20 de febrero 2017
Suena un disparo. Un oficial de la Policía cae herido. De un vehículo sale un hombre que quiere rematarlo. Otro disparo. Esta vez cae el que hirió al policía. Una bala más hiere a otro oficial y un hombre escapa con otro en una motocicleta. A medida que se aleja realiza varios tiros a sus perseguidores. Cae otro agente.
El enfrentamiento entre oficiales de la Policía Nacional y una banda de delincuentes ocurrió en el barrio San Luis, de Managua. Minutos después del incidente refuerzos policiales atraparon a uno de los hombres que huía en la motocicleta. Otro fue capturado en el lugar de los hechos por una agente, apoyada por jóvenes que presenciaron el incidente.
A los oficiales caídos, los levantaron y montaron en una camioneta para trasladarlos al hospital más cercano. El vehículo arrancó, pero uno de los heridos cayó al piso. La camioneta se detuvo ante los gritos de los demás policías. En el hospital dos de los oficiales murieron: Julio César Narváez y Howard Antonio Urbina. El tercero, Oliver Chow, logró salvarse.
El primero que disparó murió en el incidente. Se llamaba Diógenes Trinidad Medina Martínez y era un expolicía que trabajó en el Distrito Dos de Managua.
Mientras estuvo en las filas de la Policía Nacional, Medina Martínez realizó actividades ilícitas, presuntamente orientadas por sus jefes: cobraba coimas a los expendios de drogas y negocios irregulares, revelaron a Confidencial fuentes policiales y familiares.
A pesar de que fue dado de baja de la institución en el año 2004, fue absuelto de varios delitos que habría cometido hasta 2008, cuando fue declarado culpable por asociación ilícita para delinquir, robo con intimidación seguido de muerte y exposición de personas al peligro. Esta vez su destino sería el Sistema Penitenciario La Modelo, un lugar donde se convertiría en un hombre de confianza.
La trayectoria de un oficial destacado
Diógenes Trinidad Medida Martínez nació en Malpaisillo, León, el 16 de octubre de 1980. Desde muy pequeño, le gustó la actividad física. “Ese era su pasatiempo favorito, también fregaba con los chavalos”, dice un familiar que aceptó platicar con Confidencial.
Ingresó a las filas de la Policía Nacional a la edad de 24 años en el 2003, siguiendo los pasos de su madre, María Martínez, una policía jubilada. El oficio es casi una tradición en la familia, pues hasta su hermana formó parte de la institución. En la academia “Walter Mendoza”, se destacó por ser un alumno disciplinado. De primera línea. Medina Martínez era la adoración de su madre. Y el orgullo de su padre, cuentan sus familiares.
“Le gustaba que lo vieran con el uniforme. No le armaban el bacanal. Cuando lo conocí, supe de inmediato que era una persona responsable, intachable… pero bueno, todos sabemos lo que sucedió después”, lamenta una fuente policial que siguió de cerca los inicios de Diógenes.
El muchacho bromista, de un portento físico envidiable, luego de su paso por la academia, recaló en el Distrito Dos de la Policía. Rápidamente se hizo notar y comenzó a ganarse la confianza de sus superiores. Medina Martínez era un oficial ejemplar, hasta que recibió una llamada que marcaría su futuro dentro de la institución.
“A él lo llaman, le dicen que si quiere formar parte de un grupo selecto, exclusivo. Es un grupo del que todos conocen, pero del que no se puede hablar, porque si hablás, hay peligro”, afirma una fuente policial que conoció a Medina Martínez. “De uno depende, o aceptas lo que te mandan a hacer, o no. Diógenes aceptó, y ahí es donde su vida da un cambio. Ya no iba a patrullar las calles de uniforme, ya no iba a algunas empresas a realizar pesquisas como oficial: ahora iba a los lugares donde vendían la droga a cobrar coimas, iba a las discos, a pedir un sobre para que pudieran operar hasta altas horas de la noche y que pudieran vender lo que quisieran, en ocasiones asaltaba”, indica la fuente.
“Los crímenes los cometía porque lo mandaban a robar y a cobrar tarifas a muchos expendios de droga ubicados en el mismo Distrito Dos. La Policía tenía conocimiento de todo”, asegura uno de los familiares de Medina Martínez.
“Este tipo de actos es común en los distritos policiales. Yo estuve en uno de los más grandes de Managua y sin asco me decían que tenía que ir a traer un sobre a equis centro comercial, bajo el concepto de ayuda para actividades deportivas. Pero nada de eso hacían, los jefes se quedaban con el dinero. Otras veces iba a las discos a traer un sobre, igual, para este misto tipo de actividades, pero uno nunca miraba nada”, confirma otra fuente policial a Confidencial.
Medina Martínez empezó así su misión especial, la que es vista por otros agentes como el trabajo más sucio dentro de la institución. Sus visitas a los expendios de droga eran semanales. El que no pagaba, se atenía a las consecuencias. El que quedaba debiendo dinero, debía reponerlo a la siguiente semana.
“Tenés que aprender a convivir con ellos. Si vos querés llevar la fiesta en paz, tenés que pagar. La Policía sabe dónde está cada uno de los expendios de droga en este país. Pero, ¿no te parece sospechoso que no haga nada? Y es obvio, para hacer algo, primero tienen que renovarse ellos, los jefes, los del rango”, asegura un exvendedor de marihuana, que afirma ya no dedicarse más a la venta de esa droga.
La caída en desgracia
Diógenes Medina Martínez pasó varias semanas dedicado a su misión especial. Sin embargo, en el año 2004, un mal cálculo le costaría su empleo. Siendo oficial de seguridad pública en el Distrito Dos, junto a otro compañero, intimidó con un arma a un bombero de la antigua gasolinera Shell Las Palmas.
“Los bomberos alertaron del robo, llegaron oficiales, los medios y no pudieron salvarlo”, relata la fuente policial que conoció a Medina Martínez.
La institución policial suspendió al oficial y a su acompañante. Días después serían dados de baja deshonrosa, sin enfrentar ninguna condena en el Sistema Penitenciario La Modelo. “Este es un hecho aislado, en las filas de la Policía no hay criminales y todos los que entran son investigados”, dijo a los medios de comunicación Freddy Salvatierra, segundo jefe de la vocería de la policía, en ese entonces.
A partir de ese momento, Medina Martínez empezó a llenar su hoja de vida de delitos que cometía junto a un grupo autodenominado “Los Yoguis”. Ese mismo año ya tenía antecedentes penales por robos con intimidación, robos con violencia, homicidio, portación ilegal de armas de fuego y asociación ilícita para delinquir.En el mismo 2004, meses después de su baja, fue condenado a siete años de prisión por ser encontrado culpable de robo con intimidación. En 2007 fue condenado bajo los cargos de robo con intimidación, posesión ilegal de armas de fuego en perjuicio de la empresa Evoluciones Metalmecánica SA. En 2008 fue acusado de posesión ilegal de armas de fuego (le encontraron dos revólveres calibre 38 cuando lo arrestaron cerca de una joyería en el sector del Mercado Oriental). Lo extraño es que en todos estos casos jueces fallaron a favor de su libertad.
“Tenía suerte el jodido o tenía protección. Eso nunca lo supe, pero si lo dejamos a nuestra imaginación, no hay que pensar mucho para saber lo que en realidad pasó”, declaró la fuente policial que lo conoció. Diógenes Medina Martínez iría directo a La Modelo.
La suerte de Medina Martínez no se extendería más. En el mismo 2008, fue acusado y condenado a 25 años de cárcel por asociación ilícita para delinquir, robo con intimidación seguido de muerte y exposición de personas al peligro. Apeló su sentencia, la llevó a casación y los magistrados de la Sala Penal de la CSJ, redujeron su pena a 14 años, aplicando la retroactividad de la Ley, recalificando los delitos como delitos continuados y aplicando la pena del cargo más grave, que era homicidio.
Un reo ejemplar
Jaser Narváez está detenido en La Modelo por varios delitos. Dijo que mató a dos personas, pero que está arrepentido. La muerte de Diógenes Medina Martínez le dolió mucho, aseguró, porque era una persona excelente, que ponía el orden dentro del penal y no dejaba que ningún “hijueputa de estos te turqueara”.
“Yo conocí al Yogui, simón, cuando vine a La Modelo, él ya estaba. Recuerdo que me mandaron a limpiar y ahí lo conocí, buena persona, simón. Por él es que no me turquearon. Con él aprendí de química y me ayudó a cambiar mi forma de pensar, menos violento, más sereno”, afirma Jaser.
Medina Martínez fue “consejo” durante su estancia en la cárcel. Este es el término que utilizan en el sistema penitenciario para que algunos reos trabajen de la misma forma que un guardia de prisión: Vigilando que no haya desorden al momento de servir la comida, de salir al patio, de entrar o salir de la celda, incluso a la hora de las visitas conyugales.
“Él era el hombre de mayor confianza dentro del penal para el jefe (alcaide). Imaginate que le dieron la responsabilidad de ser el supervisor de los otros Consejos y eso solo lo puede hacer un guardia. Pero El Yogui lo hizo. Le daban la oportunidad de dar clases de Química y de recibir clases para prepararse cuando saliera de la cárcel”, relata Narváez. “No le gustaba que nadie anduviera robando, se pasaba hablando con la ladronada sobre el tema, tampoco dejaba que nos enviaran a régimen (castigo). Yo puedo afirmar que era buena persona”, agregó Narváez.
El expolicía se levantaba todas las mañanas a correr. A pesar de estar encerrado, siempre siguió haciendo ejercicios. Cuando era la hora de la comida, ayudaba para que ningún reo hiciera alboroto. Después se iba a dar clases de Química y una vez a la semana, recibía clases para graduarse como licenciado en Bioquímica.
“Manejaba información que ningún otro reo tenía. Sabía cuántas personas estaban en el penal, cuántas había en cada celda. La guardia sabía que era una pieza fundamental para ellos y por eso cuando cumplió su condena, no lo querían dejar ir. Como él se quejó mucho, en represalia lo mandaron de la Galería Uno, donde están pandilleros del Reparto Schick, donde estaba su gente, hacia la Galería Cuatro. Ahí casi lo matan”, cuenta Narváez.
El 25 de mayo del 2016 el juez Celso Urbina ordenó su libertad por cumplimiento de condena con abono legal, es decir, por trabajar dentro del penal como profesor. Diógenes Medina Martínez obtuvo su libertad en junio del mismo año.
El último golpe
Sus últimos meses de vida, ¨El Yogui¨ comenzó a planear su próximo golpe. El último de su vida. Tras varias semanas de planificación, el robo debía ser perfecto. Uno de los miembros de la banda que había formado, Los Yoguis, debía quedarse en el carro, vigilando que nadie llegara a interrumpir el “trabajo”. Los otros dos entrarían por la puerta. Los objetivos: retener a las víctimas dentro de la casa y robar el dinero de la caja fuerte. Un cuarto sujeto, realizaría labores de vigilancia, desde una motocicleta. No debía haber errores: Entrar, salir, huir y disfrutar el botín.
La víctima era un comerciante del Mercado Oriental a quien la banda había seguido de cercan y conocía muy bien su rutina: Yáder Iván Rodríguez. Uno de los miembros de la banda, Paul Emerson Jaen Leal, tenía una hermana que había convivido con el comerciante. Jaen Leal estuvo durante tres días rondando la casa de su excuñado. El jueves 26 de enero de 2017 realizarían el robo.
Ese día se estacionaron a pocos metros de la casa de Rodríguez. Cuatro hombres formaban el grupo y tenían funciones específicas. Diógenes era el líder. Ninguno de los cuatro consideró importante tener un plan B, por si los agentes del Distrito Cuatro o la Ajax Delgado (que se encuentran a pocas cuadras de la casa del comerciante), llegaban en auxilio.
Minutos antes de que los individuos decidieran entrar a la casa, una patrulla, en la que viajaban Julio Narváez y Howard Urbina, en compañía de Carolina Hernández, llegó hasta el carro blanco donde estaban los sospechosos. Habían recibido una llamada de los vecinos alertando sobre el vehículo estacionado en la calle.
Los cuatro sujetos, al ver a la patrulla, decidieron abandonar el lugar. Pero fueron interceptados por la Policía, luego de intentar escapar del sitio. La oficial Hernández ordenó a Diógenes y su cúpula bajar del auto, pero no accedieron. Insatisfechos con la desobediencia, los oficiales Howard Urbina y Julio Narváez, caminaron hasta el vehículo. Luego se produjo el enfrentamiento que terminó en tragedia.
En una de las celdas de La Modelo, Jaser continúa lamentando la muerte de su maestro. “El Yogui sabía lo que hacía. Cuando salís libre existen dos caminos: o regresas a la calle y haces el intento por ser otra persona, o te conseguís una pistola y disparás cuando sea necesario disparar. Mi carnalito estaba claro que si lo agarraban, iba a regresar a un infierno”.
La fuente policial que conoció a Diógenes Medina Martínez, lamentó que un oficial que tenía futuro dentro de las filas de la institución, fue “maleado” por los superiores. “En las calles andan muchos Diógenes”, advierte.