13 de octubre 2019
Camila sostiene con su mano izquierda los papeles sobre el atril transparente. Procura que el ventarrón proveniente del Lago Xolotlán no desordene el programa impreso del acto del 40 aniversario de la Revolución Sandinista que la maestra de ceremonias —su madre, la vicepresidenta Rosario Murillo— lee con vehemencia ante la multitud en Plaza La Fe, en Managua. “¡No pudieron, ni podrán! ¡No pudieron, ni podrán!”, dice la presentadora tras mencionar a los héroes y mártires del Frente Sandinista. Inmediatamente, luego de enumerar a las delegaciones internacionales que los acompañan este 19 de julio de 2019, Murillo saluda a los comandantes guerrilleros que están en la tarima.
Los llama por nombre y apellido. “Comandante guerrillero Lumberto Campbell, Leopoldo Rivas, José Valdivia, Manuel Rivas, Juan José Úbeda”, inicia Murillo. La maestra de ceremonia hace énfasis cuando los menciona: se abalanza levemente sobre el atril, impulsándose con la punta de sus pies, infundiendo más solemnidad. “Elías Noguera, David Blanco, Ramón Cabrales, Omar Cabezas, Christian Pichardo, Javier Pichardo, Leticia Herrera, René Vivas, Lenín Cerna y Manuel Calderón”.
El saludo para estos hombres y mujeres que dirigieron las columnas guerrilleras contra el somocismo parecería normal en el acto supremo del sandinismo. Sin embargo, mencionarlos uno a uno es una necesidad política para la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, para demostrar el respaldo del partido y “de los históricos”, en un momento de crisis nacional en que sus propias bases se han resquebrajadas por la represión policial y paramilitar ordenada desde El Carmen, residencia, secretaría partidaria y despacho de la pareja dictatorial. Pero también significa marcar, dejar claro quiénes están con la pareja presidencial incondicionalmente, cuando los informes internacionales de derechos humanos acusan al régimen de cometer crímenes de lesa humanidad.
De los 15 comandantes guerrilleros aludidos por la maestra de ceremonia durante el 40 aniversario de la Revolución Sandinista (Murillo sí mencionó a Edén Pastora, pero lo ubica en nomenclatura distinta: “leyenda viva del pueblo sandinista”), diez siempre han estado a la par de los Ortega-Murillo, y han sido asiduos en los actos de la plaza, tanto como en la actividad partidaria y gubernamental.
Pero hay otros rostros en este 2019 que no asistían a los aniversarios revolucionarios con regularidad o del todo, ya fuese por diferencias con la presentadora oficial o por otras razones, las cuales no necesariamente denotan confrontación o distanciamiento político. Tales son los casos de los comandantes René Vivas, Lenin Cerna, Javier Pichardo, o incluso en un grado superior el comandante Víctor Tirado.
Sin embargo, cuando la maestra de ceremonia o el mismo comandante Ortega los nombra, es indicativo que están con ellos. Muchos de los otros, que no son nombrados porque se oponen a la pareja presidencial, han sido borrados de la historia oficial —igual que hacía el dictador soviético Joseph Stalin—, como por ejemplo con las comandantes Dora María Téllez y Mónica Baltodano.
En el acto del 39 aniversario de la Revolución Sandinista, en 2018, durante la “Operación Limpieza”, Rosario Murillo en su papel de maestra de ceremonia no mencionó los nombres de los comandantes. Llanamente saludó “a los comandantes guerrilleros”. Sin más. Sin ahínco. Sin fausto. Era tiempo de definiciones a lo interno del régimen. Un año después, las cosas cambiaron: cuando la maestra de ceremonia termina con los nombres de los comandantes guerrilleros, y resalta al nuevo “mártir” Bismarck Martínez en el acto del 40 aniversario, remacha con su consigna, su hilo conductor: “¡No pudieron, ni podrán! ¡No pudieron, ni podrán!”.
Eran 37 comandantes guerrilleros
Unas semanas después del triunfo de la Revolución Sandinista, el 19 de julio de 1979, la Dirección Nacional del Frente Sandinista nombró a 37 comandantes guerrilleros, por sus méritos en la lucha contra la dictadura de Somoza.
De todos ellos, solo sobreviven 26. De los 11 fallecidos, el comandante Raúl Venerio es el muerto más reciente. En palabras de Rosario Murillo, “pasó a otro plano de vida” a principios de junio de 2019, casi un mes y medio antes del acto del 40 aniversario de la Revolución Sandinista. Venerio se mantuvo fiel a Ortega y Murillo, y sus últimos movimientos durante la crisis sociopolítica estuvieron enfocados en reclutar paramilitares junto a Edén Pastora. Ambos viejos comandantes viajaban por los departamentos del país invitando a exguerrilleros y retirados a formar “los batallones de la paz”.
Los 17 comandantes alineados
De los 26 comandantes guerrilleros que forman parte del “sandinismo histórico”, 17 comandantes guerrilleros están claramente alineados con la dictadura. Casi en su mayoría, estos exguerrilleros leales a la pareja presidencial, gozan de cargos públicos y participan en la estructura partidaria del Frente Sandinista.
Entre los que ocupan o han ocupado las posiciones más preponderantes sobresalen el general Omar Halleslevens como vicepresidente, diputado y ahora el indefinido cargo de “ministro-delegado para Asuntos Específicos”, creado en 2012, cuando Murillo le relevó en el cargo para cogobernar con Ortega. Lumberto Campbell, como titular del Consejo Supremo Electoral (CSE). Juan José Úbeda como vicepresidente administrativo del Instituto Nicaragüense de Seguros y Reaseguros (Iniser). Christian Pichardo Ramírez como vicecontralor de la república. Omar Cabezas estuvo al frente de la Procuraduría General de los Derechos Humanos hasta 2016.
Otros, como Leticia Herrera, han sido removidos de sus cargos. Herrera, quien procreó un hijo con Daniel Ortega, fue retirada de su cargo en el Poder Judicial, en el área de Resolución Alterna de Conflictos, y reubicada en un “puesto de consolación” en la Alcaldía de Managua. Su defenestración, en 2014, ocurrió después de que se publicó un libro, escrito por dos autores españoles, con su testimonio no oficial sobre la historia de la guerrilla sandinista. “A ella la ha maltratado mucho Rosario Murillo”, dice un comandante guerrillero que prefiere no ser citado con nombre y apellido.
El comandante Ramón Cabrales también fue despedido en 2017 de su cargo de director administrativo de la Asamblea Nacional por el sindicalista y presidente del parlamento, Gustavo Porras. Durante la rebelión cívica, que estalló en abril de 2018, Cabrales servía como “animador de paramilitares”. Mientras que Manuel Calderón Chévez, defenestrado de su cargo como alcalde de León, en 2012, ha sido denunciado por la ciudadanía de “ser jefe paramilitar” en la ciudad.
Hay otros comandantes guerrilleros que poseen un perfil más bajo, como el matemático Javier Pichardo Ramírez, quien funge como vicerrector de Investigación de la UNAN-Managua. Las fuentes sandinistas lo describen como un catedrático un tanto “dual” ante los Ortega-Murillo, “pero que al final recuesta la cabeza con ellos”.
“Algunos de estos personajes están por conveniencia con Ortega”, dice el mismo comandante guerrillero que prefiere el anonimato. “Otros —agrega— están porque no tienen nada más qué hacer, como Elías Noguera”, originario de Boaco, excoronel del Ejército y desde entonces organizador de la Federación de Oficiales en Retiro. O el fallecido Raúl Venerio que, afirma, “andaba engañando retirados, los mismos a los que hace unos años llamó mercenarios”. O Leopoldo Rivas, miembro del Estado Mayor, Frente Occidental “Rigoberto López Pérez”, de quien recuerda “andaba organizando batallones, pero ya lo detuvieron”.
“La mayoría —sostiene— dependen de los favores de Ortega para sobrevivir.”, comentó.
Lenin Cerna y René Vivas
Sin embargo, las menciones más llamativas en el 40 aniversario de la Revolución Sandinista fueron la de los comandantes Lenin Cerna, (ausente en la tarima), y René Vivas, quien sí estuvo presente.
Conocidas las diferencias de Murillo con Cerna debido al peso de él como secretario de Organización del partido y su cercanía con Ortega, el exjefe de la Dirección General de Seguridad del Estado fue expulsado de la secretaría de El Carmen en 2013. Cayó en desgracia por su vinculación con el llamado escándalo del “Waltergate”, protagonizado por Walter Porras, exdirector de la Dirección General de Ingresos (DGI), y la mayoría de los cuadros afines a Cerna, también fueron separados de la secretaría, cuando esta quedó bajo la tutela absoluta de Néstor Moncada Lau.
Desde entonces, Murillo mantuvo a Cerna alejado del círculo de hierro de Ortega. Sin embargo, fuentes del Frente Sandinista aseguran que, después de la crisis de abril, Cerna fue nuevamente convocado por Ortega a El Carmen como asesor en temas de inteligencia, sin precisar cuál es el rol específico que juega.
Por su parte, el comandante René Vivas fue el fundador y primer jefe de la Policía, en 1979, y luego fue viceministro del Interior, cargo desde el que siempre atendió a la Policía. En 1990, durante la transición democrática al perder el FSLN el Gobierno, retornó a la institución como director hasta 1992, cuando fue enviado a retiro.
Las fuentes sandinistas describen a Vivas “como un buen jefe policial, que mantuvo una posición bastante crítica” con lo que sucedía en el Frente Sandinista, pero “no las hacía públicas”. Hasta este año, Vivas se había mantenido alejado de la vida política y eran conocidas sus diferencias con Ortega y Murillo. Pero regresó sorpresivamente para ser homenajeado por la Policía.
“A René no se le conoce cómo cercano a Daniel Ortega. Desde que se retiró, ha estado dedicado a sus negocios privados. Sin embargo, ha aparecido en actividades públicas organizadas por el Gobierno”, explicó una fuente conocedora de la Policía y el sandinismo.
Tras el acto del 19 de julio, el comandante Vivas fue condecorado por la jefatura policial en agosto. Otra fuente vinculada al Frente Sandinista indicó que Vivas ha sido partidario de que sea haga una reforma total de la Policía Nacional, y aceptó la condecoración porque no “quiere confrontarse con el régimen”.
Según el comandante guerrillero que prefiere no ser nombrado, lo que ha pasado con algunos de sus colegas de lucha revolucionaria que ahora aparecen junto a los dictadores Ortega-Murillo, es “que los han alineado…. o te alineás o te alinean”, dice en referencia a los intereses económicos que se generan desde el poder.
El 30 de mayo: Cuadra, Lacayo y Salvatierra
30 de mayo de 2018. Marcha del Día de las Madres Nicaragüenses. Antes de que la gigantesca manifestación terminara de forma abrupta por los balazos de policías y paramilitares, tres comandantes guerrilleros se retrataron alzando, uno de ellos, una bandera azul y blanca. En la fotografía aparecen de izquierda a derecha: Manuel Salvatierra Rivera, Joaquín Cuadra, y Osvaldo Lacayo.
A excepción del exjefe del Ejército, Joaquín Cuadra (que ha emitido declaraciones en medios de comunicación), los otros dos comandantes guerrilleros, Salvatierra y Lacayo, no estaban activos en la vida política ni tenían incidencia. Ambos mantienen un perfil bajo, pero con la fotografía en la marcha rompieron un silencio político, en la acera contraria al Gobierno.
Ambos no son opositores activos. Sin embargo, con la participación en la marcha de las madres plantearon una postura clara ante la crisis sociopolítica. A Salvatierra y Lacayo se les ubica en el grupo de seis comandantes guerrilleros que no apoyan al régimen y, aunque mantienen posiciones críticas, no son opositores activos, como sí lo son sus pares Dora María Téllez, Hugo Torres y Mónica Baltodano, asociados a la disidencia sandinista que forma parte del movimiento autoconvocado de la Rebelión de Abril.
En ese grupo de seis comandantes guerrilleros están, además de Salvatierra y Lacayo, el general en retiro Javier Carrión, exjefe del Ejército de Nicaragua. Carrión es conocido por abogar por un perfil “institucionalista” del Ejército, en relación al alineamiento partidista de algunos de sus mandos, y mantiene una distancia crítica ante el régimen, pero alejado de la vida política pública. El comandante Mauricio Valenzuela, exministro de la construcción en los años ochenta, también es un crítico abierto de la represión y del régimen de Ortega, pero sin formar parte de la oposición. Y el comandante guerrillero Alonso Porras, dedicado a labores profesionales como abogado, “está en total desacuerdo con lo que hace el régimen, pero no milita en la oposición”, según confirmó una fuente sandinista.
“Lo que fue el Frente Sandinista de 1979 se ha ido erosionando”, asegura la comandante e historiadora Dora María Téllez.
“Han sido varias oleadas de salida. La primera gran oleada fue en 1995; una segunda cuando expulsaron a Herty Lewites, y después ha existido erosión en la periferia de algunos comandantes y líderes, pero no es fractura total”, describe Téllez. “Algunos comandantes —continúa— están retirados, en organizaciones sociales, y otros, como yo, que estamos en el activismo político”.
La Dirección Nacional del Frente Sandinista después de 1990
De los nueve miembros de la antigua dirección colectiva, solo Bayardo Arce apoya abiertamente a Ortega y Murillo en el poder
Los nueve comandantes que dirigieron el país en los años ochenta, surgieron de las tres tendencias en las que se había dividido el Frente Sandinista a mediados de los setenta, y que luego tuvo que unirse por “sugerencias” del entonces líder de la revolución cubana, Fidel Castro, para poder dirigir la insurrección contra la dictadura de Somoza, que gobernaba desde 1937.
La tendencia Tercerista –favorita de Fidel Castro–, era la más fuerte por el número de guerrilleros que aportó a la lucha, la cantidad de armas que tenía y el apoyo internacional. De esta surgieron: Humberto Ortega, más tarde jefe del Ejército de Nicaragua, su hermano Daniel Ortega, y Víctor Tirado López, veterano guerrillero que jugó un papel importante en las montañas del país, reclutando y organizando campesinos guerrilleros para el Frente Sandinista.
De la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP), la que más tiempo pasó en la montaña, surgieron Henry Ruiz, el fallecido Tomás Borge y Bayardo Arce. Y de la tendencia Proletaria: Jaime Wheelock, Luis Carrión, y el fallecido comandante Carlos Núñez.
Ortega consolidó su poder sobre los otros ocho comandantes de la Dirección Nacional Histórica, a raíz de las elecciones de 1984. Al ser electo presidente de la república, y después coordinador y secretario general del partido, “la dirección colegiada se fue debilitando”, estima el comandante Luis Carrión, uno de los nueve miembros de la Dirección Nacional Histórica del Frente Sandinista.
“Al ser electo Daniel Ortega presidente en 1984, su legitimidad de origen ya no derivaba de que la Dirección Nacional lo había puesto al frente de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. A partir de entonces su legitimidad derivaba de que había sido electo por el pueblo, derivaba de otra fuente de respaldo político”, escribió Carrión, el más joven de los nueve comandantes, en un artículo publicado por la Revista Envío, en julio de este año.
La tendencia Tercerista ocupó dos puestos clave en el nuevo Gobierno, luego de la derrota de la dictadura de Somoza: Humberto Ortega, jefe del Ejército, y Daniel Ortega, coordinador de la Junta de Gobierno.
La crisis del Frente Sandinista en 1994
De los nueve comandantes, “Ortega fue la figura más mesiánica de todas”, dice Carrión. “Se consideraba la representación personal de la Revolución”.
“Esta idea fue creciendo en él y se fue agudizando después del 90. Con esta idea, sus concepciones y sus decisiones, cualesquiera que fueran, las veía él como las verdaderamente revolucionarias. Y, por lo tanto, cada vez fue considerando menos importante tener el consenso de los otros miembros de la Dirección Nacional”, afirma Carrión.
Después de la derrota electoral de 1990, en el primer congreso del Frente Sandinista en 1991, el partido eligió en una votación en plancha a dos miembros más a la Dirección Nacional: el doctor Sergio Ramírez, vicepresidente durante los ochenta, y el ahora fallecido René Núñez Téllez, hermano de Carlos Núñez.
De la Dirección Nacional Histórica, las primeras bajas fueron Carlos Núñez, fallecido en octubre 1990, y el general Humberto Ortega, quien dejó su cargo político en 1991 al separarse el Ejército Popular Sandinista del FSLN, iniciando su proceso de despartidización.
Ortega siguió siendo el eterno secretario general del Frente Sandinista, pero después de la derrota electoral de 1990, el FSLN entró en una profunda crisis y comenzó “una lucha entre dos sectores”, explica Carrión.
“Unos queríamos hacer la transición hacia un partido verdaderamente democrático, que jugara con las reglas del juego electoral y que renunciara a la violencia como arma política. Y el otro grupo, encabezado por Daniel Ortega, planteaba mantener el mismo modelo, los mismos esquemas y el mismo discurso”, dijo Carrión.
En medio de las contradicciones dentro del FSLN, Ortega no tenía competencia como secretario del FSLN, hasta que en el Congreso de 1994, Henry Ruiz, el histórico comandante “Modesto”, considerado la “reserva moral de la Revolución”, y quien más tiempo pasó en la montaña de todos los nueve comandantes, decidió postularse como secretario del partido y hacerle competencia.
Ruiz, respetado dentro del FSLN, se postuló a última hora, no hizo campaña ni cabildeo dentro de los congresistas del partido y en una votación competitiva perdió la elección por un margen considerable. Ortega se impone y nunca más vuelve a tener competencia en un Congreso del FSLN.
“El Congreso del Frente Sandinista de 1994, que yo diría fue el más abierto y democrático que tuvimos. Ganó Daniel Ortega. Su victoria reflejó que nuestra postura era minoritaria dentro del Frente Sandinista”, valora Carrión. “A partir de entonces Daniel Ortega se fue adueñando del Frente Sandinista”.
De los nueve, uno con Ortega
De los nueve comandantes de la Dirección Nacional Histórica que dirigió el país en los ochenta, en 2019 solo Bayardo Arce acompaña a Ortega y Murillo en el poder, ocupando el cargo de asesor presidencial para asuntos económicos.
Los abiertamente opositores a la dictadura Ortega-Murillo son Henry Ruiz y Luis Carrión.
Jaime Wheelock y Humberto Ortega, han cuestionado abiertamente la represión de abril y la deriva dictatorial de Ortega, pero no forman parte de la oposición.
Víctor Tirado, conocido por su disidencia y oposición a Ortega hasta 2018, aquejado por problemas de salud, apareció después de la crisis en la tarima oficial el primero de mayo de 2018, acompañando a Ortega y luego haciendo presencia el 19 de julio, pero al margen del simbolismo político, no ocupa ninguna responsabilidad en el partido o en el Gobierno.
Además de Carlos Núñez, fallecido en 1990, Tomas Borge también murió en 2012.
La consolidación del caudillo
Del Congreso del FSLN en 1994 resultó electa por el voto individual una Dirección Nacional de 15 miembros, integrada por Daniel Ortega, Bayardo Arce, Tomás Borge, Víctor Tirado, Henry Ruiz, René Núñez, Luis Carrión, Dora María Téllez, Mónica Baltodano, Víctor Hugo Tinoco, René Vivas, Lumberto Campbell, Mirna Cunningham, Dorotea Wilson y Benigna Mendiola.
Un año después, Téllez y Carrión, rompieron con el FSLN para fundar el Movimiento Renovador Sandinista junto a Sergio Ramírez y otros disidentes sandinistas, mientras que Ruiz participó en años posteriores en el Movimiento del Rescate al Sandinismo.
De la Dirección Nacional ampliada de 15 personas electas en 1994, en 2019, cinco apoyan de forma beligerante a Ortega y Murillo en el poder: Arce, Campbell, Cunningham, Wilson y Mendiola. Mientras otros cinco, son abiertamente opositores a la dictadura: Carrión, Ruiz, Téllez, Baltodano, y Tinoco.
En 1998, ya cuando a Ortega nadie le disputaba el poder, se eligió una Dirección Nacional de 25 personas, todos o la mayoría, leales a Ortega.
El ascenso de Rosario Murillo
Antes de la denuncia por violación que Zoilamérica Ortega hizo contra Ortega, en 1998, Rosario Murillo no jugaba un papel preponderante dentro del FSLN. Su rol en los años ochenta se limitaba a dirigir la Asociación de Trabajadores de la Cultura, y durante la transición de los 90, después de no ser electa a la Asamblea Sandinista en 1994, Murillo se dedicó a la poesía.
Todo cambió después) de la crisis de 1998. “Ella le dio la espalda a su hija y cambió el apoyo que le dio a Ortega con poder dentro del partido”, dijo una feminista que fue militante del FSLN. “Y Ortega se sintió apoyado por ella en un momento duro para él”.
Murillo dirigió la campaña presidencial en 2001, cuando Ortega y el FSLN perdieron ante Enrique Bolaños. A medida que su poder crecía dentro del partido, se debilitaban los simulacros de democracia interna dentro de la organización.
En la campaña de 2006, Murillo jugó otra vez un rol predominante. Ortega ganó las elecciones y comenzó a cogobernar con Murillo. Ella quitaba y ponía ministros. Ya para entonces la pareja presidencial había sustituido de hecho a todas las instituciones del FSLN: Congreso, Asamblea Sandinista y Dirección Nacional.
El siguiente paso para la entronización de Murillo como la tomadora de decisiones en el partido junto con Ortega fue la exclusión de los “históricos” que aún quedaban dentro del FSLN en el entorno de Ortega.
Uno a uno fueron purgados y salieron del círculo de hierro de Ortega. Primero Dionisio Marenco, el exalcalde de Managua y principal operador político de Ortega en la oposición, y después Lenín Cerna, otrora secretario de Organización del partido; una función que hoy recae en Fidel Moreno, el “delfín” de Murillo y virtual número tres del FSLN.
Carrión considera que el FSLN en la actualidad no es un partido político “porque no tiene una dirección ni espacios de debate. Lo que queda hoy —concluye— es solo una banda mafiosa al servicio de una familia que mantiene alianzas con otros individuos y grupos de poder para imponerse en el poder político”.