11 de octubre 2016
En Hillary Clinton, el personaje, el extremismo estadounidense ha creado un monstruo de fantasía infinitamente malo, como cuando a los niños les hablaban del "coco", o del "mono", un ser informe que ninguno había visto, pero que era el terror puro, para que cada vez que el candidato Republicano salga con una de sus barbaridades, cada vez que se engruese el flujo ya constante de evidencia sobre su perversión ética, su deformación sicológica, su corrupción en los negocios, su ignorancia supina, y sobre todo su carencia de empatía, las bases Republicanas puedan decir: "Hillary Clinton es peor".
Ya se ha llegado al punto en que se tiene en cámara a Donald Trump jactándose de que toma a las mujeres a la fuerza por los genitales, y todavía: "Hillary Clinton es peor". Ya se ha llegado al punto en que él confiesa ante las cámaras de televisión que no ha pagado impuestos en muchos años, y todavía "Hillary Clinton es peor”; al punto en que el candidato Republicano, en un gesto autoritario inédito en la política de Estados Unidos, amenaza con llevar a la cárcel a su (presuntamente derrotada) rival. Y todavía: "Hillary Clinton es peor".
Hace mucho tiempo se ha pasado del punto en que Trump aseguraba que "los mexicanos son violadores", "los negros y los hispanos viven en un infierno, y NINGUNO de ellos tiene un empleo"; que "hay que impedir la entrada de cualquier musulmán a Estados Unidos"; que "ojalá que Rusia se meta en las computadoras del Departamento de Estado y busque los emails de Clinton"; que "Putin es mejor líder que Obama". Y todavía: ¡Hillary Clinton es peor!"
Y hace tiempo, incluso, se pasó del punto en que para Trump su propia hija Yvanka es "a piece of ass", o sea "un tronco de culo" (esto también grabado y publicado en televisión y en las redes sociales); el punto en que las mujeres que han criticado al candidato son cerdas, gordas, feas, que la Clinton "no tiene el "look" para ser presidenta", que la periodista conservadora Kelly fue hostil contra él porque "le salía sangre por todas partes", etc. etc. etc. Y todavía repiten, como hipnotizados, que "¡Hillary Clinton es peor!”
Por más inverosímil que parezca, por más penoso, esta es la realidad: los partidarios de Trump tienen las facultades críticas derretidas por el miedo, los odios y los prejuicios. Irónicamente, la demonización y deshumanización que hacen de la Clinton los ha deshumanizado a ellos. Al seguir dócilmente a un autoritario brutal que parece carecer casi totalmente de empatía, han perdido ellos mismos la empatía, han perdido el pudor y han perdido la sensibilidad.
Esa será la herencia de Donald Trump, aunque pierda las elecciones: un efecto brutalizante y embrutecedor que posiblemente dure mucho más que su campaña. De hecho, ya hay un estudio sobre lo que algunos sicólogos comienzan a llamar el "Efecto Trump" en las escuelas de Estados Unidos: un aumento notable y preocupante en los casos de acoso.
Nada peor que Hillary Clinton.