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Sin los jóvenes no habrá paraíso

Dos claves para transformar Nicaragua: juventud y pensamiento crítico

Jóvenes en una protesta contra el CSE. Carlos Herrera | Confidencial.

Guillermo Cortés Domínguez

23 de agosto 2017

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Juventud (“divino tesoro”), por un lado, y pensamiento crítico, por otro, son dos aspectos claves para la transformación de Nicaragua en una sociedad democrática y libre, en un país con justicia y libertad, como querían Sandino y Rubén Darío. Una buenísima frase de Salvador Allende, dice: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. ¡Alapúshica! Es muy reveladora y también demasiado comprometedora para la juventud, porque de acuerdo con el expresidente socialista de Chile, los jóvenes, por su naturaleza, deben ser revolucionarios, y los que no lo fueran, estarían violentando su propia genética.

Por supuesto, hay jóvenes que no son  revolucionarios ni llegarán a serlo, que le dan la espalda a los problemas sociales y que asumen opciones más privadas o individuales, lo cual no los convierte en malas personas, porque cuidar de sí mismo, de su formación, de su crecimiento profesional y de su familia, es positivo para ellos y para todos, pero hay otras muchachas y muchachos que hacen esto y también crecen en humanismo, entregándose a causas justas.


No todas las personas tienen el mismo grado de compromiso al intentar una sociedad más justa, pero todos podemos aportar algo. Una cualidad del liderazgo debe ser identificar el potencial e incorporar a la lucha a los jóvenes de acuerdo con las capacidades y posibilidades de cada quien, sin pretender que todos asuman las mismas responsabilidades.

La famosa frase de Allende se refiere al natural ímpetu de la juventud, a su curiosidad insaciable, a su indoblegable espíritu de lucha, a sus innatos deseos de ir hacia lo desconocido, y también a la historia, a su tradición combativa, ya que no hay revoluciones ni cambios sociales profundos que se hayan hecho sin la participación decisiva de la juventud.

El pensamiento crítico implica tener conciencia de lo que ocurre, la capacidad de darnos cuenta, de saber, conocer, percibir lo que sucede, y para ello se requiere una sensibilidad determinada, es decir, no ser “valeverguistas”. Para convertirnos en “sensores” que captemos lo esencial de lo que ocurre, requerimos estar informados (leer, escuchar, observar) pues gracias a la información que tengamos en el cerebro podremos asociar, comparar, contrastar y con ello analizar e interpretar.

Manejar información permite tener criterios y estos nos pueden llevar a tomar decisiones y a participar en los diferentes ámbitos de la vida, desde el familiar, el de la calle, el de la manzana, del barrio, del colegio, de la universidad y del sindicato hasta el escenario de la ciudad o el de las elecciones municipales y nacionales. La información posibilita construir una percepción de la realidad y el pensamiento propio nos empodera para poder transformarla.

Estar al margen, no tener opinión sobre los asuntos importantes de la vida nacional o internacional, es tan grande déficit que no podríamos tener pensamiento crítico. No leer, por ejemplo, es una carencia fatal. No será un sobrenatural Espíritu Santo que descienda sobre nuestras cabezas, lo que nos hará seres pensantes y activos.

Informarnos debe ser como una gran atracción diaria, debemos tener ganas, unos deseos irresistibles, un vicio al que hay que ceder irremediablemente. La juventud es fuerte y es insaciable y es curiosa y es valiente. Estas condiciones naturales deben motivarla a la lectura y a estar informada. Vivir informados no es un asunto de viejos.

Claro que debemos objetar y saltar las altas barreras que levanta el gobierno autoritario para impedir que lo fiscalicen los medios de comunicación social y los periodistas, y para mantener en la ignorancia a la población y sometida a sus cortinas de humo y acciones de entretenimiento y espectáculo. Desde el imperio mediático que pretende subordinarnos, nos bombardean con información oficial acrítica en la que todo está bueno, bonito y barato,  en una dañina combinación con amarillismo, nota roja y espectáculo.

Los medios de comunicación son vitales para transformar la cultura política, pero sirviendo información veraz, con diversas fuentes y sobre asuntos de importancia, como la gestión pública. Este aporte a la población, principalmente a la juventud, ayuda a construir una percepción sobre la realidad. Es decir, los medios son formadores de ciudadanía, de jóvenes pensantes, con criterio propio, capaces de actuar para cambiar el país.

Las redes sociales son una vía de comunicación excepcional. Nunca antes en la historia la humanidad ha tenido tanta información al alcance de la mano y tan extraordinaria posibilidad de informar con solo un teléfono con cámara y conexión a Internet. Pero esto no significa una verdadera democratización de la información y del debate público, porque muchas veces prevalece la propaganda, mentiras o medias verdades, e irrespeto, insulto y denigración. Y se escribe muy mal.

Es decir, en las redes sociales también hay mucha basura, pero Facebook, Twitter, InstagranYoutube, son vitales no solo para informarse por la cantidad de contenidos que tienen para todos, sino también, como lo vimos en la malograda “primavera árabe”, para la movilización popular en situaciones concretas. Su valor agitativo es inapreciable.

Dependerá de la juventud lograr un cambio de sistema en Nicaragua, no mediante  la guerra, que siempre implica una tragedia de amplias y profundas dimensiones, sino por medio de la movilización consciente y organizada de amplios sectores de la población, lo cual no ocurrirá jamás sin pensamiento crítico. Sin los jóvenes no habrá paraíso.


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Guillermo Cortés Domínguez

Guillermo Cortés Domínguez

Periodista nicaragüense. Escribió prensa clandestina y fue redactor y editor del diario Barricada. Coautor de "Corresponsales de Guerra". Fundador y director de la revista Medios y Mensajes y la editorial Editarte. Ganó el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, de la agencia de noticias Prensa Latina S.A. Además, es autor de "Huérfanas de Guerra" y "El oráculo de la emperatriz", entre otros libros.

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