25 de abril 2025

Lo que oculta el informe financiero del Banco Central

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La mayoría se salvó con el arancel mínimo del 10%, excepto Venezuela (15%), Nicaragua (18%) y Guyana (38%)
Donald Trump muestra una tabla con los aranceles que cobrará a distintos países del mundo. EFE | Confidencial
El 2 de abril, Estados Unidos anunció una serie de aranceles “recíprocos”, que van desde un 10% adicional hasta un 50%, sobre los bienes importados. El bombardeo arancelario del presidente Donald Trump, que no dejó indemne a ningún país, fue la mayor sacudida que ha sufrido el sistema de comercio global en por lo menos un siglo, desafiando pilares clave del multilateralismo y del orden internacional basado en reglas.
Una semana después, la administración estadounidense intensificó su guerra comercial con China, aumentando los aranceles sobre las importaciones chinas a más del 100%, pero suspendió las medidas para todos los demás países durante 90 días, aplicando un arancel fijo del 10% durante este período. Desde entonces, muchos gobiernos han contactado a Estados Unidos para negociar.
Estas medidas no tienen que ver exclusivamente con un reequilibrio del comercio. Forman parte de un cambio geopolítico más amplio y de la fragmentación de la economía mundial. La embestida arancelaria de Estados Unidos no es tanto un capricho pasajero como un intento de reconfigurar las fuerzas económicas y políticas globales. Aunque los escenarios más disruptivos parecen haberse evitado por ahora, la situación sigue siendo incierta y excepcionalmente fluida.
Ante esta situación, la región de América Latina y el Caribe (ALC) debería responder adoptando una estrategia doble que distinga entre la estabilización a corto plazo y la transformación a largo plazo. Esto significa que los gobiernos de ALC deben articular una respuesta sensata y coherente a las amenazas arancelarias de Estados Unidos, evitando medidas reactivas que puedan agravar la incertidumbre. Mantener la estabilidad macroeconómica, comunicarse claramente con los mercados y fortalecer la credibilidad institucional son esenciales para garantizar la confianza. A medio y largo plazo, estos países deben llevar a cabo un cambio estructural -que incluya el fortalecimiento de la capacidad de crecimiento, el aumento de la productividad, la reducción de la desigualdad y el refuerzo de las instituciones- para escapar de las trampas del desarrollo.
Sin duda, los aranceles recíprocos iniciales fueron tan alarmantes que muchos temieron que pudieran desencadenar una recesión. Pero los aranceles del “Día de la Liberación” de Trump, de implementarse, podrían generar oportunidades para un redireccionamiento del comercio hacia los países de ALC, que recibieron un trato relativamente leve: la mayoría se salvó con el arancel mínimo del 10%, excepto Venezuela (15%), Nicaragua (18%) y Guyana (38%). A México se le impuso un arancel del 25%, aunque los productos que cumplían con el Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá permanecieron exentos. Estas tasas más bajas implicaron un aumento en el margen de preferencia para los exportadores de la región. (Aun así, los aranceles tomaron por sorpresa a muchos en la región, dado que 11 países de ALC han firmado acuerdos de libre comercio con Estados Unidos).
Pero esta ventaja relativa no se materializará -al menos por ahora-. El arancel general del 10% impuesto durante la pausa de 90 días ha nivelado el campo de juego (excepto para China). Su impacto directo en la región de ALC dependerá de en qué medida cada país dependa del comercio con Estados Unidos. Según cálculos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), alrededor del 80% de las exportaciones de bienes de México y entre el 30% y el 60% de las de América Central y el Caribe tienen como destino Estados Unidos, lo que los deja especialmente expuestos. En cambio, los países sudamericanos exportan en conjunto menos del 18% de sus productos a Estados Unidos, salvo Ecuador (22%) y Colombia (32%); en Argentina, Brasil y Uruguay, la proporción es inferior al 10%. En términos más generales, los aranceles pueden debilitar la inversión y el crecimiento del empleo, y atizar las presiones inflacionarias.
Pero mucho dependerá de las negociaciones arancelarias en curso. El redireccionamiento del comercio sigue siendo una posibilidad. Por ejemplo, Brasil y Argentina podrían ampliar sus exportaciones de soja -ambos países son grandes productores- a China, que ha impuesto aranceles de represalia asombrosamente elevados a Estados Unidos, otro de los principales exportadores de soja.
Aunque los países de ALC deberían garantizarse beneficios a corto plazo en la medida de lo posible, el panorama arancelario en constante cambio subraya la importancia de desarrollar una agenda con visión de futuro. La región de ALC puede alcanzar sus aspiraciones a largo plazo si persigue cuatro objetivos. En primer lugar, la volatilidad actual crea un incentivo para diversificar las asociaciones comerciales. Los gobiernos de la región deberían forjar alianzas con bloques como la Unión Europea y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, y con economías emergentes como China e India.
En segundo lugar, en esta coyuntura crítica, la región de ALC debería hacer realidad la retórica de solidaridad de sus líderes profundizando la integración económica. Para ello habría que centrarse en compartir tecnología, facilitar el comercio, armonizar las regulaciones, desarrollar cadenas de valor regionales y crear corredores logísticos. En tercer lugar, los distintos países deberían adoptar políticas de desarrollo que aumenten la tasa de innovación y crecimiento económico, tal y como subrayan los informes recientes de la CEPAL.
Por último, ante tanta incertidumbre, es fundamental fortalecer la capacidad de previsión estratégica de la región. Este tipo de “gobernanza anticipatoria” exige estrategias a largo plazo que trasciendan los ciclos políticos, la planificación del desarrollo en múltiples escenarios, el diseño participativo de políticas y la agilidad institucional.
No podemos esperar que se aclare pronto el alcance o la duración del nuevo régimen arancelario estadounidense. Las repercusiones económicas y geopolíticas más amplias de estos movimientos políticos erráticos son igualmente opacas. En un entorno tan volátil, la prudencia a corto plazo debe ir acompañada de ambición a largo plazo. Esto significa que los países de ALC deben mitigar los riesgos inmediatos y, al mismo tiempo, implementar medidas con visión de futuro que refuercen su compromiso con el cambio. Si se centra en la diversificación, la integración, el desarrollo productivo y la gobernanza anticipatoria, la región puede aprovechar este período de incertidumbre para reposicionarse en el orden mundial emergente y acelerar su desarrollo.
*Artículo originalmente publicado en Project Syndicate
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Secretario ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe. Se desempeñó como director regional para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) entre 2015 y 2018. Fue Ministro de Comercio Exterior de Costa Rica de 1997 a 1998
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