3 de julio 2017
La certeza de que el voto de los nicaragüenses no sirve para influir en el rumbo político del país y la desconfianza en el colapsado sistema electoral nacional, son dos de las principales razones por las que ha bajado la participación en las votaciones del país, según los resultados del estudio “Participación política electoral en Nicaragua”, presentado esta semana por investigadores de la Universidad Internacional de la Florida (FIU, por sus siglas en inglés) y el consorcio de observadores nacionales Panorama Electoral.
Simpaticen o no con algún candidato o partido político en una boleta electoral, muchos nicaragüenses coincidieron en el estudio, realizado a principios de junio, que los resultados de las votaciones nicaragüenses son “predecibles”, es decir, no importa por quién voten, porque creen que “ya se sabe de antemano quién va a ganar”.
El estudio se basa en una investigación cualitativa que indagó en las razones por las que los nicaragüenses votan o no en las elecciones. Dos de sus autores, los politólogos del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de FIU, José Miguel Cruz y Jonathan Rosen, debatieron sobre los alcances del estudio en una entrevista con el programa Esta Semana.
Los resultados del estudio se obtuvieron con las opiniones de nicaragüenses que participaron en doce grupos focales, realizados en centros urbanos de Managua, Ciudad Sandino, Rivas, Matagalpa, Juigalpa, León, Chinandega y Bluefields (en el Caribe Sur).
Desconfianza en el sistema electoral
El investigador Jonathan Rosen explicó que el informe no ofrece cifras sobre la participación o abstención en las votaciones, pero sí describe la percepción, pensamientos y sentimientos de los nicaragüenses sobre el sistema electoral y la política del país.
Tras las votaciones nacionales de noviembre de 2016, el Consejo Supremo Electoral (CSE) no mencionó el porcentaje de abstención. Sin embargo, un cálculo a partir de su propio universo de votantes permite comprobar que cerca del cincuenta por ciento de los nicaragüenses inscritos no votó, registrando una abstención sin precedente en la historia electoral reciente de Nicaragua.
Para aquellas votaciones, el padrón electoral revelado por el CSE era mayor a los 4 millones 990 mil nicaragüenses, de los cuales —según el conteo oficial— solo 2 millones 578 mil 445 nicaragüenses salieron de sus casas a marcar y depositar su voto, es decir que un 48.3% no votó.
Además, en esas votaciones con las que Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo fueron proclamados presidente y vicepresidenta de Nicaragua, respectivamente, la oposición calcula una abstención aún mayor, que ronda el setenta por ciento, sustentada en la rala asistencia a lo largo de toda la jornada para el sufragio.
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“Hemos visto una desconfianza generalizada en el sistema electoral, en muchos nicaragüenses que nos dijeron: ‘Sabemos quién va a ganar, ¿para qué vamos a votar, si lo sabemos?’ y también hay una percepción de manipulación del sistema”, precisó Rosen.
El estudio también arrojó que los nicaragüenses consideran que el sistema electoral está controlado por gobernante Frente Sandinista. Es decir, explicó Cruz, que el Consejo Supremo Electoral “no es visto como un árbitro dentro de los procesos electorales, sino que más bien juega para beneficiar los intereses del partido de gobierno”.
“La gente tiene muy poca confianza en las instituciones políticas en general y el Consejo Supremo Electoral no se escapa de esa impresión”, sentenció.
Cruz afirmó que “las elecciones han sido vaciadas de contenido para los nicaragüenses, porque el rumbo ya está decidido (…) El problema es que esto parece ser una especie de profecía autocumplida: la gente tiene desconfianza, entonces no va a votar, y como se aleja de las elecciones, entonces básicamente refuerzan un sistema que sigue generando desconfianza”.
Corrupción y política clientelar
En los grupos focales participaron más de ciento veinte nicaragüenses elegidos al azar, según diferentes condiciones económicas, y según los investigadores, sin reparar en sus posiciones político-partidarias, de manera que varios de los participantes se identificaron como simpatizantes o militantes del Frente Sandinista.
Otro de los resultados del estudio indica que entre muchos nicaragüenses también existe la percepción de que el partido de gobierno hará uso de todos los recursos disponibles para mantenerse en el poder.
Estas percepciones, sumadas a la conclusión de la falta de competencia política debido a que la oposición ha sido inhibida, reprimida, debilitada o dividida por el uso y abuso de poder o por su incapacidad de organizarse y articular propuestas comunes, se suman a la falta de utilidad que los nicaragüenses ven ahora en el voto.
En cambio, la investigación también identificó una relación de patronazgo y clientelismo con el voto, que domina todas las esferas de la vida nacional, debido a que muchos ven las elecciones como una oportunidad para obtener beneficios directos desde el poder, en el corto plazo.
Rosen consideró que definitivamente hay un sistema clientelar. Es decir, explicó, la gente te dice “voy a votar, pero me debés algo: una vaca, un chancho, una gallina” y también hay otros que votan por miedo a no perder algún trabajo en una institución pública o algún beneficio del Gobierno, reduciendo el voto a una transacción para obtener o conservar algo concreto.
“En Nicaragua antes había una sensación de que votando se cambiaba el rumbo del país (…) hoy está la sensación de que el voto ya no cambia el rumbo del país”, comparó Cruz.
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El investigador añadió que este fenómeno no es exclusivo de Nicaragua. Sin embargo, detalló que sí les asombró “la magnitud y lo inmediato que esos comentarios salían en las conversaciones”.
Además, miembros del Frente Sandinista expresaron en los grupos focales que para ellos “es normal” el uso de diversos mecanismos para mantener el poder, incluyendo la manipulación del sistema en la integración de las mesas electorales o la exclusión de la oposición, aunque varios preferían atribuirlo a la “disciplina partidaria”, justificando las elecciones como un mecanismo para acceder al poder.
No obstante, Rosen estimó que los nicaragüenses todavía identifican el voto como un derecho, e incluso hay quienes votan a pesar de que consideran que su voto no será contado. “Si hay esperanza, aunque no ven oposición, no ven competencia, ven que el sistema es corrupto y hay desconfianza. Los nicaragüenses aún señalan que votar es un derecho”.
[destacado titulo="Acuerdo Ortega-OEA no está en el radar"]
Para los nicaragüenses resolver el colapso del sistema electoral es más “un asunto político”, que técnico
El acuerdo entre el gobierno de Daniel Ortega y la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que incluye un compromiso para establecer una misión de observación o acompañamiento en las votaciones municipales del próximo noviembre, no está en el radar de los ciudadanos, según los resultados del “Estudio de participación política en Nicaragua”, a pesar de que el mismo —ahora en un impase— generó expectativas en algunas élites económicas y políticas del país.
“Nosotros no encontramos que el tema de la OEA y el acuerdo con la OEA (con el Gobierno) esté en el radar de los ciudadanos”, explicó el investigador José Miguel Cruz.
Según Cruz, “lo que sí está en el radar ciudadano es la necesidad de observación electoral nacional e internacional”.
Sin embargo, agregó que los nicaragüenses no logran articular a la OEA como un actor importante en la observación” y en cambio, “usualmente mencionaban a la Unión Europea, el Centro Carter” y observadores nacionales tradicionales como Ética y Transparencia, que ahora integra el Consorcio Panorama Electoral, y el Instituto para la Democracia y el Desarrollo (Ipade).
Según Jonathan Rosen, coautor de la investigación, para los nicaragüenses resolver el colapso del sistema electoral es más “un asunto político”, que técnico.
“Es un asunto relacionado a la falta de transparencia y confianza en las instituciones políticas. Y eso también ha impactado los políticos”, señala, pues a su juicio es por eso que muchos nicas dicen: “todos los políticos son iguales”, “al final de cuentas el sistema es así”, “no hay transparencia”, “no hay competencia”.[/destacado]
[destacado titulo="Empleados públicos tienden a votar más"]
Entre quienes votan predominan empleados de instituciones públicas a quienes se les exigió comprobar que habían votado y no querían perder su trabajo.
Los resultados del estudio de “Participación política electoral en Nicaragua” no definen un perfil único y universal del votante o el abstencionista nicaragüense. “La participación electoral, o su ausencia —aclara la investigación— no parece seguir un patrón regional claramente definido”.
Sin embargo, las variables más claramente asociadas a la participación electoral sí parecen más ligadas a la condición de tener un empleo en una institución pública o a factores como la edad y número de hijos.
“Estar empleado aumenta de forma significativa la probabilidad de votar, especialmente si se es empleado del Gobierno”, señala la investigación.
Además de las percepciones de los nicaragüenses, obtenidas en los grupos focales, el estudio también parte de un análisis de los datos sobre el comportamiento electoral y confianza en las instituciones del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt, realizado previo a las votaciones nacionales de 2016.
A partir de ese otro estudio, la investigación de la FIU recoge los factores sociodemográficos ligados a la participación electoral, según los cuales aquellos nicaragüenses de mayor edad y con uno o más hijos tienden a votar más o muestran mayores intenciones de hacerlo que aquellos que tienen menos de 26 años o no tienen ningún hijo.
El porcentaje de participación también aumenta entre los empleados del Gobierno o el sector privado, y en cambio disminuye entre los trabajadores por cuenta propia y aquellos que trabajan sin un sueldo o están en el desempleo.
Entre los participantes de los grupos focales del estudio de “Participación política electoral en Nicaragua” se encontraban estudiantes de secundaria y universitarios, jóvenes emprendedores, albañiles y obreros de la construcción, desempleados y trabajadores del sector informal. Además, amas de casa, dueños de negocios locales, activistas de la sociedad civil, agricultores y ganaderos, profesionales jóvenes y agricultores. El estudio encontró que el nivel de escolaridad juega un papel mínimo en la participación electoral en Nicaragua.
Y compara: “los ciudadanos más informados tienden a abstenerse por protesta, mientras que los menos informados en la vida política parecen abstenerse por la apatía, delegando su responsabilidad de votar a los demás ciudadanos”.[/destacado]