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Por qué las crisis económicas no botan regímenes dictatoriales

En vez de esperar que venga una crisis, hay que elevar los costos de la corrupción de la cúpula familiar político-militar de un régimen cleptocrático

Manuel Orozco

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Muchos nicaragüenses de diferentes vertientes depositan sus expectativas en el impacto de una crisis económica sobre una transición política. La experiencia en el siglo XXI muestra que los cambios de Gobierno que han dado lugar a una democratización no ocurren como resultado de una crisis económica.

Sin embargo, las crisis económicas en ciertas circunstancias asumen un rol catalizador en la política. En particular, cuando un sector trabajador y empresarial pierde la confianza en que la política económica de un Gobierno pueda contrarrestar desequilibrios económicos o financieros, éstos buscan y proponen alternativas de estabilización según el riesgo que asuman para criticar, protestar o actuar proactivamente en contra las medidas adoptadas.

Entre más cerrado es un régimen, mayor suele ser su apuesta para contrarrestar toda forma de protesta, en vez de recurrir a una estrategia de estabilización económica. A pesar de que Cuba, Haití, Nicaragua, Venezuela, han pasado por severas crisis económicas en los últimos siete años, la represión (y violencia en Haití) ha prevalecido sobre una política económica saludable y les ha permitido prolongar la recuperación.

Las crisis político-económicas en el siglo XXI

Una crisis económica puede afectar la sostenibilidad política de un Gobierno toda vez que coincidan varias cosas de por medio. No es un proceso lineal, inmediato y consecuente. 

Las crisis económicas son aquellas situaciones en las que la actividad económica de un país se desacelera de manera sostenida por al menos seis meses, al punto que exhibe decrecimiento en factores como baja en la productividad, desempleo, la banca no logra satisfacer la demanda de crédito, los precios de insumos importantes suben de manera inflacionaria e impagable (de manera que la demanda cae), el déficit fiscal no permite aumentar los gastos del estado, o un choque externo genera obligaciones inmediatas e inesperadas que no son manejables.

El punto de inflexión en estas situaciones es en el que el trabajador y las empresas pierden confianza en la capacidad de la política económica del Gobierno de contener el declive y responder con soluciones de estabilización económica que prevengan un aumento en la pobreza, la desigualdad o un deterioro crónico de la economía.

Las respuestas frente a la pérdida de confianza dan lugar a una protesta social o política, a través de un acuerdo entre el gremio empresarial, los trabajadores y algunos partidos políticos de presionar al Estado para que adopte medidas consensuadas por ellos.

En los últimos 25 años ha habido varias crisis económicas, tanto en diferentes tipos de democracias como en dictaduras, y en pocas instancias el deterioro ha desembocado en un cambio de Gobierno. También ha habido crisis políticas que acarrean deterioros económicos y sus consecuencias han incluido un detonante de protesta social, la cual es contenida por los Gobiernos, ya sea con compromisos de reformas económicas o con represión.

Algunas de las crisis económicas del siglo XXI incluyen a Rusia (2014), Turquía (2001; 2018-presente), Cuba (2019-presente), Chipre (2012-2013), Grecia (2010-2018), Argentina (2001-2002; 2022-2024); Venezuela (2013-presente), Bangladesh (2022-2024), Bolivia (2024-presente) y otros países más, que reflejan una mezcla de regímenes.

En la mayoría de los casos ha habido salidas económicas acompañadas de una suerte de políticas ortodoxas (recorte del gasto, devaluación de la moneda, endeudamiento de corto plazo) y en las situaciones dictatoriales, la combinación de estas políticas acompañadas de mano dura como en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Turquía o Bangladesh.

La presión y crisis económica como factor de cambio político

Las sanciones económicas sobre Venezuela, las sanciones a socios de la dictadura más la presión por reducir el financiamiento externo de Nicaragua, la condicionalidad cruzada de apoyo económico a cambio de reformas en Bangladesh y Ecuador son ejemplos de presión frente a una crisis económica.

Las respuestas de los Gobiernos han sido mixtas. Tanto en Bangladesh y Ecuador (países que no son políticamente cerrados) las presiones externas e internas dieron lugar a cambios políticos importantes.

En Venezuela, la dictadura, como en Turquía, ha sacrificado lo económico a cambio de sostenerse en el poder —Maduro eventualmente dolarizó la economía después de resistirse durante más de tres años, y negoció con Estados Unidos un alivio de sanciones a cambio de pequeñas concesiones y trató de atraer inversión y préstamos de China. En 2024 el país entró en un proceso de estabilización económica, con el retorno de algunos empresarios al país.

Mientras tanto Nicaragua superó la crisis económica de 2018-2019 en parte debido al apoyo político que Dante Mossi le dio al régimen, aumentando el financiamiento externo del BCIE, así como el apoyo del FMI y el BM para lidiar con la covid-19 y por el efecto del éxodo migratorio a través del envío de remesas. Sin un aumento del 30% en el financiamiento externo entre 2021-2023 y de las remesas desde 2022, la economía de Nicaragua hubiera entrado en otra crisis económica, posiblemente más severa que en 2018, ya que ésta no se había resuelto completamente, y hasta la fecha la confianza inversionista sino siendo muy baja.

Esto indica que no existe un switch para transformar una crisis económica a una transición democrática.

¿Puede una crisis económica cambiar las cosas en Nicaragua?

La respuesta es no. Una crisis económica por sí sola no bota regímenes dictatoriales. Entre 2018 y 2020 Nicaragua se enfrentó con tres crisis en una, la económica resultado del sismo financiero frente a la respuesta de Ortega a la protesta social, la covid-19, y la política en que fracasó la protesta y la negociación, ante la represión.

El tema principal se refiere al riesgo político que pueda asumir la gente, los trabajadores y empresarios (informales, pequeños y grandes) para presionar a la dictadura conociendo su capacidad represiva.

Primero, en estos momentos Nicaragua no reúne las condiciones de que se produzca una recesión económica, al menos en los próximos dos años y menos de una crisis económica. El país exhibirá un ritmo de desaceleración económica, en parte, por una disminución del consumo privado ante un posible declive de las remesas en 2026 de —10%, afectando el crecimiento económico en más de 2%— es decir, de caer las remesas en 10%, la economía solo crecerá en 1% a lo sumo o a 0%.

Una consideración adicional es que el efecto de los aranceles sobre Nicaragua será adverso porque ahuyentará a algunas empresas, encarecerán los costos de exportación, ya que Nicaragua no está yendo a Washington a negociar con Estados Unidos, como lo están haciendo otros países. Mas bien, el país sigue bajo investigación de parte de la Oficina de Comercio de Exterior. Esta desaceleración puede incidir sobre una disminución mayor de la oferta crediticia y contraer la actividad económica en el sector formal e informal —que le compra a las empresas formalmente establecidas. El presidente del BCN, Ovidio Reyes, tiene una receta preparada frente a esa eventualidad que tiene que ver con arreglos internos con el sistema financiero y los bonos del Estado, entre otras cosas.

Segundo, para que el gremio empresarial y laboral lleguen a sentirse en condiciones de presionar a la dictadura, aparte de lograr juntarse y coincidir en la necesidad de una acción conjunta, tienen que tener claro que los costos económicos de un aumento en el desempleo, en el costo de vida, en la inseguridad jurídica que los expone a ser expropiados o extorsionados, y en el uso de sus ahorros en vez de crédito para mantenerse activos es insostenible, de manera que sea mayor que el costo político de exigir al régimen un cambio de rumbo. En estos momentos ellos saben que el cortoplacismo de la dictadura les ofrece un balance marginalmente positivo, lo suficiente para no actuar.

La política económica oficial ha sido de adoptar mecanismos prudenciales, de poco gasto de gobierno en política social (que los dictadores saben acompañar para contener cualquier rechazo social), aumentar la inversión pública con endeudamiento (manteniendo ritmo económico), y de esa forma mantener un balance fiscal para prevenir un deterioro. Pero saben que hay que manipular, en algún momento, el tipo de cambio porque el costo de vida en el país se está haciendo insostenible frente a los bajos salarios que existen en el país y un córdoba que no se devalúa.

Tercero, de lo que se trata realmente no es de esperar a que venga una crisis (cosa que suena igual a esperar a que los “gringos” saquen a los Ortega Murillo) sino de mantener un canal de comunicación entre las fuerzas democráticas y el gremio económico y laboral nicaragüense, para coincidir en estrategias y acciones que aumenten los costos de la represión de la dictadura y el enriquecimiento ilícito. En suma, elevar los costos de la corrupción de la cúpula familiar político-militar de un régimen cleptocrático y clientelista.

Cuarto, hay que apoyar a las empresas, trabajadores y sociedad civil a reconocer que la captura del Estado nace muerta desde un principio y que se fulmina tocando la cartera de los ladrones. Esto es lo que debilitará la dictadura. La captura del Estado se apoya en una corrupción cleptocrática que mercantiliza pequeños pero abundantes negocios, que no son autosostenibles sin la inversión pública —la cual es finita y más dependiente de recursos internos que de endeudamiento. Es una economía parasitaria cuyo efecto multiplicador destruye la iniciativa privada: no crean riqueza porque solo hay despilfarro. Desligarse de esos parásitos económicos es una de las principales formas de golpear a la dictadura, su otra debilidad está dentro de los cuarteles del Ejército y los oficiales descontentos por el sometimiento control de la cúpula militar a la familia de los codictadores.

Pero dentro de este entorno, la forma de hacer presión política apalancado en los factores económicos radica en la acción sobre la captura de Estado más que en la crisis económica, ya que al debilitar y aislar a los parásitos también se está cambiando el balance de poder.

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Manuel Orozco

Manuel Orozco

Politólogo nicaragüense. Director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano. Tiene una maestría en Administración Pública y Estudios Latinoamericanos, y es licenciado en Relaciones Internacionales. También, es miembro principal del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, presidente de Centroamérica y el Caribe en el Instituto del Servicio Exterior de EE. UU. e investigador principal del Instituto para el Estudio de la Migración Internacional en la Universidad de Georgetown.

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