19 de octubre 2016
En mi artículo DOS ERRORES he anotado que definir al régimen representado por Maduro como dictadura no define necesariamente una línea política. Señalaba, además, que la acción política no depende de definiciones duras sino de caracterizaciones descriptivas hechas de acuerdo a los diversos momentos por los cuales atraviesa la historia de un régimen.
Diversas objeciones recibidas me obligan, sin embargo, a insistir sobre este punto.
He dicho que una definición (lógica o jurídica) no determina el curso de un proceso. Si así fuera caeríamos en el nominalismo político. Cierto es que las denominaciones condicionan a la realidad que vivimos. El mundo es inevitablemente palábrico. Pero a la inversa, la realidad que vivimos determina, cambia y altera los nombres de las cosas. Eso ocurre principalmente en el campo de la política. Las definiciones en la política –a diferencias de las de la academia– nacen de experiencias y acontecimientos muy reales.
En la escena académica yo mismo he defendido la tesis de que la Venezuela actual está regida por una dictadura. Ahondando el tema, he agregado que no se trata de una dictadura absoluta sino parcial puesto que la oposición ha logrado conquistar espacios que impiden el avance definitivo del régimen hacia lo que este quisiera ser: una dictadura absoluta y total. No obstante, he reconocido también que las definiciones de la vida política no deben ser iguales a las de la vida académica.
En la vida política venezolana la definición del régimen no puede ser solo resuelta con tipologías sino, además, por el curso de los acontecimientos. La explicación es la siguiente: las palabras en política más que de acuerdo a su significado son usadas de acuerdo a su función.
Para poner un ejemplo no-venezolano: En los países europeos casi todos los movimientos xenófobos ultranacionalistas cumplen con las características propias a los movimientos fascistas. Desde un punto de vista politológico son efectivamente fascistas. Pero desde un punto de vista político son muy pocos los políticos que los denominan fascistas. La razón es obvia: el término fascista puede despertar asociaciones y vivencias altamente peligrosas para la estabilidad política europea. Entre el significado real del término y su intencionalidad funcional, los políticos eligen lo último. Con mayor razón debe ser así en Venezuela.
Hay que tener en cuenta que en estos momentos la gran mayoría de la oposición venezolana ha optado por la vía constitucional revocatoria. El Revocatorio es, o ha llegado a ser, un gran movimiento social y político. Y como es sabido, las salidas del Revocatorio son solo dos: o el régimen acata al RR16, tal cual está establecido en la Constitución, o destruye (“asesina”) al RR16.
La definición política –reitero, política– del régimen depende en consecuencias de la vía que este decida asumir en un futuro muy próximo. Si acata el RR16 no será denominado como dictadura. Si no lo acata, es decir, si intenta destruirlo, no hay más alternativa que llamarlo dictadura. Ahí reside precisamente el sentido y la lógica del RR16.
Destruir al RR16 significará para el régimen destruir el último –repito, el último- puente que separa a una dictadura de una no-democracia. El régimen no solo será una dictadura. Será, además, una dictadura irreversible.
Esas son las razones que obligan a pensar acerca del porqué el RR16 es irrenunciable. Pues, repetimos, el RR16 no es solo una vía. Es antes que nada un movimiento hacia el poder. Un movimiento que habiendo nacido desde la MUD es mucho más que la MUD. Pero aunque algunos sectores (ultra-radicales y dialoguistas) de la oposición quisieran renunciar al RR16, ya es muy tarde. El RR16 ha cobrado vida propia. Hasta en los estadios de fútbol es coreada la palabra Revocatorio.
Si el régimen destruye el RR16 habrá reconocido ante sí mismo y ante la opinión pública internacional -es decir, no solo ante sus opositores- su irreversible condición dictatorial. No habiendo RR16 ese régimen habrá perdido toda su legitimidad. Tanto la interna como la externa. Renunciando a ser revocado, deberá ser derrocado. Recién entonces la palabra dictadura adquirirá la plenitud funcional de su significado político. Solo así podrá ser usada, con toda la legitimidad del mundo, como instrumento de lucha.
Yo creo que así lo entiende la mayoría de los partidos de la MUD. Espero no equivocarme.