4 de octubre 2016
No ha sido la primera vez que Henry Ruiz Hernández, el ex mítico “Modesto” de la montaña, ha tenido la franqueza de admitir su culpa –entre otros culpables aún no confesos— por haber permitido la instalación de Daniel Ortega en la cúpula del FSLN para después, en el curso de sus acciones políticas desde el poder, traicionara los principios y la mística sandinista. Y, además de la traición, por haber restituido el sistema dictatorial derrocado en 1970, agregándole actitudes y planes dictatoriales apoyado en una alianza de clase con viejos y nuevos ricos, fundamentada en la economía neoliberal y en la reacción política.
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Pero, “¿cómo llegamos hasta dónde estamos?” –se pregunta Henry— y comienza a responder su interrogante con una afirmación aclarativa: “Y no digo cómo el Frente Sandinista llegó hasta aquí…porque el Frente Sandinista no existe. Lo que hay ahora es solo un grupo alrededor del caudillaje de Daniel Ortega, un grupo que sigue manteniendo las siglas FSLN, pero donde ya no hay mística y tampoco hay normas ni programa ni debate, donde ya no hay nada”. Y luego, de la pregunta clave, una respuesta honesta en lo personal, desde luego, y esclarecedora en lo político respecto a de la responsabilidad colectiva:
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“Los responsables de que Daniel Ortega esté ahí donde está somos, en primer lugar, quienes luchamos contra la dictadura de Somoza, todas las generaciones que cuarenta y cinco años atrás luchamos contra una dictadura y después fuimos permitiendo que este tipo (Ortega) esté hoy encajado en el poder”. Es decir, que lo hicimos todos durante un proceso que tuvo sus etapas donde “hubo contradicciones importantes, pero dejamos de pasar el tiempo” –aclara Henry— y confirma franca y escuetamente: “Sí, somos culpables. Unos más que otros”. Estos son párrafos iniciales de su artículo en la revista Envío de la UCA, número 414, correspondiente a septiembre de 2016, seguidos de una caracterización del régimen de Ortega, básicamente conocida por todos y estampada en diarias publicaciones, pero desde su óptica de revolucionario sin válidos cuestionamientos a su ética personal ni a su testimonio.
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Esa confesión de culpabilidad no sería útil ni completa, si no le acompañara el compromiso de luchar por corregir la consecuencia: si nosotros, hombres y mujeres, somos culpables, es obligación de todos “bajarlo de donde está”, afirma Henry. Los “que conocimos el somocismo y que lo enfrentamos, que vivimos la guerra de intervención imperialista de los años 80”;(…) los que vimos iniciarse la democracia como un orden de derechos en que el pluralismo no fue un peligro y la ley escrita parecía respetarse (debemos) retomar la bandera social que en aquellos años se deterioró, y será hoy parte de nuestra lucha”.
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Ese “nosotros” de que habla Ruiz Hernández, era parte del colectivo del ex Frente Sandinista, pero no los únicos descuidados e incapaces de percibir el perjuicio que vendría tras las ambiciones de Ortega. Es un colectivo dentro de una sociedad también con sectores responsables en alguna medida; en primer lugar, los hombres y las mujeres de su grupo, quienes, por ser cómplices, más que aptos para rectificar, lo están para pagar por ello. Hay otro grupo de corresponsables, y lo integran quienes desde las filas corruptas de la burocracia liberal se convirtieron en cómplices de los atropellos a las libertades y las violaciones a la Constitución, alegando que “la calle está dura” para no enfrentar la vida con honradez y al margen del erario.
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Igual podemos decir de los empresarios agrupados en el Cosep, los cuales no se hacen cómplices del orteguismo por asuntos ideológicos, sino por su insaciable apetito de riqueza y sus intereses de clase que, al no tener todo el poder, buscan “un clima apropiado para los negocios” a costa de la institucionalidad del país. Y al anunciarse la nueva farsa electoral del próximo noviembre, surgió una manga de políticos zancudos y supuestos opositores, pero que, por su conducta, sería más apropiado identificarlos como oportunistas, por cuanto se alquilan para colaborar con los planes de Ortega; unos por seguir pegados al presupuesto y otros por conseguir pegarse la primera vez. Henry no deja al margen de los oportunistas a los del PLI entregado por el gobierno a Pedro Reyes, “un ex agente de la Seguridad del Estado”.
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En su artículo, Henry se hace la clásica pregunta, “¿Qué hacer?”, y él se la responde: “Más que de ellos (Daniel y Rosario), me parece que debemos preguntarnos qué vamos a hacer para deshacernos de ellos. Soy ahora integrante de un pequeño movimiento político, el Movimiento Patriótico por la República, el MPR (…) no un partido, porque no tiene programa ni estatuto. Es un movimiento político con fines políticos, que busca soluciones políticas a los problemas de este país y busca cambiar la economía política que esta dictadura nos ha impuesto”. Después de esta aclaración, Henry concreta esos fines, que enseguida resumimos:
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-- Consideramos la no reelección a perpetuidad como un principio y una necesidad histórica para romper con el caudillismo, el que debemos establecer en una Constitución Política, igual que el Estado laico.
-- Restablecer en la Ley Electoral la candidatura por suscripción popular, eliminada por el pacto Alemán-Ortega, y transformar el sistema político que no conduzca, como ahora, al gavillismo y al amiguismo político, fuentes de corrupción.
-- Consideramos de urgencia política la derogación de la ley 840 (la concesión canalera), porque atenta contra la soberanía nacional y la integridad territorial, y debemos inculpar a Daniel Ortega como político traidor que amerita un juicio político que sirva de escarmiento a todo político, a todo partido, a toda asamblea.
-- La conciencia ciudadana no debe ser burlada y por eso proponemos la abstención. No hay que ir a votar. Si el 6 de noviembre las calles están desoladas sabremos que la abstención ganó y que Ortega perdió. El 7 de noviembre, el paso siguiente será levantar un movimiento masivo que derogue la ley 840.
-- Con la derogación de esa ley, mediante un plebiscito que evite las consecuencias negativas que para la soberanía económica de nuestro país, y que permita también elaborar una nueva Constitución Política que siente las bases de un nuevo Estado de Derecho.
-- “Cuando me preguntan para qué será ese movimiento plebiscitario de masas, respondo: es para tumbar a Ortega. No lo vamos a sacar del gobierno con un movimiento armado, sino con un movimiento social potente, y así nos vamos ahorrar mucha sangre. Y hay que empezar ya, pero hay que tener paciencia. Paciencia y claridad de objetivos. Así fue la lucha contra Somoza: sostenida, sostenida, sostenida y así fue creciendo, creciendo, creciendo”.
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De esta manera concluye su artículo-mensaje el Comandante Modesto de la revolución traicionada por el orteguismo. Pero debemos entender que no es un mensaje solo para los grupos sandinistas dispersos –llámense partido o movimiento—, sino también para todos los nicaragüenses patriotas, al margen de sus tendencias políticas y fundamentos ideológicos que no se fíen de supuestas soluciones foráneas, sino de las fuerzas populares y de la solidaridad de pueblos hermanos.
Ruperta y Ruperto
- ¿Vos creés que habrá elecciones limpias, Rupertó?
- Según Ortega, Rupertá, serán tan limpias como el historial de Roberto Rivas…
- Entonces no hay para qué votar, Rupertó…
- Ni por quién, Rupertá…
- Canuto, el vecino empleado público, Rupertó, dice que él tiene que votar varias veces, aunque no votará por nadie…
- ¿Cómo es eso, Rupertá?
- Sencillo, Rupertó: dice que su secretario político le dijo que, como habrá abstención, preñarán las urnas por la noche y por el día los empleados preñaremos varias veces las filas en distintos centros de votación… ¡y eso le permitirá a él anular varios votos!
Cronología imperial (*)
1980.- El 23 marzo, la revolución sandinista inició la Cruzada Nacional de Alfabetización y concluyó el 23 de agosto. En el lapso de seis meses, 60 mil jóvenes de ambos sexos redujeron el analfabetismo de más del 50% al 13%. Fue una batalla heroica e histórica de la revolución que prometía transformar la sociedad nicaragüense, pero fuerzas regresivas se la frustraron. Pero para esos jóvenes fue una lección que cambió sus vidas y una experiencia inolvidable de amor por su pueblo. Por desgracia, varios de ellos no llegaron a la adultez, el primero fue Georgino Andrade, asesinado por la Contra el 18 de marzo de 1980, y después lo serían otros y otras.
1980.- El 30 de octubre, el derechista Partido Laborista de Jamaica ganó las elecciones, tras una campaña electoral violenta y una exitosa maniobra desestabilizadora de la CIA contra el gobierno de Michael Manley.
(Continuará)
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.
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