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Una crítica necesaria

Injerencia armada, política, diplomática o militar siempre será agresión, aunque sea propiciada o aceptada por "sectores de la población nicaragüense"

Onofre Guevara López

30 de agosto 2016

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Cuando las contradicciones políticas de un país alcanzan sus mayores niveles, surgen nuevas contradicciones, o las mismas adquieran cambios de tonalidades e intensidad.  Y, desde luego, que siendo contradicciones políticas sociales, requieren de portadores ideológicos que –de una u otra forma, unas veces más destacadas que otras— protagonizan esas contradicciones.  De eso estamos siendo testigos o actores, a veces casi sin darnos cuenta, porque nos hemos acostumbrado a ver esas contradicciones como si fueran estáticas, no en proceso de cambios, y hasta llegamos a creer que los efectos no tienen causas.

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Hay infinidad de casos a los cuales vemos en su cotidianidad con la misma óptica de siempre, y cuando manifiestan sus nuevos perfiles, con otros actores o con los mismos, pero expresadas de otras maneras y con otras argumentaciones, nos sorprenden y hasta nos desconciertan.  Con la nueva situación política abonada con las arbitrariedades de Daniel Ortega, las que ha magnificado en su carrera continuista y acentuado con sus pretensiones dinásticas, las contradicciones han cambiado de nivel e intensidad.  En la realidad de hoy esas contradicciones no son iguales a las de ayer, aunque sigan siendo esencialmente las mismas desde hace nueve años.

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La alteración de las contradicciones, sin que llegue a cambiarles su esencia, ha hecho variar algunos puntos de vista que muchos tenían sobre el gobierno de Ortega, sobre las causas en las cuales se ha apoyado y sobre los entornos políticos e ideológicos que operan en el escenario nacional y también en el enfoque de lo internacional.  Hemos sido testigos de cómo, en estos últimos años, el sandinismo histórico se fue metamorfoseando en un orteguismo oportunista que le cambió su esencia sin perder formalmente su identidad, representada en símbolos: el nombre, la bandera, el himno y a, veces, el discurso oficial, aunque este es el que ha chocado siempre con la realidad actual.

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La oposición sandinista al orteguismo –que algunos llaman disidencia— también ha venido sufriendo cambios, lo que no tiene que sorprender a nadie que tenga la práctica como comprobación de la verdad y una visión dialéctica de la vida.  Nuestra disidencia no es homogénea como lo es el orteguismo, porque entre sus integrantes hay diversidad en lo ideológico, en lo ética y en los objetivos, pues –a diferencia del orteguismo— la disidencia no se cohesiona en torno al poder ni sus privilegios, mientras que los orteguistas se asocian según sus ambiciones personales y su oportunismo se ha vuelto un factor aglutinante en torno al caudillo.

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Esas diferencias son las que, a mi entender, caracterizan la composición  ideológica y política heterogénea de la disidencia, y determina a la vez su dispersión orgánica.  Pero, a pesar de estar dispersa en diferentes grupos, o solitarios, podemos notar un hecho digno de un examen especial: que, en general, entre sus integrantes no ha desaparecido el respeto y el aprecio mutuo; que, pese a las diferencias, no se ha perdido la estimación personal ni el sentido de compañerismo.  Muy diferente a lo que ocurre en el orteguismo, donde prevale la sumisión de unos ante otros, una relación vertical de jefe a subordinados y todas las desigualdades propias de las diferencias económicas y de privilegios que nacieron y crecen con el poder.

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Lo dicho hasta aquí, tiene pretensión de preámbulo para justificar mi crítica al criterio de un estimado compañero dirigente del MRS, sobre la política exterior norteamericana como responsable de la guerra de los años 80.  El compañero Víctor Hugo Tinoco, se hizo esta interrogante en la revista Envío: “La guerra de los años 80, ¿fue una guerra de agresión o fue una guerra civil?” Y luego se responde: “Viendo aquella etapa en retrospectiva debemos reconocer que fue una guerra civil, porque sectores importantes de la población nicaragüense, se alinearon en torno a los dos ejes del enfrentamiento global entre el Este y el Oeste”.

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Su visión “retrospectiva” está afirmada sobre omisiones, olvidos y contradicciones.  El compañero VHT había recordado previamente a su pregunta-respuesta, que la “la política exterior de Estados Unidos, en relación con América Latina, ha estado montada siempre en el mismo eje, en la Doctrina Monroe” desde hace siglo y medio, que se resume en América para los americanos”.  Y entró a esa contradicción consigo mismo, al afirmar que Estados Unidos no cometió agresión contra nuestro país en los 80, siendo en verdad una continuidad de la “Doctrina Monroe” aplicada en forma de “guerra civil”.

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Por otro lado, si Estados Unidos creó su “Doctrina Monroe” en 1823 como “eje” de su política exterior “desde hace medio siglo” en su relación con América Latina, no necesitaba esperar 157 años “el enfrentamiento Este y Oeste” para agredir a Nicaragua con un ejército mercenario en los 80.  Su visión “retrospectiva” ya estaba  desmentida desde cuando la “Doctrina Monroe” estrenó sus garras imperiales, robándole a México más de la mitad de su territorio en 1848.  ¡Y faltaban 69 años para el triunfo de la revolución en Rusia, la otra protagonista del “enfrentamiento Este Oeste”!

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Su visión “retrospectiva” lo hizo perder la perspectiva histórica.  VHT parece haber caído en esa tendencia predominante en la oposición tradicional que pretende absolver a Estados Unidos de su responsabilidad histórica, esperando la “ayuda” de sus gobiernos para deshacerse de las dictaduras.  Reconozco que esta es una conclusión categórica, pero son sus argumentos los que estimulan esa conclusión.  Por ejemplo: ese argumento de que no fue guerra de agresión, sino guerra civil… “porque sectores de la población nicaragüense se alinearon en torno a los dos ejes del enfrentamiento global Este Oeste”, es intolerable.

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Creo que no fue intencional.  Y aunque lo fuera, es inconsecuente con su visión “retrospectiva”, porque libera de culpa a Estados Unidos y le quita legitimidad la lucha histórica de los nicaragüenses frente a sus agresiones, incluida la de Augusto C. Sandino.  Los oligarcas que solicitaron la intervención armada de 1912 –y Estados Unidos les respondió, porque está en su naturaleza imperial intervenir— eran “de los sectores de la población nicaragüense” en guerra civil, pero tampoco dejó de ser una agresión.  Igual puede decirse de la guerra civil reiniciada en 1926, cuando Estados Unidos creó la “guardia nacional” con “sectores de la población nicaragüense”, pero eso no cambió la naturaleza de la agresión.

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Sandino actuó con “sectores de la población nicaragüense” y su guerra no fue una simple guerra civil, sino una guerra patriótica de resistencia frente a la agresión, lo cual, de hecho, lo está negando el compañero Tinoco.  De nuevo el estimado compañero se contradijo: el haber ocupado el cargo de viceministro de relaciones exteriores del gobierno revolucionario, le facilitó conocer a fondo otras formas de la agresión norteamericanas.

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“El pensamiento neo-conservador se resumió en el Documento de Santa Fe, en 1980” –recuerda VHT—, “definía la posición más dura y Cuba era el único caso en que se planteaban apoyar e impulsar una ´guerra de liberación nacional´, una guerra contrarrevolucionaria.  No encontré en el Documento de Santa Fe ningún plan o alusión a impulsar una guerra de esa naturaleza en Nicaragua (…) pero lo aplicaron en Nicaragua y de forma inmediata. Durante los ocho años de Reagan y los ocho años de los Bush, padre e hijo, ese pensamiento fue el predominante”.

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Víctor Hugo lo dice: si la aplicación “inmediata” en Nicaragua de ese Documento, financiando, entrenando y dirigiendo la contrarrevolución, y dándole sustento ideológico y político, ¿cómo pudo desaparecer el carácter de la agresión para convertirse en guerra civil, solo porque los mercenarios eran de “sectores de la población nicaragüense”?  El estimado compañero VHT tiene pleno derecho de pensar lo que quiera sobre ese conflicto, puede señalar responsabilidades de nuestra dirección política en el mismo (algo que no hizo), pero nunca tendrá ninguna explicación racional que pueda negar las agresiones de Estados Unidos, porque sería reconocerle el “derecho” de intervenir en los asuntos de Nicaragua.

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Injerencia armada, política, diplomática o militar siempre será una agresión,  aunque sea propiciada o aceptada por “sectores de la población nicaragüense”, estimado compañero VHT.  Pese a ello, concertada la paz que fue con esos “sectores”, se pueda conciliar, tener tolerancia y respeto mutuo a la diversidad de pensamiento, pero sin olvidar nada, menos crear argumentos justificativos para que, además, se conviertan en un recurso para borrar la historia verdadera del pensamiento de las nuevas generaciones.  Sobran las razones para no desearlo ni tolerarlo.

Curiosidades:

  1. Los acuerdos de paz para Colombia se discutieron durante tres años, diez meses y tres días.  El mismo día de la firma, 23 de agosto, el gobierno colombiano aceptó las demandas de la población –de mayoría afro descendiente— del departamento de Chocó, tras paros y reclamos por el histórico abandono oficial.
  2. Coincidencia o no, los compromisos del gobierno con esa población tienen relación con los esfuerzos por la paz en toda Colombia, y solo lo más reaccionario de las clases dominantes beneficiarias de la muerte y el terror, sigue haciendo resistencia a la política de paz.

Cronología (*)

1971.- 1) En enero, legisladores costarricenses del partido oficialista, acusaron a la CIA de proyectar el derrocamiento del presidente de Costa Rica José Figueres Ferrer, como represalia por haber establecido relaciones diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética.  A raíz del escándalo, debieron abandonar el país los diplomáticos norteamericanos de apellidos Ploesner y Williamson.

2) El 19 de enero, el periódico Washington Post anunció que la CIA intentó, no menos de seis veces, asesinar a Fidel Castro, durante su visita a Chile.  Como se sabe, en este país la CIA había iniciado, con la participación de las “fuerzas vivas” locales, el proceso destinado a hacer fracasar la experiencia del tránsito al socialismo por la vía pacífica, propuesta por el presidente Salvador Allende.

3) La embajada norteamericana en Santiago comenzó a ser llenada con agentes de la CIA.  El presidente Nixon desairó al presidente de Chile, cancelando la visita a Valparaíso del portaviones atómico Enterprice.

4) La ITT y las compañías cupreras Anaconda y Kennecot se coludieron para una acción de mediano plazo, con la colaboración de los partidos Nacional y Demócrata Cristiano.

(Continuará)

(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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