
24 de marzo 2025
PUBLICIDAD 4D
PUBLICIDAD 5D
Empleados estatales cuentan cómo fueron entrenados como paramilitares por la dictadura. “Nos obligan a ser encapuchados para intimidar”, denuncian
Parte de estas imágenes fueron generadas con asistencia de IA. La foto de miles de "policías voluntarios" formados no son parte de ellas. // Fotoarte: CONFIDENCIAL
—Yo solo sé agarrar un marcador y escribir en un pizarrón. Como maestro no sé si me va a servir de algo aprender a disparar un AK-47— recuerda que le dijo Rigoberto a su esposa, días después de haber agarrado por primera vez un arma. —Pero si nos quieren enseñar no me puedo quejar y tengo que obedecer—sentenció para poner fin a la conversación.
Rigoberto aún puede sentir los nervios recorriendo todo su cuerpo cuando disparó un arma de fuego. Estaba nervioso. Nunca se imaginó haciendo algo parecido. Pero este maestro del suroriente de Nicaragua, fue obligado a participar durante una semana en entrenamientos policiales en un campo alejado de la ciudad para ser parte de los denominados “policías voluntarios”, oficializados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Confiesa que cuando participó en esos entrenamientos nunca supo, a ciencia cierta para qué eran. Aunque por el tipo de ejercicios, lo que les decían y tras pasar una semana en ese campo de entrenamiento con policías, no tardó en darse cuenta para qué sería.
“Durante todos esos días lo que nos decían es que debíamos estar preparados para salir a las calles a defender al Gobierno de los golpistas como llaman constantemente a todos los que se opongan a ellos”, remarca Rigoberto, “nos obligaron a entrenarnos como policías voluntarios para intimidar a la población y a la vez tenernos sometidos a nosotros”, lamenta.
A la una de la madrugada de la primera noche en el campo de entrenamiento, Rigoberto escuchó una alarma que lo asustó. Todos salieron y les empezaron a dar instrucciones sobre “estar alertas todo el tiempo”.
A él, junto a otros maestros, lo mandaron a “hacer guardia” en el campo abierto en el que poco podían hacer para protegerse del frío.
A la mañana siguiente le tocó madrugar, bañarse y hacer ejercicios matutinos. Uno de los ejercicios era arrastrarse por el lodo. “¡Pecho a tierra yaaaa!”, le gritaba un policía regordete que los dirigía.
“Solo de verle la timba me daba cuenta de que si alguna vez ese hombre se ejercitó ya habían pasado muchos años”, recuerda que pensó Rigoberto mientras el lodo le saltaba en el rostro.
Aunque para él, los ejercicios no fueron tan duros y lo peor fue la comida, dice que muchos de sus compañeros maestros sufrieron los entrenamientos.
Entre el 15 de enero y el 26 de febrero de 2025, el régimen Ortega-Murillo quintuplicó el tamaño de su principal brazo represor en Nicaragua, al ingresar a la Policía Nacional a más de 76 000 “policías voluntarios”, como llaman a las fuerzas represivas conocidas como paramilitares, instauradas desde mediados de 2018 para reprimir a la población durante las protestas que dejaron al menos 355 asesinados.
Según un análisis de datos oficiales realizado por CONFIDENCIAL, este incremento calificado como un nuevo “ejército” instituido por Rosario Murillo, se trata del mayor número de policías en la historia del país. En total, se incorporaron 76 887 “policías voluntarios” y 7924 nuevos oficiales de policía a través de juramentaciones realizadas en 20 municipios del país.
Durante varias ocasiones, en 2018, Ortega justificó el actuar de los paramilitares, que dispararon sin piedad contra civiles en diferentes municipios del país, argumentando que eran “policías voluntarios”, una categoría creada a lo interno de la Policía Nacional para involucrar a población civil en la lucha contra la delincuencia.
Aunque la existencia de los paramilitares tiene varios años al margen de la ley, desde enero de 2025 a este grupo se le ha dotado de supuesta legalidad gracias a una reforma constitucional totalitaria promovida por la dictadura. La juramentación de estos supuestos “policías voluntarios” es una forma de intimidar al pueblo, valoran expertos en seguridad pública, que conversaron con CONFIDENCIAL bajo condición de anonimato por temor a represalias del régimen.
Durante más de una semana, entre noviembre y diciembre de 2024, casi 50 funcionarios públicos de una ciudad del sur del país dejaron sus escritorios y realizaron un inusual entrenamiento en un terreno baldío alejado de la ciudad.
Aprender a armar y desarmar AK-47, arrastrarse por el suelo, realizar vigilancias nocturnas y ejercicios físicos, fueron algunas de las tareas que tuvieron que realizar en esos días.
Sebastián, un trabajador del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) fue uno de ellos. Estuvo toda la semana internado en ese improvisado campamento. Dice que muchos de los trabajadores oficinistas se negaron a ir alegando que “tenían tareas pendientes” y los obligaron a participar los fines de semana.
“Es un entrenamiento duro. Algunos se desmayaron, porque había gente muy mayor, mujeres, solo algunos, muy pocos, que alegaron enfermedades crónicas se pudieron salvar”, confiesa.
Además de participar en la juramentación en su departamento, Sebastián fue obligado a participar en la jura de los “policías voluntarios” en Managua. “Todo es un circo para infundir terror”, asegura.
“El acto de Managua tuvo que ser llenado con gente de varios departamentos, porque detrás de ese número enorme de supuestos policías voluntarios lo que hay es gente obligada a serlo y ni aún así les dan los números. Esas cifras están infladas”, opina.
Hace unos días, Sebastián y otros trabajadores del INSS fueron avisados que tendrán 15 días más de entrenamiento. “Ya muchos están poniendo excusas para no ir, en mi caso no tengo problema en ir, porque debo cuidar mi trabajo y no quiero ser mal visto”, dice.
“Es una realidad que nadie quiere ser paramilitar, nos obligaron a comprarnos nuestra ropa, los pasamontañas han sido reutilizados en todas las juramentaciones, pero nadie quiere ser mal visto por la población como estos verdugos encapuchados”, afirma Sebastián.
Este hombre, que lleva más de 10 años como servidor público y conoce de primera mano “las humillaciones y la vigilancia” a las cuales son sometidos los trabajadores del Estado, valora que “casi nadie está dispuesto a coger un arma para defender a la dictadura”.
“La decisión de someternos a estos entrenamientos es primero por la paranoia de la pareja dictatorial de estar listos ante un ataque armado de la oposición, cosa que realmente creo que es imposible; y segundo que demostremos que somos leales a ellos ante cualquier eventualidad”, explica.
Sin embargo, Sebastián confiesa que en ningún momento les han dicho cuáles serán sus funciones. “No sabemos nada, no sabemos para qué serviremos porque no tenemos ninguna tarea asignada por ahora, más que la de ser una fuerza de intimidación cuando nos requieran”, indica.
“La gente en muchos pueblos conoció a los paramilitares porque son sus vecinos”, afirma Diego, un trabajador del Poder Judicial de Nicaragua. “Y la gente los desprecia, pero también les tienen miedo. Por eso creo que decidieron mantenerlos encapuchados para seguir dando miedo y asociándose con la represión”.
Diego compara que los encapuchados dentro de la Policía son los encargados de misiones de alta peligrosidad como la lucha contra el narco. “Pero ellos (la dictadura) nos llaman guerreros de la paz y la verdad que lo único que quieren es que demos esa imagen de terror”, insiste.
“Para mí ser encapuchados es ser despreciable, porque nos hacen sentir como que es un trabajo a escondidas, y lo único que quieren es vender la idea que tienen una fuerza armada dispuesta a matar por ellos”, señala.
Este trabajador público dice que, aunque no todos se atreven a criticar abiertamente los entrenamientos y las juramentaciones como supuestos “policías voluntarios” es “evidente que todos tenemos vergüenza de serlo”.
“Uno ve que había gente que evitaba ser fotografiada o grabada por temor a ser reconocida. Muchos nunca se quitaron las capuchas y solo algunos pocos sacan pecho de ser parte de los paramilitares”, confiesa.
Aunque dentro de los oficializados como “policías voluntarios” hay personas que fueron paramilitares durante las protestas de 2018, la mayoría “es gente que no sabíamos cargar ni siquiera un arma”, dice este trabajador público.
A diferencia de quienes participaron en la denominada “Operación Limpieza”, que eran sujetos armados con fusiles de guerra de alto calibre, los nuevos “policías voluntarios” son, para Diego, “un cuerpo de intimidación sin armas”.
“No somos gente que va a detener a un delincuente en un robo en la calle, no somos personas que apoyaremos operativos policiales… ni siquiera nosotros –afirma– sabemos qué somos o qué haremos”.
PUBLICIDAD 3M
Confidencial es un diario digital nicaragüense, de formato multimedia, fundado por Carlos F. Chamorro en junio de 1996. Inició como un semanario impreso y hoy es un medio de referencia regional con información, análisis, entrevistas, perfiles, reportajes e investigaciones sobre Nicaragua, informando desde el exilio por la persecución política de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
PUBLICIDAD 3D