3 de mayo 2024
En diciembre de 2022, el politólogo nicaragüense Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano —un centro de pensamiento con sede en Washington, Estados Unidos—), advertía que no era realista esperar que las remesas familiares mantuvieran el explosivo ritmo de crecimiento observado hasta entonces, que fue de 50.2% en ese año.
Los datos del Banco Central de Nicaragua (BCN), le siguen dando la razón.
Las estadísticas oficiales del Banco muestran que en el primer trimestre de 2023, la recepción de remesas familiares creció 61.3% con respecto al primer trimestre de 2022. El crecimiento se mantuvo durante cada uno de los siguientes trimestres, solo que a un ritmo decreciente: 56.5% en el segundo trimestre; a 41.3% en el tercero, a 26.1% en el cuarto trimestre, y 11.8% en el primer trimestre de 2024.
La desaceleración continuó a lo largo de los primeros tres meses de este año, tanto en el comportamiento individual, como en el del período completo: el crecimiento de 11.8% equivale a menos de la mitad del crecimiento del cuarto trimestre de 2023, y menos que la quinta parte que en el primer trimestre del año pasado.
Al verlo por mes, resalta que enero de este año creciera 15.7%, mientras febrero lo hacía al ritmo de 13.3%, y marzo disminuyera por debajo del doble dígito, al cerrar en 7.2%.
La mayor parte de ese frenazo se explica por las decisiones de los remesantes que están en Estados Unidos. Si en el primer trimestre de 2023, sus aportes crecieron USD 386.1 millones (87.2%), la comparación del primer trimestre de 2024 con respecto a igual período de 2023 muestra un crecimiento de 12.3% (USD 101.8 millones), lo que es casi siete veces menor que lo observado hace cuatro trimestres.
Bajan remesas, menos consumo
Consultado, el economista Marco Aurelio Peña dijo a CONFIDENCIAL que “la gente sigue enviando remesas, aunque de manera decreciente”, lo que indica que “la velocidad, o el ritmo de incremento de las remesas en este primer trimestre, es menor que el del primer trimestre de 2023”, destacando cuáles pueden ser las razones que expliquen ese fenómeno.
De modo general, consideró que “ese menor crecimiento puede estar determinado por las realidades de los países en que se encuentran”, los migrantes, recordando que hay un pronóstico de desaceleración económica mundial, mientras se reporta carestía en el costo de la vida y encarecimiento de los costos de producción, tanto en Estados Unidos como en Costa Rica y España, cuyos mercados laborales están sometidos a presión por la migración.
“Se puede inferir —hipotéticamente— que las últimas oleadas de nicas que llegan a estos países no están enviando dinero o, si lo hacen, están enviando menos dinero”, lo que también puede explicarse porque el remesante considera que su familia en Nicaragua tiene menos necesidad de esas remesas; o él (o ella) tiene otros gastos, ya sea porque compró algo que debe pagar al crédito; porque formó una nueva familia en el país de destino, o porque tiene un empleo formal que lo obliga a pagar impuestos.
Peña destaca que “el espíritu de solidaridad entre las familias, el fenómeno de cooperación intrafamiliar, explica que las remesas se incrementen en término de valores absolutos, pero a menor velocidad”.
El economista admitió que es posible que las familias —y por ende, el país— noten una desaceleración en los niveles de consumo, aunque reconoció que “es temprano para decir si eso tendrá impacto en el crecimiento del PIB”, recomendando esperar a ver datos del segundo y del tercer trimestre de 2024.
“Una desaceleración en las remesas familiares —que constituyen un tercio del ingreso nacional, o sea que esa riqueza no se origina dentro del territorio nacional, ni por empresas nicas en el exterior—, puede generar desaceleración del consumo, con base en el ingreso disponible”, aseguró.
Nada es para siempre
Esa desaceleración constante no está ligada con el desempeño de la economía estadounidense (de donde provino el el 82.4% del total de remesas familiares recibidas en 2023, así como el 81.6% en el primer trimestre de este año), sino con la realidad de la migración nicaragüense que, no solo no puede crecer para siempre, sino que da muestras de estar cerca del punto en el que la salida de más gente, no significa la llegada de más dinero, sino menos.
En esta nota de opinión, el politólogo Orozco explica que la disminución del volumen migratorio ocurrirá “debido en gran parte a que ya ha salido más de 20% de la población total” del país, con lo que más del 60% de los hogares tiene un familiar en el exterior. Añade que “la propensión a emigrar disminuye conforme el número de personas que se queda en el país disminuye (ancianos, población sin capacidad de ahorro y endeudamiento para migrar, menores de edad)”.
Un factor adicional es que “la cantidad promedio enviada ya ha excedido un monto superior al envío histórico”. Si en ese momento (cuarto trimestre de 2022), la remesa promedio era de USD 250.9 por envío, el monto había disminuido hasta los USD 248.6 en el primer trimestre de 2023, por ejemplo.
Al mostrar la distribución geográfica de las remesas, destaca el hecho que Estelí es el departamento que más ha perdido: si en el primer trimestre de 2023, las familias estelianas recibieron en conjunto unos USD 84 millones, esa cifra disminuyó hasta los USD 77.5 millones, marcando un descenso de 7.7%.
El segundo departamento con el más pobre desempeño es Chinandega que, si bien es cierto se mantuvo como el tercer mayor receptor de remesas (después de Managua y Matagalpa), el monto captado solo creció 0.2%. Nueva Segovia (3.7%), Carazo (7.3%) y Masaya (7.7%), cierran la lista de los que crecieron menos de doble dígito.
Los datos muestran que, en el otro extremo de la escala, León crecía USD 20.7 millones (31.9%); Managua USD 53.2 millones (21.2%), y Chontales 20.4%, aunque sobre una base previa mucho muy pequeña.