Dieciséis exploradores, en su mayoría guardabosques ramas y mestizos, se encontraban en el corazón de la Reserva Indio Maíz este jueves 24 de noviembre, cuando el huracán Otto entró a territorio nicaragüense, azotando las costas del Caribe Sur.
Camilo de Castro Belli, periodista y ambientalista, acompañaba esta expedición y contó al programa Esta Semana -que se transmitirá este domingo a las 08:00 p.m. por el Canal 12- que ellos partieron hacia Indio Maíz el domingo 20 de noviembre, un día antes que “Otto” se formara.
Según De Castro el clima estaba cálido y no había indicio de lo que estaba por venir. Se ubicaron a seis kilómetros del lado suroeste de Cerro del Diablo, en la zona núcleo de la reserva. Aunque a través de radio satelital se les avisó del peligro que corrían, era muy tarde para retroceder en un bosque que no había sido afectado por un ciclón en más de 100 años
El motivo de la exploración era entrar a la reserva para levantar un informe sobre la situación de la misma, y notificar a familias mestizas que están viviendo allí ilegalmente, para que se presentaran a San Juan de Nicaragua y mediaran su situación.
Y es que para proteger la reserva, ramas y mestizos están estableciendo alianzas para realizar un patrullaje conjunto y se logre detener a los traficantes de tierra y ganaderos que están entrando a esas tierras.
No había indicios de huracán
Según el periodista, hasta la tarde del miércoles 23, no había caído ni una gota de agua en la zona, lo que les facilitaba recorrer los senderos de la reserva natural.
Todo cambió por la noche, cuando el viento y la nubosidad comenzaron a aumentar repentinamente, ese día habían caminado en las áreas más boscosas de la reserva, donde acamparon. Al notar el cambio en el ambiente, el jueves a primera hora se trasladaron a una de las zonas despaladas de la reserva, donde había una casa improvisada de mestizos, a la que también tenían que notificar.
De Castro recuerda que el huracán se vino con “todas las fuerzas” provocando que árboles gigantescos cayeran, y además que una parte de la casa que les sirvió de refugio, se la llevara el viento. Desesperadamente, se escondieron detrás de un tronco caído, cubiertos de un plástico que habían llevado para la expedición, siempre atentos de algún objeto que podía caerles encima.
El Ojo de Otto
Después de vientos y lluvias a más de 175 kilómetros por hora, hubo un momento de calma. Una luz dorada los comenzó a envolver y se veían centenares de gaviotas volando ante sus ojos. Eso indicaba que el ojo del huracán estaba sobre ellos. En este período de alrededor 40 minutos, vieron las pérdidas ecológicas que el ciclón estaba causando a su paso.
El viento comenzó a soplar de manera contraria, las gaviotas se fueron con la tranquilidad. Era el inicio de otra tanda de destrucción del huracán. Aunque no tenía la misma fuerza que antes, los árboles que habían quedado en píe estaban débiles, y seguían cayendo, además se formó una inundación que los encerró en el sitio donde estaban.
De un pequeño caño de agua, se hizo un gran río que los rodeó y les imposibilitó el paso. Este río improvisado, traía consigo ramas de todo tamaño que ponían en riesgo a los exploradores. Cuando llegó la noche poco a poco bajó su nivel, hasta volver a la normalidad.
Momento de la partida
La mañana del viernes el grupo decidió avanzar hacia la comunidad de Samaria, en donde ramas y mestizos podrían comunicarse con sus seres queridos, de quienes no sabían nada.
Unos, entre ellos De Castro, decidieron contratar un helicóptero que los evacuara de la reserva, para llevarlos hasta Managua, donde llegaron la tarde del viernes.
Otros 13, siguieron su camino hasta la comunidad Maravilla y con destino final “El Castillo”. El sábado por la tarde informaron que seguían caminando hacia allá, donde los esperaba una lancha que los trasladaría a San Juan de Nicaragua.
“Se debe generar preocupación por la reserva”
Indio Maíz funcionó como una especie de “muro de contención” para debilitar las fuerzas de Otto, por esta razón fue uno de los lugares más damnificados a nivel ecológico. Los reportes nacionales revelan que por el huracán en San Juan de Nicaragua, 564 casas quedaron inhabitables, mientras que en San Carlos hay cientos de casas inundadas y sin techo.
El periodista y ambientalista expresó que aunque los huracanes son un proceso natural, la reserva tardará más en recuperarse debido al despale y la ganadería de los habitantes de la zona.
De Castro recordó que después del diluvio, el bosque se veía como “si un machete había pasado por toda la zona”. Aunque trataron de avanzar del lugar donde estaban, tantos árboles caídos que les bloqueaban el paso.