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“La voz del continente en la OEA condena la represión de Ortega en Nicaragua”

Embajador de Uruguay: “La OEA no se despreocupará de Nicaragua. La salida de una dictadura no es de un día a otro. Es relativamente gradual”

Washington Abdala y Luis Almagro

The president of the Permanent Council of the OAS, Washington Abdala (right), next to the Secretary General of the organization, Luis Almagro, during an activity of the 53rd General Assembly. Photo: EFE/Lenin Nolly

Carlos F. Chamorro

26 de junio 2023

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El presidente del Consejo Permanente de la OEA, Washington Abdala, embajador de Uruguay ante el organismo regional, destaca la unanimidad del voto de 32 naciones en la OEA que condenan el agravamiento de la represión de la dictadura en Nicaragua. “Es la voz del continente", remarca, “Ortega podrá hacer lo que entienda pertinente, como ha hecho todo este tiempo, en que ha desoído la voz del continente. Es un gigantesco error porque cada vez es más insistente y la voz va aumentando en su intensidad”.

El diplomático describió como “una batalla desigual” el reclamo democrático de la OEA ante una autocracia como la de Nicaragua, en la que no hay separación de poderes y predomina la violencia autoritaria, pero advirtió que “el quebrantamiento de las dictaduras no se produce de un día a otro, sino que es un proceso gradual”. 


El embajador dijo que no “me quita el sueño” que el régimen de Ortega se desvincule de la OEA en noviembre, “es un dato jurídico”, la OEA no se va a “desentender” de Nicaragua “mientras exista una autocracia” en el continente. 

La Asamblea de Cancilleres de la OEA aprobó por unanimidad una resolución sobre la crisis de derechos humanos de Nicaragua, condenando la represión política, demandando la liberación de los presos. ¿Qué hizo posible que se sumen a la condena países que usualmente se abstienen como México, Argentina, Bolivia, Honduras, El Salvador y algunos otros países caribeños?

Cuando uno mira la resolución que tomó cuerpo en la Asamblea, lo que hay es una constatación explícita de que en Nicaragua hay un agravamiento de la crisis política y humanitaria y así se reconoce en el documento. Y luego hay una expresa preocupación por un escalamiento en la represión. Se ha dicho de manera muy clara, que ha ido aumentando a un punto donde está muy intenso, muy complicado. Entonces, ante un escalamiento de la represión, o sea, ante estos excesos de la autocracia, lo que corresponde hacer es una respuesta que tome en cuenta eso y que sea objetiva. Eso fue lo que sucedió. Qué está tan mal la cosa en Nicaragua, está tan agravada, y usted la conoce tanto o más que yo, que llega un momento en que ya es innegable y no hay forma de evitar abordar esto con la seriedad del caso. 

El hecho de que se adopte por unanimidad, ¿significa que la dictadura de Ortega no tiene defensores en la OEA, está completamente aislado políticamente?

Creo que la dictadura Ortega cada vez tiene menos defensores. No sé si le quedan defensores. No me incumbe a mí hablar por otros, pero si por el Consejo Permanente, todavía sigo siendo el presidente del Consejo Permanente unos cuantos días más. La resolución es de todos los cancilleres, de todos los miembros activos de la OEA. Hubo un proyecto de resolución que se transformó en resolución, que habla de la alarma, de la profunda preocupación y  perdone que sea insistente con la redacción diplomática, pero no es menor, cuando uno le aclara en cuatro oportunidades, si usted insta a un Gobierno a que se respeten los derechos civiles, políticos, religiosos. Si usted insta a que se respete la presencia de una comisión, si usted insta al Gobierno a que se implementen medidas para garantizar la independencia, la rendición de cuentas, imparcialidad del sistema de justicia. Si usted insta a un Gobierno a que se abstenga de reprimir, cuatro veces usted está instando. A buen entendedor, es obvio. Y luego, al final, la resolución le pone una apostilla concreta sobre el tema de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, diciendo que se la deje trabajar y que se le permita seguir con el Mecanismo de Seguimiento sobre el tema de Nicaragua y le devuelve al Consejo Permanente —que es el corazón activo de la OEA— a que siga atento a lo que pasa en Nicaragua. Una resolución del volumen como está, es un fenomenal llamado de atención. 

El señor Ortega podrá hacer lo que entienda pertinente, como ha hecho todo este tiempo, que en su inmensa mayoría de las veces ha desoído la voz del continente. Es un gran error. Es un gigantesco error porque cada vez es más insistente y la voz va aumentando en su intensidad. Es lo que se puede hacer porque esas son las armas que se tiene en un órgano multilateral. Esos son los instrumentos con los que contamos.

La diplomacia brasileña presentó un borrador proponiendo algún cambio en el lenguaje del proyecto de esta resolución original. Por ejemplo, proponía hablar del supuesto abuso de derechos humanos. Al final, Brasil adopta esta resolución junto con todos los otros países por unanimidad. ¿Hubo una negociación política con Brasil?

Le confieso que no. Hubo una evolución de documentos. Para llegar a una resolución cada país va haciendo sus aportes, van generando sus tonalidades y el documento final es, de alguna forma, una síntesis del pensamiento, lo más colectivo posible. En esa construcción todo el mundo trata de aportar. Dirigí la Comisión General que trabaja en el pulmón interno de la Asamblea, no tiene visibilidad, pero es la que va elaborando los documentos de fortalecimiento democrático, de la situación de Haití, este documento de Nicaragua venía hace tiempo. Los documentos van variando su intensidad, y se tienen que tratar de adecuar a la realidad. Creo que el documento al que se llegó es un buen documento, pero los documentos no valen por sí.  O sea, como la diplomacia no vale por sí sino que valen cuanto recurso retórico, reclamo, exigencia, demanda y en todo caso, una palabra elevada, dicha con mucha altura, porque acá no se trata de levantarle la voz a nadie. Creo que al contrario, diciendo las cosas en el tono racional que se están diciendo. Pero si uno lee esta resolución unánime de la Asamblea de Cancilleres de la OEA, del plenario de la OEA, bueno, este señor Ortega debería reflexionar.

La salida de una dictadura

A pesar de esta unanimidad y del consenso de todas las naciones sobre la violación a derechos humanos en Nicaragua, el desmantelamiento de las instituciones democráticas, la represión, no ha sido posible en la OEA aplicar la violación a la Carta Democrática Interamericana, ¿por qué?

Ahí hay distintas bibliotecas al respecto. Están los que sostienen que conviene tener una postura hiperradical, y están los otros que sostienen: sigamos construyendo alguna línea de eventual diálogo, conversación para ver si se puede encontrar un puente de salida. 

Viví una dictadura en mi país, Uruguay, hace unos cuantos años y la salida de una dictadura nunca es sencilla y nunca hay un manual para una hoja de salida. Cada dictadura tiene sus características, sus formas de entender el mundo autocrático, intolerante, violento, totalitario, de manera propia. Usted me podrá decir bueno, pero hay una cierta similitud entre las dictaduras de Argentina, Chile y Uruguay. Sí, hay una matriz, hubo una cierta ideología, pero cada una de ellas tenía una forma propia de entender el ejercicio de la violencia autoritaria. Cada una de ellas tuvo caminos de solución distintos hacia la democracia. 

Lo que le puedo contar es la nuestra, y hubo que recorrer muchos años para ir encontrando una zona de entendimiento, un camino de recuperación, para ir encontrando la posibilidad de que la gente entendiera y tuviera la confianza de que efectivamente se podía volver a la democracia. Hay momentos en donde en medio de un proceso autoritario, la gente pierde la fe, pierde la confianza, no ve la luz en el camino, y en la región hay varios casos donde hay pueblos que tienen la percepción de que esto se hace muy difícil. Soy un demócrata militante y siempre creo que hay un camino por donde recorrer. No es fácil, no es identificable de manera sencilla. Se requiere, además del concurso de la región, de la disposición, porque tenemos clarísimo que acá hay un principio de no intervención, eso es bastante claro. La OEA es un órgano multilateral, no puede más que tener esto que está haciendo, pero lo puede hacer con intensidad. Y yo creo mucho en la insistencia. Entonces, por eso le decía que los caminos de salida de los procesos autoritarios son propios y los pueblos van encontrando las pistas según, también, la coyuntura y el ejercicio de resistencia que van teniendo. 

El presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos dice que Nicaragua está en desacato porque se ha negado a acatar el mandato de la Corte sobre la liberación de los presos. Y dice, bueno, la Corte no puede imponer esta sentencia, es materia política, eso depende de los Gobiernos que integran la OEA. ¿Qué pueden hacer ellos para que el  régimen acate esa sentencia?

Don Ricardo Pérez Manrique es el presidente de la Corte Interamericana, y ayer (viernes) de tarde estuve conversando, entre otros temas, de Nicaragua, de manera genérica, naturalmente. Los Gobiernos lo que pueden hacer es lo que están haciendo, es insistir, estar preocupados, manifestar su voz, ser explícitos, pero no hay manera de generar girones, donde usted no tiene la posibilidad. En esto tenemos que tener mucha prudencia también. Usted me dirá: “pero yo estoy padeciendo una dictadura”. Estamos de acuerdo, pero hay zonas de cooperación y conciliación que son complejas y no podemos hacer cumplir una sentencia dentro de una sociedad autocrática. Cuando la separación de poderes no rige de la manera clásica, al estilo de Montesquieu, como quisiéramos nosotros,  uno observa con fenomenal preocupación. Entonces, en consecuencia, a medida que se está desnaturalizando el Estado de derecho en su país, lo que se puede hacer es esto que estamos haciendo desde la pulsión político-institucional de todo un continente. 

Ricardo Pérez Manrique, presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Foto: EFE/Lenin Nolly

Una batalla desigual en Nicaragua 

A partir de noviembre el régimen de Ortega hace efectivo su retiro de la OEA. ¿Qué va a pasar? ¿Tiene la OEA medios para seguir incidiendo en la situación, o va a salir Nicaragua del radar de la OEA?

No veo a la OEA despreocupándose por Nicaragua, porque es un tema que nos inquieta muchísimo. Cuando pasa lo que ha pasado con las deportaciones, la retirada de nacionalidad, los ejercicios de violencia, las sentencias condenatorias a décadas de privación de libertad, el oprobio del encarnizamiento en materia de derechos humanos, llega un momento que uno se siente violentado. Usted me dice que al final del período de este año, de manera jurídica hay una desvinculación de la organización de Nicaragua sobre la organización, es un dato jurídico, formal, procesal. Eso, por ejemplo, a mí no me quita el sueño. Porque un órgano multilateral tiene la libertad y la obligación jurídica y moral, con base a la Carta Interamericana, a la Carta de Derechos y a los principios de la creación de derechos universales, a seguir reflexionando sobre las autocracias en el continente. No siento que esté ni jurídicamente ni moralmente bien desentenderse del caso de Nicaragua. Por el contrario, creo que si se sigue agravando la situación, hay que tener también una postura pertinaz, constante e insistente. A las dictaduras, el ejercicio mediático les duele muchísimo, les molesta muchísimo, no les gusta que le digan lo que son. Y bueno, eso es parte de la actividad que tenemos los demócratas. Los que sentimos la democracia como la construcción de un espacio de libertad en un Estado de derecho donde la clave es justamente la libertad de la gente, la libertad de expresión, la libertad de asociación, la libertad de comunicación. 

Si eso no está en una sociedad, hay que seguir insistiendo y hay que seguir haciendo el J’accuse. Yo acuso a esto porque esto no es lo correcto y esto es lo indebido. Y llega un momento, que cuando hay un yo acuso, dos, tres, cuatro, diez, quince, veinte, treinta, no alcanza; llega un momento que Europa también. Esos son los mecanismos que tenemos, son los instrumentos con los que contamos. Tenemos desventaja con las autocracias. Las autocracias utilizan la violencia, nosotros no. Lo que hacemos es hablar. insistir, reclamar, peticionar, escribir, hablar. Es una batalla desigual.

A partir de este retiro del régimen de Ortega de la OEA, ¿quién se encarga en la organización, aparte del relator para Nicaragua y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el propio Consejo Permanente de darle seguimiento a esta crisis? Esta resolución fue promovida por un grupo de países: Canadá, Chile, Costa Rica, Estados Unidos, Antigua, Barbuda. ¿Este es un grupo permanente sobre la crisis de Nicaragua?

No, son países de la coyuntura. Esos son países muy comprometidos con el tema Nicaragua, pero también estamos otros muy comprometidos, que a veces, según las circunstancias, depende de cómo uno puede contribuir más. A veces estando desde afuera de un texto, se puede contribuir a una negociación, a tratar de ir bregando por el mismo. Estos países fueron impulsores y los otros, todo el resto, los hemos ido acompañando. Pero cuando hay una decisión de la mayoría como de la jornada de ayer (viernes) es la voz de un continente, excepto algunos que no están, son muy poquitos. 

Usted puede hacer dos cosas con eso: agarra el papel, lo tira y no le presta atención, o se preocupa. Porque si la voz de un continente, más la reflexión en Naciones Unidas, más una Europa que siempre está atenta a este tipo de cosas, ese es el dato objetivo, Y eso usted me dirá que no alcanza, pero es un pasito más. Esto es de a poco. No existe el quebrantamiento de una dictadura de un día para el otro.  Esto es relativamente gradual. O sea, no hay una caída del muro de Berlín para nuestras autocracias, es distinto el proceso. Esa es la realidad.

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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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