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“La hoja de ruta para una salida democrática pasa por restituir las garantías mínimas”

Félix Maradiaga: “En una lucha entre democracia y dictadura, urge una oposición que sea contrapoder, para generar más presión internacional”

Félix Maradiaga habla sobre las condiciones para recuperar la democracia en Nicaragua

El ex precandidato presidencial nicaragüense Félix Maradiaga habla durante la entrevista con la AFP, el 1 de febrero de 2024 en Miami. // Foto: Jesús Olarte / AFP

Carlos F. Chamorro

14 de febrero 2024

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En Nicaragua necesitamos “una oposición con la capacidad de ser contrapoder y una comunidad internacional que aumente la presión. Cuando la comunidad internacional no observa una alternativa de contrapoder, pues le será más difícil aumentar su presión”, considera el politólogo Félix Maradiaga, ex precandidato presidencial, preso político en la cárcel de El Chipote durante más de 600 días, y desde hace un año desterrado en Estados Unidos.

Maradiaga, también presidente de la Fundación libertad, y directivo de Unión Nicaragüense Autoconvocada (UNA), reivindica la importancia del trabajo de incidencia diplomática de la oposición, en un momento en que “el tema de Nicaragua está saliendo de la agenda de la comunidad internacional”, pero insiste en que la oposición en el exilio “debe mantener su cordón umbilical con los que están dentro de Nicaragua”.


En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, Maradiaga abogó por “unir las capacidades de los nicaragüenses en un solo mensaje de democracia versus tiranía”, trascendiendo las diferencias ideológicas, “y habrá luego un momento para poder saldar nuestras diferencias”. 

Le preguntamos si en la oposición existe una hoja de ruta para la transición democrática, “la salida electoral tendrá que darse en algún momento”, respondió, pero “no existen posibilidades de una competencia electoral cuando hay nicaragüenses desterrados sin nacionalidad, partidos políticos que no pueden operar legítimamente dentro del país y por tanto la hoja de ruta pasa por restituir esas garantías mínimas. La presión máxima internacional y local a Ortega debe ser para recuperar esas garantías preelectorales para en algún momento considerar elecciones”. 

La comunidad de los 222

¿Cómo viviste ese momento de la liberación de la cárcel de El Chipote hace un año y el destierro a Estados Unidos? 

Con sentimientos encontrados, porque naturalmente significaba la posibilidad cercana de abrazar a mi hija, de ver a Bertha (Valle), de ver a mi madre. Tenía ya más de tres años de no poderlas abrazar. 

Pero, por otro lado, el destierro no es libertad e implicaba también la posibilidad de repetir un exilio bastante doloroso, como me tocó a mí en los años 80. Pero no quiero para nada menospreciar la importancia de poder respirar aires de libertad.

La liberación de los 222 generó una gran expectativa en el país, una celebración, pero además en torno a la esperanza de ver libres a los líderes opositores y el relanzamiento de la oposición. Hoy la mayoría están en un proceso de reconstrucción de sus vidas, de sus familias, de su sobrevivencia, de su sanación. ¿Qué representa hoy este grupo de los 222? 

Los 222 es una comunidad de personas inocentes que fueron encarceladas, de patriotas, que lo entregaron todo casi hasta la vida, por la libertad de Nicaragua. 

Muchos de nosotros nos conocimos en el avión, veníamos de experiencias diferentes, de procesos de encarcelamiento en los cuales no tuvimos ninguna oportunidad, en muchos casos, de interactuar. Algunos estábamos en El Chipote, otros en La Modelo. Entonces comprendo que desde afuera se le quiera dar a los 222 un sentido de unidad y de simbolismo, como una suerte de plataforma que podría trabajar conjuntamente. Y ojalá esto hubiese sido el caso. Pero llegar a Estados Unidos con apenas, en algunos casos, tres días de hotel para quedarse y luego cada quien a su suerte y buscar cómo reconstruir toda una vida, es muy difícil decir que se puede hacer eso y a la par de ello también hacer oposición. 

Yo estoy entre los afortunados y bendecidos que había vivido en Estados Unidos antes y sé navegar bastante bien la complejidad de esta sociedad y naturalmente mi esposa estaba acá. Pero la gran mayoría de los 222, entró a Estados Unidos en una gran vulnerabilidad y es muy difícil pedirles más de lo que ya han estado dando. 

El “cordón umbilical” en Nicaragua

Bajo el estado policial que existe hoy en Nicaragua, ¿puede la oposición en el exilio, convertirse en una alternativa de poder ante la mayoría de la población azul y blanco frente a los servidores públicos, frente a la propia dictadura? 

No tengo la menor duda de que eso es posible. Hay muchas lecciones a lo largo de la historia en las cuales, desde el exilio, se pueden construir plataformas verdaderamente esperanzadoras. Pero eso va a depender de muchos factores. 

Primero, que la oposición en el exilio no se convierta en una plataforma política que solo le habla al exilio. Por eso insisto en tratar de mantener un cordón umbilical con los que están dentro de Nicaragua. Los exilios tienden a desconectarse de las realidades cotidianas, eso es un gran peligro. Las dictaduras lo saben y es importante que el mensaje de la oposición a quienes están adentro resuene con la realidad cotidiana de quienes están día a día sufriendo la dictadura y están buscando también alternativas a través de resistencia cívica silenciosa. 

Los exilios tienden a veces alrededor del mundo a ser mucho más agresivos en sus mensajes políticos, porque no están dentro del territorio. 

La segunda característica fundamental es que haya respaldo internacional. De nada servirá una resistencia frente a Ortega si esa resistencia no está acompañada de una presión internacional verdaderamente robusta. 

Pero en este momento Nicaragua no está en el radar de la comunidad internacional como un punto crítico. Hay muchas otras crisis en América Latina y en el mundo y no se percibe que existan condiciones en Nicaragua para lograr una salida democrática ante la dictadura. 

Eso es lo preocupante. Me preocupa mucho cuando personas que se autoidentifican como oposición dicen que las personas que estamos trabajando internacionalmente andamos haciendo turismo político, cayendo en el mismo discurso de la dictadura. 

Si hubiesen muchas reuniones interesadas en escuchar lo que pasa en Nicaragua, en el Parlamento Europeo, en el Parlamento británico, en las organizaciones internacionales financieras con las que hemos estado conversando, yo diría, pues no es necesario que hubiésemos nicaragüenses recorriendo el mundo, pidiendo que no se olvide el caso de Nicaragua, pero es todo lo contrario. El tema de Nicaragua está saliendo de la agenda internacional y se necesita hoy más que nunca que se trabaje fuertemente en una abogacía para colocar a Nicaragua en una agenda de relevancia internacional. 

Es un trabajo serio, no es fácil abrir las puertas, no es fácil colocar temas como la situación humanitaria, los nicaragüenses exiliados, la necesidad de que los organismos financieros como el FMI o el BCIE, dejen de financiar la plataforma represiva del régimen. Y eso implica que varios nicaragüenses tendremos que estar en este tipo de insistencia internacional. Es un trabajo complejo, pero hay que hacerlo. 

Cinco condiciones para el cambio democrático 

Después de que la dictadura aplastó el movimiento de abril, las protestas cívicas, impuso el Estado policial y luego anuló la posibilidad de las elecciones en 2021, cuando encarceló a todo el liderazgo opositor y legalizó a los partidos políticos. ¿Qué salida queda hoy? ¿Qué propone hoy la oposición para salir de la dictadura? 

En primer lugar, hay que mantener un mensaje claro a la comunidad internacional de que hay alternativas democráticas a la dictadura. Cuando la comunidad internacional no observa una alternativa de contrapoder, pues le será más difícil aumentar su presión. 

Segundo, la agenda de derechos humanos, de transición democrática, de justicia. Tenemos que recordar que hay graves violaciones a los derechos humanos y gran parte de la salida a los problemas de Nicaragua está por evitar que la impunidad sea una realidad definitiva. 

En tercer lugar, hay que mantener ese contacto directo con la resistencia interna en el país, el cordón umbilical al cual yo me refiero. 

En cuarto lugar, hay que cortar los canales de financiamiento a la parte represiva. 

Otro elemento fundamental es establecer un mensaje que sea esperanzador para quienes están dentro de Nicaragua y que no se vincule únicamente a aquellos que han estado en el antisandinismo, o solamente en lo que se puede llamar como derecha. La dictadura quiere que se convierta en una situación entre izquierdas y derechas. Esta es una lucha entre democracia y dictadura y el mundo creo que lo está entendiendo, pero todavía la oposición, y quiero decirlo con autocrítica, en ese quinto punto de trascender las diferencias ideológicas, hemos tenido algunas dificultades para poder dar esa plataforma esperanzadora, y convencer de que esta es una lucha de democracia versus tiranía. Y, por tanto, necesitamos la solidaridad democrática de todo el mundo, independientemente de los tintes ideológicos. 

Estás hablando de la conexión de la oposición con las demandas de la población en Nicaragua, pero lo que predomina hoy en el país es una suerte de aparente normalidad económica, bajo un estado de temor, miedo y silencio. Nadie se atreve a hablar, no hay una sociedad civil, ni una sociedad política. Y en la comunidad de exiliados hay pocos que se atreven a hablar porque dicen que tienen temor a represalias para sus familiares en el país. ¿Cómo se puede vencer el miedo? 

Es una labor compleja y es una tarea de todos los días, pero podemos observar esa resistencia silenciosa del pueblo de Nicaragua cuando se ataca la Iglesia católica y la gente inunda las iglesias, cuando se establece una censura a los medios de comunicación, y tu programa y de otros colegas tuyos tienen ratings históricos dentro de Nicaragua. La gente de Nicaragua se está informando a través de los medios independientes, ahora en el exilio. Las personas conversan a puertas cerradas, en silencio en sus casas sobre la realidad política del país, reconociendo que Ortega no tiene ninguna legitimidad, y ninguna solución. 

No menospreciemos la astucia del nicaragüense que sabe cómo navegar desastres naturales, este tipo de maldades, pero que en el fondo de su corazón reconoce que las alternativas del país son la democracia y la libertad. 

Lo que pasa es que no ha habido un episodio de oportunidades que se abran. Me refiero a que haya una combinación de estos dos factores: una oposición con la capacidad de ser contrapoder y una comunidad internacional que aumente la presión. Sin esos dos factores confluyendo va a ser muy difícil hacer un cambio democrático. 

Y hay que reconocer en el mapa de libertad que las democracias estamos pasando un terrible momento. En los últimos cinco años ha habido un retroceso democrático en todo el mundo. Los movimientos de oposición en todo el mundo están teniendo su peor temporada, pero vendrá un momento de oportunidad y hay que estar listos para aprovechar esa oportunidad de transición. 

Un mensaje de democracia versus tiranía

El régimen se ha consolidado como una dictadura totalitaria en los últimos años. Incluso se ha reforzado el Estado policial y apunta hacia una especie de dictadura dinástica. De hecho, ya comenzó la sucesión dinástica de Daniel Ortega, con Rosario Murillo. ¿Qué implicaciones tendría para el país si se consuma esta sucesión dinástica con Rosario Murillo, asumiendo el poder absoluto de Nicaragua? 

Gravísimo. No solo estaríamos replicando la historia, sino además la tiranía tendría un gran patrocinio de otros regímenes igualmente perversos, como en el Partido Comunista de China, Irán, Rusia, que quieren tener una relación ni siquiera con partidos políticos, sino con regímenes dictatoriales y con grupos que se les puede llamar sultanato, porque es más factible para la dictadura cubana ,venezolana, para el régimen chino, interactuar con una dictadura familiar que con un partido más complejo. Entonces esto es también un desmontaje incluso del sandinismo histórico, es un desmontaje de un partido hegemónico y sería consolidar un modelo de partido único. 

Yo he sido liberal toda la vida, pero creo que estamos en un momento en que las alternativas de lucha democrática, en el marco tradicional de la democracia de los partidos, no tiene lugar en este momento en Nicaragua. En otras palabras, ni siquiera podemos pensar en elecciones en este contexto y por tanto hay que enfocar todas las energías, todas las capacidades de los nicaragüenses para unirnos en una sola plataforma, en un solo mensaje de democracia versus tiranía. Y habrá luego un momento para poder saldar nuestras diferencias. 

Si no hay salida electoral, ¿Cuál es la hoja de ruta? ¿Cuál es el camino para salir de la dictadura?

La salida electoral tendrá que darse en algún momento. Las democracias no sobreviven sin procesos electorales, pero ya se intentó en 2021 ir a elecciones, con las condiciones muy adversas y ya vemos todo lo que pasó. No quiero hablar del agua debajo del puente, yo creo que fue correcto que nos organizáramos en el contexto de 2021, pero en el futuro no hay posibilidades de una competencia electoral cuando hay nicaragüenses desterrados sin nacionalidad, partidos políticos que no pueden operar legítimamente dentro del país y por tanto la hoja de ruta pasa por restituir esas garantías mínimas. 

La presión máxima internacional y local a Ortega debe ser para recuperar esas garantías preelectorales para en algún momento considerar elecciones. En este momento, me parece a mí, sería impensable hacerlo.

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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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