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Claribel vive en las “pico rojo”

Una carta de Erik Flakoll, hijo de Claribel Alegría, a un año de su muerte

El premio reconoce que la obra de Claribel Alegría constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica

25 de enero 2019

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Querido Carlos Fernando:

Te escribo para agradecerte por el homenaje que le haces a mi madre Claribel Alegría, quien falleció hace un año apenas, pero que para mí parece que fue ayer. Sin embargo, tantas cosas han pasado desde entonces que es difícil seguir los terribles acontecimientos en esa Nicaragua que se ha convertido en un país donde reina el terror, la opresión y la tiranía.


Mi madre nos hace mucha falta, pero estoy feliz que no vivió para ver esta debacle, que no tenga que ser testigo de esta masacre indiscriminada de jóvenes inocentes, que no tenga que sufrir por tantos presos políticos que llenan las cárceles; menos mal que se libró de ser testigo de la vuelta cruel de la rueda de la historia y tener que vivir bajo otra tiranía peor que la anterior; menos mal que no tiene que vivir en un país donde pensar es ahora un delito y expresarse conlleva la tortura, el exilio o la muerte. Se habría muerto de tristeza. Sin embargo, no, Claribel sigue viva entre las jóvenes “pico rojo” de Marlen Chow y en los que creen que las revoluciones pacíficas son mejores que las armadas, aunque son mucho más difíciles. Claribel y mi padre Bud, estarían con los jóvenes, con los que luchan desarmados y sostienen que las ideas se discuten y se debaten, no se imponen. Estarían con los que creen que la autoridad emana del pueblo y que la voz de un pueblo es más poderosa que todos los fusiles.

Me acuerdo cuando mis padres llegaron a Nicaragua a principios de los 80 para apoyar la revolución y participar en este sueño tan hermoso, ellos estaban orgullosos de que yo estuviera en las Tropas Pablo Ubeda y luego en la Seguridad Personal Sandinista. Y yo también creía que eso era lo que tenía que hacer. En esa época ser “compañero” significaba algo, pero si alguien te tildaba de “guardia” era la peor de las afrentas. Ahora me da pesar ver que ser “compañero” no tiene sentido y ser “sandinista” de Daniel y la Chayo, es lo mismo que ser “guardia”. ¿Cómo llegamos a eso?

El cinismo y afán de poder y riquezas de la familia Ortega-Murillo no parece tener límites, pero los limites allí están y tu padre, Pedro Joaquín, bien lo dijo en su libro Estirpe Sangrienta: “Los tiranos no se matan, se mueren por sí solos”, por todos los desmanes que cometen contra sus pueblos. No se si Daniel y Rosario se irán por las buenas, no lo creo. Creo más bien que la situación económica y el aislamiento internacional acabarán por echarlos del poder, pero ahora que estoy trabajando una nueva edición el libro que escribieron mis padres sobre el ajusticiamiento de Somoza, no puedo dejar de ver los paralelismos históricos y espero que mis compañeros de armas de aquel entonces, si están todavía involucrados con la pareja presidencial, se la piensen y se liberen del yugo antes de que les caiga el peso de la justicia por algo que ellos nunca quisieron hacer. Daniel y Rosario ya no son capaces medir el pulso del pueblo, no entienden las pintas como la de “Rigoberto volvé”, ya no se dan cuenta que están perdidos y lo peor es que no les importa quienes caigan con o por ellos.

Espero que Daniel y Rosario no acaben como los Somoza, no quiero ver más derramamiento de sangre, solo quiero que se vayan y dejen el poder, que escuchen lo que dice la gente y le den la oportunidad a otros de gobernar. ¿Qué tan difícil es?

Para cerrar, Carlos, quiero decirte que me solidarizo contigo y con todo tu equipo, que también es el mío, y decirte que estoy en tu misma trinchera, en la trinchera de todos los periodistas que no se autocensuran y que mantienen en alto los valores de la veracidad y la libre expresión.

Te mando un gran abrazo a ti y al equipo y va mi admiración por tu tenacidad y tozudez…

*También conocido como Daniel Alegría

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Erik Flakoll

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