22 de junio 2017
El sitio en que se llevó a cabo la conspiración para planificar el operativo contra la protesta de los ancianos y jóvenes, la noche del 21 de junio de 2013, no ha sido precisado. Pero al menos dos fuentes distintas, ligadas al FSLN, confirmaron a Confidencial quiénes estuvieron presentes.
La reunión fue presidida por Fidel Moreno, secretario de la Alcaldía capitalina y principal operador político del FSLN en Managua. Participaron Bosco Castillo, secretario de la Juventud Sandinista y Ministro de la Juventud, la diputada, Jenny Martínez, y José Treminio, Viceministro de Educación
Treminio fue el único que se opuso a que las estructuras de la Juventud Sandinista fueran utilizadas como fuerzas de choque para agredir a los ancianos y jóvenes de Ocupa INSS. El vice ministro de Educación argumentó que “un ataque vandálico no le convenía a la imagen del gobierno”.
Pero Fidel Moreno zanjó la discusión con un gesto terminante, y dijo: “son órdenes que vienen de arriba y tenemos que cumplirlas”.
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Confidencial llamó tres veces a la diputada Martínez para preguntarle sobre la reunión. La primera vez no contestó, la segunda dijo: “voy manejando, no sé si me hace el favor y me llama en unos 15 minutos para que pueda contestarle”.
Minutos después, la legisladora afirmó que no podía “contestar porque estoy en una emergencia”. A la pregunta directa si ella participó en la reunión, Martínez se mostró errática: “no, yo no… no puedo ahorita contestar. Estoy en una emergencia en el hospital con mi suegro”.
A las cuatro de la madrugada del sábado 22 de junio de 2013, cinco camiones de la Alcaldía trasladaron a los agresores a ejecutar las órdenes, desalojando con lujo de violencia los ancianos y jóvenes que acampaban pacíficamente en las inmediaciones del INSS, en la protesta por la pensión reducida de vejez.
Cuatro años después, el asalto se encuentra en la impunidad.
Identifican a jefe del operativo
Nahúm Nicaragua, un veinteañero universitario, fue secuestrado por la Juventud Sandinista (JS) la madrugada del sábado. Se encontraba sentado en su motocicleta cuando las turbas cayeron por todos los flancos en el campamento #OcupaINSS, un operativo que las máximas autoridades del Partido planificaron y que dejó decenas de muchachos y abuelos heridos según los testigos.
“A mí me agarraron tres encapuchados. Me llevaron por el antiguo Cine Cabrera y en ese transcurso me robaron mi cartera y mi teléfono mientras me golpeaban en el suelo”, relata Nicaragua un mes después del desalojo de los jóvenes y ancianos que se apostaron en el costado sur del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), en el reparto San Pedro.
“Me advirtieron que no regresara, porque si me volvían a ver en un plantón contra el gobierno me iban a matar”, asegura Nicaragua. A pesar de la golpiza y la amenaza, este muchacho de oficio contador volvió de inmediato al campamento. Quería recuperar su moto que había comprado hace siete meses y que todavía está pagando.
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Nicaragua explica que, en la búsqueda de su moto, se encontró con una camiseta de la JS y se la puso. Con su nuevo disfraz, intentó burlar a sus captores. “Me introduje entre ellos, pero me reconocieron. Me volvieron a golpear y se dieron cuenta que la moto era mía”, afirma el muchacho.
“Me obligaron a encenderla pero no pude. Ya la habían dañado. La quisieron subir a un camión de la Alcaldía, pero por el peso no pudieron. A mí, sí me llevaron con ellos hasta el plantel de Batahola”.
Nicaragua relata que cuando se estaba montando en el camión, reconoció al jefe del operativo, que tenía el rostro descubierto. Era el Coordinador de la JS, Pedro Orozco, un veterano en operativos violentos contra protestas cívicas. Desde una camioneta Nissan Frontier color verde, con un Walkie Talkie, ordenaba la retirada a las huestes minutos después.
Horas más tarde, con rostro angelical Orozco reapareció en la escena del crimen cerca de la rotonda de plaza Inter, encabezando una brigada de la Juventud Sandinista que entonaba cantos “pidiendo la paz”, cuando las víctimas recibieron la visita del Arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, y su obispo Auxiliar, Silvio José Báez.
Días después del ataque, el abogado Jaime Chavarría identificó plenamente a Orozco como un agitador que trabaja para el partido de gobierno desde 2005. Lo llama a secas sicario. Y menciona que participó en el ataque a los miembros de la Coordinadora Civil en 2009.
Torres no sabe nada
A pesar de las pruebas de testigos y videos que prueban la participación de equipos y personal de la Alcaldía capitalina en la agresión, la alcaldesa de Managua, Daysi Torres, negó el 17 de julio que, desde los planteles de la Alcaldía de Managua, hayan salido los camiones para transportar a los miembros de la JS. “Lo que son camiones, lo que son trabajadores, esos están para trabajar en todas las obras y los proyectos que se ejecutan en la capital, que son para bienestar de la población”, dijo Torres.
El joven Nicaragua narra que, cuando era conducido al plantel Batahola en el camión, los jóvenes de la JS decían que “estaban desde la medianoche esperando hacer todo eso, comentaban que había valido la pena la espera de cuatro horas para realizar el operativo que resultó todo un éxito”, mientras se repartían el botín.
Lo que vieron los vecinos
La noche previa al ataque, los jóvenes disfrutaron un concierto en apoyo a los abuelos que pedían al gobierno una pensión reducida. Por el lugar, desfilaron artistas como Danilo Norori, Perrozompo y la Cuneta Son Machín apoyando la causa. Las sonrisas de los jóvenes se multiplicaban, mientras algunos cargaban candelas en medio de la oscuridad.
A la una de la mañana, "Josefa" —una vecina cuya identidad guardamos en reserva por temor a represalias— se acostó después de un largo día, en una semana difícil. Los vecinos del Reparto San Pedro dormían con un ojo abierto y otro cerrado.
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“Yo miré mi reloj a las 4:10 am. Oigo como que van un montón de caballos venía. Jesús me valga, dije. Me levanto en mi camisón, abro la puerta y miro que venía un poco de animales con piedras, estaban dos camiones de los blancos, de la Alcaldía, detrás estaba un bus”, cuenta Josefa.
La voz que alza en un momento, luego se quiebra en los momentos más duros de la narración. “Ellos venían quebrando todo lo que se encontraban en el camino. Ellos venían cargados de las cosas que estaban robando. Yo pude observar, había prestado una pala y una barra para los enfermos en el campamento, dije que iba a traer mi barra y había bolsas de meneíto, glú glú, gracias a Dios la gente ha cooperado, yo los comencé a tratar. La gente estaba apoyando a los viejos”.
Otra vecina del lugar “Joan” —también nos pide guardar en el anonimato su identidad— supo que algo malo iba a pasar cuando los policías, que se multiplicaron en los días previos al operativo, impidiendo el ingreso de alimentos a los abuelos, se redujeron sin despertar la sospecha de nadie.
“Yo estuve en la guerra, y sabía que algo iba a pasar, porque yo creo que ese operativo lo hicieron gente con preparación física, no creo que hayan sido únicamente vagos, ladrones. Yo sé lo que es la guerra, y sé lo que uno de estos con orden: Era llevarse a quien pudieran”, dijo.
Confidencial entrevistó a más de siete vecinos de la zona de la sede del INSS. Todos acceden a hablar pero bajo condición de anonimato.
“Ahí nomás que los encapuchados terminaron de golpear y robar, cientos de trabajadores de la Alcaldía vinieron a limpiar la calle, porque desbarataron todos los alimentos que le estaban trayendo a los viejitos”, asevera Josefa que insiste que ahí se ve la planificación del ataque.
Al salir a buscar su barra, la que prestó para el campamento, Josefa recuerda que se encontró con dos encapuchados que le dieron un testimonio revelador: algunos de ellos eran menores de edad.
Usaron a menores de edad en operativo
“Ellos nos llevaron a una fiesta, me dijo. Nos engañaron. Era un muchacho que me dijo: no voy a ir a volar piedra. Porque ahí está un familiar de mi abuelito. Eran jovencitos alrededor de 14 años. Tres personas se me acercaron, yo les dije que por qué no se iban y ellos me dijeron que lo mejor era esperar que amaneciera un poco. Nosotros somos del Jonathan González”, sostuvo que le dijeron los atacantes.
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Una anciana se arrodilló para pedir piedad a los atacantes cuando golpeaban a los jóvenes. Desde la cama, otra señora del reparto San Pedro se acuerda que los nervios la hicieron despertarse al escuchar balazos. Vomitó. El azúcar se le subió. No quiso salir, ya había tenido suficiente.
Los días previos ni sabía cómo mandar a sus hijos al trabajo, existía un riesgo enorme de violencia y la Policía Nacional controló el ingreso al barrio, exigiendo hasta las cédulas para permitir la entrada incluso de los moradores.
(Este reportaje se publicó originalmente en Confidencial el 21 de julio de 2013).