
5 de marzo 2025
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Una vez que un líder paranoico ha dejado de lado a sus propios agentes, ya no posee los medios para gobernar con eficacia
Banderas en apoyo del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ondean cerca del Club Mar-a-Lago el 29 de noviembre de 2024 en Palm Beach, Florida. // Foto: Brandon Bell / Getty Images vía AFP
En la novela de Hermann Hesse Viaje al Oriente, un grupo de peregrinos emprende una búsqueda espiritual, guiados por Leo, un sirviente aparentemente humilde que atiende sus necesidades y los mantiene organizados. Pero, a mitad del viaje, Leo desaparece repentinamente y la peregrinación se sume en el caos. Los viajeros, que se creían los verdaderos líderes del viaje, están perdidos sin la presencia silenciosa pero esencial de Leo.
El mismo riesgo surge de la pérdida de profesionales experimentados en el gobierno: los funcionarios de carrera, administradores y expertos que mantienen el buen funcionamiento del estado moderno, normalmente lejos del candelero. Cuando son defenestrados abruptamente -como está ocurriendo en organismos estadounidenses clave como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el FBI, la CIA, la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF), la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y los Institutos Nacionales de Salud-, la gobernanza no se mantiene inalterada bajo un nuevo liderazgo. Más bien, lo que prevalece es la fragmentación, la ineficacia y la disfunción -como entre los peregrinos de Hesse-. Aunque solo es un hombre en la historia de Hesse, Leo representa a todos los burócratas y funcionarios anónimos que mantienen a flote el barco del estado.
En el centro de esta cuestión está el dilema principal-agente, un concepto introducido por los economistas Stephen Ross, Michael Jensen y William H. Meckling en la década de 1970 para describir un problema que puede surgir cuando una parte actúa en nombre de otra. En el gobierno, los líderes políticos (los principales) confían en los burócratas o funcionarios (agentes) para traducir sus decisiones en acciones. Mientras que los dirigentes políticos desean, como es natural, que sus directrices se sigan con precisión, los burócratas se guían por sus propios conocimientos especializados, su ética y sus imperativos de dar prioridad a la estabilidad a largo plazo frente a los resultados a corto plazo.
Para superar este desajuste, los principales en la segunda administración Trump buscan reemplazar o simplemente eliminar a los agentes. Pero tales purgas suelen ser contraproducentes, porque una vez que un líder paranoico ha dejado de lado a sus propios agentes, ya no posee los medios para gobernar con eficacia.
La paranoia es una mentalidad peligrosa en la gobernanza. Un líder que sospecha constantemente de la deslealtad de sus propios funcionarios puede empezar a ver enemigos donde no los hay -como ocurre con la percepción de amenazas que, a los ojos de Trump, emanan del “Estado profundo”-. El resultado es un círculo vicioso: a medida que más funcionarios son despedidos o marginados, se pierde el conocimiento institucional, la gobernanza se vuelve menos eficaz y los temores del líder se ven reforzados por la propia disfunción que él mismo ha creado. En lugar de una administración fluida, el gobierno se vuelve reactivo, caótico e incapaz de planificar a largo plazo.
Esto puede manifestarse de múltiples maneras. En organismos como el FBI y la CIA, las jubilaciones forzosas y los retiros voluntarios eliminan inevitablemente la experiencia necesaria para vigilar las amenazas a la seguridad nacional, cercenan la moral y desaniman a los futuros empleados. Asimismo, la sustitución de profesionales experimentados por leales políticos puede comprometer la recopilación, el análisis y el intercambio de inteligencia (algunos aliados de Estados Unidos pueden mostrarse reacios a compartir información sensible por temor a que pueda caer en manos de Elon Musk o Tulsi Gabbard), lo que lleva a una mala toma de decisiones en los niveles más altos del gobierno.
Del mismo modo, la política exterior norteamericana se resentirá ahora que, con la destrucción de la agencia USAID, ha perdido sus antiguas conexiones con comunidades locales de todo el mundo, lo que implica un debilitamiento del alcance y la influencia a nivel diplomático de Estados Unidos, y lo que hará que resulte más difícil defender los intereses estratégicos estadounidenses. Y la pérdida de profesionales de experiencia en organismos como la NSF impedirá la investigación, retrasará la innovación tecnológica y debilitará la capacidad de Estados Unidos para responder a los retos y riesgos emergentes, como los derivados de la inteligencia artificial, el cambio climático o las crisis de salud pública.
El sociólogo alemán Max Weber, que sentó las bases de la teoría administrativa moderna, demostró que una burocracia profesional es necesaria para una gobernanza eficaz. Los funcionarios de carrera comprenden los procesos complejos que subyacen a la elaboración de presupuestos, la aplicación de la ley, la ayuda en caso de catástrofe y los proyectos de infraestructura. Sin sistemas basados en normas y en el mérito que mantengan el funcionamiento del gobierno al margen de los caprichos de los dirigentes políticos, la gobernanza se desmorona.
Igual de peligroso es el intento de gestionar la administración pública como una empresa privada, donde el éxito y el fracaso se miden exclusivamente en términos contables: eficiencia, ahorro de costos y ganancias. Si bien la responsabilidad fiscal es importante, aplicar controles financieros de tipo empresarial sin comprender los fines del sector público puede tener consecuencias desastrosas. Un controlador financiero o un contador tomado prestado de Tesla puede identificar posibles ahorros públicos que parezcan racionales en un balance, pero que supondrán costos mucho mayores a largo plazo.
Un ejemplo llamativo del mundo real es el escándalo de la autoridad fiscal danesa (SKAT) en la década de 2010. En un esfuerzo por racionalizar las operaciones y recortar costos, la SKAT llevó a cabo reducciones agresivas de personal e implementó otras reformas para mejorar la “eficiencia” -como el desmantelamiento de las unidades internas de detección de fraudes, la externalización de funciones críticas de recaudación de impuestos y una fuerte apuesta por la automatización-. ¿Cuál fue el resultado? Los delincuentes aprovecharon la debilidad del sistema para desviar unos 2000 millones de dólares en devoluciones de impuestos fraudulentas. Las supuestas medidas de ahorro acabaron costándole a Dinamarca mucho más de lo que ahorraron.
Tratar a los gobiernos como si fueran empresas puede socavar sus funciones básicas. Una administración bien gestionada requiere no solo supervisión financiera, sino también conocimiento institucional, previsión estratégica y una profunda comprensión de las exigencias únicas de la gobernanza. Dar prioridad al ahorro a corto plazo frente a la estabilidad a largo plazo debilita la capacidad del estado, hace que los servicios públicos se vuelvan poco confiables y abre la puerta a la corrupción, a la ineficiencia y al fracaso sistémico.
Al reducir agresivamente organismos clave y considerar a los funcionarios de carrera como adversarios en lugar de expertos, la administración Trump está pasando del tradicional dilema principal-agente -en el que los burócratas se resisten al liderazgo- a un “dilema de principal paranoico”, en el que el líder, en un intento desesperado por afirmar su dominio, acaba solo, incapaz de confiar en nadie e imposibilitado de gobernar de manera eficiente.
Como en Viaje al Oriente, donde los peregrinos se encuentran perdidos sin Leo, un gobierno que despide a demasiados funcionarios de trayectoria puede quedarse pronto sin el pegamento que mantenía todo unido. Pero un líder que también es paranoico -que ve a sus propios agentes como potenciales enemigos- corre el riesgo de aislarse dentro de una administración que es a la vez ineficaz y profundamente inestable.
*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate
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Asesor de políticas y profesor de práctica en la Solvay Brussels School of Economics and Management. autor de Black Swan Start-ups: Understanding the Rise of Successful Technology Business in Unlikely Places (Palgrave Macmillan, 2016).
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