
18 de abril 2025
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La clave para la liberación radica en una estrategia que permita la cohesión y cooperación entre los grupos opositores
La dictadura de Ortega-Murillo ha convertido a Nicaragua en una cárcel, donde su máxima es que los nicaragüenses debemos permanecer sumisos y en silencio como resultado del miedo. Es común escuchar, entre los grupos opositores, que al interior del país es muy poco lo que se puede hacer, y que la única opción que queda es organizarse y esperar a que Ortega muera, con la esperanza de que esto genere una apertura política que permita regresar a Nicaragua y desarrollar una lucha desde dentro.
Las posturas dentro de la oposición a la dictadura van desde aquellos que promueven la “oposición de la oposición” y descalifican a todos los que no fueron exiliados desde los años ochenta, hasta los que aguardan una gran rebelión que, supuestamente, caminará hacia El Carmen, donde, pese a los muertos, el pueblo insurreccionado se alzará con la victoria. Fundan su esperanza en una rebelión espontánea que nadie sabe cuándo, cómo ni quiénes van a dirigir. No obstante, muchos de quienes aspiran a promoverla o dirigirla permanecen resguardados en San José o Miami.
Otros grupos repiten, una y otra vez, que ellos son los referentes para la liberación porque tienen la mejor organización, los liderazgos más mediáticos y, supuestamente, el visto bueno de los “cheles”. La mayoría de estos grupos están permeados por la soberbia que dan los privilegios. Se debaten en sesiones orgásmicas de definiciones “contundentes” que plasman en comunicados dirigidos a la comunidad internacional.
También están los principistas, para quienes sólo ellos son puros. Únicamente ellos tienen la “piedra” para derrocar a la dictadura y ven con gran desconfianza a todos los que no se adhieren a sus tesis. Consideran que sus reivindicaciones altruistas están del lado correcto de la historia y que renunciar a ellas significaría una traición a los postulados de abril, a Nicaragua y a la humanidad. Son activistas que creen que sólo la acción pura puede dar resultados positivos.
Es también frecuente encontrarse en redes sociales con quienes huelen a pólvora, que sólo confían en las armas para resolver el problema de Nicaragua. La mayoría de ellos hace décadas dejó de tener esa posibilidad, ya sea por edad u otras razones, de involucrarse en una aventura de ese tipo. No obstante, cuando eran jóvenes, tampoco optaron por esa vía, aun cuando esa elección era muy popular.
Además, están quienes creen que, por tradición política, económica, familiar o de clase, están destinados a conducir la lucha. Esperan la muerte de Ortega para dar inicio a la verdadera lucha. Finalmente, hay algunas propuestas muy populares entre los grupos radicales, que se muestran como puristas ideológicos. Para ellos, sólo la adhesión a una ideología —siempre tomada de alguna propuesta internacional— podrá brindarles el “corpus” de ideas para salvar a Nicaragua de la dictadura.
Posiblemente, la alquimia necesaria para vencer a la dictadura esté en esa mezcla de postulados que sostenemos los exiliados nicaragüenses. Sin embargo, también es necesario estudiar experiencias exitosas de resistencia contra dictaduras en el mundo, como las del sindicato Solidaridad en Polonia, el fin del apartheid en Sudáfrica, la caída de Slobodan Milosevic en Serbia, el fin de la dictadura de Pinochet en Chile y la revolución del Poder Popular en Filipinas.
Dependiendo del caso, las estrategias para desalojar a estos dictadores variaron en énfasis e intensidad. Por ejemplo: en Polonia, Solidaridad necesitó de una organización con base popular y principios éticos para abrir el régimen; en Sudáfrica, la lucha fue organizada, sostenida y con legitimidad ante el poder; en Serbia, se implementó una lucha no violenta, organizada e irreverente para derrotar el miedo; en Chile, se logró una unidad amplia de sectores sociales organizados para derrocar al régimen militar; y, en Filipinas, la movilización ciudadana masiva forzó la salida del dictador. Los elementos comunes en todos estos procesos fueron la organización ciudadana (la libertad depende de ella), la movilización popular y un elemento emocional fundamental: el convencimiento ético de la legitimidad de la lucha.
Es claro que enfrentar dictaduras desde el exilio es muy difícil, pero la historia ha demostrado que los exiliados pueden y deben desempeñar un papel clave en la resistencia contra regímenes autoritarios. En el caso nicaragüense, las estrategias más importantes para liberarnos de la dictadura deben incluir, a nivel táctico: crear conciencia internacional sobre la terrible situación de los derechos humanos dentro del país mediante redes sociales, medios de comunicación, foros y organizaciones internacionales; demandar a Gobiernos, democracias y organismos financieros internacionales presión económica y diplomática contra la dictadura, promoviendo sanciones y boicots a empresas vinculadas con el régimen; organizarse políticamente unificando, o al menos coordinando, a la oposición en el exilio; apoyar a los grupos de resistencia interna, participando coordinadamente en foros y debates para legitimar a la oposición; dotar de información, recursos y capacitación a los activistas y opositores dentro del país; y, finalmente, diseñar una estrategia a largo plazo que mantenga la moral y legitimidad de la lucha, evite la desunión y contemple un plan de transición a la democracia.
La clave para la liberación radica en definir una estrategia que permita la cohesión y cooperación entre los grupos opositores; establecer una organización territorial e internacional que garantice la persistencia y el trabajo conjunto (al menos un acuerdo mínimo para enfrentar a la dictadura); y apoyar a la resistencia interna como motor de cambio, preservando el espíritu de lucha y la esperanza a largo plazo, que es la que permitirá las rupturas desde dentro del régimen. Finalmente, todos estos esfuerzos deben estar orientados a generar un proceso de transición política hacia la democracia, que le permita a la población visualizar lo que se logrará al terminar la dictadura.
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Politólogo. Expreso político. Miembro del Directorio Político de la Concertación Democrática Nicaragüense y del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB).
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