Guillermo Rothschuh Villanueva
11 de julio 2021
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Hay vicios que se arrastran para toda la vida, unos más que otros, el goce que deparan puede ser peligroso, infinitamente mortal
Cigarros
“Dame el humo de tu boca.
anda, que así me vuelvo loca.
Corre que quiero enloquecer de placer,
sintiendo ese calor/ del humo ...”.
Letra y música de Sara Montiel
El aumento de impuestos a los cigarrillos presagiaba un revuelo, los primeros en mostrar inconformidad fueron los fumadores curtidos. Los nuevos precios eran una estocada al corazón. Uno de sus mayores placeres se veía estremecido; fuman cajetilla tras cajetilla, omitiendo las advertencias médicas y las prevenciones de los fabricantes, que anuncian: “Fumar es dañino para la salud”. La única restricción que atienden son los precios. Muchas familias reservan una porción de sus ingresos para la compra de rones, cervezas y cigarrillos. No había transcurrido un mes, cuando se dieron cuenta que en el mercado nacional vendían cigarrillos de distintas marcas a bajos precios. Venían a suplir sus carencias. Calidad y procedencia era lo de menos. Esos les tiene sin cuidado. Encontraron un sucedáneo antes que el gallo alegrara con su canto la madrugada.
I
Hay vicios que se arrastran para toda la vida, unos más que otros, el goce que deparan puede ser peligroso, infinitamente mortal. Otros son menos dañinos. En la adolescencia escogemos los vicios que nos producirán placer. Se practican asumiendo riesgos, castigos de los padres, regaños de los abuelos y sanciones policiales. Todo depende de nuestros gustos e ingresos. Muchos afrontan el desafío, aunque se les vaya la vida. Otros más osados empiezan curioseando y terminan agarrados del cogote. No pueden librarse de ellos para nunca jamás. Adrenalina en estado puro. Esa angustia o cosquilleo los precipita a continuar practicándolos sin reparar en las consecuencias. Los más decididos nunca ponen reparos. El costo y refinamiento son los encargados de imponer límites. Entre mayores sean los recursos económicos, más inclinados para asumirlos gozosos.
A los trece años fue la única vez que fumé, lo hice junto con los gemelos, Humberto y Rodolfo Arguello. Cigarrillos extranjeros: Kent, Chesterfield, Marlboro, Lucky Strike y Pall Mall. Nos dábamos el lujo de fumarlos gratis, pues eran sustraídos de la venta de doña Ofelia Espinoza, su madre. Sentados en las bancas traseras del Cine Juigalpa, fumábamos uno tras otro hasta consumir la cajetilla. Las marcas nacionales —Esfinge, Valencia y Montecarlo— abarrotaban pulperías, restaurantes, cantinas y burdeles. En una noche de vacas flacas fumamos Montecarlo, tenían el precio de treinta y cinco centavos. A las seis de la tarde, encajados en los muros del Centro Escolar Pablo Hurtado, sentimos como perforaban nuestras gargantas. Nada que ver con los sofisticados Pall Mall, suaves, mentolados. Agarrado al vuelo por mi madre, dejé de hacerlo para siempre.
Nunca entendí cómo hacía doña Mélida Balladares, ella misma se encargaba de preparar los cigarrillos de su consumo. Enrollaba una hoja de papel y como por arte de magia salían de sus manos, listos para fumarse. Eso mismo hacía doña Lionza, santo tomasina de voz ronca y ojos azules, cuando venía a Juigalpa a vender naranjas, mandarinas, limones y grape fruit. En cuanto sentía necesidad de pegar tres o cuatro chupetazos armaba su cigarro, en un ritual muy parecido al realizado por doña Mélida. ¿Cuántas personas se libraban de absorber nicotina recurriendo a este procedimiento? El consumo de cigarrillos en los años sesenta estaba extendido entre jóvenes y mayores. El fumado de puros, como los que preparaban doña Merceditas Suárez y doña Ernestina Balladares, estaba reservado para personas de la tercera edad, como las llaman ahora.
II
El aumento en los impuestos a bebidas y cigarrillos (un 270% a partir de 2019 y posteriormente de un 25%), produjo reacciones esperadas entre empresarios y consumidores. Los medios dieron la noticia como si se caía el cielo. Estaban conscientes que el aumento arancelario repercutiría de manera preocupante. No se equivocaron. La demanda de cigarrillos nacionales empezó a caer drásticamente. Dentro de un contexto de crisis social, política, económica y sanitaria, los nuevos precios estremecieron el bolsillo de los consumidores. El frenazo experimentado era previsible. Con una economía en depresión, con miles de familias en el desempleo, estas empezaron a distribuir la plata disponible, de acuerdo a un orden de prioridades diferente. Con los bolsillos comprimidos, los fumadores aspiraban encontrar una manera de sortear la situación.
Para mí fue una sorpresa encontrarme, en una de las calles de acceso al Mercado Municipal de Granada, con un puesto callejero ofertando cigarrillos provenientes de China, Alemania y Arabia Saudita. La vendedora, una mujer juiciosa, me explicó de manera sencilla, que había encontrado una forma de ganarse la vida. Conociendo las tribulaciones de los fumadores, indagué precios, me permitió comprobar que el grueso de viciosos había encontrado solución a sus días de angustia. Valen muchísimo menos que los nacionales. Nada comparable con los precios de Belmont, Dunhill, Marlboro, L&M, Windsor, etc. Los consumidores sintieron que habían encontrado un oasis o una mina de oro. Una buena parte de viciosos continúan mostrándose fieles a British American Tobacco (Batca). Todavía no se deciden a comprarlos en calles o pulperías.
Con el alivio que sienten en sus bolsillos, han vuelto a respirar, la cajetilla de mayor calidad —Golden State— vale en Granada cincuenta córdobas. Nada comparable con la cajetilla de Belmont cuyo precio es de C$140 córdobas en tiendas y supermercados. El valor de los demás cigarrillos —la oferta es amplia— varía entre veinticinco y cuarenta córdobas. Cigarrillos Fisher y Pine Green, cuestan cuarenta córdobas. Silver, Elephant y Golden Deer, treinta y cinco; y los Ultra Buy, solamente cuestan veinticinco córdobas. Mientras fotografiaba el estante, desde luego con el permiso de la dueña, los taxistas se detenían frente al negocio, para comprar cigarrillos al menudeo, una modalidad extendida por todas las pulperías. En tiendas y supermercados solo pueden adquirirlos por cajetillas. Me confió que al venderlos de esta manera sus ganancias aumentaban.
III
Una semana después pude comprobar que en Chontales acontecía un fenómeno similar, ofertas de esas y otras marcas inundan la provincia ganadera. Un vendedo me aclaró, que no se trataba de un hecho reciente, viene sucediendo desde mucho antes que a Batca le cayeran los nuevos impuestos. Desde hace más de tres años, en el mercado chontaleño se ofrecen estas marcas, con el atenuante que resultan más baratas. Un empresario vinculado con la venta de cigarrillos nacionales, me aseguró que era casi imposible que esas marcas vinieran de Estados Unidos, Europa o Asia. Con precios tan ridículos, a él le resultaba imposible creerlo. —¿Entonces de dónde crees que vienen? —Estoy seguro que de algún país vecino. —¿Cuál de ellos? ¿Honduras o Costa Rica? No supo responderme. Se quedó mudo. Nunca imaginé que llegaran por mar, dije y ambos sonreímos.
Mientras insistía por conocer el país de su procedencia, me dijo que estaba convencido que sus fabricantes estaban ubicados en Honduras o Casta Rica. Hoy sabemos que no es así, Erick Pérez del Toro, gerente de prevención del comercio ilícito de Philip Morris, para Centro América y el Caribe, expresó a Ariana Quintanilla, del diario La Prensa, el 5 de julio (2021), que provienen de Panamá. Cigarrillos producidos sin normas sanitarias, añadió el empresario. ¿Cuándo les ha importado? Al preguntarle a Francisco los motivos que tenían los fumadores para comprar estos cigarrillos, respondió: “Muchos buscan precio, no calidad, a ninguno de mis compradores les preocupa si tienen más o menos nicotina”. Trató de convencerme que los Pine Green son tan buenos como los Pall Mall. ¿Crees qué son de la misma calidad? No te podría decir, yo no fumo, solo los vendo, sentenció.
Los vendedores apostados en las calles se mantienen herméticos, ninguno quiso revelarme dónde y quiénes les abastecen. Al pedir respuesta soltaron una sonrisita irónica. Nosotros desconocemos sus nombres, ¿querés qué los invente? Para ganar confianza, pregunté quién vendían más. No lo sé. Los únicos que llevan una contabilidad estricta, son los agentes departamentales de la tabacalera. Se mostraron unánimes en decirme que la venta de cigarrillos nacionales seguirá cayendo en picada. Una verdad evidente. Esto mismo me aseguraron en varios supermercados. Las compras han bajado. Se venden más las cajetillas de diez cigarrillos, me dijo una de las cajeras. ¿Cuánto más aguantará la compañía británica? Con el disparo de los impuestos, declararon a los medios nacionales que pensaban cerrar operaciones en Nicaragua; todavía no lo han hecho. Los fumadores creen haber superado el tropiezo. Se muestran relajados.
IV
La venta de cigarrillos provenientes de Europa y Asia alcanza Chontales y Rio San Juan. En todos los municipios chontaleños (Comalapa, Cuapa, Juigalpa, La Libertad, Santo Domingo, San Pedro de Lóvago, Santo Tomás, Villa Sandino y El Coral), pueden comprarse en los establecimientos. La capacidad de abastecimiento obedece a que no existe un solo distribuidor. Nadie acapara y centraliza las ventas. Nada más democrático que el reparto territorial que han hecho los vendedores por todos los municipios chontaleños. Francisco me confesó que en Juigalpa al menos hay dieciséis distribuidores. Cualquiera puede venderlos, nadie puede oponerse. Los distribuidores de las casas comerciales que visitan Chontales, se suman a las ventas para ganar plata extra, me reveló descorazonada otra persona vinculada con la venta de cigarrillos nacionales.
En la ciudad colonial los precios son más baratos, en Juigalpa la cajetilla de Pine Green vale 20 córdobas más que en Granada. Fisher, Silver Elephant y Ultra Buy, valen 50 córdobas, más caros también que en Granada. En los precios por cartón el desbalance es absoluto. El cartón de Belmont, cuesta 610 córdobas, el más barato de la competencia, Golden State, se adquiere por 330 córdobas, casi un ciento por ciento más bajo. Todo lo anterior explican las razones que tienen los consumidores para no adquirir los cigarrillos fabricados por American Blend: “Receta de la que se obtiene la mezcla utilizada por las marcas de tabaco más conocidas a nivel mundial: Marlboro, Chesterfield, Lucky Strike, Winston, Camel, etc.”. En el listado de Francisco no figuran las marcas ofertadas en Granada, Chontales y Rio San Juan, por América Blend. En algunos puestos callejeros venden L&M, legítimos.
La aspiración de los consumidores sigue siendo encontrar productos de mayor calidad y al más bajo precio. Mientras la distribución fluya por toda Nicaragua, los fumadores tienen asegurada la venta de uno sus productos más apetecidos. Con elegancia irlandesa, George Bernard Shaw, sostenía que “dejar de fumar es fácil”, con sorna añadía: “Yo lo he dejado de hacer varias veces”, para recalcar lo difícil que resultaba dejar de fumar. Mi amigo Salvatore, con datos de la Organización de la Salud (OMS), me demostró que “el tabaco mata anualmente a ocho millones de personas”. Después ripostó: “¿Sabes cuántas personas han muerto por fumar marihuana? ¡Ni una!”. ¿Cuánto tiempo tomará legalizar la marihuana en Nicaragua con fines recreativos, como lo han hecho muchos países, incluyendo México? Inquirió. No creo que esto ocurra muy pronto, como sueñan muchísimos nicaragüenses.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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