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Joan Manuel Serrat: “Cada uno tiene su banda sonora personal e intransferible, como el pasaporte”

El cantautor habla en Centroamérica Cuenta de la poesía, sus canciones y su defensa de la libertad contra la intolerancia: “¡Viva Nicaragua!”

Joan Manuel Serrat en entrevista con Carlos F. Chamorro

El cantautor español Joan Manuel Serrat (der.) conversa con el periodista Carlos F. Chamorro, director de Confidencial, en Ciudad de Guatemala, en mayo de 2025. // Foto: Cortesía/Daniel Mordzinski

Carlos F. Chamorro

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El cantautor español Joan Manuel Serrat emana la misma autenticidad de las canciones a través de las cuales lo conocimos hace muchísimos años.

Canciones emblemáticas como: Mediterráneo, Lucía, Penélope o Cantares y Para la Libertad, nacidas de la musicalización de los poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández, canciones íntimas y, a la vez, himnos colectivos, que se convirtieron en la banda sonora de la vida de centenares de miles de personas en España y América Latina.

“Las canciones, como los perfumes, como los olores, se nos meten en el cuerpo de una manera muy intensa y profunda, que se nos queda ahí atrapado. Y cuando se repiten las circunstancias en que nos invadieron, vuelve a dispararse todo, y aparece este mundo que llamamos los recuerdos. Pero creo que las bandas sonoras son personales e intransferibles, como el pasaporte”, explica Joan Manuel Serrat, como si fuera un viejo conocido.

Relata que escribió Mediterráneo en dos momentos, en dos pueblos costeros frente al mar, primero en Calella de Palafrugell, en la costa de Gerona, y la terminó en Cala dOr, otro pueblo marinero en la isla de Mallorca, y habla con devoción de su mediterraneidad y su añoranza por el mar. Cuenta que una vez, de gira por México, estando en Guadalajara “llevaba unos días añorando el mar. Yo necesitaba el Mediterráneo hasta el punto que una noche soñé que me encontraba en Barcelona y que andaba en un auto por una calle, bajando a toda velocidad porque al fondo estaba el mar. Entonces a la mañana siguiente le pedí a unos amigos que me tenían que llevar al sitio cerca de Guadalajara, donde más agua hubiera, y me metieron en medio del lago de Chapala, y ahí fui feliz mirando alrededor y no viendo la costa”.

Retirado de los escenarios y los conciertos musicales desde hace más de dos años, Joan Manuel Serrat fue el invitado especial del festival literario Centroamérica Cuenta, desterrado de Nicaragua por la dictadura Ortega-Murillo, que se celebró del 19 al 25 de mayo de 2025 en Guatemala.

Durante la noche inaugural en el teatro Lux, el cantautor español, premio Princesa de Asturias de las Artes, dialogó con el escritor Sergio Ramírez, premio Cervantes y fundador de Centroamérica Cuenta, sobre el itinerario de su vida y sus canciones, y el vínculo especial que ha mantenido con América Latina, por el que se ha definido como “un latinoamericano nacido en Barcelona”.

Ante un auditorio repleto de muchos que crecieron con su música, al final cantó a capela Aquellas pequeñas cosas, una de sus icónicas canciones que evoca la nostalgia, y se despidió entre una salva de aplausos con un agradecimiento a Guatemala y el grito de solidaridad: “¡Viva Nicaragua!”.

Joan Manuel Serrat: Música, poesía y libertad

En Nicaragua, Joan Manuel Serrat realizó tres conciertos a lo largo de su carrera artística. Primero en 1973, con fines benéficos, después del terremoto de Managua; después se presentó durante la década revolucionaria en los años 80, y el último fue en los años 90 en el Teatro Nacional Rubén Darío.

En una conversación en el programa Esta Semana que se transmite en el canal de YouTube de CONFIDENCIAL, por la censura televisiva, describió los altibajos de su relación con Nicaragua que “empezó con grandes ilusiones”, hasta terminar en manos de “la ambición desmedida de unos que quieren mantenerse en el poder a toda costa. Todo esto ha provocado que me encuentre con muchos amigos en el exilio, que han perdido su derecho de la nacionalidad, que me parece terrible. Y con otros que están pendientes de que se proclamen nuevas leyes que les empujen a un exilio más definitivo, el del exiliado sin nacionalidad”.

En estos tiempos de intolerancia e insolidaridad, el poeta y cantor catalán aboga por los derechos de los migrantes y se aferra a “la fuerza del optimismo en el futuro”. A los nicaragüenses desterrados y desnacionalizados les dice que “la patria la hacemos también un poco cada día. Y, aparte de la que te puedan arrebatar, tu patria también está en lo que cada día vayas consiguiendo en lugares lejanos, en donde a lo mejor no hace tanto calor y hace un poco más de frío, pero donde también tus hijos entrarán en otra escuela que les enseñará a amar, quizá con más tolerancia y con más generosidad y con la cabeza más abierta para que este futuro crezca”.

Hace más de dos años te retiraste del trajín de los escenarios y los conciertos en vivo, pero estás aquí en Guatemala, en la inauguración de Centroamérica Cuenta, conversando con Sergio Ramírez sobre el vínculo entre tu música con la poesía y también sobre tu vínculo con Latinoamérica. O sea que tampoco te has quedado quieto en tu casa.

No, es que yo decidí dejar los escenarios, más exactamente lo que son las giras de los conciertos. Yo sigo cantando de vez en cuando, fuera de los circuitos comerciales, he abandonado la profesión, pero no he abandonado a la persona y a las ganas de vivir. Y a esta persona le gusta cantar y sigue cantando. Canto, escribo y hago cosas. Pero con eso de que se corre la voz de que uno se retira, entre comillas, de los escenarios, pues la gente supone que tiene uno todo el tiempo del mundo para hacer aquellas cosas que soñaba con hacer. Sigo haciendo las mismas cosas, prácticamente. Quizá madrugo un poco menos, pero por lo demás hago exactamente las mismas cosas.

Pero existe un punto de vista ajeno que dice: —Ahora que Serrat se ha retirado, pues le vamos a pedir cosas. Entonces me piden que vaya a un sitio, que vaya al otro, cosas que me gustan más, cosas que me gustan menos, pero que encuentro interesantes. Porque eso de retirarse, yo se lo digo a todos, es un no parar de hacer cosas.

¿Cómo nació ese matrimonio entre la poesía y tu música, tus canciones?

Las canciones que amé toda mi vida eran canciones que contaban cosas, canciones en las que el texto tenía su importancia. A veces no eran literariamente maravillosas, podían ser cursis a veces, pero el texto tenía peso. Y toda mi vida he escrito canciones con esa voluntad, que las canciones digan cosas. A veces aciertas más y aciertas menos. Y quizá, producto de eso, y que siempre he amado mucho la poesía, la poesía ha sido para mí un modo de leer, cantando constantemente. Y quizá por eso me considero un buen lector de poesía en el sentido de que leo bastante. Si lees mucha poesía, acabas encontrando en algunos poetas, en algunos versos, canciones que, según tu punto de vista, pueden funcionar por ellas mismas.

Tus canciones tienen su propia poesía, pero también hiciste dos discos memorables musicalizando la poesía de Antonio Machado y Miguel Hernández. En ese momento, ¿tu ambición era divulgar la poesía o hacer canciones?

Cuando yo hice estos trabajos, tanto el de Machado como el de Hernández, yo pretendía hacer buenas canciones. Yo quería que con aquellos textos tan hermosos que contaban aquellas cosas, tan bien contadas, creía que se podían hacer unas buenas canciones. Y es lo que hice, escribí buenas canciones con grandes textos.

Esto hizo que la canción popular incorporara en su día a los grandes poetas contemporáneos de nuestras generaciones, y fue un gran éxito. Este éxito produjo un gran éxito de ventas de libros también. A mí se me puso un poco el latiguillo de que yo había colaborado a vender libros de poetas. Yo me alegro muchísimo de que la poesía se venda y ojalá se vendiera mucho más de lo que se vende.

Y cuando supe los resultados de aquel trabajo, en cuanto a venta de libros, fui muy feliz, pero te aseguro que yo no pretendía vender libros, yo quería hacer canciones, si con ellas conseguía acercar la poesía de dos grandes poetas y dos grandes seres humanos como fueron Machado y Hernández, pues bienvenido sea.

¿Y cómo compones una canción? Primero nace la letra, la música. Es una inspiración que te arrebata, o un trabajo de ocho a cinco de la tarde?

Optaría por aconsejar, a aquellos que quieran emprender este tipo de aventura, a que dieran importancia al trabajo. La inspiración existe y hay momentos inspirados en los que a uno se le ocurren cosas que, en otros momentos, no se le ocurren. Pero, realmente, si uno trata de hacer algo consistente y a la vez inspirado, amigo no le queda a usted otro remedio que arremangarse, clavar los codos, sacar el papel, el lapicero y pelearse con el papel y probar una cosa y otra y dedicarle mucho trabajo.

También he de decir que con trabajo solo no basta, sería bueno que a las horas de trabajo y de esfuerzo le añadiera usted un porcentaje lo más que pueda de talento, y ahí empiece a pensar que quizá sale algo.

Para miles de personas, y ahí me incluyo yo también, tus canciones han sido como la banda sonora de nuestras vidas, que viven en nuestra memoria, nos transportan a lugares en el que fuimos felices o sufrimos, o hemos vivido la nostalgia. ¿Cómo se convierte una canción en algo tan íntimo y a la vez en un himno colectivo?

Las canciones se convierten en banda sonora de la gente, según cada quien y según cada canción, porque cada quien tendría una banda sonora diferente de canciones, porque la canción, la música, como los perfumes, como los olores, es algo que se nos mete en el cuerpo de una manera muy intensa y muy profunda, que se nos queda ahí atrapado. Y cuando se repiten las circunstancias que nos invadieron estos olores o esta música, pues vuelve a dispararse todo, y aparece este mundo que llamamos los recuerdos, y todo se nos vuelve a hacer presente.

Cada uno tiene una banda sonora muy diferenciada, aunque probablemente haya canciones muy en común, en las que también la popularidad misma de las canciones haya hecho que estas hayan coincidido más veces con la gente. Pero creo que las bandas sonoras son personales e intransferibles, como el pasaporte.

Y ahora que te retiraste de los conciertos, ¿cómo te llevas con tu cancionero, con tus propias canciones? ¿Tienes una banda sonora de tus canciones que han marcado tu vida?

Yo me llevé siempre bien con mis canciones, con las que fueron famosas y con las que quedaron en el olvido con rapidez, con las que me dieron plata y con las que nacieron, gracias a estas otras dieron plata, todas ellas es lo que yo he hecho. Casi podría decir que si no hubiera escrito las malas, no hubiera escrito las buenas. Malas o buenas, siempre en función de lo que otros piensen, para algunos canciones que les pueden parecer intranscendentes y para mí pueden ser muy importantes.

Las amo a todas, no caigo tampoco en la trampa esa de —las quiero porque todas son hijos míos. No hay ninguna canción que sea hija mía. Mis hijos son tres y los reconozco y los amo, como probablemente amo nada en el mundo. Y sinceramente, si me arrebataran una de mis canciones, me dolería, si la perdiera, pero si le ocurriera algo al dedo de mi hijo, sería grave.

Al inicio de tu carrera en Cataluña, bajo la dictadura de Franco, viviste una época de prohibiciones, y de exilio, así como también en tu primera época de giras en América Latina. Ahora estás en un evento cultural aquí en Guatemala, que también se realiza en el exilio, en la que muchos asistentes son perseguidos en sus países. ¿Cómo vives esa regresión autoritaria, provocada por líderes políticos que alguna vez enarbolaron banderas libertarias?

La vivo con solidaridad y con la hermandad de quién sabe lo exageradamente brutal que son este tipo de situaciones, que son absolutamente indeseadas e indeseables.

Creo en la libertad y en la libertad de opinión, creo que el pensamiento no es encarcelable, que sí son encarcelables los delitos, pero los pensamientos no, y que todos somos libres para ejercer nuestro derecho de libertad, decir lo que pensamos.

Es más, que si viviéramos en una sociedad que aspirara a ser más justa, necesitaríamos de todos los pensamientos de los ciudadanos, absolutamente de todos, para ser capaces de conformar una sociedad armónica en donde nos entendiéramos y aprendiéramos mutuamente.

Vivimos unos tiempos, como diría Mario Vargas, muy recios, muy recios en muchos sentidos. Sobre todo, vivimos un tiempo de una gran intolerancia, una gran intransigencia con el pensamiento de los demás. Una época que resultaría odiosa para Benito Juárez, aquel hombre que dijo que el respeto al derecho ajeno es la paz. Yo también pienso que el respeto al derecho del otro es la paz, y exijo tanto el respeto a mi pensamiento como el respeto al pensamiento ajeno.

Hoy en día existe el pensamiento único en el peor sentido de la palabra, que es el pensamiento del poder, el pensamiento que desprecia todo aquello que desconoce y odia aquello que ignora.

Es un momento malo. Hablaba mi amada Gioconda Belli del mito del hombre aquel que arrastraba la piedra cada día hacia arriba de la montaña. Cuando la tenía arriba, se le volvía a caer la piedra, volvía a agarrar la piedra y la volvía a subir, volvía a caer la piedra y la volvía a subir. Así andamos mucha gente en estos momentos en el mundo, pero con la seguridad de que la piedra acabará arriba un día u otro.

Joan Manuel Serrat
El cantautor español Joan Manuel Serrat en Ciudad de Guatemala, en mayo de 2025. // Foto: Cortesía/Daniel Mordzinski

Centroamérica Cuenta es un evento latinoamericano, pero claramente tiene también un sello nicaragüense, empezando por su fundador, el escritor Sergio Ramírez. ¿Qué te deja esa relación con Nicaragua, y la que has tenido con los artistas, con los cantautores nicaragüenses?

Ha sido una relación con grandes altos y bajos. Grandes ilusiones, grandes proyectos sociales y políticos, grandes avances de participación de la gente, de consagración de la primavera, para caer inmediatamente fruto de la ambición desmedida de unos que quieren mantenerse en el poder a toda costa.

Todo esto ha provocado que me encuentre con muchos amigos en el exilio, que han perdido su derecho de la nacionalidad, que me parece terrible. Y con otros que están pendientes de que se proclamen nuevas leyes que les empujen a un exilio más definitivo, el del exiliado sin nacionalidad.

Volvemos al mito de Sísifo, otra vez con la piedra arriba y abajo. En estos días aquí se va a hablar mucho de este caso, no solo del de Nicaragua, que es extraordinario, sino también de El Salvador, también hablaremos mucho de Honduras, de Panamá y de Centroamérica. Centroamérica tiene mucho que contar y cuenta mucho para nosotros.

Cuando te entregaron el doctorado de Honoris Causa en la Universidad de Costa Rica, en la UCR, en algún momento hablaste de la patria. Dijiste algo así como: La patria para uno es el territorio, para otro es el idioma, para otros la niñez. Y para algunos, algo con lo que llenarse la boca y otros con lo que llenarse la bolsa. Y dijiste: “Yo he reconocido mi patria por los caminos. Lo aprendí de mi madre, que decía que su patria estaba donde sus hijos comían”. ¿Qué le dirías a centenares de nicaragüenses que han sido despojados de su nacionalidad, de su patria, por razones políticas de una dictadura, y a miles más que están amenazados también ahora de ser despojados de su nacionalidad?

No puedo trasladar esas palabras a aquellos a los que la patria les ha sido arrebatada. Dije palabras que dice un hombre que todavía tiene su territorio o cree que tiene su territorio en todo eso, en sus sueños, en su niñez, en su libertad, en su madre, en sus caminos. Tal vez lo único que le diría es que —la patria la hacemos también un poco cada día. Y, aparte de la que te puedan arrebatar, tu patria también está en lo que cada día vayas consiguiendo en lugares lejanos, en donde a lo mejor no hace tanto calor y hace un poco más de frío, en donde seguramente llueve menos o en los que probablemente la música que suena es otra, pero donde también tus hijos entrarán en otra escuela que les enseñará a amar, quizá con más tolerancia y con más generosidad y con la cabeza más abierta para que este futuro crezca.

Por eso también me duele mucho, porque también nos encontramos con aquellos que se les está arrebatando la patria a la que llegaron para poner su trabajo a disposición del crecimiento de un país distinto al que ellos nacieron, que con su trabajo lo han hecho cada día más grande y mejor. Y hoy en día se les mete en furgones, se les encarcela y se les acusa de ser los responsables de unos crímenes que jamás cometieron. Si trabajar es un crimen, quizá ahí sí, pero su voluntad fue trabajar, crecer y que crecieran sus hijos.

Cuando me preguntan, siempre me acuerdo de mi madre. No fue una invención mía esta frase, fue una invención de ella. Cuando yo, con la confusión de si era catalán o español en un momento de niñez confusa, y mi madre me miró muy seria y me dijo: —“yo soy del lugar donde comen mis hijos”. Y creo que esto es una buena definición de patria.

En 2024, cuando recibiste el premio Princesa de Asturias, hablaste de un mundo hostil, contaminado, e insolidario, donde los valores democráticos están siendo sustituidos por la avidez del mercado, que todo tiene un precio. ¿Cómo te sientes hoy? ¿Hay alguna razón para apelar a la esperanza?

Mi opinión no ha mejorado en absoluto, pero como soy un hombre que se niega a entregar la cuchara, me agarro fuerte al pensamiento de Antonio Gramsci, cuando nos decía que contra la inteligencia de la realidad, vamos a oponer con toda la fuerza el optimismo del futuro.

Esto pinta muy mal todo, visto desde hoy. No imaginábamos hace unos años que pudiera haber un retroceso humano, un retroceso de sensibilidad, de solidaridad, un retroceso del prójimo, como el que estamos teniendo.

Tampoco podemos saber qué nos va a deparar el futuro, por eso, sigamos como Sísifo, si la piedra pesa mucho, tiraremos con ella. Si nos hace regresar al punto de partida, tomaremos ahí y volveremos a empujar la piedra en la esperanza optimista, seguramente, de que un día la piedra llegue arriba.

¿Y sigues haciendo canciones fuera de los escenarios?

Sí, escribo canciones, porque como me divierto tocando, escribo canciones sin ningún tipo de pretensión de grabar nada. Porque otra de las cosas que me han ocurrido en estos tiempos es que la industria de la música, está teniendo unos cambios brutales y radicales que a veces yo no entiendo muy bien y controlo peor. Entonces, prefiero seguir haciendo yo mi música al viejo estilo, como lo hacía. Me la quedo yo y tal vez algún día puede interesar a alguien. Hoy en día a mí no me interesa someterme a la disciplina del mercado, tal como está planteada.

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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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