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Hoy, padre mío, todo es distinto

"Entendí, padre mío, que todo sería distinto porque: Reinaríamos, mis asociados y yo"

Confidencial | Carlos Herrera

Colaboración Confidencial

James Campbell Jérez

29 de mayo 2018

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Gracias, padre mío, por enseñarme el camino, porque me dijiste, que, “Mañana, hijo mío, todo será distinto”. Ahora sé que tu mensaje era que:

Mañana (o sea hoy, desde que decidí asociarme con el violador, por duplicado: de su hijastra y la Constitución), todo sería distinto porque tu mensaje me queda claro.


Entendí, padre mío, que todo sería distinto porque:

Reinaríamos, mis asociados y yo, sobre la tierra de los campesinos y pueblos originarios, pequeñas, pero suyas, que ahora a través de la Ley 840 que ayudé a promulgar con mis socios, florecerá en los negocios que haremos.

Serán prostitutas en el extranjero por consejo de mis compinches, las hijas de los obreros y de los campesinos en Nicaragua. Con ello, pan y vestido, tendrán, aunque no se acaben las lagrimas del hogar proletario que las sabrá en el extranjero. Mientras, en el país, con las que se quedan, las atenderemos con la lógica que le impusimos a la Ley 779. Esclavitud sexual o muerte.

También entendí, padre mío, que me decías que:

Podría cambiar la Constitución Política para beneficio mío y de los que me acompañan como socios en mi (tu) partido: FSLN.

Podría robar sin que me procesen judicialmente.

Podría burlarme de las personas a las que les robo.

Podría, siendo profesor, mentir y engañar.

Pero, entendí hoy, padre mío, me decías, que:

Gracias, padre mío, por enseñarme el camino, porque me dijiste, que, “Mañana, hijo mío, todo será distinto”. Ahora sé que tu mensaje era que:

Mañana (o sea hoy, desde que decidí asociarme con el violador, por duplicado: de su hijastra y la Constitución), todo sería distinto porque tu mensaje me queda claro.

Entendí, padre mío, que todo sería distinto porque:

Reinaríamos, mis asociados y yo, sobre la tierra de los campesinos y pueblos originarios, pequeñas, pero suyas, que ahora a través de la Ley 840 que ayudé a promulgar con mis socios, florecerá en los negocios que haremos.

Serán prostitutas en el extranjero por consejo de mis compinches, las hijas de los obreros y de los campesinos en Nicaragua. Con ello, pan y vestido, tendrán, aunque no se acaben las lagrimas del hogar proletario que las sabrá en el extranjero. Mientras, en el país, con las que se quedan, las atenderemos con la lógica que le impusimos a la Ley 779. Esclavitud sexual o muerte.

También entendí, padre mío, que me decías que:

Podría cambiar la Constitución Política para beneficio mío y de los que me acompañan como socios en mi (tu) partido: FSLN.

Podría robar sin que me procesen judicialmente.

Podría burlarme de las personas a las que les robo.

Podría, siendo profesor, mentir y engañar.

Pero, entendí hoy, padre mío, me decías, que:

Podría enarbolar un látigo eficaz por once años para oprimir a este pueblo que, un día creyó en tus ideales.

Podría llevar a la cárcel, torturar, desaparecer o enjuiciar a nuestro gusto (a mis socios y a mí), a quienes nos adversan demandando justicia, libertar y un Estado Social de Derecho. ¡¿Dónde se ha visto?!

Pero, igualmente, entendí hoy, padre mío, que:

Podría matar a estudiantes y a otros miembros del pueblo como te mataron a vos.

Pero también y, sobre todo, entendí, padre mío, que todo sería distinto, porque me decías que:

Todo lo anterior me ayudaría a regresar, a través de mis manos, acciones y omisiones, la angustia del pueblo y, sobre todo, de las madres nicaragüenses por la puerta de entrada que abriría con mis principales socios (Daniel y Rosario).

Hoy, padre mío, a pesar tuyo y de tus ideales, todo es distinto.

Podría llevar a la cárcel, torturar, desaparecer o enjuiciar a nuestro gusto (a mis socios y a mí), a quienes nos adversan demandando justicia, libertar y un Estado Social de Derecho. ¡¿Dónde se ha visto?!

Pero, igualmente, entendí hoy, padre mío, que:

Podría matar a estudiantes y a otros miembros del pueblo como te mataron a vos.

Pero también y, sobre todo, entendí, padre mío, que todo sería distinto, porque me decías que:

Todo lo anterior me ayudaría a regresar, a través de mis manos, acciones y omisiones, la angustia del pueblo y, sobre todo, de las madres nicaragüenses por la puerta de entrada que abriría con mis principales socios (Daniel y Rosario).

Hoy, padre mío, a pesar tuyo y de tus ideales, todo es distinto.

*El autor es bibliotecólogo


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