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Julio López: “El principal golpista, además de Ortega, es el general Avilés”

“La dictadura rompió la sucesión militar, violó la Constitución, reprimió en 2018, y canceló las elecciones, con la complicidad del Ejército”

El general de Ejército Julio César Avilés Castillo (izq.) camina junto a su jefe Daniel Ortega, el 4 de septiembre de 2023. Foto: Presidencia

El general de Ejército Julio César Avilés Castillo (izq.) camina junto a su jefe Daniel Ortega, el 4 de septiembre de 2023. Foto: Presidencia

Carlos F. Chamorro

11 de septiembre 2023

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El pasado cuatro de septiembre, durante el acto de aniversario del Ejército, el general Julio César Avilés lanzó un ataque virulento contra los periodistas independientes en el exilio, a quienes calificó de “mercenarios de la información”, “vividores y asalariados de intereses extranjeros”, y “lacras que todo lo que hacen es mancillar, vender, y destruir la patria”. 

El jefe del Ejército denunció una supuesta campaña de “calumnias” de la prensa independiente, pero no desmintió una sola palabra de la investigación periodística publicada por CONFIDENCIAL, sobre los 20 generales, encabezados por los 13 años de Avilés en su cargo, que representan un “tapón institucional” para los ascensos en la carrera militar en el Ejército. 


“El jefe del Ejército habló como un chayista”, afirma el politólogo Julio López Campos. “El lenguaje ponderado que estaba acostumbrado a escuchar de todos los jefes que han pasado por el Ejército, nada tiene que ver con estos discursos que indican una cosa muy grave, el  Ejército también comienza a avalar de manera directa la conducta y los propósitos de la Chayo (Murillo), no sólo como copresidenta, sino en sus aspiraciones de intentar darle más continuidad a la dictadura”, considera el exdirector de Relaciones Internacionales del Frente Sandinista. 

En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, López cuestionó el alegato de Avilés de que existe una campaña para presionar al Ejército a dar un golpe de Estado. “En realidad, los golpistas son ellos”, dijo López, aludiendo a la dictadura y al mando de Avilés en el Ejército: “Ellos rompieron con la sucesión militar, violaron la Constitución, reprimieron en 2018, y cancelaron las elecciones en 2021, con la complicidad del Ejército. Golpes de Estado son esas acciones, y no únicamente las tropas avanzando hacia El Carmen”, concluyó López.

Con el general Julio César Avilés, Daniel Ortega rompió la norma institucional del relevo en la Comandancia Militar cada cinco años. Avilés ya tiene 13 años en el cargo,  y en 2025 cumplirá 15 años y su tercer período. ¿Qué busca Ortega al imponer este modelo de mando en el Ejército?

Es muy difícil tener un régimen como el de Ortega y tener enfrente a un Ejército disciplinado, apolítico, apartidista, coherente, desde el punto de vista institucional. Necesariamente él tiene que buscar coherencia en el conjunto del sistema de la dictadura y yo creo que ha logrado que el Ejército sea de alguna manera un reflejo del régimen de Ortega.

Pero, además de Avilés, hay otros 19 generales que están entronizados en sus cargos. ¿Qué consecuencias tiene este tapón para la institución, para la carrera militar, y las aspiraciones de los oficiales, de los tenientes coroneles, de los coroneles?

Eso tiene que ser necesariamente motivo de frustración para una serie de gente que ha aspirado a la carrera militar. Y obviamente es una situación complicada que Ortega ha tratado de resolver, de meterle algunos paliativos. Además de ese gran tapón que está allí de la Comandancia General, con sus dos jefes, más otros altos mandos, la verdad es que Ortega, ante la imposibilidad de cambiar eso arriba, ha venido tomando medidas por los flancos, está tratando de ampliar más la cantidad de generales. Prácticamente, ha nombrado 35 generales desde que regresó al poder. 

Sin embargo, eso no resuelve necesariamente el problema, más bien lo complica. Siempre es bueno recordar que bajo la dictadura de los Somoza, muchas veces los oficiales en repetidas ocasiones se sublevaron, se rebelaron y precisamente tenía que ver con estos problemas del continuismo, de la corrupción y del nepotismo.

Este mismo Ejército comandado por Avilés, durante la represión de 2018 se rehusó a desarmar al ejército paramilitar que implantó Ortega, a pesar que la ley dice que no puede haber dos Ejércitos. ¿Qué rol juega ahora el Ejército en esta etapa de radicalización de la dictadura?

Se volvió realmente un soporte vital. Un soporte indispensable para Ortega. Él sabe perfectamente que no podría cometer todos los abusos que ha cometido, todos los crímenes, los atropellos a la institucionalidad, al Estado y a la sociedad nicaragüense. No podría hacerlo si realmente no contara, como en efecto, cuenta, con el respaldo directo o indirecto del Ejército, según los casos.

En el discurso que dio Avilés el 4 de septiembre, además de atacar y amenazar a los periodistas en el exilio, reiteró lo que ya había dicho en 2019, que el Ejército “no va a dar un golpe de Estado”. ¿Por qué esta reiteración sobre un supuesto golpe de Estado?

Es querer justificar lo injustificable. La verdad de las cosas es que los golpistas son ellos. Quienes han dado realmente el golpe de Estado, además de la dictadura, es el mismo Avilés. Cuando Avilés hace todo para romper lo que venía siendo un procedimiento absolutamente sustantivo y fundamental para la construcción del Ejército Nacional, que era respetar la cuestión de la sucesión. Cuando él rompe eso, lo que está haciendo es precisamente darle un golpe a una institución del Estado fundamental en términos clásicos es un coup d'etat lo que se dio allí. 

Después, ellos han continuado de manera permanente, rompiendo la Constitución. La construcción del Ejército Nacional fue un proceso doloroso para la sociedad nicaragüense, hasta que llegamos al 95, en que se establece tener por primera vez un Ejército apolítico, apartidista, obediente, no beligerante. Esa era una cuestión esencial para la existencia de la sociedad nicaragüense. Para tener estabilidad, para saber que ya no nos íbamos a estar matando entre nosotros y que las diferencias políticas se establecerían en el marco de la vida política. 

Avilés viene y rompe totalmente esa cuestión crucial para el Estado nicaragüense. 

Después vinieron los crímenes de 2018. Todos estos crímenes, todos estos abusos, las 80 000 personas que tuvieron que salir al exilio. Todo, este trastocamiento de la sociedad nicaragüense no se podía hacer sin la complicidad del Ejército. 

No es posible pensar en los golpes certeros a la cabeza, al pecho de los muchachos estudiantes, sin pensar en los francotiradores, sin las PKM que portaban los paramilitares. Todos estos son auténticos golpe de Estado. 

Pero el peor de todos y que es la prueba de evidencia más concreta de la complicidad del Ejército y del hecho de que Avilés, en particular, es uno de los principales golpistas y responsable del desastre que es nuestro país es lo que pasó en las supuestas elecciones de 2021. Si nosotros revisamos, por ejemplo, la encuesta del CID Gallup de octubre de ese año, el 65% de los nicaragüenses decían que estaban dispuestos a votar por cualquiera de los precandidatos que estaban presos, y Ortega sólo contaba con el 19%. 

Cuando vos te das cuenta de eso, entendés por qué el golpe de Estado que constituyó la supresión de los partidos políticos, el encarcelamiento de todos los candidatos, la privación de los derechos a los ciudadanos de organizarse, de tener sus propios candidatos. Esos son golpes de Estado. El golpe de Estado no es únicamente los tanques avanzando sobre El Carmen. Golpes de Estado son precisamente estas acciones.

Cuando Avilés le jura lealtad a la Presidencia, ¿se está cuadrando ante Daniel Ortega o ante Rosario Murillo?

Los que hemos seguido más o menos el desarrollo de la vida de nuestras instituciones armadas sabemos muy bien que durante muchísimo tiempo la relación con el Ejército era una relación privilegiada entre Daniel Ortega y el jefe del Ejército, ni siquiera con los mandos sino con el jefe del Ejército. A Rosario (Murillo) la tenían totalmente al lado, pues en el lenguaje coloquial decían –esa es loca,  con esa no nos metemos, es con Daniel, que terminaba el asunto. Ahora, en este proceso de degradación del Ejército, estamos asistiendo a una cosa absolutamente insólita. El jefe del Ejército hablando como un chayista cualquiera. El lenguaje ponderado, equilibrado, sensato, que estaba acostumbrado a escuchar a lo largo de todos los jefes que han pasado por el Ejército, nada tienen que ver con estos discursos que indican una cosa muy grave. Realmente, el Ejército también comienza ya a avalar de manera directa y clara la conducta, los estilos y los propósitos de la Chayo (Murillo), no sólo como copresidenta, sino en sus aspiraciones de intentar darle más continuidad a la dictadura.

Este lunes se conmemora el aniversario de la Policía Nacional y Daniel Ortega ascendió a 33 nuevos comisionados generales y también se instaló un sistema de cojefaturas en todas las delegaciones policiales y direcciones de la Policía. ¿Cuál es el objetivo de tener un jefe y una jefa en los mandos policiales? 

En abril de este año recordarás que apareció Rosario (Murillo) anunciando con bombos y platillos que habían designado a diez nuevas jefas en diferentes instancias y regiones del país. Y estas promociones súbitas e inesperadas, cuando escuchas a una de estas oficiales convertida en jefe, dice más o menos así: "gracias a la compañera vicepresidenta, porque ella nos da la oportunidad de ocupar espacios". 

Es decir, nada tiene que ver con el desarrollo institucional de una institución como la Policía. Es sencillamente el modelo personal de Rosario Murillo, actuando como si estuviera decidiendo las cosas en la cocina de su casa. Realmente, estamos frente a una situación extremadamente compleja que debe ser objeto de preocupación y de inquietud en otros órganos policiales del continente.

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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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