
6 de abril 2025
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Las profundas diferencias dentro de Centroamérica impiden el diálogo, a pesar de que la ofensiva antimigratoria y arancelaria de Trump afecta a todos
Una mujer muestra la portada del libro “Las cuentas de Centroamérica”, presentado en octubre de 2024. // Foto: Facebook de Cacuenta
No sólo Panamá, toda Centroamérica es un istmo entre dos Américas, llamado a conectar el Pacífico y el Atlántico, México y Estados Unidos, al norte, y Colombia y Venezuela, al sur. En la última década, esa función dialógica se ha visto distorsionada por el avance simultáneo de la migración, el narcotráfico, las pandillas, la corrupción y, también, el autoritarismo.
Un libro reciente, editado por Debate, que coordina Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica, e introduce el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, “Las cuentas de Centroamérica” (Debate, 2024), propone una semblanza del deterioro. Como observa Manuel Orozco, el colapso de la región se produce cuando el Triángulo Norte desplaza a México y a países como Haití, Venezuela y Cuba, como zona de máxima expulsión de migrantes hacia Estados Unidos.
Ese auge del éxodo es síntoma y causa de los trastornos regionales, ya que por un lado denota malas condiciones de vida y, por el otro, propicia nuevas precariedades, riesgos y violencias en la travesía terrestre por México. Para complicar más ese circuito de inseguridad, el crecimiento de la emigración choca con controles de internación cada vez más estrictos desde México y, sobre todo, de Estados Unidos.
Cada uno de los tres países del Triángulo Norte, Guatemala, El Salvador y Honduras, se enfrenta a problemas particulares de sustentabilidad económica. El PIB de El Salvador y Honduras sigue siendo el más bajo de la región, junto al de Nicaragua. Pero incluso el de Guatemala y hasta el de Costa Rica y Panamá, tradicionalmente más altos, también han decrecido en los últimos años.
José Antonio Sanahuja y Francisco Javier Verdes-Montenegro llegan a proponer “un nuevo momento Esquipulas” para Centroamérica, en alusión a los acuerdos de 1986 y 1987 entre los presidentes de esa región, impulsados por el guatemalteco Vinicio Cerezo y el costarricense Óscar Arias, que intentaron encarar problemas comunes, en medio de la expansión de las guerras civiles y el intervencionismo de Estados Unidos.
El SICA, principal foro de integración del área, uno de los más activos a fines del siglo XX y principios del XXI, ha perdido capacidad de respuesta, como todos los foros regionales latinoamericanos. Las profundas diferencias políticas y geopolíticas dentro de la zona impiden el diálogo, a pesar de que la ofensiva antimigratoria y arancelaria de Donald Trump afecta a todos.
La desarticulación regional está directamente relacionada con el avance simultáneo y heterogéneo del autoritarismo, como señalan Ana María Méndez-Dardón, Carlos Dada y Carlos Fernando Chamorro. Centroamérica es una buena prueba de por qué la autocratización de América Latina, en la tercera década del siglo XXI, ya no puede atribuirse a la izquierda o al “castrochavismo”.
Regímenes como el de Nayib Bukele en El Salvador, donde se ha desmantelado una frágil institucionalidad democrática y se combina un populismo punitivo con una represión sistemática del espacio público y la sociedad civil, hacen trizas ese viejo enfoque, heredado de la Guerra Fría. La Nicaragua de Daniel Ortega y Rosario Murillo, por su parte, ha llegado a verdaderos extremos en la criminalización de líderes y partidos opositores y en el atropello de las libertades civiles y religiosas.
El libro “Las cuentas de Centroamérica” se ocupa también del agotamiento de los recursos hidráulicos en un istmo lleno de lagos, de los déficits en las políticas de género y de la exclusión de las comunidades indígenas y afrodescendientes. En todas esas líneas de política pública, la ambiental, la de género y la de inclusión, hay retrocesos en Centroamérica. La reversión, perfectamente constatable con datos, puede atribuirse a la violencia y la inseguridad, el narcotráfico y la migración, pero también al avance cada vez más generalizado del militarismo y el punitivismo y al abandono de las normas democráticas.
*Este artículo se publicó originalmente en La Razón de México.
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Historiador y ensayista cubano, residente en México. Es licenciado en Filosofía y doctor en Historia. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de la Ciudad de México y profesor visitante en las universidades de Princeton, Yale, Columbia y Austin. Es autor de más de veinte libros sobre América Latina, México y Cuba.
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