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La retorcida fantasía de Robert F. Kennedy, Jr.

Armado de teorías conspiranoicas, Kennedy ha difundido mentiras irresponsables sobre los presuntos riesgos de vacunas que salvan vidas

Robert F. Kennedy, Jr., candidato a la presidencia de los EE. UU. por el partido “We the People” (Nosotros, el pueblo). Foto: EFE

Richard K. Sherwin

13 de abril 2024

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Robert F. Kennedy, Jr., descendiente de una histórica familia política estadounidense, se presenta como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Pero a diferencia de sus difuntos tíos (el presidente John F. Kennedy y el senador Ted Kennedy, que también se candidateó a la presidencia, sin éxito, en 1980) y su difunto padre, el senador Robert F. Kennedy (asesinado durante su propia campaña presidencial), RFK Jr. no se presenta como demócrata, sino como jefe de un nuevo tercer partido, We the People (Nosotros, el pueblo). Es el último capítulo en la extravagante y cada vez más peligrosa deformación de la política estadounidense contemporánea.

Muchos comentaristas políticos le han reprochado a Kennedy el lanzamiento de una campaña sin esperanzas de éxito, que puede quitarle al presidente Joe Biden los votos de demócratas desencantados y entregar la Casa Blanca a Donald Trump. Según una encuesta de votantes realizada por el Siena College en seis estados disputados (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin), Kennedy obtiene más apoyo entre los demócratas que entre los republicanos (18% contra 16%). No extraña que su comité de acción política independiente (habilitado por ley a recaudar y gastar para la campaña del candidato en forma ilimitada) haya recibido apoyo económico del multimillonario megadonante republicano Timothy Mellon.


Una prueba más del hecho de que Kennedy busca el voto demócrata es la persona que eligió como compañera de fórmula: Nicole Shanahan, 38 años, abogada especializada en propiedad intelectual y anterior promotora de causas y candidatos demócratas. Shanahan se autodenomina demócrata desencantada, y ha convocado a que las personas con ideas afines se sumen al cortejo de Kennedy. En 2023 llegó a un acuerdo de divorcio con el cofundador de Google Sergey Brin, por el que al parecer pidió más de mil millones de dólares (apenas el 1% del patrimonio estimado de su exmarido). Esa suma le daría una ventaja infrecuente para financiar el complejo y costoso intento de presentar a Kennedy como candidato en los cincuenta estados.

Aunque la campaña de Kennedy ha creado muchas incertidumbres, hay una cosa clara: tanto demócratas como republicanos experimentan un auge populista, desde la izquierda y desde la derecha. Trump y Kennedy coinciden en ciertos temas clásicos del populismo, con unas pocas variaciones interesantes. Basta comparar el discurso de inauguración de Trump en 2017 con el reciente discurso sobre el “estado de la Unión” de Kennedy. El latiguillo principal de ambos es el mismo: la pérdida de la grandeza estadounidense y su restauración.

El deprimente relato que hace Trump de la decadencia estadounidense presenta “fábricas herrumbradas, desperdigadas como tumbas”, una infraestructura que “ha caído en la falta de mantenimiento y la decrepitud”, con la “riqueza de nuestra clase media … arrancada de sus hogares y distribuida en todo el mundo”, y con “millones y millones de trabajadores estadounidenses abandonados”. Mientras las élites de Washington prosperan, “el pueblo se ha debido hacer cargo de los costos”. Trump promete revertir el declive poniendo a “Estados Unidos primero”.

Kennedy también ve tierra arrasada. Pero en su relato predominan la “enfermedad crónica”, la “depresión”, la “enfermedad mental” y la “soledad”. Como Trump, se queja por el estado decrépito de la infraestructura y por una clase media que ha sido “vaciada”. Y como Trump, culpa a las élites: “Toda la riqueza creada en la última generación fue a parar a milmillonarios y corporaciones transnacionales”. Pero según su perspectiva, el mayor de todos los males es que Estados Unidos se ha convertido en “el país más enfermo de la Tierra”. Su promesa es “hacer a Estados Unidos sano otra vez”.

El énfasis de Kennedy en la salud es reflejo de su actuación pública como abogado ambientalista y, en los últimos años, como tenaz activista antivacunas. Ve una camarilla de corporaciones siniestras y funcionarios públicos conspirando para envenenar el medioambiente y el “cuerpo político” (de a un cuerpo por vez). En el clímax de la pandemia, proclamó la falsedad de que estaba probado que las vacunas contra la covid‑19 tenían “eficacia negativa, al aumentar la propensión al contagio respecto de no hacer nada”. Incluso llegó a asegurar que la covid‑19 estaba diseñada para tener “selectividad étnica”, perdonando a “judíos askenazíes y chinos”.

El énfasis de Kennedy en la curación hace pensar en alguien que ha tenido una “recuperación”; y es exactamente lo que sucedió. Después del trauma de perder a su padre y a su tío bajo las balas de los asesinos, Kennedy combatió (y venció) la adicción a la heroína.

Igual que Kennedy, también Shanahan parece estar dando curso a una aflicción personal. Habla de su lucha contra la infertilidad y de la difícil crianza de su hija de cinco años, Echo, que padece autismo (a cuya investigación, Shanahan asegura que dedica el 60% de su tiempo). “Nuestros hijos no están bien”, nos informa. Está firmemente convencida (a pesar de numerosos estudios científicos que muestran lo contrario) de que la vacunación infantil ha causado un marcado aumento de los casos de autismo. Quiere impedir que las corporaciones farmacéuticas sigan “contaminando” la ciencia y “capturando” los organismos regulatorios. Les exige (manifestando una paranoia similar a la de las teorías QAnon) que liberen los “misterios” que “podemos resolver” y que tienen “custodiados”.

Nadie cree seriamente que Kennedy pueda ganar la presidencia. Pero hay buenos motivos para pensar que puede inclinar la balanza hacia Trump seduciendo a demócratas (incluidos votantes jóvenes como Shanahan), algunos independientes, libertarios y devotos de la sanación new age, así como a idealistas de más edad para los que su padre y sus tíos todavía son fuente de inspiración.

Armado de teorías conspiranoicas sobre la caída de Estados Unidos en la enfermedad crónica, la soledad y la depresión, Kennedy ha difundido mentiras irresponsables sobre los presuntos riesgos de vacunas que salvan vidas, sin dejar de proferir lugares comunes de resiliencia y sanación. Todo indica que está preso de una retorcida fantasía en la que es el único capaz de hacer realidad el sueño idealista de su padre de un Estados Unidos mejor.

El resultado más probable es una pesadilla en la vida real: un Estados Unidos iliberal presidido por alguien a quien los antecesores de RFK Jr. considerarían el enemigo interno más peligroso del país.

*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.

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Richard K. Sherwin

Richard K. Sherwin

Profesor emérito de Derecho en la Escuela de Leyes de New York. Especialista en evidencia visual y persuasión visual en litigios. Experto en las múltiples conexiones que vinculan el derecho y la cultura, centrándose en particular en la narración jurídica y la comunicación visual.

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