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¿Qué pasa en la bolsa china?

La turbulencia en las bolsas chinas, especialmente la abrupta caída de las últimas semanas, parece ser parte de un proceso en el que el agotamiento del modelo de crecimiento se impone sobre políticas y estrategias macroeconómicas cada vez menos efectivas

Francisco J. Larios

11 de julio 2015

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Los precios de las acciones en los mercados chinos han oscilado de manera vertiginosa en los últimos tiempos. Los valores aumentaron alrededor de 70% entre Abril y comienzos de Junio, para retroceder luego casi en igual proporción, aunque están todavía en niveles mucho más altos que hace un año. ¿Cuáles son las causas e implicaciones de esta violenta fluctuación?

Lo primero que hay que recordar es que los movimientos y las tendencias de precios en los mercados accionarios chinos tienen una correlación muy pobre con el crecimiento económico. De hecho no existe justificación macroeconómica para la subida de los valores durante los últimos meses. La economía china no crece como antaño, y la evidencia acumulada sugiere que la tendencia es hacia un ritmo de expansión más lento. No se ve en el horizonte ningún indicio de una recuperación, y las políticas económicas actuales no contribuyen a que una se produzca. Las estadísticas oficiales pintan un vaso medio-lleno, pero la ralentización cada vez más pronunciada del comercio y la industria Asiáticas sugiere lo contrario.


Razones estructurales, institucionales y de política económica, explican mejor que los fundamentos macroeconómicos el comportamiento del mercado accionario Chino. El momento actual no es la excepción, ya que la intervención del gobierno en los mercados ha sido oficialmente reconocida. El mercado accionario fue inflado artificialmente durante los últimos meses como elemento de un mecanismo para apoyar los estados financieros de muchas empresas estatales, y como un subproducto de esfuerzos destinados a ayudar a muchos gobiernos locales a re-financiar su deuda. Dada la ausencia de alternativas de inversión, mientras la economía se desaceleraba notablemente, y con la incertidumbre en aumento —y además con una cuenta de capital controlada— los aumentos de liquidez que estas políticas conllevan se filtraron rápidamente hacia el mercado de acciones, dando origen a una aparente burbuja. La respuesta del gobierno: medidas para desinflar la burbuja.

Poco después, la velocidad a la cual cayeron los precios, y la sospecha generalizada de que las mayores pérdidas recaerían sobre inversionistas al detalle o no-institucionales —los últimos en llegar a la fiesta— forzaron una nueva intervención oficial, pero ahora en el sentido contrario: para atenuar la intensidad del colapso del mercado.

¿Por qué han intervenido, el gobierno y el banco central, a favor de los inversionistas no-institucionales?  Porque la situación financiera de estos últimos es mucho más vulnerable que la de los grandes inversores (que están en la cúspide de la distribución de la renta) y por tanto sus pérdidas en los mercados podrían tener un impacto negativo sobre el consumo de las familias.

Lo importante es que todas estas altas y bajas, y los cambios abruptos de dirección ante los mercados accionarios sugiere que hay incoherencias irresolubles en la política económica. El gobierno, a pesar de su declarada intención de concentrarse en reformas estructurales—aun a costa de una desaceleración del PIB—no puede dejar de atender las necesidades y problemas de corto plazo que tienen que ver con altos niveles de endeudamiento municipal, ni con escasez de crédito para buena parte de las empresas (especialmente pequeñas y medianas), ni con la confianza del consumidor.  Pero al intentar resolver estos problemas, las marcadas distorsiones de la economía china hacen que emerja una burbuja antes de que las maniobras financieras del gobierno produzcan efectos macroeconómicos positivos:  Las autoridades chinas quieren reformar el sector financiero para que sirva más eficientemente su función de movilizar ahorro hacia fines productivos, pero los canales de transmisión son muy débiles, bloqueados muchas veces por rigideces estructurales, incluyendo una tradición de estatismo crediticio, además de corrupción.

¿Cuál será el efecto sobre la economía de la volatilidad del mercado accionario? La historia sugiere que en China dicho efecto es, en épocas normales, limitado, casi imperceptible. Pero no corren tiempos “normales”. La economía del país se encuentra en situación de mayor vulnerabilidad, con las exportaciones en declive, la inversión fija decelerando hasta tasas sin precedente en los últimos treinta años, y el consumo de los hogares creciendo  también a paso más lento.  Además, el zigzagueo de medidas económicas pone en tela de juicio un factor clave: la confianza de los inversionistas en la capacidad gerencial-macroeconómica del gobierno. Y aunque la turbulencia en las bolsas chinas, especialmente la abrupta caída de las últimas semanas, no sea una “causa” o “consecuencia” fácilmente aislable de una desaceleración adicional de la economía, parece ser parte de un proceso en el cual el agotamiento del modelo de crecimiento se impone sobre políticas y estrategias macroeconómicas cada vez menos efectivas.

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*El autor es Doctor en Economía.

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Francisco J. Larios

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