12 de diciembre 2018
La carta que envió la semana pasada la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) al jefe del Ejército de Nicaragua, general Julio César Avilés, “tiene que obligar a la comandancia” militar a reflexionar sobre la posición que tiene esta institución frente a la crisis social, económica y política que afecta al país, opinó Roberto Cajina, experto en defensa y seguridad nacional, durante una entrevista en el programa televisivo Esta Noche.
“Yo siempre he hablado del silencio cómplice. Sin embargo, desde la perspectiva de la ética militar, el Ejército tiene la obligación de pronunciarse. Al menos decir: ‘Paren la masacre, las capturas ilegales, las torturas’, y decírselo al régimen. El problema es que el comandante del Ejército (el general Julio César Avilés), no tiene la autoridad política y moral para hacer eso”, consideró Cajina.
Durante la XXIII graduación del Centro Superior de Estudios Militares “General José Dolores Estrada”, realizada este martes en el Centro de Convenciones Olof Palme, Ortega nuevamente impuso la bandera partidaria del FSLN a la par de la azul y blanco, gesto que ha sido criticado por la ciudadanía.
El Ejército de Nicaragua también ha sido cuestionado por la sociedad nicaragüense durante estos casi ocho meses de crisis. Se le ha señalado de ser cómplice del régimen del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo. De hecho, la última encuesta de Latinobarómetro reveló que la confianza ciudadana en esta institución cayó de un 45% a un 22%.
“La legitimidad que el Ejército de Nicaragua ha perdido en este momento, tiene que ser de preocupación para la institución”, considera Cajina.
El experto en defensa afirmó que existen “grandes intereses multimillonarios del Ejército en compañías inversionistas en Estados Unidos, en las que hay más de 40 millones de dólares”. La institución militar también tiene importantes inversiones en el BDF y en urbanizaciones en Nicaragua. Es accionista de la Universidad Americana (UAM) y administra el Instituto de Previsión Social Militar.
El mensaje de Ortega al Ejército
La semana pasada, en la clausura del XVI Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), el presidente Ortega atacó a su hermano, el general en retiro y exjefe del Ejército Popular Sandinista, Humberto Ortega, a quién calificó de haberse convertido durante la transición, en los años 90, en un peón del imperio y la oligarquía.
Para Cajina este ataque si bien es personal, también fue un mensaje a la institución armada. De acuerdo al experto en defensa, lo que hizo el presidente fue decirle al Ejército que “no haga lo que hizo Humberto en 1990”, cuando frenó el proceso de agresión y los ataques del Frente Sandinista al Gobierno de Violeta Chamorro, para desestabilizarlo.
“El mensaje es a la institución militar. ‘Miren lo que hizo Humberto Ortega en 1990. No lo hagan, no me dejen solo’. Al final de cuentas, es una petición de un salvavidas que hace Daniel Ortega al Ejército. Porque el Ejército no está involucrado directamente en la masacre, en el genocidio en este país”, afirmó.
Humberto Ortega fue un factor importante en la despartidización y profesionalización del Ejército. Estos dos hechos están asociados a su gestión y fueron parte de los acuerdos de transición que firmó el exjefe del Ejército Popular Sandinista con Antonio Lacayo, ministro de la presidencia del Gobierno de Chamorro.
“Ahí se planteaba la profesionalización del Ejército, la despartidización, la reducción del presupuesto, también en número de efectivos. Desconocer en este país el rol que Humberto Ortega y el Ejército jugó para el inicio de la transición democrática, es ser ciego”, reafirmó el experto.
La depuración en el Ejército
El Ejército de Nicaragua tiene una estructura piramidal en la que normalmente muchos de sus oficiales son enviados a retiro cuando cumplen determinada edad o tiempo en sus cargos. El pasado 19 de noviembre pasaron a retiro cuatro coroneles, 26 tenientes coroneles y cinco mayores.
“El año pasado pasaron a nueve (mayores), y yo entiendo por la información que tengo, que fueron pasados a retiro por razones de sus criterios políticos, de sus comentarios. Es decir, en medio de lo que se llama el proceso natural de salida, también hay una especie de depuración. Me parece que hay una desconfianza del actual mando del Ejército en la sucesión del mando militar”, opinó el experto en defensa y seguridad nacional.
En 2020, el general Avilés cumplirá diez años al frente del Ejército de Nicaragua. Ante su eventual salida, el Consejo Militar sería el encargado de deliberar sobre cuál es el futuro de la institución en ese momento de crisis.
“El Ejército está entrando en una fase de descomposición política por llamarlo de alguna manera. No creo que haya más de 120 fundadores originales del Ejército. Es decir, los tenientes coroneles actuales, ya no son la camada original, los que salieron de la guerrilla y fundaron el Ejército”, expresó Cajina.
El experto en defensa y seguridad nacional expresó que el “gran temor de la institución militar” es que se pierda la continuidad, que no es ideológica, sino “de alguna manera política”, que no tiene el sustento filosófico de Augusto C. Sandino o Benjamín Zeledón.
“Hoy eso ya no existe y lo que hay es una relación más bien, a mi juicio, de intereses corporativos institucionales, con intereses corporativos individuales”, finalizó Cajina.