9 de mayo 2016
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo. Roque Dalton
Cuatro días antes de cumplir 40 años, el periodista, ensayista, poeta y novelista Roque Dalton, fue eliminado por sus compañeros de la guerrilla salvadoreña. Para algunos, lo ocurrido aquel 10 de mayo de 1975 en Quezaltepeque, fue asesinato; para otros, la ejecución de la condena impuesta en un juicio político. El único punto de coincidencia es que 41 años después, sus victimarios jamás serán sancionados por la Justicia de El Salvador.
Roque -hijo de gringo y enfermera guanaca- se bachilleró de 17 años, siendo elegido por su excelencia académica para decir el discurso de promoción, que aprovechó para criticar a las autoridades de la institución por discriminar a los hijos naturales y ser sumisos ante las familias de estudiantes adinerados. En 1953 estudió Leyes en la Universidad de Chile y en la Universidad de El Salvador, y siguió cursos de Antropología en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Su principal característica fue ser capaz de reírse de todos y de sí mismo. En 1953 entrevistó al muralista mexicano Diego Rivera para la revista literaria de la Universidad de Chile. Tiempo después relató su encuentro con el afamado pintor: -Me preguntó, con aquella manera exuberante que tenía, que cuántos años tenía yo. Yo le dije que 18 años. Entonces me preguntó que si yo había leído marxismo. Yo le dije que no. Entonces me dijo que tenía yo 18 años de ser un imbécil. Y me echó.
En 1956 regresó a su país, militó en política, fundó con otros poetas el Centro Literario Universitario, y ganó el Premio Centroamericano de Poesía de la Universidad de El Salvador. En 1957 viajó a la URSS y se afilió al Partido Comunista, que dejó años después. En 1961 fue desterrado, razón por la que vivió en México, URSS, Checoslovaquia y Cuba. Tras la invasión de Bahía de Cochinos recibió instrucción militar en la isla, donde terminó de forjarse como escritor. Visitó Vietnam del Norte y Corea. En 1964 regresó a su patria, donde fue apresado una vez más, e interrogado por un gringo de la CIA.
El poeta se codeó con la muerte. En dos ocasiones se salvó de ser fusilado. Una, cuatro días antes de ser llevado al paredón al caer el dictador de turno; otra, en 1964, cuando un terremoto en San Salvador derribó las paredes de su celda y se fugó, y varias veces huyó de maridos endemoniados. En 1967 escribió una premonición: Desde hace algunos años siempre me propuse escribir de prisa, como si supiera que me van a matar al día siguiente. En 1969 regresó a Cuba, y con el seudónimo Farabundo ganó el Premio de Poesía Casa de las Américas con el libro Taberna y otros lugares, que escrito en Praga.
En 1973, con pasaporte y rostro falsos entró a El Salvador, pues el equipo que operó al Che para entrar clandestino a Bolivia le hizo una cirugía facial en Cuba. Se integró al Ejército Revolucionario del Pueblo, donde dos años después Joaquín Villalobos y Alejandro Rivas Mira lo acusaron de ser agente de la CIA. Roque debió cagarse de la risa con semejante patraña. Lo arrestaron el 13 de abril y lo mataron el 10 de mayo, junto al guatemalteco José Armando Arteaga (Pancho). Su cadáver insepulto fue devorado por perros y aves de rapiña en El Playón, sitio donde los Escuadrones de la Muerte dejaban torturados y acribillados a balazos a los sospechosos de colaborar con los guerrilleros.
Villalobos declaró al Excélsior de México que Jorge Meléndez (Jonás), estuvo entre los que decidieron su muerte. Años después, Jonás, entrevistado por Tomás Andréu, dijo que llamarlo asesinato era irrespetar a Roque, porque hubo un proceso político, y él estuvo entre las bajas y los personajes históricos más importantes de El Salvador. Y cada vez que llega mayo no tengo la conciencia negra y siento mucho orgullo por Roque Dalton.
Destacó que en el proceso la acusación más virulenta fue la de Salvador Cayetano Carpio (Comandante Marcial), fundador de las Fuerzas Populares de Liberación, quien destacó que el poeta tenía una historia muy oscura, poniendo bajo sospecha que Dalton hubiese escapado por sus propios medios del penal de Cojutepeque. Su recelo -porque nunca hubo pruebas- determinó que lo acusaran de trabajar para la CIA. En 1983, Carpio fue acusado de la autoría intelectual del brutal asesinato en Managua, Nicaragua, de Mélida Anaya Montes (Comandante Ana María). Seis días después se suicidó, o quizá lo ejecutaron.
Casi 18 años de la desaparición física del poeta, entrevistado por el periodista Juan José Dalton -hijo de Roque- Joaquín Villalobos, calificó el asesinato de injusto, un error de juventud, el más grave que cometí. Juan José no admitió la explicación, porque ello sería aceptar que esa etapa de la vida -la juventud- es potencialmente criminal, lo cual no es posible, escribió.
Ernesto Cardenal lo recuerda como un revolucionario especialmente reidor. Se reía de cosas ridículas de El Salvador… Se reía de la burguesía salvadoreña naturalmente, y nos hacía reír a todos. Se reía de los jesuitas con los que se había educado y en cuyo colegio había «perdido la fe» (también se reía de esta expresión), para entrar al Partido Comunista, y también se reía de cosas de su Partido Comunista...
Claribel Alegría destacó que su ética y su estética personales, forjadas en la incandescente realidad de El Salvador, produjeron a un ser humano cuya poesía y vida personal eran una sola cosa. Tenía el gran don del sentido del humor, se burlaba de todo, empezando por sí mismo, y eso lo salvó de la mojigatería que suele acompañar al fervor revolucionario.
Julio Cortázar aseveraba que hablar con Roque era como vivir más intensamente, como vivir por dos. Roque Dalton era un hombre que a los cuarenta años daba la impresión de un chico de diecinueve. Tenía algo de niño, conductas de niño, era travieso, juguetón. Era difícil saber y darse cuenta de la fuerza, la seriedad y la eficacia que se escondían detrás de ese muchacho.
Cuatro décadas después del asesinato del poeta revolucionario, de gran magnetismo y humor corrosivo, que luchó por la libertad con los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, no hay indicios de las desviaciones ideológicas o infidelidades políticas utilizadas para condenarlo. La conspiración acaeció por la mediocridad intelectual de sus verdugos.
Fabio Castillo, médico, dirigente político, y dos veces rector de la Universidad de El Salvador, opinó que la inteligencia y clarividencia de Roque disgustó a ciertas personas dentro de una organización política, que tenía mucha autoridad, pero poca inteligencia y poco acierto en sus posiciones. Era difícil para esas personas entender la inteligencia de Roque. Eso no les gusta a las personas que no tienen igual nivel de capacidad y de comprensión.
Eduardo Galeano afirmó que fue asesinado por ser como era, un tipo con un evidente, notorio, sentido del humor y del amor, muy ‘jodón’, muy divertido, absolutamente incapaz de obediencia; y sentenció que son tan criminales los revolucionarios que matan para castigar la discrepancia, como los militares que matan para perpetuar la injusticia.
¡Pero nunca acallaron su palabra, y sigue vivo el flaco narizón!