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Protocolos burocráticos

El orteguismo es un proceso degenerativo de la sociedad que se explaya en la ignorancia, en la falta de cultura y de conocimientos

Trabajadores estatales denuncian que son obligados a participar en los actos de apoyo al gobernante

Fernando Bárcenas

6 de abril 2019

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El orteguismo no es solo una dictadura, es decir, no es solo un Estado absolutista gerenciado policialmente por una familia dinástica, sino, que también es un proceso degenerativo de la sociedad que se explaya en la ignorancia, en la falta de cultura y de conocimientos técnicos y humanísticos, en la falta de ideología, en la falta de pensamiento lógico, en la chapucería y la demagogia.

Daño cultural del orteguismo

De manera, que también la rebelión espontánea contra el orteguismo se ve permeada por los rasgos del atraso cultural y político del mismo orteguismo, por la falta de método de análisis, por la prevalencia de un razonamiento contradictorio, incoherente, metafísico, propenso a apelar a la intervención divina para la solución de los problemas políticos.

Esta inmadurez del elemento subjetivo de la acción política transformadora, esta falta de coherencia teórica y científica, le ofrece al orteguismo una frontera porosa por la que puede escapar a ratos de una situación estratégica desesperada. Y le permite conseguir acuerdos que reafirman los elementos básicos del propio orteguismo que, ilusamente, se pretenden cambiar por simple voluntad, sin estrategia de lucha.

No es que Ortega sea sutil, sino, que es fácil que encuentre similitudes con la formación cultural y política deficiente de sus opositores. De ahí, que prácticamente todos los acuerdos firmados por la Alianza con Ortega sean repudiados por la población, que ve asomar el orteguismo entre las líneas de los acuerdos. La Alianza, además, tiene por costumbre generar desconfianza por no cumplir nunca lo que dice.

Fin del diálogo al “estilo” de la Alianza


La Alianza aseguró que, si llegado el miércoles 3 de abril no se incluía el tema de las elecciones adelantadas en la agenda del diálogo, se daría por terminado el dialogo. Sin embargo, llegada la fecha límite, firma una nota de prensa en conjunto con Ortega en la cual asegura que se dan mutuamente un tiempo para reflexionar sobre los temas de la verdad, justicia, reparación, y la no repetición, y sobre el punto referente al Fortalecimiento de la Democracia y Reformas Electorales.

Sin embargo, no se trata de fortalecer la democracia, sino, de desmantelar la dictadura. La nota de prensa, en este caso, sirve exclusivamente a la demagogia orteguista.

No hay denuncia alguna, en la nota de prensa, por la negativa de Ortega a debatir sobre el tema de las elecciones adelantadas, que es el elemento toral de la negociación, exigido por la nación y por la comunidad internacional.

¿Ortega cumple los acuerdos?

Ortega está interesado, por supuesto, en difundir propagandísticamente la noticia que cumple responsablemente con los acuerdos firmados, a pesar que ha violentado totalmente tanto el acuerdo para fortalecer los derechos y garantías ciudadanas, como las garantías de seguridad de las personas que han sido liberadas. Y la Alianza, en lugar de denunciar el incumplimiento de Ortega de tales acuerdos, firma la nota de prensa en la que asegura que continuaran trabajando conjuntamente en el cumplimiento de los acuerdos, mediante la elaboración de los protocolos requeridos. ¿Se requieren protocolos para dar marcha atrás con la represión?

Veámoslo. El viernes 5 de abril Ortega libera 50 presos políticos adicionales, con total hermetismo, sin necesidad de protocolo alguno, a su entera discreción. Es, por supuesto, una maniobra. Por su voluntad omnímoda Ortega busca compensar la sensación de fracaso del diálogo, busca contrarrestar el informe de la OEA de que no se ha avanzado un milímetro en los temas torales. Poco importa si esa discrecionalidad, esa capacidad represiva que, con solo que lo quiera Ortega, marcha en reversa, eche por tierra la necesidad de protocolos, que la Alianza ha aceptado en la nota de prensa.

Por alguna razón, la Alianza maquilla continuamente el rostro de la dictadura. De modo, que el diálogo no finaliza por un ultimátum, como insinuó la Alianza, sino, que se encuentra –según la nota de prensa conjunta- en una especie de trance hipnótico de reflexión. ¿Quién debe reflexionar, y sobre qué?

Luego de la masacre de abril, la conciencia política del pueblo ha dado un salto hacia adelante, más allá de la realidad dictatorial. Es una conciencia cívica que rechaza la realidad brutal del orteguismo. Por ello, la dictadura no puede dejar de reprimir brutalmente, pese a los acuerdos sobre garantías ciudadanas. Por ello, Ortega no puede permitir garantes internacionales. Por ello, Ortega está entrampado en la paradoja de la represión que se muerde críticamente la cola.

La contradicción excluyente entre conciencia política libertaria de la ciudadanía y dictadura, es lo que se debe resolver a favor de la nación, con un cambio político efectivo, no con acuerdos.

La dictadura es una estructura de impunidad

Por ahora, Ortega, no pide que los acuerdos le otorguen inmunidad a él y a sus sicarios, porque su idea es más tosca, más rudimentaria, más anacrónica.

En la propuesta que sometió a la mesa de negociaciones el miércoles 3 de abril, sobre el tema de verdad, justicia, reparación, y no repetición, Ortega pretendió que la Alianza acuerde que sea él mismo, es decir, su policía y resto de instituciones sometidas a su capricho, las que investiguen la represión criminal y el uso excesivo de fuerzas del Estado policíaco en la masacre de abril (que el acuerdo firmado por las Alianza, de derechos y garantías, llama hechos ocurridos a partir del 18 de abril).

Lo imprescindible, para Ortega, es que la esencia de la dictadura permanezca intacta. Ya que un régimen absolutista no debe rendirle cuentas a nadie. Así, con la impunidad garantizada, la inmunidad se vuelve poesía.

Sin embargo, Ortega está entrampado

El problema de Ortega estriba en que el pueblo se mantiene vigilante sobre el comportamiento de la Alianza en las negociaciones, presto a acusar a sus miembros de complicidad si fingen ingenuidad, y si se prestan al encubrimiento de los crímenes de lesa humanidad.

No es que el diálogo esté trabado, o que haya una forma sorpresiva de destrabarlo en la mesa de negociaciones, con nuevos participantes. El recurso del diálogo, llegado a los temas torales, muestra sus limitaciones insuperables. La transformación democrática de la sociedad no admite una salida negociada, mientras Ortega no sea derrotado tácticamente por un cambio en la correlación de fuerzas. Lo cual, supera al diálogo, y desborda los tiempos, los métodos, y la capacidad de la Alianza.

Plebiscito revocatorio

La transición democrática no se consigue por medio de acuerdos negociados con Ortega. La salida a la crisis no es el diálogo, sino, una consulta de la voluntad popular, que no resulta jamás de la anuencia voluntaria de Ortega, sino, de la presión combativa, de una lucha que le aislé y le reduzca su capacidad de gobernar. Las circunstancias objetivas, aunque sean amenazantes para el país, constituyen un lazo que se cierra contra la dictadura. La comunidad internacional tira también de ese mismo lazo.

Ortega, por desgracia, no tiene ideología política, ni tiene confianza en su propia habilidad política, ni posee el coraje para la lucha programática, ni es un estratega, sino, un simple bravucón corrupto, un mandamás incompetente con ridículas pretensiones mesiánicas.

Ortega no es lo suficientemente perspicaz como para proponer una alternativa, al estilo de la que enfrentó el carnicero Pinochet en 1988. No está a la altura de las circunstancias, y no es capaz de sustituir el cinismo arrogante del paramilitarismo ramplón (del ¡vamos con todo!) por un plebiscito revocatorio que adapte el poder a un cambio de la situación estratégica en sentido democrático. Esa es su debilidad estratégica.

Lo esencial es orillar, forzar, obligar a Ortega, con presiones de todo tipo, internas y externas, para que se imponga una consulta democrática urgente. El diálogo debe eliminar el polvo y paja de una agenda cargada de lenguaje orteguista, de protocolos orteguistas, de discusiones secretas orteguistas, limitándose, como única salida a la crisis, a poner bajo la lupa la exigencia de una inmediata consulta de la voluntad popular, mediante un plebiscito revocatorio que luego permita un proceso electoral sin Ortega.

Eliminado Ortega del poder formal, será posible la transformación real de la sociedad, se podrá eliminar la estructura de los paramilitares, y se podrá aplicar la justicia transicional para que los crímenes de la dictadura no se puedan repetir.

*El autor es ingeniero eléctrico.

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Fernando Bárcenas

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