24 de noviembre 2019
Las huellas trazadas por el padre Edwin Román, han quedado grabadas por siempre en el mármol de nuestros recuerdos imperecederos. Entre los gemidos de las madres que imploran al cielo por sus hijos injustamente prisioneros, víctimas de una dictadura que aplica la represión sin escrúpulos y sin medida como un recurso desesperado pese al convencimiento que no le funciona, se alza, agigantada como un factor estimulante la figura del padre Edwin Román, uno de los grandes pilares que la Iglesia le ha proporcionado a esta resistencia indomable, como también lo han sido monseñor Silvio Báez, monseñor Rolando Álvarez, el padre José Idiáquez, rector de la UCA, monseñor Abelardo Mata, el padre Harving Padilla, monseñor Jorge Solórzano, el padre Rodolfo López y tantos otros en distintas parroquias, que parecen multiplicarse como los panes y los pescados, siguiendo la huellas de Jesucristo, el más grande combatiente de las injusticias, de las tiranías, de la corrupción, defensor de los intereses de un pueblo sometido, sin poder hacer algo frente a las arbitrariedades. Ese Jesucristo que estuviera sacando de los templos a los fariseos al servicio de los Herodes abusadores del poder, sin darles chance de lavarse las manos como Pilatos.
¿De que lado estaría Jesucristo en esta lucha? Es un pregunta innecesaria por lo obvio de su respuesta. Hace unos meses, casi un año, estuve en la Catedral de Managua en una charla de monseñor Álvarez, en la que se refirió a lo que se espera de la Iglesia, y revisando mis infaltables apuntes, colocó esto en relieve: La Iglesia que no quiere Jesucristo, es una Iglesia que no crítica lo injusto, que se codea con los poderosos, que abandona a los débiles, que muestra miedo. Jesucristo no admite una Iglesia corrupta, que tenga influencias en el poder, que negocie o pacte, que haga encerronas, que no levante su voz, que no asuma sus compromisos con los sectores populares. Jesucristo espera una Iglesia que demuestre con sus actitudes estar del lado de los desprotegidos, que sea capaz de denunciar las anomalías que cometen los otros, y también las propias, que no le tenga miedo a la crítica, que reconozca sus pecados… La ovación fue tan larga como las esperanzas de todos los que estábamos presentes, y sobre esas frases, ha estado caminando por el sendero del sacrificio, el padre Edwin Román.
Es el mismo sendero por el que transitaron monseñor Arnulfo Romero y los jesuitas asesinados brutalmente en El Salvador, es el sendero del padre Luis María Ugalde en Venezuela, y de tantos otros combatientes con sotana, capaces de tomar todos los riesgos para cumplir con su compromiso… Para suerte de esta juventud rebelde, en plena ebullición por encima de la represión imperante, hay muchos sacerdotes multiplicándose a la orilla del esfuerzo desplegado con una firmeza espartana. Fue la presencia del padre Edwin Román y su disposición, lo que fortaleció en la iglesia San Miguel, a esas madres que han visto la lucha de sus hijos por darle forma a un país diferente. Una chavalada que se extiende imparable por las aulas de bachillerato y las universitarias. Las actitudes de todos estos sacerdotes, pilares de la resistencia patriótica siendo grandes motivadores, responden a los retos trazados por monseñor Álvarez en la Catedral de Managua, aquella mañana. Es el punch de la Iglesia golpeando en la mandíbula a los que aún abusando del poder aplicando una represión desproporcionada, no meten miedo.