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Los mensajeros del pasado accionan

Los líderes han pretendido ignorar que los partidos que se apropiaron del liderazgo de la oposición, nunca tuvieron la fuerza que ahora pretenden

Recuerdo del primer año de conmemoración de la Rebelión de Abril en San José, Costa Rica.

Onofre Guevara López

18 de mayo 2021

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Es decir, que se quedaron con la acción y desecharon la unidad. Cuan agentes de políticas tradicionales, se infiltraron entre la nueva oposición y casi están a punto de gritar... ¡misión cumplida!

Falta saber, ante quién deberían gritar la consigna… ¿o solo la sentirán en el silencio de su culpabilidad? Como fuere, lo indiscutiblemente cierto es el daño que han causado a los intereses populares y herido sus esperanzas de verse libre más temprano que tarde de la dictadura.

Ya no es necesario reiterar de qué modo ejecutaron su misión –si bajo contrato o por espontánea estupidez—, ni de repetir los argumentos esgrimidos en pro de la unidad en la acción.  Ahora, lo más importante es tener en cuenta la dimensión del problema y buscar las salidas que aún pudieran ser posibles.

La gente de abril seguirá enfrentando a la dictadura, porque hay algo que los líderes han pretendido ignorar: los partidos que se apropiaron del liderazgo de la oposición, nunca tuvieron la fuerza que ahora pretenden tener.


Y si piensan que la tienen, es porque se arrogaron la representación de las aspiraciones de las masas populares, pero han perdido su confianza, y si no se aprovecha ir con candidato único a las todavía supuestas elecciones, volverán a ser líderes huérfanos de masas, con partidos cual cascarones burocráticos vacíos de contenido popular.

Algunos piensan que no se debe señalar culpables, pero polvo que no se sacude, se convertirá en lodo al mojarse. Y como, a pesar de todo, seguirán funcionando, es preciso seguir conociendo la ubicación real de los núcleos políticos de oposición, por si quisieran olvidarlo:

La Alianza Cívica, tuvo origen en una iniciativa eclesiástica, y la primera organización aspirante a representar a los sublevados de abril. Ahora, como Alianza Ciudadana, perdió autonomía ante el partido CxL, lo que significó haber cedido liderazgo a políticos que no fueron precisamente protagonistas de la insurrección popular.

La UNAB, tuvo su nacimiento al calor de las manifestaciones populares, y sus creadores, básicamente, organismos sociales que no llegaron a hacer acto de presencia en las marchas a última hora, sino que desde antes representaban a un amplio sector social en pie de lucha enfocada a la solución de los problemas sociales y políticos. Por su carácter progresista, fue convertido en el blanco de los ataques de los mensajeros del pasado.

La Coalición Nacional fue, y pudo seguir siendo, el centro de convergencia de la oposición lo más diversa posible, pero los mensajeros del pasado iniciaron su desintegración abandonándola, y después saboteando la unidad en la acción con ella, hasta llegar al fatídico 12 de mayo.

Al margen de estas cuartillas

*Habría que ser un derrotista, para pensar que todo está perdido y, aunque aún puede ser reconformada la unidad de hecho, no libraría de culpas a quienes realmente la tienen…

*Por si la mente lo quisiera olvidar, las gráficas y los audios no se borran: Kitty Monterrey, pudiera decir hasta misa sobre su voluntad unitaria, pero no podrá negar aquella su frase inaugural de la división: Ni la Coalición Nacional ni la UNAB existen.

II
Colombia y su autoritarismo atávico

Quienes solo publicamos opiniones semanales y, además de estar absorbidos por la inmediatez de los problemas nacionales, nos habíamos privado de comentar algo en torno al drama colombiano.

En cambio, medios de publicación diaria, silenciaron el tema durante trece días (del 28 de abril al 11 de mayo), porque, para muchos, Colombia es una democracia ejemplar, con distinguida membresía en la OEA e integrante del “Grupo de Lima”. Pero Colombia no son sus gobiernos, buenos cumplidores del discurso estadounidense, sino los colombianos que han sido sus víctimas.

La tragedia de Colombia no comienza ni desaparece con las omisiones, ni desviando el enfoque noticioso de las raíces de sus problemas, ni ubicando el origen del estallido social en la ya muerta reforma tributaria. Pero su defunción no ha calmado la indignación popular, porque los problemas actuales tienen sus raíces en las históricas injusticias y desigualdades sociales.

III

Para entrar al tema, aunque breve, veamos algunos sucesos históricos unos a otros que duran en la memoria colectiva para siempre o, al menos, por largos años:

En abril de 1948, en Bogotá nació la Organización de Estados Americanos (OEA), dando continuidad a la Unión Panamericana, el primer instrumento de los Estados Unidos para su geopolítica, el Panamericanismo. La UP, se fundó en Washington, durante la primera Conferencia Panamericana de 1889.

Nació ofreciendo a sus integrantes y vecinos continentales: “paz, amistad, comercio y acción moral”.

Esa acción, no precisamente moral, se tradujo once años después en la guerra contra España (1898) para quedarse con Cuba y Puerto Rico, sus últimas colonias en América. Unos sesenta años antes, ya había absorbido militarmente más de la mitad del territorio norte de México.

IV

En esos días de abril de 1948, mientras la OEA nacía, fue asesinado Eliécer Gaitán, popular candidato presidencial, quien quizás no fue el primero, pero sí el primero que conmovió a la sociedad colombiana como rechazo a la histórica opresión de la oligarquía colombiana.

El asesinato de Gaitán ocurrió el 9 de abril, y de inmediato estalló El Bogotazo en repudio del asesinato y, como de costumbre, el pueblo fue reprimido a balazos. El Bogotazo, fue antecesor no inmediato de lo que está pasando, porque en Colombia, los balazos contra el pueblo han sido continuos. La diferencia es que los actuales suenan desde hace veinte días y no solo en la capital, sino en varias ciudades.

La violencia oficializada, después de Gaitán, siguió contra los primeros políticos y ministros que denunciaron el narcotráfico. La violencia pareció asentarse para siempre en Colombia y, en 1977, pretendió ser parada con el arreglo bipartidista de conservadores y liberales para alternarse en el poder, pero eso solo aceleró las contradicciones con la sociedad colombiana.

La violencia del ejército de la oligarquía, más sus paramilitares, pretendió ser contrarrestada con la violencia revolucionaria: en 1964, surgieron las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC); en 1965, el Ejército de Liberación Nacional (ELN); en 1967, el Ejército Popular de Liberación (EPL) y en 1973, el Movimiento 19 de Abril (M-19).

Pero la violencia solo recibió nuevos estímulos, y según Camilo Castellanos (investigador colombiano), esto causó: “Un impacto que va más allá del socorrido hastío de la guerra y trasciende a la configuración de las mismas subjetividades. En el fondo (es) una suerte de militarismo acendrado, como actualización del autoritarismo atávico.”

En Colombia, militarismo y autoritarismo solo atizaron el fuego y aumentaron las contradicciones sociales, económicas y políticas, cuyas víctimas son indígenas, campesinos, trabajadores urbanos, estudiantes, a quienes ya llegó el agua al cuello y protagonizan la explosión social en marcha para salvarse del terrorismo estatal.

V

Los asesinatos en serie de personajes políticos, activistas de derechos humanos, dirigentes sociales y las masacres de indígenas y campesinos en Colombia son interminables. Y tantos, que apenas se puede personalizar en estos candidatos a la presidencia:

Eliécer Gaitán, Partido Liberal (1848); Jaime Pardo Leal, Unión Patriótica (1987); Luis Carlos Galán Sarmiento, Partido Liberal (1989); Bernardo Jaramillo Ossa, Unión Patriótica (1990); Carlos Pizarro, M-19 (1990); y Manuel Cepeda Vargas, Unión Patriótica (1994). De la militancia de esta última organización en 2004, y desde 1985, se contaban tres mil víctimas del terrorismo   gubernamental colombiano.

VI

El gobierno de Iván Duque, y antes el de su padrino Álvaro Uribe (2002-2006), le han dado continuidad a la violencia oligárquica tradicional, aderezada ahora con la política económica neoliberal extrema y la entrega del territorio nacional a nueve bases militares estadounidenses, con el pretexto del combate al narcotráfico.

No queda espacio para señalar las cuotas de la violencia social del narcotráfico y de la pandemia mal atendida por el gobierno de Duque, que también asuela a Colombia. Ni para detallar los crímenes del gobierno de Uribe, que solo en su primer año (2002-2003) se le atribuyen 4 351 violaciones de los derechos humanos. Para comprender mejor el papel de Uribe en esta violencia, aquí está su lema político: “Conquistar la paz por la victoria militar”.

La conducción de Uribe predomina en el gobierno de Duque, y su promesa de lograr la paz con la guerra contra el pueblo, se manifiesta con el sabotaje a los Acuerdos de Paz con la FARC (2016) que, como partido político legal, le han asesinados a más de 900 militantes.

A Su sabotaje a los Acuerdos de Paz, el gobierno pretende sacarle provecho político: le mete miedo a la sociedad, acusando a los disidentes de las FARC y a los activos del ELN, de ser quienes promueven la violencia que está conmoviendo al país.

Así, pretenden justificar la continuidad de su guerra contra la población campesina, extendida hacia la población urbana que está protagonizando la lucha en contra de la violencia terrorista del Estado, demandando respuestas a sus reclamos de justicia social y la renuncia del títere de Uribe, Iván Duque.

Quedan avisados los lectores: seguro que seguirán recibiendo noticias sesgadas sobre Colombia.


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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