11 de febrero 2024
En el intrincado lienzo de la vida de José Ricardo González cada trazo cuenta su historia de dedicación y superación. Al artista de 24 años, originario de Carazo, le llaman “el muchacho de las manos prodigiosas”, por su talento expresado en unas 200 pinturas, y actualmente cursa un programa en Arte Sacro y Policromía, becado en España.
El dolor lo empujó a encontrarse con el arte sacro. Cuando tenía seis años, su padre falleció por un derrame cerebral. Cinco años después, su madre murió en un accidente de tránsito. “Algunos consideraron la muerte de mis padres como una desgracia; yo lo percibo como una gracia, pues este acontecimiento fortaleció nuestra fe, y me condujo hacia la evangelización a través del arte”, asegura.
José Ricardo González es el tercero de cuatro hijos. Después de la muerte de su padre, él y su hermana menor acompañaban a su madre, Alba María Ruiz, a la parroquia de Santiago Apóstol, de Jinotepe. Allí comenzó su fascinación por las imágenes religiosas y su devoción. “Recuerdo sentirme atraído por los rostros de la Virgen María Auxiliadora, la Inmaculada Concepción de María y el Corazón de María”, relata.
El inicio: el arte como consuelo
Tras la muerte de su madre, encontró consuelo en esos rostros de la Virgen y comenzó a plasmarlos en sus pinturas. Primero utilizó grafito, luego acuarela y, con el tiempo, óleo.
Sus obras llamaron la atención de su familia y pronto los amigos comenzaron a encargarle cuadros. Sus primeros trabajos fueron réplicas de obras de maestros como La noche Estrellada, de Vincent van Gogh; La tempestad, de Giorgione, de estilo abstracto; y varias reproducciones sobre madera de San Judas Tadeo.
A los 16 años, definió su propósito de vida: predicar a través del arte. Para ello, se propuso aprender de grandes pintores, como los españoles Bartolomé Esteban Murillo y Diego Velázquez.
“A los 15 años, mi hermana Cándida Maciel me inscribió en clases de pintura, pero no cumplieron mis expectativas. Por eso comencé a investigar sobre estos artistas, y a practicar y mejorar”, detalla.
En Nicaragua no encontró talleres para estudiar técnicas en arte sacro, y en 2018 fundó el taller de pintura y arte “Ars et Venustas”, que en latín significa “arte y belleza”. El espacio le permitió compartir sus conocimientos con otros jóvenes artistas y desarrollar réplicas de obras famosas, incluyendo las Inmaculadas de Bartolomé Esteban Murillo; Jesús en la barca, de Juan Fush, paisajes de van Gogh; figuras de Sandro Botticelli y una reproducción de una parte de la bóveda de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel en formatos pequeños.
Desde entonces, su sueño fue viajar a España para estudiar en la tierra natal de su mayor referente: Bartolomé Esteban Murillo, y perfeccionarse en las mejores escuelas de arte sacro y la policromía, que sirve para realzar detalles y expresiones a través del color en pinturas, esculturas y arquitectura.
Los encargos de iglesias y dos cuadros para el obispo Rolando Álvarez
En 2019, comenzó a pintar para sacerdotes e iglesias en Nicaragua. El primer encargo fue del padre Eliseo Hernández, anterior párroco de la iglesia Santiago Apóstol, en Jinotepe. Para él, replicó a la Inmaculada Concepción de María de la época virreinal en óleo sobre lienzo.
“Fue desafiante. Tuve temor al principio porque era mi primer contacto con el óleo, utilizando la técnica sobre lienzo. Descubrí mi potencial, y otros sacerdotes comenzaron a interesarse en mis pinturas”, recuerda.
Dos de sus cuadros fueron encargos de clientes para obsequiarlos a monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, ahora excarcelado político y desterrado por el régimen orteguista. “Pude conocer a un hombre de mucha oración, paciencia, contemplación y sacrificio. Se ha convertido en un ejemplo, no solo para mí como artista, sino también para los cristianos dentro y fuera de Nicaragua”, dice el joven sobre el obispo.
El primer cuadro que pintó para monseñor Álvarez fue la Virgen María, con el niño Jesús en su vientre, simbolizando el Adviento. “Esta elección temática se relaciona con la personalidad de monseñor Rolando Álvarez, caracterizado por su paciencia, espera y profunda conexión con la oración”, describe.
El segundo cuadro fue una representación de la Virgen como María Estrella del Mar. Recuerda que lo pintó en octubre de 2023, mientras llovía y sin electricidad, iluminando su espacio de trabajo con una vela. “La representación de la Virgen caminando sobre el mar en medio de la tormenta refleja la realidad que vivieron los nicaragüenses en ese año”, explica.
Sus más de 200 pinturas forman parte de colecciones privadas de sacerdotes, entre ellos el cardenal Leopoldo José Brenes, y diversos clientes amantes del arte. Algunas se encuentran en la parroquia Santísima Trinidad en Pueblo Nuevo, Estelí; en el Santuario de la Virgen de Lourdes, en Managua; en la casa parroquial de la Catedral de San Pedro, de Matagalpa; y en las cuatro pechinas de la cúpula principal de la parroquia Santiago Apóstol de Jinotepe, Carazo.
José Ricardo González asegura que la oración es su sustento y el motor detrás de sus obras. “Mientras pinto, rezo el Rosario y me acerco a Dios”, expresa, y desea que sus creaciones conecten a otras personas con la fe.
Becado en artes plásticas en Sevilla, España
Desde que se planteó estudiar en España, comenzó a rezar para que su sueño se cumpliera. Investigó sobre universidades y becas y, finalmente, decidió postular a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Sevilla. Paralelamente, con ayuda de su familia y amistades, logró viajar a Lisboa, Portugal, para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, en agosto de 2023.
“Finalizando la Jornada me aprobaron la beca que tanto anhelaba, y fue Dios quien me permitió quedarme para alcanzar mi sueño”, asegura.
Ahora se prepara para iniciar las clases y ansía aprender todo lo necesario para replicar sus conocimientos en Nicaragua.
El artista también ganó otra beca de la Fundación San Martín de Porres, en Madrid, que le permitió instalar un taller y contar con materiales, alojamiento y alimentación.
González recibe pedidos para enviar a Nicaragua y España. Uno de ellos es una obra sobre la Anunciación, para la Hermandad de la Virgen de la Salud de Estepona, en Málaga. Además, trabaja en la policromía de icónicas imágenes religiosas, como el Cristo de la Sentencia de la Macarena y el Cristo del Amor.
Se sueño: abrir el taller más grande de arte sacro en Nicaragua
A González también le motiva convertirse en un orgullo nacional y en un ejemplo para la juventud nicaragüense, y le inspiran figuras influyentes y populares, como la Miss Universo Sheynnis Palacios, y deportistas y artistas que destacan internacionalmente.
El artista planea retornar a Nicaragua después de completar su formación académica en España. Su meta es llenar iglesias nacionales con sus pinturas y establecer el taller de arte sacro más grande del país, para inspirar a jóvenes artistas autodidactas como él, y contribuir al desarrollo cultural y económico de Nicaragua.González reitera que pintar representa su vocación para la evangelización. Aunque es conocido en Nicaragua como ‘el muchacho de las manos prodigiosas’ y un medio de comunicación español le llamó ‘el hijo de Murillo’, en referencia a su pintor admirado, afirma que su aspiración va más allá: desea que quienes aprecian sus obras encuentren en esos rostros el mismo llamado de fe que él experimentó de niño, en uno de los momentos más duros de su vida.