La agencia crediticia internacional, Fitch Ratings, mantuvo la calificación “B” con perspectiva estable, que había otorgado a Nicaragua en mayo de 2024. Tal decisión obedece a la “política fiscal prudente” y los superávits logrados en los últimos dos años “que han permitido la acumulación de reservas externas y fiscales”. En contraste, señala “la amenaza de sanciones económicas… una gobernanza deficiente y un bajo PIB per cápita”.
La calificación “B” es la sexta posición de entre once que tiene la escala de esta compañía especializada. Según su misma definición, ‘B’ indica “riesgo de incumplimiento importante… con margen de seguridad limitado. Actualmente se están cumpliendo los compromisos financieros; sin embargo, la capacidad continuada de pago es vulnerable al deterioro del entorno empresarial y económico”.
Para los analistas de Fitch, “la gobernanza deficiente sigue siendo una limitación clave para el perfil crediticio de Nicaragua”. Para ilustrar, citan que el Indicador Compuesto de Gobernanza Mundial del Banco Mundial sitúa a nuestro país en el percentil 17, con los subpilares ‘Estado de Derecho’ y ‘Control de la Corrupción’, debajo del percentil 10. “Persisten las tensiones políticas bajo el Gobierno del presidente Daniel Ortega. La represión del Gobierno contra grupos de la sociedad civil ha dado lugar a sanciones estadounidenses (principalmente dirigidas a individuos) y a una gran emigración”.
También mencionan que la “Ley de protección de los nicaragüenses ante sanciones y agresiones externas”, aprobada en noviembre de 2024, “podría representar riesgos para el sector bancario”.
Riesgo de sanciones y carga de aranceles
Si bien la nota de prensa con la que el Banco Central de Nicaragua comunica el mantenimiento de la calificación en ‘B’ estable solo hace referencia a los elementos positivos de la evaluación de Fitch, una lectura detenida del informe de esta empresa especializada permite detectar varios escenarios que implican riesgos para la economía nacional. El primero son las políticas de la presidencia de Donald Trump.
Al respecto, recuerdan que algunos funcionarios de la actual administración, son los mismos que lideraron las sanciones incluidas en la Ley RENACER de 2021, en respuesta a las violaciones de derechos humanos por parte de Daniel Ortega y Rosario Murillo. También menciona que esos mismos funcionarios “han criticado públicamente la adhesión de Nicaragua al CAFTA-DR. Si bien el acuerdo no contempla ningún mecanismo para expulsar a Nicaragua, EE. UU. podría adoptar restricciones comerciales bilaterales”.
De alguna forma, eso ya ocurrió. El 2 de abril de 2025, al aprobar un extenso paquete de aranceles, el presidente del Gobierno estadounidense impuso una tasa del 18% a los productos nicaragüenses, mientras dejaba en 10% al resto de Centroamérica, nuestra competencia natural. Aunque Estados Unidos ha perdido peso como destino de nuestras exportaciones, aún sigue siendo nuestro cliente principal: si el 38.7% de nuestras exportaciones fueron a ese país en 2024, ese porcentaje bajó al 35.4% en el primer trimestre de 2025.
Menos préstamos y remesas
El otro riesgo que puede bajar del norte, es la implementación de una política migratoria más estricta en contra de los nicaragüenses radicados en ese país, “ya que las remesas representan el 25% del PIB, y alrededor del 83% (de ellas) proviene de Estados Unidos”, destaca el informe. Con todo, la empresa reconoce que no espera deportaciones o restricciones migratorias “lo suficientemente significativas como para afectar gravemente las remesas y perjudicar el crecimiento de Nicaragua”.
Los analistas estudiaron también las posibles consecuencias de que continúen cayendo los desembolsos externos, considerando que “el financiamiento externo neto se redujo al 0.7% del PIB en 2024, desde el 2.4% en 2023, debido a menores desembolsos y mayores amortizaciones”. Las cifras muestran que los desembolsos de los acreedores oficiales disminuyeron 25% en 2024, al observarse una disminución del 35% en los nuevos préstamos del BCIE. El BID redujo los desembolsos desde 2022, mientras que los del Banco Mundial aumentan desde 2023.
“En los próximos años, Fitch prevé que la financiación procedente de instituciones financieras internacionales siga disminuyendo, pero la financiación neta debería mantenerse ligeramente positiva. Si bien el Gobierno prevé un aumento de la financiación procedente de entidades estatales chinas, el momento y la magnitud de este aumento aún no están claros”, señalan.
Gobierno recibe más y gasta menos
El otro lado de la balanza muestra que los sacrificios de los nicaragüenses han tenido réditos, tanto en materia de superávits fiscales como del manejo de la deuda.
Tanto en 2023 como en 2024 se registró un superávit del Gobierno general del 2.4% del PIB, “debido al continuo crecimiento de los ingresos de dos dígitos y a la moderación del gasto”, lo que ha generado cierto margen para un mayor gasto de capital. Aunque no explica sus razones, Fitch prevé que crecerá el gasto de capital, lo que reducirá el superávit fiscal al 2.0% del PIB en 2025 y al 1.4% en 2026.
Las razones podrían estar ligadas a los desembolsos a los que se obligó la Administración Ortega-Murillo para cumplirle a sus socios chinos, o a la mayor inversión que suelen hacer los Gobiernos en la medida en que se acercan los plazos electorales.
Esos superávits han sido determinantes para continuar ampliando los colchones fiscales del Gobierno, ante la disminución de los recursos externos. El documento destaca que en abril de 2025, las reservas ascendían a 6700 millones de dólares, lo que cubría más del 80% de la masa monetaria y aproximadamente seis meses de pagos externos corrientes. También, que “el Gobierno ha amortizado bonos locales con intereses más altos y ha acumulado un amplio colchón de efectivo, con depósitos que alcanzaron el 12.9 % del PIB en 2024”.
Agencia Fitch pronostica desaceleración del crecimiento
Por otro lado, la deuda del Gobierno general se redujo al 39.7% del PIB en 2024 y se prevé que siga disminuyendo como porcentaje del PIB: 36.9% en 2025, y 34.7% del PIB en 2026. Eso es sensiblemente menor que la mediana proyectada para los países de la categoría ‘B’, que será del 51.5% y el 50.6% del PIB respectivamente.
Otro elemento que destacan es la desaceleración del crecimiento del PIB real, que pasó de 4.4% en 2023, a 3.6% en 2024. Fitch prevé que el crecimiento se estabilice entre el 3% y el 3.5% en 2025 y 2026, al incluir en la ecuación la desaceleración del crecimiento de Estados Unidos. “El consumo sigue siendo el principal motor del crecimiento, impulsado por un aumento del 13% en las remesas en 2024”, destacan.
Finalmente, se señala que la inflación se ha desacelerado significativamente hasta el 1.7% interanual en abril de 2025, frente al 5.4% interanual del mismo mes del año anterior. “El crecimiento del crédito se mantiene robusto debido a la reducida, pero aún abundante, liquidez en el sector y a la continua normalización de la oferta y la demanda tras la contracción de la crisis económica de 2018”, concluye.