23 de octubre 2018
Monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, aprovechó la homilía de este fin de semana en la iglesia San Francisco, para predicar en contra de “las estructuras de poder criminales, injustas, represivas, explotadoras”, y los personajes que las aprovechan en su beneficio.
Poniendo como ejemplo un pasaje de los Evangelios en los que Jesús conversa con dos discípulos, el obispo comparó los tiempos bíblicos, con los que vive Nicaragua en la actualidad.
En aquellos tiempos había poderosos que se habían “enriquecido injustamente, exterminado pueblos, reprimido con violencia, imponiéndose como tiranos”, además de ejercer un dominio abusivo, “atropellando la dignidad del ser humano y los derechos de los pueblos”.
Por ello, invita a la nación a “tener memoria histórica, pero a los nicaragüenses nos ha faltado. Y por eso en Nicaragua, como dice el doctor (Alejandro) Serrano Caldera “el futuro de nuestro país, es el pasado que regresa continuamente”.
“Tenemos que cultivar la memoria histórica con espíritu crítico. No hay que olvidar, precisamente para que las formas caudillistas, autoritarias y criminales de ejercer el poder, que se han dado en nuestra patria, sean eliminadas para siempre. No hay que olvidar”, insistió.
“Es necesario establecer la verdad en la historia. Una verdad que nos haga capaces de establecer procesos de justicia, donde queden claras las responsabilidades delincuenciales. Una memoria histórica que sea lucidez, para no volver a permitir que tales experiencias, que han provocado la muerte de tantos inocentes y han sumido al país en situaciones de empobrecimiento a todo nivel, se vuelvan a repetir”, exclamó.
Siempre en el espíritu de la lectura de ese día, Báez invitó a aprender a “contribuir a purificar el ejercicio de la política y de la convivencia social, si queremos construir un nuevo país donde no haya ciudadanos de primera y de segunda clase; en donde quien gobierna no esté ni fuera de la Ley, ni por encima de ella”, recitó.
También abogó “por que todos tengamos una conciencia política iluminada por el Evangelio, en la que pongamos en el centro al ser humano, en donde orientemos nuestra vida por la entrega, la búsqueda del bien del otro, y el servicio. En donde prevalezca la justicia social y el bien común, y en donde renunciemos a todo privilegio que nos haga serviles, para volvernos servidores, sobre todo, de los más pobres”.