Guillermo Rothschuh Villanueva
19 de mayo 2019
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Los gobernantes parten que los nicaragüenses somos desmemoriados. La lógica de recuerdo-olvido, opera en detrimento de nuestra memoria histórica
Obispos continúan pendientes de la reanudación del Diálogo Nacional
A manera de explicación. En tema de la memoria histórica está fuertemente vinculado con la actividad noticiosa de los medios. Al ocupar la centralidad de la vida cotidiana de millones de personas inciden en sus agendas cotidianas. Su lógica de funcionamiento surge como una derivación inevitable del concepto de noticia. No ha habido manera que medios y periodistas entiendan la información como proceso. Su mirada está puesta en la actualidad. La ocurrencia de nuevos hechos sepulta o pasan a un segundo plano hechos cuyos resultados todavía no se habían concretado. Dejaron de interesarles. Ninguna institución opera como disolvente de nuestra memoria como los medios de comunicación. Con premura salen en búsqueda de nuevos acontecimientos dentro o fuera de sus fronteras.
De forma paralela, el posmodernismo vino a dar de baja a la historia. Las luchas de liberación en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado en los países colonizados sirvió como detonante. Al ocuparse los medios de ofrecer información sobre la justeza de estas contiendas, afloró en las metrópolis un sentimiento de culpa. Los medios ayudaron a crear conciencia de las aberraciones cometidas por las potencias. Su falta de escrúpulo quedó al desnudo. La guerra librada por los vietnamitas sirvió como catalizadora de un sentimiento anti-intervencionista más allá incluso del seno de la sociedad estadounidense. Para sociólogos, politólogos y expertos en medios, la guerra en Vietnam marcó el deslinde. Sus dirigentes políticos se lamentaron después de no haber frenado a la televisión. La censura de campo se convirtió en norma. Los medios solo pueden informar lo que pasa por los filtros de los militares.
Vinculados estrechamente con el quehacer político, medios y periodistas han sufrido históricamente todo tipo de vejámenes. Como causa y efecto en la búsqueda de la democratización de las sociedades, jamás han escapado a la censura, cierres, represión y cárcel. Su debilidad es congénica. La dualidad con que operan salta a la vista. Son los primeros en denunciar las tropelías cometidas por gobiernos, narcotraficantes, empresarios y políticos. Su interés por otorgar primacía al presente es manifiesto. La atención desmesurada que confieren a la actualidad funciona en la mente como un borrador del pasado. El ayer poco o casi nada interesa, excepto cuando vuelve a resurgir. Solo entonces son capaces de revirar su mirada hacia atrás. Hay quienes ingenuamente aducen que el ayer es privativo de los historiadores y no de los medios. Sin contexto es imposible que los medios ofrezcan una visión ajustada a la verdad.
La guerra del Golfo (1991), como algunos nombran la intervención militar en Irak, implicó una nueva forma de cobertura mediática. La guerra más televisada en la historia bélica no mostró nada, tanto que el sociólogo francés Jean Baudrillard se atrevió a decir que el conflicto nunca existió. El advenimiento y liderazgo de la televisión había marcado una severa inflexión en el concepto de noticia. A partir de su ascenso, el concepto de actualidad mudó de piel. Los acontecimientos relevantes serían aquellos sucesos ricos en capital visual e imágenes, como acreditó el catalán Ignacio Ramonet. Está demás preguntarse porqué en una guerra con enorme caudal de imágenes, la televisión fue incapaz de mostrar lo sucedido en Irak. En vez de mostrarse transparentes promovieron la opacidad de esta guerra. Los medios todavía no gozan de la liberalidad deseada en ninguna sociedad del planeta.
Así en Nicaragua como en el resto del mundo. Algunos medios en Nicaragua no ceden espacio en sus críticas al gobierno encabezado por el comandante Daniel Ortega. La razón fundamental obedece —entre otros motivos— a la naturaleza del conflicto que vive el país. Mientras los presos políticos no sean excarcelados, no haya adelanto de elecciones, no se permitan marchas, contingentes de efectivos policiales mantengan sitiada la capital, más de cincuenta mil nicaragüenses vivan en el exilio, más de sesenta periodistas hayan tenido que marcharse del país para no sufrir cárcel o agresiones y no entreguen los insumos que la Dirección General de Aduanas retiene a La Prensa y El Nuevo Diario, los medios continuarán focalizando su atención en el conflicto sociopolítico que aqueja hoy a Nicaragua. No pueden dar la espalda a un presente que conculca libertades y pretende encarcelar el pensamiento.
En su condición de actores políticos y debido al posicionamiento asumido, los medios fueron determinantes para que los gobernantes impusieran una censura de facto. La incidencia cotidiana de 100% Noticias y la persistencia de la política informativa de Confidencial, Esta Semana y Esta Noche, provocaron el encarcelamiento de Lucía Pineda Ubau y Miguel Mora y la ocupación y confiscación de sus equipos e instalaciones. En la mentalidad gubernamental, entre menor sea el número de medios que cuestionen su conducta, menores serán las capacidades de movilización de la población. La censura mediática es remedio infalible para los gobernantes. Su apuesta en la mesa de negociaciones con la Alianza Cívica es tratar de revertir el tiempo a su favor. Desmontar el espíritu de lucha de los nicaragüenses y bajar a los medios la temperatura política. Apuntan a que nuevos hechos produzcan olvido.
El error gubernamental consiste en olvidar que mientras el país no recupere la normalidad, medios adversos mantendrán inalterables sus políticas informativas y editoriales. Medios y periodistas se inclinan por dar cobertura a situaciones conflictivas. Las rupturas políticas concitan su atención. Es probable que el gobierno logre disminuir el interés mostrado por la prensa internacional. En estas circunstancias la atención de la prensa nacional desafecta del gobierno conservará inalterable su postura. La competencia discursiva salta a la vista. Mientras los medios oficiales y oficiosos hacen hasta lo imposible por demostrar que la normalidad llegó, medios antagónicos insisten en demostrar lo contrario. El problema de la credibilidad constituye un talón de Aquiles para el gobierno. Muy pocas personas otorgan crédito a medios que asumen como suyo el discurso oficial.
Los gobernantes parten que los nicaragüenses somos desmemoriados. La experiencia histórica demostró que el somocismo —con todos sus horrores— fue prontamente olvidado, especialmente por las nuevas generaciones de nicaragüenses, para las cuales carece de toda importancia y significado. Menos que recuerden las confabulaciones y componendas de las paralelas históricas, que conozcan algo del zelayismo o el entreguismo de los conservadores. Solo una minoría de nicaragüenses guarda ingrata memoria de lo trágico de su paso por la política. El funcionamiento de los medios, a cuya influencia muy pocos escapan y la baja de la historia, por cuyo estudio y conocimiento pocos jóvenes se interesan, forman una dupla enajenante. La lógica mediática de recuerdo-olvido, opera en detrimento de nuestra memoria histórica. Al insistir en el presente, auspician la desmemoria.
Irreversible punto de quiebre. La integración y convergencia de los medios tradicionales de comunicación con los satélites supuso la aceleración del tiempo. La información fluye en tiempo real. Todo es aquí y ahora. Lo que ganaron los periodistas en instantaneidad se tradujo en pérdida sustancial de su capacidad de análisis. Carecen de tiempo para reflexionar. La televisión continúa siendo el medio de información dominante. Las infotecnologías provocan una fragmentación de las audiencias. Promueven y producen nichos entre miembros de una misma comunidad de intereses. Agrupan a profesionales del mismo campo. Se hacen cargo de convocar, informar, movilizar y concientizar a la ciudadanía. Con las infotecnologías todo el paisaje mediático ha cambiado.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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