Guillermo Rothschuh Villanueva
31 de marzo 2024
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Los lectores tienen la palabra sobre la conveniencia o no de publicar la obra póstuma de Gabo
Al cumplirse diez años de su muerte, el público tiene la oportunidad de leer la que parece ser la última obra que alguna vez veremos del Nobel de Literatura.
“Eran años simples en que no había tiempo ni ocasión para traiciones ni recelos, y ella llevaba con gran rigor las cuentas de sus ciclos de amores de rutina”.
Gabriel García Márquez
La novela póstuma de Gabo, ‘En agosto nos vemos’ (Penguin Random House, marzo 2024) vino al mundo bajo el estruendo de críticas adversas y encomios suspicaces. Una obra que nace envuelta en polémicas de uno y otro lado del Atlántico, goza de la atención de los lectores. Los más curtidos lo hacen con el ánimo de corroborar o desmentir la tesis de sus detractores, y los otros con el entusiasmo de verse las caras con uno de sus escritores más sentidos. Con estas credenciales era imposible que ‘En agosto nos vemos’, no concitara la atención de millares de lectores dispersos por diferentes geografías. Los editores tuvieron el cuidado de preceder su advenimiento con una buena dosis de publicidad.
Lo interesante de los jaloneos es que entraron al quite fijando la atención en la decisión de García Márquez: esta novela no debía de ser publicada. Se trataba de borradores que todavía no habían pasado por el pulimento inevitable de un escritor, que tenía la sabia manía de no darlos por concluidos ni siquiera cuando ya había enviado a la imprenta el borrador original. Gabo continuaba corrigiéndolos. Se adelantó a expresar que enviaba sus novelas y cuentos a la imprenta por el apremio de los editores. De lo contrario, seguiría revisándolos una y otra vez hasta darles el acabado final. Algo que no ocurrió con ‘En agosto nos vemos’ publicada para conmemorar sus diez años de fallecido.
En el choque de apreciaciones muy pocos entraron al análisis de la novela. Se irritaron con sus hijos por no haber respetado la determinación de Gabo. Otros se deslizaron por la pendiente de citar autores que autorizaron destruir alguna de sus obras sin haberlo logrado. Citaron los casos de Kafka, Nabokov e incluso de Virgilio. Un tema recurrente en la literatura moderna y contemporánea. Sus herederos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha aducen que en un “acto de traición decidieron anteponer el placer de sus lectores a todas las demás consideraciones. Si ellos lo celebran, es posible que Gabo nos perdone. En eso confiamos”. Estamos sabidos que ‘En agosto nos vemos’, lleva su marca de fábrica.
En sus páginas encontraremos los giros sintácticos y frases rotundas con las que Gabo ya nos tenía acostumbrados. Se siente un aliento poderoso en cada uno de los lances de Ana Magdalena Bach. Una mujer dispuesta a vivir encuentros prohibidos por su condición de casada. Jamás se arredra ni da marcha atrás una vez que atraviesa la línea roja que le impedía saltarse las trancas. Una respuesta contundente a todas las mujeres que cuestionaron los amores furtivos de Florentino Ariza con América Vicuña. No solo los hombres se tiran las prohibiciones. También las mujeres. Cuando se disponen a hacerlo carecen de escrúpulos y muy pocas se angustian padeciendo problemas de conciencia.
Quienes se quejan que ‘En agosto nos vemos’ es una novela menor, lo hacen por el prurito de desmeritar a Gabo. Solo alguien viviendo fuera de este mundo podría ocurrírsele que Gabo guardaba en los cajones de su escritorio una novela mayor. De cualquier manera, resultan válidos los argumentos de sus objetores. Aun tratándose de una mujer que tenía la osadía de salir de cacería una vez al año sin importarle su condición de casada. Son justas las aseveraciones de que se trata de una novela que porta las señales inconfundibles del autor de ‘Del amor y otros demonios’ y ‘Memoria de mis putas tristes’. Gabo no era partidario de publicar un cuento o una novela, que no había estado sujeta a su aliento perfeccionista.
Si algo me desconcierta es la pobre intervención de Cristóbal Pera. ¿Se dejó vencer por el temor de corregir a Gabo? ¿Creyó que lo justo como editor se limitaba únicamente a enlazar palabras o a corroborar las distintas citas que hace el colombiano sobre los compositores musicales de su predilección? ¿En verdad piensa que su trabajo de editor consistía en no “cambiar un libro, sino en hacerlo más fuerte con lo que ya está en la página y esa ha sido la esencia de mi trabajo editorial”, como asegura en la nota escrita al final de la novela? Un editor de ñeque, además de respetar y no traicionar al escritor, debe estar dispuesto a limar asperezas para volver más apetecible la obra puesta en sus manos.
Hay páginas donde Gabo abusa de los conectores: ‘sin embargo’, y ‘cuando’ aparecen más de dos veces en una misma página. Igual ocurre con el pronombre ‘él’. Pienso que García Márquez hubiese expurgado esas muletillas. Demasiada liviandad de parte de Pera. Debió mostrarse firme. En vez de eliminar el uso excesivo de ‘sin embargo’ y ‘cuando’, no supo qué hacer con ellos. Se pasmó. Debió hilar fino. Existen tiempos verbales que desentonan. Ante un reclamo de María Magdalena a su marido Doménico, este le responde “Pero si lo que quieres es saber si me he acostado con alguien, hace años me advertiste que no lo quieres saber”. Al pasar el esmeril, a Gabo no le hubiera ocurrido.
El hecho de incluir al final cuatro páginas facsimilares del original, únicamente sirve de excusa para confirmar que Gabo venía trabajando ‘En agosto nos vemos’. Nada más. En la quinta versión aparece un “Gran Ok final” como argumento definitivo de que el novelista colombiano había dado el pase definitivo a una obra que pidió que no fuese publicada. Sus herederos decidieron hacer todo lo contrario. Gabo resulta como el gran perdedor.
Los únicos ganadores son Rodrigo y Gonzalo, además de Mondadori Random House Grupo Editorial. Millares de lectores se abalanzaron sobre la novela para verificar por su cuenta a quiénes asistía la razón. Espero que con el tiempo que se disipen los nublados.
Más allá de las divergencias, la trama de la novela resulta subyugante. El presunto cierre escrito por Gabo lleva su impronta. Cumple con el adagio que a las mujeres resulta difícil descubrirles sus descarrilamientos. Ana Magdalena se percata que su madre pidió ser sepultada en la isla, lugar donde tenía su propio romance con un hombre que le llevaba a su tumba flores espléndidas después de muerta. Decidió exhumar los huesos y llevarlos de regreso. Una truculencia retorcida digna del hijo de Aracataca. Pocos se atreverían a cuestionar que lo publicado en las páginas finales, fue lo que Gabo alcanzó a pergeñar en vísperas de que el alzhéimer despedazara y atrofiara su memoria. ¡Una desgracia!
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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