4 de octubre 2015
AA
Ridley Scott vuelve al espacio con una aventura de tono radicalmente opuesto al horror de su clásico “Alien” (1979) y su secuela menor, “Prometheus” (2012). “Misión Rescate” es un drama de sobrevivencia y procedimiento, concentrado en un astronauta varado en Marte. La película arranca sobre la marcha: un grupo de astronautas extrae muestras del suelo marciano, pero se ven obligados a abortar la misión cuando una violenta tormenta amenaza su campamento. En el regreso a la nave, una pieza de equipo, despedida a toda velocidad por vientos violentos, golpea y mata a Mark Witney (Matt Damon). Al menos, eso dicen sus indicadores biométricos. Horas después, contra todo pronóstico, Witney despierta. Está vivo, y varado en Marte. Solo.
La atmósfera de Marte realmente no permite tormentas de esa fuerza, pero esa es una de las pocas libertades que se toma la novela de Andrew Weir que inspira esta película. Witney debe recurrir a sus conocimientos para mantenerse con vida el tiempo suficiente para establecer contacto con la Tierra y esperar un posible rescate. Sus únicos recursos son los restos de exploraciones anteriores. La ciencia se vuelve verbo: “I’m going to science the shit out of this”, dice frente a la cámara con la que graba testimonios que nadie nunca verá. En la Tierra, burócratas y científicos de la NASA debaten cómo proceder al recibir pruebas de vida. El grupo incluye a actores como Jeff Daniels, Chiwetel Ejiofor, Sean Bean, Kristen Wigg y Donald Glover. En el espacio, sus compañeros emprenden el largo regreso a casa creyéndolo muerto. La tripulación es liderada por Jessica Chastain (de regreso en el espacio después de “Interstellar” (Christopher Nolan, 2014), con un ecléctico grupo multinacional de subordinados que incluye a Kate Mara, Michael Peña, Aksell Henie y Sebastian Stan.
La participación de la NASA tiene sentido, pues la película funciona como una historia motivacional sobre el valor de la ciencia. Es una narrativa inspiradora con bendición institucional, más ciencia que ficción. Al igual que la reciente “Tomorrowland” (Brad Bird, 2015), pretende revivir el optimismo de la era espacial. El optimismo llega al extremo de imaginar que las grandes potencias ponen a un lado sus diferencias para sumar esfuerzos y rescatar a Witney. O más bien, los científicos, dentro de su esfera de influencia, hacen lo que los gobiernos deberían de hacer.
La buena voluntad define el espíritu de la película, y curiosamente, neutraliza la tensión que uno esperaría en un thriller. Existe en momentos puntuales ¿Qué haría si perdiera su alimento? ¿Se acoplarán las naves a tiempo? En general, son amortiguados por la convicción de que el ser humano prevalecerá. Los actores deben recurrir a su carisma personal para darle algo de individualidad a sus personajes. No hay grandes arcos dramáticos para ellos. Todo está al servicio de traer a Damon de regreso a casa y el procedimiento para hacerlo. Sus escenas en solitario constituyen el grueso de la película, y funcionan gracias al magnetismo de la estrella. Hacer que el personaje le hable directamente a la cámara es una decisión narrativa que permite implicar al espectador y plantarlo al lado del astronauta en su exilio accidental. Nos convierte en el Viernes de este Robinson Crusoe.
La película está sólidamente producida, pero palidece en comparación a la reciente “Gravedad” (Alfonso Cuarón, 2012), que usaba su virtuosismo tecnológico como andamiaje para una conmovedora meditación sobre la mortalidad. “Misión Rescate” no trasciende a sus circunstancias, pero gana puntos como herramienta de motivación, si inspira a una nueva generación a abrazar la ciencia. Considerando que aún hay gente que niega el cambio climático, esto es más necesario de lo que creemos. Y véala en la pantalla grande. En términos visuales, es todo un espectáculo.
