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La biblioteca de libros prohibidos

La apertura de la Biblioteca de los libros prohibidos, un merecido tributo a millares de obras arrasadas por el fuego, en piras indignantes

Una quema de libros organizada por los nazis, en Alemania. Foto: Confidencial | Cortesía.

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I. Contextualizando el tema

El anuncio en diciembre de 2020, que Suecia inauguraba una Biblioteca de los libros prohibidos, fue un baño refrescante. Una de las mejores noticias del año. La bautizaron con el nombre del periodista y escritor, Dawit Isaak. Sus coterráneos lo consideran como lúcido representante de la libertad de expresión literaria. La sede está ubicada en la ciudad de Malmöe, Escania. Aunque tardía, resulta una reivindicación justa de obras y autores que, a través de la historia han padecido censuras, exilio, persecuciones, cárceles y excomuniones. Una peste incurable. Con los anuncios de la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, hubo quienes anunciarán el nacimiento de una nueva era. Con el triunfo de la democracia liberal, afirmaron que el Estado no tendría motivos para obstaculizar nuestra libertad de escribir y hablar, como mejor conviniéramos.

La denuncia y el rechazo a la censura de libros, periódicos, revistas, radioemisoras y estaciones televisivas, debe ser permanente. El optimismo de algunos ideólogos del neoliberalismo, dando por cierto que las prohibiciones eran cuestión del pasado, habría que tomarlo de manera prudente. No solo el Estado ha prohibido obras cimeras. En la aplicación de la censura, ha gozado de la compañía de los poderes fácticos: iglesias, universidades y organizaciones de la sociedad civil. El ascenso del “trumpismo”, hizo que las prohibiciones se dispararán en EE UU. Incluso de manera flagrante. Las estadísticas reflejan la magnitud del desastre. En el año 2021, en el Estado de Texas, 850 libros fueron retirados de las escuelas públicas. La amputación va más allá. La Asociación de bibliotecas de EE UU. (ALA), señala que el 66% de retiros son solicitados a las bibliotecas.

II. Una decisión sin precedente


 Hay que aplaudir la decisión de fundar una biblioteca para brindar acogida a libros confinados. En América Latina el padecimiento es de viejo cuño. Al inicio de su brillante análisis sobre la novela moderna —La verdad de las mentiras (2005)— Mario Vargas Llosa advierte que los inquisidores españoles, guardianes de la pureza religiosa, “prohibieron que se publicaran o importaran novelas en las colonias de Hispanoamérica, bajo el argumento que esos libros disparatados y absurdos… podían afectar la salud espiritual de los indios”. La única manera de burlar el mandato, era trayéndolas y leerlas a hurtadillas. Las frutas prohibidas, desde los orígenes del cristianismo, constituyen suculenta invitación para transgredir normas. Incluso divinas. Solo basta que algo sea prohibido, para despertar el apetito. Entre más prohibidos sean los libros, mayores deseos provocará su lectura.

Las exclusiones tienen un sustrato religioso, político, ideológico, racial y sexual. Ningún país del planeta se salva de esta aberración. El cubano Alejo Carpentier recuerda que, con la llegada de la imprenta a tierras americanas, también llegó la guillotina. En España era impensable que La bestia, Premio Planeta de Novela 2021, fuese retirada abruptamente de las estanterías. Una librería madrileña —Mujeres & Compañía— lo hizo alegando que sus autores eran hombres. Todavía no acabamos de librarnos de prejuicios. Desgraciadamente falta mucho camino por recorrer. Como contrapartida, la creación de la Biblioteca de los libros prohibidos, constituye un acontecimiento histórico sin precedentes y de altísimo valor. Abre un paréntesis. Creó una alternativa para que puedan leerse novelas, teatro, poesía, ensayos políticos, religiosos y económicos, sin temer represalias.

La cantidad de libros y textos, cuyo contenido está vetado, sigue creciendo. Desde que apareció el primer Índex impreso en la Facultad de Teología de la Universidad de París (1544), los censores no han parado en su labor. En pleno siglo veintiuno, en Texas se prohíbe “a las bibliotecas escolares tener o promover libros que aborden el estudio del sexo y la educación de la identidad sexual en su sentido más amplio”. PEN América mantiene en su sitio web, noticias contra la prohibición de la lectura de libros y se ha mostrado crítico con las expulsiones impuestas en Texas. El profesor Anthony Crawford, de Oklahoma, aclara que son sus estudiantes quienes se manifiestan interesados en “hablar de raza y género”. Un problema con que los alumnos tienen que lidiar diariamente. Increíble que entre los libros prohibidos por los santones de la parroquia, aparezca Matar un ruiseñor.

El absurdo a que llegan los censores es mayúsculo, no por eso menos trágico. La reprobación que ha provocado mayor revuelo en Amazon ha sido la novela Maus, de Art Spiegelman. Una doble afrenta. Es merecedora del Premio Pulitzer y sus imágenes contienen una descripción del holocausto; los nazis son gatos y los judíos ratones. En China, para sacarla de circulación, los querellantes adujeron la imposibilidad de que los animales hablen. Con estos embrollos nada más atinado que los suecos salieran al quite. Era apremiante ofrecer al mundo una lección de tolerancia. Pernilla Conde-Hellman, directora cultural de Malmöe, expresó lo estimulante que resulta trabajar en un ambiente abierto y permisivo. Siente orgullo que su ciudad sea un lugar donde la libertad de expresión y la libertad artística puedan reunir nuevas fuerzas, dándose un abrazo.

La apertura de la Biblioteca de los libros prohibidos, un merecido tributo a millares de obras arrasadas por el fuego, en piras indignantes, vetadas en las aduanas, puestas en catálogos que las incriminan, tachadas y de ipegue, sus autores han sufrido destierro, cárcel o sobre sus vidas penden amenazas de muerte. Su apertura es una demostración de intolerancia y de condena a una actitud retrógrada. El frenesí y empeño que ponen los censores, muchas veces provienen de personas ilustradas, como fue en Nicaragua el caso del doctor Felipe Rodríguez Serrano. Estando al frente de la dirección de Aduanas, nadie esperaba que un miembro de la Academia Nicaragüense de La Lengua, sería el encargado de cerrar las puertas al acceso de obras literarias, libros de ficción, ensayos políticos y textos filosóficos. Era impensable que un académico pondría trabas a la libertad creativa.

III. El ejemplo pica y se extiende

El ejemplo de los suecos empieza a germinar por el mundo, la Biblioteca Virtual Infolibros, puso gratis 25 libros prohibidos al alcance de un clic, muchos de los cuales pueden leerse sin cortapisas en algunos países y en otros continúan siendo perseguidos. Una manera de refrendar su tesis de que la educación debe ser gratuita y al alcance de todos. Sus postulados son admirables: “que los libros son una excelente herramienta para compartir y adquirir conocimientos, la lectura y el autoaprendizaje es lo que nos impulsa a evolucionar y a mejorar y que todos tenemos un libro esperando por nosotros, solo tenemos que buscar para encontrarlo”. En consonancia con estos principios, los 25 libros malditos, vetados por los iluminados del santo oficio laico y religioso, es un gesto que ratifica la necesidad de su existencia.

Como respuesta a los cazadores de brujas estadounidenses, la Biblioteca Pública de Nueva York, creó un santuario temporal de la libertad de expresión. Permite acceder a un listado de libros prohibidos o perseguidos en varios Estados de la Unión Americana. Sus temáticas versan sobre género, LGTBIQ+, identidad, raza y “temas que despiertan los demonios de la derecha radical”. La apuesta no debería limitarse en el tiempo. La inconsecuencia debe ser enfrentada de manera persistente. Sería ideal que mantuvieran el programa, “Libros para todos”. El paso dado amerita ser replicado en Estados Unidos. Las bibliotecas públicas son las llamadas a convertirse en abanderadas en la defensa y propiciamiento de la lectura de libros restringidos. Están obligadas.

Una posición similar adoptó la Biblioteca Pública de la Ciudad El Paso, Texas. En sociedad con la organización comunitaria YWCA Región Paso Norte y con la colaboración de la representante de la Ciudad del Distrito 2, Alexandra Anello, restituyeron un derecho fundamental. Para rebatir ideas retrógradas, decidieron enfrentar de manera inequívoca y en su propio Estado, a los apósteles de la sanidad espiritual. La creación del espacio dedicado íntegramente a los libros malditos —Sección de libros prohibidos— resultaba urgente. Norma Martínez, su directora, está convencida, hoy más que ayer, que las bibliotecas públicas deben ofrecer libertad de acceso a libros considerados como inapropiados por los catequistas de las tinieblas.

En Nicaragua, durante el somocismo, la lista era extensa, aunque títulos explosivos, como Los condenados de la tierra de Franz Fanon, podían adquirirse en las librerías, igual que las obras del Che. No así los dos tomos de Economía marxista (2017), de Ernest Mandel, teórico de la Tercera Internacional. Tampoco nada que oliera a castrismo. Para leer De Cristóbal Colón a Fidel Castro (1970), pedí a Edgar Tijerino me lo trajera de República Dominicana. Como entonces se permitía recibir a la Selección Nacional de Béisbol Amateur, al pie de las escalinatas del avión, acudí a su recibimiento en el Aeropuerto Las Mercedes, donde Edgar me hizo entrega. En nuestro país todavía no acaba por erradicarse este despropósito. Algunas obras están vetadas.

Entre más acorralados sean escritores y libros, la avidez por leer sus obras tenderá a crecer. Surge la tentación de conocer las razones que subyacen en estas decisiones. Nada atrae más al ser humano que lo prohibido. Tiene un sex-appeal increíble. No importa los riesgos que supone su lectura. El número de bibliotecarios y bibliotecas dispuestos a romper vetos sigue aumentando. Siempre han existido maneras de burlar la censura. Con el predominio de las redes sociales, impedir la lectura de libros prohibidos, se torna anacrónico. Las fronteras desaparecen. Internet ofrece la oportunidad de saltarse las aduanas. Los impedimentos son cosa del pasado. Surgirán nuevos espacios dedicados a favorecer la lectura de obras prohibidas. Asistimos al triunfo de la inteligencia sobre el oscurantismo.


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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