3 de diciembre 2019
Imaginar que se puede contrarrestar con éxito la avalancha impetuosa de la información sesgada, y los llamados fake news, sería una ingenuidad. Pero no hacer ni decir nada en contra, es una actitud pretendidamente imparcial, o de pereza mental con su dosis de cobardía.
Tampoco se puede medir el nivel de ignorancia inyectado por la información sesgada –ignorancia que no padecen las empresas mundiales de la información—, en la conciencia de los millones de sus televidentes, oyentes y lectores. Tampoco se puede contar los innumerables ejemplos de la desinformación en torno a las crisis actuales en América Latina.
Las expresiones de violencia y de represión, desde aquí ya salen descritas hacia el exterior con un sesgo conveniente para los intereses que representan, y luego retornan maquilladas desde los consorcios informáticos de las metrópolis. Solo parece haber una medida preventiva para no consumir sus falsedades: expurgar las noticias como se expurgan los frijoles para no comer suciedades.
Hay muchas noticias ejemplares de eso, pero de Bolivia más, por el momento:
Es verdad que Evo Morales cometió errores políticos que son parte de las causas de lo que allá ocurre, como insistir en su mesianismo de indispensable y único, humillante hasta para sus compañeros; romper el orden constitucional para colmar su pretensión; silenciar la crítica, incluso de las organizaciones indígenas que fueron importantes en el triunfo de su partido; desconocer el resultado del referéndum contrario a su cuarta reelección. Todos fueron ideales pretextos para las fuerzas reaccionarias, de afuera y de adentro.
A los nicas, todo eso nos es familiar, pues tienen el sello orteguista, que utilizó a sus magistrados corruptos para declarar “inconstitucional” la Constitución. El indígena boliviano pobre, líder sindical, dirigente político y jefe de Estado, admirado por haber logrado profundos cambios sociales en beneficio del 75% de la población originaria, se contaminó del caudillismo del mestizo “comandante” nica, quien no tiene la solvencia de Evo en ningún sentido. Caudillismo clásico, herencia del coloniaje español a los mandones criollos y mestizos.
De modo que no fue una coincidencia que se despertara el odio de clase de la minoría blanca y racista (minoría entre el minoritario 25% de la población), pero con el suficiente poder económico que la convirtió en dueña del poder político durante casi dos siglos, junto a su inevitable aliado “del Norte revuelto brutal”.
Hubo, además, de parte de Evo, un acto de ingenuidad: haber invitado a la OEA a que hiciera una auditoría con carácter vinculante. Si en verdad no había cometido fraude electoral, y peor si lo había cometido, puso a cuidar la leche al gato norteamericano, que venía cazando a Bolivia, junto a Cuba y Venezuela.
Entre nuestros países, no existe igualdad de desarrollo ni de problemas, pero en todos existe un trasfondo económico originado en el colonialismo europeo y continuado en la dependencia estadounidense. Y esto, no es ningún misterio ni motivo de asombro, pero sí, es motivo de encubrimiento.
La cacería contra Cuba, tiene una nada oculta sinrazón histórica: desde la joven nación norteamericana tenía 27 años (1776-1803), ya hubo políticos que, en su sueño de apoderarse de la Isla caribeña, argumentaron que es una extensión natural de su territorio. Ese absurdo lo ha mantenido con mayor énfasis desde cuando Estados Unidos recibió de España la Florida Oriental (1819). Durante 216 años, los pretextos para apoderarse de Cuba, son muchos, tantos como pelos tendría en la barba su simbólico Tío Sam, si este fuera real. Los últimos 60 años, han sido de agresiones y bloqueo permanentes contra Cuba.
Le sigue Venezuela, por muchas razones convertidas en sin razones: entre ellas, su petróleo, su oro y otros ricos recursos naturales, menos explotados que el petróleo y algunos todavía vírgenes. Cuba fue expulsada de la OEA por su desobediencia, y después les dio en la nariz con su “perdón”, pero Venezuela se fue de la OEA por su propia voluntad.
Lo que pasa en Nicaragua
¿Y la situación de nuestra pobre Nicaragua? Que sus riquezas naturales (oro, principalmente), siguen siendo ajenas. No tiene otras valiosas “razones” que puedan reflejarse con signos del dólar en los ojos imperiales. El pueblo solo tiene pobreza y encima un gobierno dictatorial que, en verdad, es una… “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional…” ¡pero no para el Estado-Policía del mundo, como dice Donald Trump!
La dictadura Ortega-Murillo ha puesto en bandeja de plata la oportunidad para que Trump aparezca como nuestro salvador, por tener al pueblo bajo represiones, persecuciones, encarcelamientos, humillaciones, violaciones de sus derechos a la libertad y a la vida. Un triste cuadro social, oportuno para el lucimiento de la geopolítica estadounidense –y de algunos gobiernos de la OEA—, con su solidaridad. Solidaridad que reconocemos, de hecho, humanitaria, pero con ulteriores intenciones políticas.
Es una oportunidad, ofrecida por los dictadores, y para nuestro pueblo una gran ayuda. Sin embargo, no por ser un pueblo agradecido, significa que demandamos injerencias. Si los dictadores rechazan esa solidaridad, que contribuiría en buena forma a resolver nuestra crisis y, además, la consideran una injerencia… ¿por qué, si son miembros de la OEA, no quieren cumplir sus deberes estatuidos, obligatorios para todos sus integrantes?
Volvamos a Bolivia
Evo, logró sacar a las mujeres de los ghetos de la marginación y los abusos; reivindicar sus derechos; convertirlas –sin diferencia de razas—en más del 50% de los funcionarios del Estado; proteger a la comunidad LGTB con leyes apropiadas, y también desempeñó cargos en el Estado. Pero antes, había nacionalizado el gas, y algo nuevo y valioso: el litio, el más liviano mineral, útil para la moderna industria cibernética. Otras sinrazones para la reacción y la presencia de intereses foráneos.
Evo renunció para impedir el derramamiento de sangre, se fue del país (cobardía, aún no confirmada) y renunció a ser candidato. ¿Pero qué pasó?
Que la presidenta provisional –instrumento político, racista y neoliberal--, fue “elegida” por una minoría, lo cual es lo de menos, en comparación con el revanchismo que estimula; casi cuarenta asesinatos de indígenas partidarios y ex funcionarios de Evo; las protestas reprimidas con violencia, y más de dos mil heridos; y han humillado a las naciones originarias, quemándoles la bandera Whipala, símbolo de su dignidad étnica.
A esa lista, se une el cinismo: ¡quieren acusar a Evo Morales por “crímenes de lesa humanidad” y “terrorismo”! Un organismo internacional serio, como se supone lo es la Corte Internacional, rechazaría tal cinismo, pues con Evo no hubo tal cantidad de asesinatos, sino después de su renuncia; la destrucción material, la causó la oposición antes de su renuncia; los manifestantes contra la títere actual, son parte del 75% de los indígenas que están perdiendo sus derechos y su vida por la represión revanchista.
En el exterior, la Jeanine Áñez, de añeja prosapia, cuenta con el favor de las productoras internacionales de fake news. Los técnicos críticos de los efectos distorsionantes de los fake news en la política norteamericana… ¿se interesarán algún día en desnudar los nocivos efectos que producen en la vida de los países latinoamericanos?
La pregunta no es necia, aunque podría caer en oídos sordos.