Las elecciones legislativas del 11 de marzo quedarán en la historia como las primeras elecciones del partido político FARC, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Fueron los comicios más pacíficos en Colombia en 50 años, según destacó el gobierno.
La derecha escogió candidato presidencial y barajó curules. Mientras, la izquierda avanzó en el bicameral Poder Legislativo, una buena noticia para la implementación, así sea con matices, del Acuerdo de Paz en vigor desde fines de 2016.
La abstención, siempre alta en este país, bajó a 53 por ciento. Muchos se decidieron a votar apenas durante la semana previa a los comicios, antesala de las elecciones presidenciales del 27 de mayo, que tendrán una segunda vuelta el 17 de junio, si ningún candidato obtiene la mitad más uno de los votos. El sucesor de Juan Manuel Santos, quien gobierna el país desde 2010, asumirá el 7 de agosto.
La situación de la FARC es paradójica. Pasó de definir indirectamente numerosas elecciones, durante décadas de lucha armada, a obtener magros 52.532 votos (0,34 por ciento), lejos del umbral de 402.000 (tres por ciento de la votación total).
Como el acuerdo de paz les concede a los exguerrilleros cinco senadores y cinco representantes a la Cámara durante dos periodos seguidos (ocho años), técnicamente no tenían necesidad de hacer campaña electoral. Disponen de ese plazo para construirse como partido político.
Su candidato presidencial, el excomandante nacional Rodrigo Londoño, ("Timoleón Jiménez"), tuvo que retirarse por grave riesgo cardíaco, luego de sufrir agresiones violentas por parte de manifestantes de ultraderecha que parecieron revivir prácticas nefastas de los albores de la guerra.
En confusos hechos el 4 de marzo, también Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá y candidato presidencial, aparentemente fue objeto de un atentado fallido, con francotiradores que dispararon al paso de su caravana en la ciudad de Cúcuta (nororiente), fronteriza con Venezuela.
Petro viajó a Washington a poner en conocimiento del incidente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que en el pasado le expidió medidas cautelares.
En el nuevo Senado, la correlación de fuerzas en torno a cumplir o hacer trizas el acuerdo de paz apunta una ligera ventaja de los sectores del "Sí", que originalmente perdieron el plebiscito de octubre de 2016 sobre lo acordado con las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia hasta su conversión en partido político.
Desarticulado y disputándose en muchos casos a los mismos electores, el "Sí" logró ahora 57 senadores, de 107, incluidos los dos senadores de la circunscripción indígena y los cinco de la FARC: en total, 53 por ciento de los votos del Senado.
Esto si el Partido Liberal, del jefe negociador Humberto de la Calle, y el Partido de la U, del presidente Santos, mantienen su respaldo a la paz. El liberalismo bajó de 17 a 14 senadores y el Partido de la U disminuyó de 21 curules a 14.
Diez curules son de la centrista Alianza Verde (que las duplicó), más los cinco que mantuvo el Polo Democrático (centroizquierda): ambos respaldan al aspirante presidencial Sergio Fajardo, de centro. Juntos se convirtieron en la tercera bancada del Senado.
Con tres senadoras y un senador emergió además la nueva coalición de izquierda Decentes, que acompaña a Petro.
Se supone que el Mira, un disciplinado partido confesional que volvió al escenario con tres senadores, también apoya el acuerdo de paz.
A estos 50 senadores se suman las circunscripciones ya mencionadas: dos curules de indígenas y cinco de la FARC, total 57 de 107 curules.
Por los lados del "No", el partido del expresidente de derecha extrema Álvaro Uribe (Centro Democrático) fue el más votado, aunque baja de 20 a 19 curules en el Senado. El Partido Conservador pasó de 18 senadores a 15 mientras Cambio Radical, del exvicepresidente de Santos, Germán Vargas, saltó de nueve a 16.
El "No" suma 50 curules, lo que significa que 46,7 por ciento del Senado estaría dispuesto a hacer fracasar el acuerdo de paz.
Esto teniendo en cuenta que Vargas se distanció el año pasado del acuerdo pactado por el gobierno del que fue vicepresidente. Por su parte, los conservadores acompañaron la negociación hasta determinado punto.
La contradicción de fondo es con la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), que comienza a operar a mediados de este mes, y con la Comisión de la Verdad, instituciones previstas en el acuerdo con las FARC, que puso fin a más de medio siglo de conflicto.
Por una parte, distintos sectores critican que los guerrilleros comiencen a actuar como parlamentarios antes de responder ante la justicia restaurativa. Por otro, muchos que se oponen a la JEP temen, precisamente, tener que rendirle cuentas de sus actos.
El paramilitarismo y varios clanes corruptos que están cebados en la política como negocio clientelar obtuvieron resultados agridulces, pues muchos se quemaron.
El mismo domingo, en sendas consultas equivalentes a las primarias, se consolidaron dos candidaturas presidenciales antagónicas: Iván Duque, de derecha, pupilo de Uribe, y Gustavo Petro.
La consulta de la alianza del "No" se empleó a fondo y logró en total 5'960.612 de votos. La de la izquierda sumó 3.526.136 votos, pero el resultado estaba cantado: Petro quedó de candidato.
En la escena de las presidenciales, De la Calle ha dicho que se une a los demás del "Sí" solamente si se unen todos. Por su parte, Fajardo rechaza la unión con Petro.
De los poco más de cuatro millones de votos que obtuvo el propio Duque en la consulta, millón y medio resultaron papeletas adicionales a la votación de la lista encabezada por Uribe, que logró 2,5 millones. Posiblemente las bases de Germán Vargas votaron por Duque.
A Duque, mencionado en los escándalos de la constructora brasileña Odebrecht, se le sumarán en las elecciones en mayo los votos del Partido Conservador, pues nombró como su fórmula vicepresidencial a la exministra de Defensa Marta Lucía Ramírez.
Es posible que se esté configurando de nuevo la unión de la elite tradicional (Vargas Lleras y los conservadores) con la clase emergente representada por Uribe. La negociación de paz pudo realizarse precisamente porque la dirigencia ha estado dividida.
En el escenario de esta alianza no es descartable el triunfo de la derecha en primera vuelta en mayo, con lo que el acuerdo de paz entraría en cuidados intensivos.
De manera que las próximas semanas resultan clave para que todas las fuerzas del "Sí" consigan un acuerdo mínimo para la unión en las elecciones presidenciales.
Mujeres protagonistas
Las mujeres constituyeron solo 19 por ciento de las candidaturas al senado. Retrocedieron una curul en cada cámara: en el senado bajaron de 23 a 22. En la Cámara de Representantes, de 31 a 30.
Una de las senadoras es Aida Avella, con quien recuperó un escaño la Unión Patriótica, partido surgido en otro acuerdo de paz en los 80 y que fue exterminado a tiros. Avella sobrevivió a un atentado con rocket en 1996 en Bogotá.
María José Pizarro, cineasta hija de Carlos Pizarro, jefe de la guerrilla M-19 que firmó la paz en 1990 y fue asesinado siendo candidato presidencial. Ambas pertenecen a la coalición Decentes, la bancada de Petro.
Angélica Lozano, de centro, que pasa de la Cámara baja a la alta como la mujer más votada, brilla como lideresa abiertamente lesbiana y defensora de los derechos de la diversidad sexual.
La nueva representante a la Cámara Juanita Goebertus, Verde igual que Lozano, fue una de las estrategas del gobierno en la negociación de paz con las FARC en Cuba.
María Fernanda Cabal (extremaderecha) pasó de la Cámara al Senado en la bancada que sigue a Álvaro Uribe. Junto con su esposo, José Félix Lafaurie, líder gremial de los ganaderos, es feroz opositora del acuerdo de paz.
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