29 de septiembre 2024
Manjares, rosquillas, cosas de horno y queques nicaragüenses salen todos los días de los hornos de la única pastelería y dulcería nicaragüense en Zaragoza, España. La pastelería “La Felicidad” es un negocio familiar fundado hace nueve años por la chinandegana Olga María Reyes Silva, quien tiene tres sucursales en esa ciudad del noreste español.
“Mi mayor clientela son los nicas, aunque también vienen colombianos, dominicanos y españoles, de Madrid, Barcelona, Sevilla, de todos lados. Me dicen que suerte tienen los nicaragüenses de tener una pastelería como esta”, sostiene Olga Reyes.
La nicaragüense llegó a España en 2005. Comenzó a trabajar limpiando casas y cuidando ancianos. En cada lugar donde trabajaba “caía en gracia” y sus jefes le permitían hornear pasteles y reposterías, que sus amistades le encargaban.
“Mi primer trabajo fue cuidar a una señora que se llamaba Felicidad. Yo le decía abuela, ella prácticamente me adoptó, fue muy buena conmigo. Ella me daba permiso de hacer mis pasteles en su casa”, recuerda la pastelera.
“En el tiempo en que estaba conmigo —continúa—, me quiso muchísimo y yo a ella. Le prometí que si algún día tenía una pastelería le iba a poner su nombre, y ahora cumplí la promesa”.
Olga Reyes tuvo hasta cuatro trabajos en España, para enviar dinero a Nicaragua. Por ello había dejado a un lado su pasión por hornear, pero de vez en cuando encontraba la forma de seguir haciendo sus pasteles. A sus jefes les regalaba pasteles por sus cumpleaños.
Pareja de españoles la animó a abrir negocio
La nicaragüense trabajó durante diez años para una pareja de la tercera edad, los cuidaba y se hacía cargo de la casa, además les horneaba reposterías y postres nicaragüenses.
Según Olga Reyes, la pareja de españoles le insistió que ella tenía un “don” y que “lo estaba desperdiciando”.
“Cada vez que les regalaba un pastel, se asombraban y me decían: ‘No Olga, tú no puedes estar haciendo limpieza, esto no es lo tuyo, tú tienes que montar tu propio negocio’. Yo les decía: ‘no puedo, no tengo ahorros’”, relata.
Sin embargo, en la chinandegana quedó la chispa y se interesó en montar su propio negocio, pero no tenía el dinero. “En 2015, mi jefe me dijo: ‘busquese el local, dígame cuánto va a necesitar y se lo presto sin intereses’. No me dijo dos veces y lo hice”, recuerda.
Su antiguo jefe le prestó unos 16 000 euros, con los que pagó el alquiler del local, compró un horno, una vitrina, una refrigeradora y una mesa.
“El comienzo fue duro. Tenía cuatro trabajos y llegaba a la pastelería a las 9 de la noche. Hacía las masas, elaboraba picos y avanzaba en lo que podía. Terminaba a las tres de la mañana, y a las seis de la mañana comenzaba en mi otro trabajo”, narra.
“El primer día solo vendimos 30 euros, abrimos temprano y nos fuimos de noche. Luego fueron creciendo las ventas, y ahora hago unos 400 euros diarios y los fines de semana un poco más”, detalla la connacional.
“La Felicidad”, un negocio familiar
Inicialmente en el negocio solo trabajaban Olga, su esposo y uno de sus hijos, a quienes ella les enseñó el oficio de la panadería y pastelería.
Su esfuerzo y años de trabajo tenían una misión: tener una fuente de trabajo para ella y sus hijos. “Me siento muy bien, porque aquí uno sufre, te encontrás a veces con gente que trata mal a los trabajadores y yo no quería eso para mis hijos, estoy felíz porque ellos están conmigo”, subraya.
“La vida de un emprendedor es dura porque tenés que trabajar a veces las 24 horas del día para poder llenar todos los gastos que se te vienen encima. Tenés que trabajar muchísimo, pero lo bueno es que me gusta mi trabajo”, afirma la pastelera.
“No venía con la idea de abrir un negocio”
Olga Reyes ha dedicado toda su vida a la elaboración de pasteles y reposterías. En Nicaragua, surtía varias tiendas en el mercado de Chinandega. Su taller siempre ha sido el mismo, la cocina de su casa.
La mayoría de las recetas de los dulces y reposterías nicaragüenses son de un recetario familiar; sin embargo, la chinandegana viajó a México para llevar un curso intensivo de pastelería de tres meses.
“El curso costaba 150 dólares y yo no tenía para pagarlo; entonces, mi suegra que tenía una venta me los pagó. Yo le dije que no estaría todo el curso, solo un mes. Con eso me basta y me sobra”, recuerda Olga Reyes.
Hoy en día la pastelería “La Felicidad” tiene tres sucursales en Zaragoza, y los planes de la nicaragüense es abrir más. Además, tiene un sitio web en el que se pueden hacer pedidos desde cualquier parte de España.
Al entrar al local, hay un largo pasillo de productos nicaragüenses, desde chiverias, postres, hasta pinolillo.
“En bollería ofrecemos semillas de arroz, semilla de cazueleja, manjar, picos, picos especiales, pico tostado, empanadas de arroz, de queso, de piña, pan de hotdog, pan enquesado, pan con piñitas, polvorones”, enumera.
Además de llevar los dulces tradicionales a los nicaragüenses en Zaragoza, “La Felicidad” también es un espacio donde mantienen viva las tradiciones nacionales, ya que cada año celebran la Purísima en el local.