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Segunda carta a Daniel Ortega

En nombre de ese cristianismo que proclamás incesantemente, te exhorto -una vez más- a que detengás este infierno contra el pueblo

Daniel Ortega en la conmemoración del 40 aniversario de la Revolución Popular Sandinista, en la Plaza de la Fe, en Managua. EFE/ Jorge Torres

Carlos Mejía Godoy

20 de julio 2019

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Daniel: Hace un año, apareciste en la televisión, hablando de paz y amor. En ese momento, sin que te temblara el pulso, tus sicarios atacaban con armas letales, a los estudiantes de la UNAN refugiados en la Iglesia de la Divina Misericordia.

Reaccioné indignado y llamé a Lucía Pineda a 100% Noticias para enviarte una carta. Sólo pedía que -en nombre de Dios- detuvieras la matanza contra mi pueblo desarmado. Y, en la desesperación y la impotencia- recordé una plática con tu padre, que por su trascendencia histórica marcó mi vida. Jamás creí que mi declaración, iba a tener eco, dentro y fuera de Nicaragua. Hubiese querido leer esta carta, viéndote a los ojos. Pero la gente de los Derechos humanos me instaron a abandonar el país lo antes posible. Y, contra mi criterio, como Antonio Machado, "corto de equipaje tomé el camino del exilio".

A ver, Daniel. Deseo preguntarte: ¿qué se siente llegar nuevamente al 19 de Julio y darte cuenta de que, cuarenta años después de aquella fecha gloriosa, hemos retrocedido a la época de las cavernas? O es que seguis creyendo, desde la cúspide del mesianismo, que todavía podés ponerle el respirador artificial a esa enferma terminal que es tu revolución?

¿Te has tomado el tiempo para oír las declaraciones de Irlanda Jerez, hablando con detalles escalofriantes de las atrocidades en el Chipote y en la cárcel de La Esperanza? Cuenta Irlanda, que cuando tus "especialistas" profesionalmente asesorados, la estaban torturando, con métodos físicos y sicológicos, ella con lucidez y gallardía dijo: '¿Ustedes creen realmente que yo soy la prisionera?' Los prisioneros son todos ustedes, que están encarcelados en su propia miseria humana.


Y hablando de parangón, Daniel, al asomarte a la Iglesia de la Divina Misericordia, ¿no recordaste la gesta de Las Delicias del Volga, donde Julio Buitrago, él solito con su pistola, se enfrentó a las hordas de Somoza, hasta que la casa quedó llena de humo?

No sé si esa vivienda existe aún. Pero las troneras que perforan tu conciencia jamás van a desaparecer y, como dijo tu padre, citando a Báez Bone, te van a acompañar hasta el último día de tu vida.

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No sé, Daniel, cómo va a terminar este caos en que ustedes han sumido a nuestra Nicaragua. Yo, como millones de nicaragüenses, sólo anhelo paz con justicia. En lo personal- por principio, rechazo los juicios sumarios, hijos bastardos del odio y la revancha.

He visto un documental sobre el patético final de los Ceaucescu, en la Rumanía comunista. La misma guardia personal que todas las mañanas ponía rosas rojas en el despacho de la pareja, se encargó de abortar el intento de fuga. En ese trágico epílogo, la excelsa Primera Dama, desgañitada, ordenaba la presencia de sus leales cachorros. La respuesta fue una ráfaga mortal, con la que se cerró un capítulo más del llamado socialismo real en la Europa del Este.

Daniel Ortega. No te habla un sesudo politólogo, ni un eminente funcionario de las Naciones Unidas. No poseo la bervorrea de tus diputados, ni la estatura de tu canciller. Sólo soy el terco cantor, que se nutrió de la savia de nuestra generación, para escribir esas trovas que han desnaturalizado.

En nombre de ese cristianismo que proclamás incesantemente, te exhorto -una vez más- a que detengás este infierno contra el pueblo que en algún momento creyó en tu capacidad de líder y en tu inteligencia de estadista.

No pongás obstáculos y zancadillas a la voluntad de Dios. Mientras reflexionás,entre hoy y el año 21, es saludable que estés claro: la cuenta regresiva -por ley de la historia- alcanza inexorablemente, a todos los tiranos por igual. A todos, sin excepción..!

La pelota está en tu cancha.


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Carlos Mejía Godoy

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