31 de mayo 2019
Jonathan López, preso político excarcelado por la dictadura de Daniel Ortega, decidió en septiembre de 2018 quedarse en Nicaragua “luchando y ayudando” a sus compañeros, en lugar de exiliarse en cualquier país del globo terráqueo. Sobre él existía una “orden policial” para capturarlo. A pesar de esta amenaza optó por marchar, a sabiendas de que tarde o temprano, estaría en una celda enfrentando cargos de terrorismo.
“Necesitábamos a gente que estuviera aquí. Tenía que ayudar desde acá”, dijo el líder universitario a CONFIDENCIAL, quien fue capturado ilegalmente el 23 de septiembre de 2018 en el supermercado Maxi Palí, ubicado en el barrio Waspán Sur, en Managua, por paramilitares de la dictadura orteguista. Ese día también se realizó la última marcha en Nicaragua y en la misma fue asesinado el joven Matt Romero.
“Me metí a la tienda porque creí que era seguro. No fue así. Cuando estaba adentro se metieron hombres vestidos de civil, de negro y cuando quise salir, porque tuve la sospecha de que podían ser paramilitares, uno de ellos me puso su arma corta, me dijo que saliera, también encañonaron a mi compañero, y nos trasladaron a la DAJ. Eran tres camionetas y dos motos que nos venían custodiando solo a los dos”, relató López.
Durante todo el camino hasta llegar a las celdas de “El Chipote”, Jonathan y su compañero fueron golpeados una y otra vez. Uno de los encapuchados le dijo que “cómo es posible que un niño haya pensado en algún momento derrocar a mi comandante”. López le respondió que él no podía hacer tal cosa, sin embargo, sería el pueblo quien lo quitaría del cargo. Sus palabras fueron correspondidas con más golpes y patadas.
Al llegar a la DAJ uno de los oficiales le expresó “vos sos el Chico Ramírez”. Jonathan, perplejo, dijo que ese no era su nombre, ni siquiera su apellido. “Claro que sí, sos vos. Vos andabas con la Francisca Ramírez en Catarina, en Masaya, nosotros tenemos fotos y videos”, insistió el oficial, quien luego de que López lo negara, lo golpeó por enésima vez.
La tortura física y sicológica fue brutal. Jonathan estuvo detenido en El Chipote por más de 40 días. En ese tiempo la Fiscalía no le acusó absolutamente de nada, por lo que su detención era ilegal. Todas las noches y las madrugadas López era entrevistado y le exigían que confesara sobre el financiamiento en los tranques. En una de tantas lo llevaron a un mirador que apunta a la laguna de Tiscapa y lo amenazaron con tirarlo si no hablaba. Nunca lo hicieron, sin embargo, la presión cada día aumentaba.
El periplo hasta la excarcelación
La Policía Nacional acusó a Jonathan y sus demás compañeros por los cargos de terrorismo, secuestro simple, entorpecimiento a la vía pública (tranques), y los responsabilizó por el incendio del centro escolar Arlen Siu, ubicado en las cercanías de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua.
Después de ser presentado ante el juez, Jonathan fue trasladado a las celdas de La Modelo. En ese penal el maltrato continuó. No había atención médica y tampoco se podía pedir cosa alguna. Cuando salía junto a sus compañeros de celda a recibir sol (15 minutos) los obligaban a desnudarse y hacer sentadillas. No tenían cómo calentar agua y muchas veces los amenazaron con trasladarlos de penal. El maltrato no disminuyó hasta que los reos decidieron unirse para protestar.
“Nuestro recurso fue unirnos más y hacer protestas adentro. La reacción de ellos (los custodios) era rodearnos, atacarnos y amenazarnos de que nos iban a quitar nuestras visitas. Me dijeron que me iban a llevar a Bluefields porque de esa forma iba a ser imposible que mi familia llegara a verme. A todos los chavalos que intentábamos reclamar, nos amenazaban y golpeaban”, contó Jonathan.
Inicialmente López estuvo en la galería 16-01. Luego fue trasladado a otra celda, donde estaban Brando Lovo y Glen Slate, culpados por la justicia orteguista por el asesinato del periodista Ángel Gahona. Con ellos Jonathan entabló una gran amistad. “Son chavalos alegres, buenos, me contaban de su caso y yo también del mío. Ellos se reían porque las pruebas que les pusieron eran falsas. Éramos un equipo, una familia, éramos nosotros contra los funcionarios”, afirmó.
A pesar de sentir el calor de sus demás compañeros y sentir que tenía otra familia, Jonathan anheló, durante los ocho meses que estuvo detenido, la presencia de los suyos, de su mamá y de su hermana.
“Ahí es donde te das cuenta de las personas que son más especiales para vos. Yo anhelaba estar con mi mamá, con mi hermana, seguir apoyando la causa (desde afuera) en la cual muchos nos hemos entregado”, mencionó.
Una extraña salida
El 20 de mayo al menos 99 presas y presos políticos, que estaban en la lista “conciliada” del Gobierno, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), y otro reo de conciencia más, fueron excarcelados del sistema penitenciario La Modelo y La Esperanza.
Jonathan estaba dentro de la lista de esos cien reos de conciencia que salieron de prisión. Sin embargo, para él y sus demás compañeros, la excarcelación estaba siendo un poco sospechosa.
“Nunca habíamos vivido una salida a mediodía, siempre han sido de madrugada, y como ya habían amenazado con trasladarnos a la 300, cuando llegaron y mencionaron mi nombre, uno de los que se puso al brinco fue Brandon, es que pensó que me iban a trasladar, luego fue Glen y después todos. Estaban diciendo que no me iban a dejar salir, estaban desconfiados”, explicó López.
Los compañeros de Jonathan cambiaron de parecer cuando observaron que varias camionetas se estacionaron en el parqueo del penal. Fue entonces que Brandon lo llamó aparte y le dijo “vas libre, te van a sacar, están las camionetas, andate, andate”. López salió de la celda cuando observó a dos miembros de la Cruz Roja. No tuvo tiempo de despedirse de sus amigos, solo a lo lejos escuchó “se va Jonathan, se va Jonathan, andá seguí gritando por nosotros afuera”.
“Fue un momento bastante conmovedor, y no me pude despedir de ellos”, dice Jonathan un poco apesarado.
La tristeza le duró todo el camino desde Managua hasta Granada, donde vive su mamá y su hermana. El microbús se estacionó frente a su casa y la primera persona que salió a abrazarlo fue su mamá. Fue un momento especial, cargado de muchos sentimientos y muchas lágrimas. Muchos “te quiero”, muchos “te amo”.
“Después de ocho meses, fue un momento conmovedor, en cuanto las vi, me solté en llanto, fue un momento en el que lloré como un niño. Me sentí feliz porque por fin podía estar con ellas gracias a Dios”, señaló.
El trabajo a futuro
Antes del 18 de abril, Jonathan López, uno de los rostros más visibles de la lucha universitaria en Nicaragua, definía su rutina en varios pasos: despertarse a las 4:30 de la mañana para bañarse, vestirse y tomar un microbús desde Granada hasta Managua, para asistir a sus clases de Economía, en el Recinto Universitario Carlos Fonseca Amador (RUCFA).
Después del 18 de abril, el joven estudiante modificó sus costumbres: protestó por las reformas al Seguro Social, demandó justicia para las víctimas de la represión del Gobierno de Daniel Ortega, formó parte de la Alianza Cívica durante el primer diálogo nacional, dejó de dormir en su casa, se atrincheró en la UNAN-Managua, sobrevivió a un ataque brutal de paramilitares y huyó de casa en casa para evitar ser capturado. Algo que no resultó pues fue secuestrado por paramilitares.
Ocho meses después de altos y bajos, Jonathan hace un análisis de su situación. Ahora es un preso político excarcelado y se encuentra en una Nicaragua más controlada por una dictadura que suprimió los derechos constitucionales de los ciudadanos, pero que se encuentra “sentada” en una mesa de negociación con la Alianza Cívica, que actualmente está en stand by.
Para Jonathan, sin embargo, desde el momento en que Ortega llamó al Gran Capital, en febrero de este año, para una nueva negociación, este “demostró que tiene miedo y por eso cede, asimismo, comenzó a demostrar su gran debilidad”.
“Cuando se entabla la mesa de negociación vemos que Ortega cede varios puntos que en la primera mesa no quiso ceder. A pesar de que no ha cumplido, ni siquiera con el primer punto, hemos visto que ha mostrado debilidad ante la comunidad nacional e internacional”, analiza el joven líder universitario.
Para Jonathan los sectores representados en la Alianza Cívica tienen grandes diferencias, aunque todos estén trabajando para un mismo objetivo. Los universitarios y el grupo de la sociedad civil están bien posicionados. Personas como Ernesto Medina, ex rector de la Universidad Americana, brindan confianza en un proceso que ha sido bastante criticado por la ciudadanía en general.
“Por parte de la empresa privada, creo que necesitan ser más beligerantes, deben ejecutar acciones contundentes para demostrar que están con el pueblo y que tienen un interés de escuchar lo que quiere el pueblo en general. En el sector social y universitario la Alianza está bastante fuerte”, explicó Jonathan.
Sobre su futuro, el líder estudiantil expresó que cumplirá la promesa que hizo a sus compañeros de celda, que es “apoyarlos y luchar para su liberación total”. Luego desea continuar exponiendo, en todos los espacios posibles, los temas universitarios como la recuperación de la autonomía, que es tan importante para el proceso académico de Nicaragua.