General del Ejército junto a los codictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo, durante un acto en Managua, el 21 de febrero de 2025. // Foto: CCC

La corrupción y los negocios privados

Mencionaron los intereses económicos que hay entre el Ejército y los militares y el Gobierno. Por una parte, hay empresas del Instituto de Previsión Social Militar que operan con ventajas en las relaciones con el Estado y, por el otro, exmilitares ocupando importantes cargos públicos. Pero también hay militares en activo que tienen una variedad de negocios privados, grandes fincas de ganado de arroz, operaciones forestales. ¿Cómo funciona esta alianza económica?

Javier Meléndez. Los negocios del Ejército ha sido algo de larga data, no es un asunto que se dio por generación espontánea cuando Daniel Ortega llega al poder. Desde el inicio, el Ejército de Nicaragua ocupó activos y materiales que tenía en los años 80 para tener su capital semilla, que fue distribuido entre los mandos, entre Ortega, sus amigos y el Ejército. De ahí todo devino en un laissez faire en términos de hagan lo que quieran en términos económicos, pero no se metan en política. Todos asumieron desde 1990 hasta 2007, ese escenario donde —no toquen al Ejército, no se metan con el Ejército, que haga tranquilos sus negocios, pero que no se metan en política.

El problema es que funcionaron con demasiada autonomía, nadie se atrevió a cuestionar esa evolución empresarial que tuvo el Ejército, nadie le puso un límite, y luego cuando llega Ortega se encuentra en un escenario de bonanza económica por la ayuda venezolana, y los negocios del Ejército en auge, se acrecentó, y ahora tenemos un escenario en que son militares, son oligarcas y son empresarios.

Ya no solo son negocios de los mandos militares, sino que son negocios de mandos medios que penetran diferentes niveles del sector público. Y vale la pena remarcar el trabajo reciente que hicieron Nicaragua Investiga y Café con Vos sobre la forma en que va evolucionando la manera en que ellos están haciendo sus negocios. Están directamente controlando las concesiones, los contratos del Estado, lo hacen directamente a través de empresas del Ejército, o lo hacen con empresas que pertenecen a mandos altos del Ejército. Es una realidad y va a ser un gran desafío en una futura transición, desmontar todo este entramado de negocios, que refuerza además el vínculo corrupto entre el régimen, la familia y el Ejército. Desafortunadamente, es un escenario nefasto para la institucionalidad.

El Ejército entre Trump, Putin, y el crimen organizado

Hablemos de las implicaciones que tiene la naturaleza de este Ejército alineado con Rusia en la región centroamericana y también en las relaciones con Rusia y Estados Unidos. Ante un eventual arreglo entre Trump y Putin sobre el tema de Ucrania favorable a Rusia, ¿puede esto tener alguna contrapartida en Centroamérica y particularmente en Nicaragua, como reacción de Estados Unidos?

Carlos Barrachina. Esto va a ser bastante complejo y no se va a determinar en las próximas semanas todavía, a pesar de que Trump parece que decide muy rápido. ¿Qué le interesa a Trump en la región? El tema de la migración y el narcotráfico. Si Putin no hace mucho ruido en Centroamérica, pues no va a haber problema, porque tampoco la amenaza es grave para los Estados Unidos, la amenaza es el narcotráfico y el tema migratorio. Ahí dependerá mucho de si los africanos y asiáticos que llegan a través de Nicaragua se consolidan. El Instituto Nacional de Migración en México ha detenido, en los últimos dos años, a 50 000 africanos y 50 000 asiáticos cada año, si esto se consolida y aumenta y viene a través de Nicaragua de forma terrestre hacia el norte, entonces puede preocupar a los Estados Unidos.

Si no, el tema de Ucrania lo que supone para Donald Trump es el dejar de gastar dinero en una guerra que para él no tiene los intereses suficientes, a no ser que los ucranianos le entreguen los minerales y las empresas que él quiere desarrollar en su región. Mientras no moleste Venezuela, Cuba y Nicaragua, a los Estados Unidos no les va a preocupar. El tema es narcotráfico y migración, porque eso es lo que mueve al electorado republicano del sur de los Estados Unidos. Ya no estamos en la Guerra Fría, a pesar de que hay muchos países que aun piensen que están alineados. Algunos países siguen manteniendo esas alianzas de la guerra fría, pero Trump se mueve por intereses.

Javier Meléndez. Yo no creo que Rusia realmente haya representado una amenaza de seguridad hacia Estados Unidos por la cooperación militar con Nicaragua. Lo que sí era una amenaza, hasta hace poco visualizada, en términos de apoyo a regímenes autoritarios que se han instalado en Centroamérica, el caso de Nicaragua, y de Honduras, con Mel Zelaya y Xiomara Castro y (el canciller) Lavrov dijo el año pasado (2024) que ellos visualizaban a Honduras como un socio estratégico.

Pero esto tiene que ver más con la estrategia de desinformación, de manipulación que hace Rusia en la región, denigrando, atacando las democracias liberales, menospreciando el valor de elecciones transparentes y criticando el derecho a una prensa libre, a libertad de asociación. Eso es lo que mayormente preocupaba a Estados Unidos de la penetración de Rusia. Y sin duda creo que había mucha más preocupación y atención hacia lo que había sido la penetración de China.

En Estados Unidos no gusta para nada el acercamiento que ha tenido Trump con Putin, casi el 80% de los consultados en la última encuesta no ven con buenos ojos ese acercamiento. Lo que sí es seguro es que Rusia va a ser menos preocupación por la actitud que tiene Trump hacia Putin, y va a permanecer la preocupación, en cambio, sobre la influencia y la presencia de China en la región.

Carlos Barrachina. No se olviden de México tampoco, porque México es el país más violento del mundo, tenemos tasas de homicidios superiores a los 100 por 100 000 (habitantes) en muchas de las ciudades mayores a 500 000 habitantes, y en las ciudades menores de 500 000 habitantes, incluso llegamos a alcanzar los 200 por 100 000 en ciudades como Tulum, que es parte de la zona turística de Quintana Roo en el caribe mexicano. Las amenazas del (narcotraficante preso en Nueva York) Mayo Zambada es muy preocupante por las relaciones de la clase política con el crimen organizado. Entonces, cuidado con lo que va a pasar en México, que parece ser que Donald Trump, va a poner su ojo sobre la región y cuidado con lo que va a pasar con el crimen organizado, que además está expandido por todo Centroamérica y que tiene efectos directos sobre lo que pudiera pasar también en Nicaragua y en toda la región centroamericana en general.

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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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