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Una mirada de condena

Un país roto, divido en dos, donde cada quien se creía portador de la verdad. Una visión esquizofrénica que no admitía matices

Un país roto

Guillermo Rothschuh Villanueva

12 de diciembre 2021

AA
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A Edgar Tijerino, por dejarme probar este manjar,
antes de sentarse en su poltrona a degustarlo.

I

Para quienes han vivido una vida intensa, desde que asomaron sus cabezas a la pubertad, la manera de apreciar la sociedad y ver las cosas, cobran un sentido especial. El novelista colombiano Juan Gabriel Vázquez, fue el depositario del largo camino político-militar de la familia Cabrera Cárdenas, confiando en sus destrezas narrativas. Pusieron en sus manos una historia con ribetes épicos, según el color del cristal con que se mire. Su interlocutor fue Sergio, asistido de los Diarios de su hermana Marianella. ¿Lo hizo para librarse de los demonios del pasado? ¿Qué otro motivo podría tener? ¿Su propósito era correr el velo y desacralizar a quiénes eran tenidos como depositarios de una moral intachable, incapaces de violentar las máximas sobre las cuáles pretendían crear un mundo diferente? ¿En qué momento extraviaron la brújula y se precipitaron al vacío?


Sergio proviene de un entorno singular, su padre, hijo y nieto de anarquistas españoles, salió precipitadamente junto con su familia hacia el exilio, después de haber luchado en las trincheras contra las pretensiones de Francisco Franco de hacerse del poder. Su padre de apenas trece años, fue otra víctima de la Guerra Civil. La conexión de Sergio con Fausto, su progenitor, adquiere sentido a la luz de los acontecimientos que moldearon su espíritu, su formación maoísta y la influencia decisiva que ejerció en su futuro de cineasta. La vida errante comienza con la migración forzada hacia Francia. Barcelona era blanco de los fascistas. El bautismo de su padre llegó más pronto de lo esperado. No habían coronado su destino, un avión de caza empezó a disparar sus ametralladoras. Para atravesar la frontera compraron el pase con un fajo de billetes.

Las tres partes que conforman Viendo hacia atrás, (Alfaguara, 2021), contienen alta dosis de realismo político. Al salir huyendo de Europa recalaron en República Dominicana, único país que en Francia decidió visar sus pasaportes. Se instalaron en Ciudad Trujillo, fundaron una pescadería, corrió la misma suerte que tuvieron negocios exitosos bajo el régimen del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo. Pescaderías Caribe fue vendida, sus dueños no aceptaron convertirse en socios de la primera familia dominicana. Para esa época Fausto empezó como declamador, gusto adquirido de su madre. Cuestiones del destino, en el barco que viajaban venía Alberto Paz y Mateos, actor que introdujo en su país, las teorías de Stanislakvski. Su apuesta implicó un vuelco en la interpretación dramática prevaleciente en España. Un logro magistral.

En Ciudad Trujillo, Fausto inició su formación actoral, marcaría su vida para siempre. Decidido abrirse paso en la jungla sociocultural, recaló en Caracas, donde alcanzó reputación por su voz y talento. En el Salón de Arte Pegaso, dio un recital asistido de la poesía de Federico García Lorca. En junio de 1945 atravesó la frontera colombiana, labrándose fama de actor. El encargado de Extensión Cultural del Ministerio de Educación en Bogotá, Darío Achury Valenzuela, admirador de Schiller y Cervantes, al concluir dos horas de conversación, cumplió una promesa al catalán —un recital en el Teatro Colón— que lo encumbró a las alturas. Esa noche declamó a Antonio Machado y remató con Miguel Hernández, poeta muerto por la insidia fascista. Emprendedor y creativo, Fausto redefinió el mapa actoral y la dramaturgia colombiana.

Conoció y conversó con el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, hablaba alucinado de José Asunción Silva y Julio Flórez. Los encuentros con Gaitán fueron una epifanía. Implicó su conversión. Descubrió ante sus ojos una realidad desconocida. Puso en su radar las matanzas campesinas a solo unas horas de la capital. Fausto visitaba el Ateneo Republicano Español, deseaban la muerte de Franco, hablaban del Partido Comunista y de la lucha guerrillera en los llanos orientales. Pedro León Arboleda, lo introdujo en la lectura de Porfirio Barba Jacob y León de Greiff. Le advirtió que perdía el tiempo en Bogotá. “Los poetas, en Colombia, están Medellín”. El tío Felipe, su ídolo, exiliado radicado en esa ciudad, le dio a leer un número de la revista Semana. Cuestionaban la indiferencia colombiana por las muertes ocurridas en ese país cada 24 horas.

Sus reveses y persistencia expoliaron su ánimo, adquirió el compromiso político de ayudar a cambiar las reglas del juego en Colombia. Los asesinatos y exclusiones de los campesinos, ubicándolos como seres marginales sujetos a toda clase de vejámenes, dispararon su sensibilidad. Fausto no podía continuar comportándose como alguien a quién poco importaba la suerte de los sectores empobrecidos. Las lecturas nutrieron su conciencia. Una radicalidad absoluta se apoderó de su ser. No iba a emprender el más áspero de los caminos, si su familia y él mismo no adquirían antes formación político-militar adecuadas. Tenía fija la mirada en el futuro. Un futuro que pasaba por el camino de las armas. Los diálogos con Gaitán —su eliminación por sicarios a sueldo— fueron el detonante. Para apuntalar sus verdades, enroló a toda su familia.

II

Volver la vista atrás, ratifica un viejo axioma literario, el éxito de todo relato depende de cómo el narrador urde y escribe la trama. Nuestro paisano inevitable, Rubén Darío, afirma en el Prefacio de Cantos de vida y esperanza, (1905), haber comprobado que “la forma es lo que primeramente toca a las muchedumbres”. Vázquez muestra ingenio en la reconstrucción de historias, una habilidad especial para dar prestancia a la vida de los demás. Saca ventaja a declaraciones y manuscritos puestos a su disposición. La primera vez que Vázquez me sedujo, fue por la forma que hilvanó el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, hecho que partió en dos la historia sociopolítica colombiana. La forma de las ruinas, (Alfaguara, 2015), una novela en la que replantea quiénes estaban supuestamente detrás de su asesinato. Pulveriza y descree de la versión oficial.

En la contraportada del libro ganador del IV Premio de Novela Mario Vargas Llosa 2021, hay una afirmación elogiosa del chileno Ariel Dorfman, publicada en The New York Review of Books: “Vázquez ha sucedido a García Márquez como el gran maestro literario de Colombia”. Una enorme distinción y una gran responsabilidad. Convertirse en heredero y continuador de la trayectoria del Nobel colombiano, supone tensar el arco, sorprendernos en cada uno de sus lances. En cuanto a estilo, Volver la vista atrás, filtra en el primer capítulo la luz incandescente del hijo dilecto de Aracataca. Luego Vázquez desliza su prosa de manera rauda, firme, llena de frescura. Sabe hacer mérito a los reconocimientos obtenidos a través de numerosos premios ganados por su vasta creación. Volver la vista atrás, viene a ser la confirmación de la madurez narrativa alcanzada.

La historia político-militar de la familia Cabrera-Cárdenas, obliga nuevamente a preguntarnos si se trata de una novela o de una crónica. En la concepción estadounidense seria catalogada como “No ficción”. El material cobra vida bajo el influjo de la pluma de Vázquez. Un género sobre el que ha espigado en abundancia Gabriel García Márquez. Nada más que su coterráneo llamaba las cosas por su nombre: Relato de un náufrago, (1955), Crónica de una muerte anunciada, (1981), Noticia de un secuestro, (1996), etc. Incluso sus memorias, Vivir para contarla, (2002), teje su vida de una manera que llevó a decir a muchos escritores invitados por Julio Ortega (Gaborio, Artes para releer a Gabriel García Márquez, 2013), que Gabo en sus memorias había novelado su vida. Un texto escrito con ingredientes propios y creatividad de la novela.

El hecho que toda una familia —padres e hijos— hayan decidido viajar a China a mediados de los años sesenta del siglo pasado, para alistarse como combatientes, fue un hito fundamental en sus vidas. Fausto convence a Sergio y Marianella, integrarse al Ejército Rojo. Involucra a su mujer en esta aventura. Luz Elena provenía de una familia acaudalada. A su regreso forman parte de las columnas guerrilleras del Partido Comunista Marxista-Leninista Pensamiento Mao Tse Tung. Una corriente que disentía de las FARC y el ELN. Los jóvenes adquirieron una formación político-militar rigurosa. Fausto terminó siendo miembro del directorio y enlace con China Popular. A Luz Elena le asignaron tareas clandestinas urbanas. El compromiso familiar con Colombia tenía la misma intensidad que Fausto y Sergio profesaban por la dramaturgia.

Eran años en que los jóvenes aspiraban poner el mundo de pie, sin la intermediación de los sectores dominantes. El cansancio político se tradujo en revueltas estudiantiles por diversas partes del planeta. El drama de los obreros y padecimientos campesinos, convocó a la juventud a participar como actores privilegiados. Sergio resalta la efervescencia militar y la agitación política que sacudían a China Popular. Un relato de primera mano sobre lo que implicó para los chinos la revolución cultural. Estaban plantados en transformar los cimientos de su sociedad. El costo fue alto. Los dirigentes chinos estuvieron dispuestos a formar cuadros político-militares que se necesitaban para impulsar la revolución en el tercer mundo. La familia Cabrera-Cárdenas fue una de las tantas familias que desembarcaron en China con ese propósito.

La obra de Vázquez debe ser leída desde el presente, razonar a la luz de lo ocurrido a finales de los años sesenta y principio de los setenta en Colombia. Un país roto, divido en dos, donde cada quien se creía portador de la verdad. Una visión esquizofrénica que no admitía matices. Todo era blanco o negro. La desilusión llegó cuando ambos jóvenes comprobaron que en la guerrilla prevalecían dos raseros. Uno para los jefes y otro para la tropa. Cualquier intento crítico era frenado. Acusaban de pequeño-burgueses a quienes los formulaban. Prevalecía el dogma. La ciega obediencia. No había espacio para el disentimiento. Cuánta razón asistía a Ester Vilar. En su primera novela, Las matemáticas de Nina Gluckstein (1985), cuestiona las dificultades que supone construir al hombre nuevo, con las taras que poseen las personas metidas a esta tarea.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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