La radicalización de la dictadura dinástica bajo Rosario Murillo tiene consecuencias regionales: la amenaza ha traspasado el riesgo de las alianzas conflictivas, y se traduce en agresiones contra otros Estados. Los nicaragüenses desconocen la dimensión agresora de este gobierno de la misma manera que no cuentan con los instrumentos para reconocer todos los derechos que han perdido en este régimen dictatorial. Nicaragua hoy día es un país aliado con los Estados enemigos del mundo occidental, forma parte del eje dictatorial en las Américas y es un Estado agresor de otros Estados.
Frente a un mundo en conflicto, dividido, la dictadura está apostando a la desatención de sus transgresiones, calibrando la represión y la agresión en baja intensidad. El resultado apunta a perfeccionar la experiencia cubana, aprovechándose de los beneficios del orden liberal. Sin embargo, esta radicalización puede desembocar en resultados inesperados que el régimen no podrá controlar y lo más probable es que quede al desamparo de esas alianzas tóxicas.
Alianzas con socios conflictivos y dictatoriales
La decisión de Ortega y Murillo de separarse del curso democrático después de rechazar un acuerdo político en el segundo Diálogo Nacional en marzo de 2019 dio como resultado la conformación de varios pilares de control autocrático, incluyendo el alineamiento con poderes no democráticos. El régimen se alineó con Rusia, China, Corea del Norte, Irán, Bielorrusia y otros países autocráticos. Para ser parte de ese club, la dictadura se ha convertido en un peón del eje antioccidental sellando su subordinación con tratados bilaterales que entregan parte del territorio a Rusia o a China.
La dependencia que Nicaragua ha puesto sobre China con el propósito cortoplacista de obtener financiamiento y facilitar negocios comerciales de importación de bienes chinos a través empresas cercanas al círculo familiar, le dan un margen de maniobra a China. Para China el peonaje de Nicaragua representa un footprint geopolítico toda vez que alinea a Cuba, Nicaragua, Panamá y Venezuela en diferentes frentes de control táctico para este país. Estos cuatro países son un escenario geopolítico estratégico en el hemisferio de control marítimo, comercial y militar en la zona de la Cuenca del Caribe, un entorno de esfera de influencia de Estados Unidos, CARICOM y SICA.
China quiere aprovecharse de una región que esté de su lado, un paso a la vez, sin prisa. Con Cuba, usa al país como un puente de guerra cibernética contra Estados Unidos, ejecutando espionaje y/o sabotaje. Con Venezuela, receptor de financiamiento chino busca lograr control indirecto de la exportación de petróleo a través del trueque de préstamos por petróleo. Mientras que, con Panamá, intenta asumir un control de al menos dos puertos en el Canal de Panamá con una visión de más control a largo plazo. Y en Nicaragua, otro potencial receptor de financiamiento (no ha recibido más del 10% de los préstamos negociados), lo convirtió en lugar para la inversión en minas de oro, iniciando con pequeñas concesiones, y con planes de ampliación en diez años. Por el momento, China está apoyando calladamente a las tres dictaduras en materia de estabilización económica y de seguridad interna, sin embargo, en un futuro de continuar su huella regional en estos países, tendrá un mayor control geopolítico en la región.
La vinculación diplomática con Irán es otra amenaza a la estabilidad regional porque Nicaragua bajo Ortega-Murillo tiene precedentes de ofrecer albergue a militantes proclives al anti-occidentalismo, incluyendo a miembros de la OLP, a guerrillas terroristas en los ochenta y más recientemente ha otorgado nacionalidad a líderes palestinos.
Un triángulo referencial
En la América Latina y el caribe prácticamente los 34 países miembros del ecosistema Inter-Americano perciben a Cuba, Nicaragua y Venezuela como dictaduras, diplomáticamente tóxicas. Aun para los otros países seudo democráticos-seudo autocráticos como Bolivia, Honduras, y San Vicente y las Granadinas, una cosa es hablar de estos países, otra es defenderlos. A este triángulo de dictaduras (C-N-V) se les ha hecho a un lado, se les ve como un referente de a lo que no quieren llegar los otros Estados, pero que tampoco quieren invertir capital político y diplomático para cambiarlos.
En la óptica de más de la mitad de los diplomáticos latinoamericanos estos son casos perdidos, especialmente, piensan, Cuba y Nicaragua ya no hay mucho que hacer. Multilateralmente, el Grupo de Trabajo sobre Nicaragua en la OEA formalmente cesó de existir, y la gestión diplomática de algunos de sus miembros no logra llegar a una propuesta de resolución. Bilateralmente, Canadá y Estados Unidos son de los pocos países que expresan su oposición abiertamente.
Un país agresor
Nicaragua como Estado agresor es consecuente con su pretensión antidemocrática y anti occidental. Aparte de sus alianzas con ejes que van a contramarea, Ortega-Murillo instrumentalizaron la migración de personas provenientes de terceros países para facilitar la llegada a Estados Unidos mediante vuelos chárter que transportaron a más de 150 000 personas en 2023 y 2024. Para Ortega esto fue un método de ataque contra Estados Unidos en momentos que la migración hacia ese país escalaba en grandes números.
Aparte de haber agredido a otros países atacándolos diplomáticamente a Ecuador, Panamá, y otros Estados, la ejecución contra el militar retirado Roberto Samcam es el acto de agresión más reciente contra Costa Rica. Desde Nicaragua la dictadura ha permitido (y posiblemente autorizado tácitamente) que viajen sicarios, orejas y seguidores orteguistas a infiltrarse, intimidar y atacar nicaragüenses en estatus de refugiado, violando la soberanía costarricense.
Para fuentes de inteligencia y seguridad costarricense el cruce de la frontera a Costa Rica desde Nicaragua de parte de agentes que se infiltran no es nuevo. El que hayan escalado su actividad para realizar acciones de violencia aumenta la vulnerabilidad del país en situaciones en que se pasa por un aumento de homicidios y de violencia en el país. Estas acciones coinciden con el momento en que Nicaragua también se sale del marco legal del Acuerdo de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) y evita respetar los derechos de los refugiados y parece más bien condonar sus asesinatos.
Una sociedad acomodada
En medio de todo esto los nicaragüenses desconocen la amplitud en que la dictadura ha llevado a subordinar el país a estos ejes violentos y antidemocráticos. La mayoría de los nicaragüenses tienden a navegar con cuidado bajo el Estado policial. Para ellos estar pendiente de la noticia, o hacer comentarios puede ser amenazante para un régimen que criminalizó la democracia. Por ello dicen, “yo no veo noticias, y no me quiero meter en problemas”, o comentan, “yo sé que la cosa no está buena aquí, pero no tengo de otra y necesito trabajo y comida, y así me las arreglo y me quedo callada”.
Los nicaragüenses carecen del conocimiento necesario tanto de lo que ocurre dentro o fuera del país, la magnitud de la penetración de estos actores externos y las consecuencias que estas alianzas acarrean. Ese desconocimiento es parte de una de las armas de control político del régimen a través de la censura y la desinformación.
¿Será posible un realineamiento democrático?
La dictadura ha apostado a mantener una especie de represión de baja intensidad, controlando en intervalos temporales a quien atacar, intimidar o neutralizar. El asesinato contra Samcam fue una acción extrema que ocurre en medio de un momento internacional en que la violencia está generalizándose y escapa del control de muchos. Mientras tanto Ortega hace provocaciones asumiendo que Estados Unidos no toma nota. Rosario Murillo y su equipo apuestan a que la dictadura seguirá su curso y no será perturbada por la comunidad internacional y menos por una oposición que ha sido decimada y dividida.
Sin embargo, Estados Unidos no deja a un lado lo que ocurre en Nicaragua. Ofreció apoyar la investigación en Costa Rica del asesinato; logró que su candidata Rosa María Payá se integre como miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, abiertamente crítica de las dictaduras de la trilogía regional, quien prometió, “proteger a quienes más lo necesitan, defender la democracia, garantizar una comisión eficaz y transparente, y acercar el sistema a los más vulnerables.” Su rol hará contrapeso frente a una OEA estancada y desgastada. También continúa revisando acciones sobre el rol del país dentro del CAFTA y el impuesto a las remesas, acompañado con el posible retorno de migrantes.
Estas y otras medidas que la administración piensa aprovechar a fin de año se calibran en relación con un 2026 en el que Murillo quiere reafirmar su presidencia ‘electoralmente’ para el 2027. La situación es precaria y el escenario del continuismo dictatorial es fuerte. Sin embargo, las consecuencias de que el régimen haya permitido, de manera tácita o explícita, el asesinato contra el disidente político Roberto Samcam han creado otro escenario peligroso de confrontación que despierta el descontento al interior del país y en el mismo seno del círculo de poder. Frente a una situación conflictiva, ninguno de los aliados tóxicos saldrá en defensa de la dictadura. Los Ortega-Murillo se quedarán solos lidiando con su crisis.