6 de septiembre 2024
“Fue un calvario que pensé nunca iba a terminar”, dice José Enrique Sánchez, uno de los 135 presos políticos desterrados a Guatemala por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. “Vivimos en condiciones precarias”, “recibimos tortura psicológicas”, “amenazas a nuestras familias”, “nos decían que esto lo íbamos pagar caro”, recuerda Sánchez quien estuvo en La Modelo por 17 meses.
El testimonio de Sánchez se repite en la voz de otra docena de presos políticos que fueron desterrados por decisión de la dictadura Ortega-Murillo y fueron entrevistados en Guatemala por CONFIDENCIAL.
“Estábamos dormidos y ellos (los policías) comenzaban a golpear con las tonfas a medianoche. Había oficiales que tiraban baldes de agua afuera, pero cerca de donde estábamos para no dejarnos dormir. Nos daban comida en baldes, salía con insectos y cuando nos enfermamos solo nos daban una pastilla para el dolor”, recuerda Sánchez, quien fue encarcelado por participar en la tradicional judea de Masatepe.
El excarcelado, quien tenía esa tradición familiar, recuerda que los oficiales también le decían que lo “iba a pagar caro, que lo iban a mandar a un lugar peor” y hubo jefes policiales que los amenazaron con represalias a su familia.
Severos interrogatorios
Jared Ramírez, otro de los desterrados políticos, también confirma que sufrió torturas desde que fue arrestado por sumarse a la celebración del triunfo de Sheynnis Palacios, como Miss Universo 2023. El joven fue detenido la misma noche en que salió con su bandera azul y blanco a celebrar.
“Me llevaron a la rotonda de Metrocentro donde siempre hay policías y allí me tuvieron durante dos horas con insultos y sufrí maltrato psicológico”, contó.
La tortura psicológica se agudizó cuando fue traslado al distrito I y posteriormente al distrito III. En ambas estaciones policiales fue severamente interrogado. Le exigieron decir dónde trabajaba, con quiénes andaba y le pidieron nombres de vecinos opositores. Cuando fue llevado a La Modelo la tortura no cesó.
“Nos decían que nunca íbamos a salir. Mirábamos a nuestra familia una vez al mes durante 30 minutos. Los presos comunes tenían más tiempo. Fue muy, muy duro. Creíamos que nunca iba a acabar el proceso, pero Dios escuchó nuestras oraciones diarias, orábamos diario, le pedíamos al Señor por nuestra libertad, fuera donde fuera”, explica.
El muralista esteliano, Óscar Parrilla, también fue detenido por celebrar con su arte el triunfo de la Miss Universo. El pintor cuenta que en prisión sufrió al igual que los otros presos de condiciones precarias. “Muchas veces nos dejaban sin agua. El calor era insoportable”, contó.
Parilla también recuerda que la comida que les servían era horrible. “Los frijoles venían inflados por el bicarbonato. El arroz venía masoso. Incluso, hace un par de semanas me salió una pelota de sal en el arroz”, afirma.
Los carcelarios hacían juegos mentales con ellos, confirma. Les hicieron creer en varias ocasiones que serían liberados, pero era falso. “Nos sacaron a afeitarnos, a patio sol en días que no eran comunes”, por eso cuando esta última vez que los sacaron para desterrarlos, él no creía que saldría de la cárcel.
“Fue hasta el momento en que los diplomáticos de la embajada (de Estados Unidos) se subieron al bus y nos explicaron la situación que realmente creí que nos estaban dejando libres”, confiesa Parrilla.
“No teníamos derecho ni a una Biblia”
Adriana Zapata, quien fue encarcelada por imprimir una fotografía del obispo Rolando Álvarez, confiesa que su tiempo en el penal fue lo más duro que ha vivido.
“Fue realmente duro. No tenés derecho ni a una buena alimentación. Te daban lo peor. Incluso, si uno quería una Biblia, algo con qué leer, no tenías derecho”, lamenta.
“Era muy triste. El trato era muy brusco. Eran personas malas”, describe Zapata, quien estuvo presa durante 11 meses, por supuestamente propagar noticias falsas.
Isaías Ruiz, de 57 años, confiesa que estuvo en celdas de máxima seguridad en La Modelo. Allí quedó incomunicado. “Eran unas condiciones muy duras, pésimas. Fue algo bien difícil”, dice.
Antes de ser encarcelado, Ruiz había sido maestro de primaria en un colegio de Managua y por ser abiertamente opositor fue despedido. Por eso, el día en que lo arrestaron lo encontraron en la calle vendiendo pan a bordo de una bicicleta.
“Me agarraron el 17 de octubre de 2023. Estuve en El Chipote. Allí pasé noches que no me dejaban dormir y me hacían muchos interrogatorios. Decían que yo le tomaba fotos a los sandinistas y después inventaron que yo tenía una denuncia de abuso a menores en 2008”, explica.
“Yo nunca he estado preso, porque yo he sido una persona trabajadora”, reitera.
Las jóvenes activistas Gabriela Morales, Mayela Campos y Adela Espinoza, quienes fueron encarceladas por quemar una bandera, describen que las torturas y agresiones por parte de la Policía ocurrieron desde que fueron arrestadas.
“Me llevaron con violencia. Golpearon a mi pareja y nos llevaron al distrito III, allí siguieron los golpes. Al día siguiente nos trasladaron al Sistema Penitenciario”, cuenta Campos.
Espinoza recuerda que en el distrito III hubo una de la investigadora de Auxilio Judicial que la tomó del cuello e intentó asfixiarla. “Me tuvo de pie diez horas, sin posibilidad de arrimarme a una pared, ni de tocarme la cara o alguna parte del cuerpo. Estuve esposada con las manos para atrás”, recuerda.
En prisión los tratos no se detuvieron. “Fue súper humillante que cada vez que comíamos nos tenían que tomar fotos. Muy rara vez nos sacaban a patio sol. Nos tomaban fotos hasta para darnos medicina”, apunta Morales.
“Las cicatrices que tengo en mi corazón son muy grandes y espero que poco a poco irlas sanando”, lamenta Morales.
“Siempre nos infundían miedo. Se burlaban de nosotras. La atención médica era mala. Solo te daban ibuprofeno para la migraña, eso no te quita nada. Pasaba como tres o cuatro días con dolores intensos”, recuerda Campos.
La excarcelada política afirma que ahora tiene mucho temor su familia que se quedó en Nicaragua. Está feliz por ya no estar en prisión, pero teme por las represalias.
Vuelo a la libertad
Jaqueline Rodríguez es otra de las presas políticas que fue desterrada. Ella fue encarcelada junto con su esposo, Sergio Castilblanco. En prisión estuvo durante 17 meses en celdas de castigo. Rodríguez recuerda que fue sacada de su celda a eso de las siete de la noche del miércoles 4 de septiembre de 2024.
“Entraron calladitas (las carcelarias) y nos dijeron que nos alistáramos, pero que no hiciéramos bulla. Nos sacaron enchachadas en pareja y nos llevaron a un saloncito”, recuerda.
En el salón llevaron al resto de presas políticas y después las trasladaron en un vehículo. Las presas fueron trasladadas a un lugar desconocido para ellas y allí les entregaron los pasaportes. “A eso de las dos de la mañana nos sacaron, estuvimos esperando hasta que a eso de las cinco de la mañana salió el vuelo”, afirma.
“Nos llevaron en el vehículo cerrado, no nos dijeron nada y solo nos iban sacando de cinco en cinco, pero ya era más que obvio (que nos iban a desterrar) al ver el aeropuerto, el avión”. dice Rodríguez, quien admite tener lagunas mentales de esa noche.
Rodríguez afirman que hubo al menos siete presas políticas que se quedaron en el penal. Entre ellas, la diputada de Yatama, Nancy Henríquez. “Hubo otra compañera que subió al vehículo, pero no abordó el avión, decidió quedarse”, cuenta.
El excelado Jason Salazar, quien es dirigente estudiantil, cuenta que en La Modelo los movimientos de una posible liberación empezaron a eso de las 5:30 o seis de la tarde del cuatro de septiembre. Se encontraba en su celda cuando llegó un oficial y les ordenó irse a bañar.
“Hora y media después vemos que van entrando microbuses y camionetas con percheros, con ropa. Para nosotros ver eso fue una algarabía. Entraron a los módulos y nos dieron una ropa que tenía nuestros nombres. Nos dijeron cambiénse y no se ensucien”, recuerda.
Después les comenzaron a hacer los trámites migratorios, les tomaron fotografías, les tomaron la presión y un prechequeo de sus pasaportes. Salazar recuerda que a uno de los presos políticos lo apartaron y esa persona no subió al avión. El resto de presos fue traslado en buses al aeropuerto.
“A eso de las 4:30 de la mañana subió personal de la embajada a los buses y nos explicaron un poco lo que estaba ocurriendo. A eso de las seis ya había un avión esperándonos. Ese fue un momento de alegría, pero no podíamos expresarlo porque seguíamos dentro”, describe Salazar.
Gozo por la libertad, incertidumbre por el futuro
Aún no se conoce el listado de los 135 presos políticos que fueron desterrados a Guatemala. Las autoridades estadounidenses y guatemaltecas afirmaron que por privacidad no publicarían los nombres. La dictadura de Daniel Ortega tampoco se ha referido al destierro, ni ha publicado el listado como sí ocurrió en los destierros pasados.
El Mecanismo para el reconocimiento de las personas presas políticas logró verificar hasta el mediodía de este viernes, 6 de septiembre de 2024, la identidad de 109 de las 135 reos de conciencia que fueron desterrados de Nicaragua. Según detallan, 22 son mujeres y 87 hombres. El organismo aseguró que por lo "sensible de la información y por protección a las personas afectadas y sus familiares" no harán pública la lista de nombres.
Muchos de los presos políticos desterrados todavía no asimilan lo que pasó. “No he podido reaccionar, estoy en shock”, confiesa Rodríguez, quien anhela volver a ver a sus hijas. Otros reiteran que sueñan con volver a Nicaragua cuando la situación política haya cambiado.
“Para mí es muy doloroso dejar mi tierra. Yo amo mucho a Nicaragua, amo mucho a mi país. Yo entiendo que a veces las situaciones financieras del país no son las correctas, pero trataba pues de sobrevivir y luchar en mi nación y no quería sinceramente abandonar mi patria”, afirma Jared Ramírez.
“Se siente feo (el destierro), pero al mismo tiempo alegre porque ya no seguiremos en ese encarcelamiento injusto”, dice un laico de Nueva Segovia que fue encarcelado en octubre de 2023 y accedió a dar entrevista bajo condición de anonimato.
“Le pedimos a la población de Nicaragua que no deje de orar y que no deje de elevar esas oraciones por los hermanos que todavía faltan, que quedaron secuestrados”, dijo.
Es un proceso difícil de asimilar, confiesa la joven universitaria Mayela Campos, “porque uno ya tenía un futuro trazado, pero todo eso se fue, porque borraron todo mi historial académico”.
“Ahora no sé qué va a pasar conmigo, dónde voy a vivir. No soy de aquí ni de allá. No tengo nada porque el Gobierno así lo decidió”, reflexiona.