20 de septiembre 2021
Soy periodista y nicaragüense migrante. Salí de mi país a mis 26 años por motivos personales y me instalé en el vecino Costa Rica, un país que conocía poco, a pesar de estar tan cerca y de tener parientes, y del que había escuchado, sobre todo, comentarios negativos relacionados a pleitos políticos y limítrofes entre Gobiernos y sobre la xenofobia contra las decenas de miles de nicas que llegaban a buscar trabajo.
Me mudé en 2015 con mi entonces novio, ahora esposo y también extranjero, y empecé a conocer mi nueva realidad, admirando los numerosos encantos naturales de un país verde y el funcionamiento de una de las democracias más sólidas del continente, aprendiendo sobre el uso del “Pura Vida”, sumergiéndome en la cultura tica, y conociendo sobre el espacio que ocupaba mi comunidad: la nicaragüense, la población extranjera más grande de Costa Rica. En un país de cinco millones de habitantes, las estadísticas dicen que somos, como mínimo, unos 300 000 nicaragüenses residiendo en Costa Rica.
Llevo ya seis años en este país y han sido maravillosos, la acogida de la inmensa mayoría de costarricenses ha sido cariñosa, amable y sincera. Me di cuenta, además, que la supuesta enemistad entre ticos y nicas era instigada por la politiquería de unos cuantos de los dos lados del San Juan y que, en realidad, había entre ambos pueblos vínculos fuertes, de larga data y de beneficio mutuo. Había hermandad y respeto.
No siempre es así, lo sabe cualquier nicaragüense que ha notado un cambio en la forma en que alguien le trata al escuchar su acento, que ha leído comentarios hirientes en las redes sobre los nicas, que ha recibido algún insulto por su origen.
Sobre todo, como periodista, cuando llegué a este país lo que más llamó mi atención fue que, aunque los nicaragüenses estábamos en muchos espacios, como una presencia imprescindible en trabajos esenciales para la economía, como familiares, como amigos o colegas en el trabajo, era muy poca nuestra presencia en los medios locales.
Noté, además, que casi siempre estábamos retratados de manera anecdótica y, a veces, estereotipada. No era extraño escuchar expresiones como “usted no parece nica”, “no habla como nica”, como si los nicaragüenses fuésemos homogéneos, como ese estereotipo muchas veces reflejado en las noticias.
Por otro lado, me fui de Nicaragua, pero Nicaragua nunca se ha ido de mí. Desde mi partida mantuve una fuerte conexión, a través de mis constantes visitas, con la familia, los amigos y el trabajo. A veces incluso bromeo y digo que tengo una relación codependiente con Nicaragua. Aún así, más de una vez han querido invalidar mi opinión o mi postura sobre asuntos de mi país con un “pero vos, ¿de qué hablas, si ya te fuiste?, ¿Qué sabés vos si no vivís aquí?”.
Como bien lo ha expuesto en una de sus canciones el orgullo nicaragüense, el Príncipe de la Salsa - y migrante también- Luis Enrique, muchas veces a los migrantes nos hacen sentir extranjeros, como si no fuéramos de aquí ni de allá, cuando en realidad es todo lo contrario.
Pertenecemos al lugar al que llegamos, al que contribuimos con nuestro trabajo, al que enriquecemos con nuestra cultura y donde echamos raíces temporales o permanentes, construyendo amistades entrañables, familias binacionales. A la vez, somos y siempre seremos del lugar donde nacimos, vivimos parte de nuestra vida y el que nos dio una parte de nuestra identidad, donde se quedaron nuestras familias y atesorados recuerdos, y al que aportamos con esa mensualidad, esa remesa que mandamos dedicadamente a nuestros seres queridos.
La comunidad migrante nicaragüense, que representa más del 10% de la población, que según algunas estadísticas la componen más de 800 000 personas, y que aporta más del 15% del Producto Interno Bruto (PIB) en remesas, es más que relevante y sigue siendo parte de Nicaragua.
No somos una anécdota, un suceso, un estereotipo, un problema o la crisis del momento. Somos una población diversa, con retos y necesidades, resiliente, que triunfa, que aporta a Nicaragua y al país al que llegamos. Somos ciudadanos, con ideas, propuestas y opiniones, y hacemos política al debatir e incidir sobre cómo mejorar nuestras realidades inmediatas, pero también la de nuestro país de origen.
Así lo sienten los cientos de miles de nicas que salieron hace décadas, los que partieron hace algunos años y lo sienten cada vez más nicaragüenses que se han visto obligados a partir en años recientes, producto de la grave crisis sociopolítica y económica que aqueja a Nicaragua desde 2018, cuando el régimen Ortega Murillo empezó a despojarse de cualquier pudor para terminar de convertirse en una dictadura que mata, encarcela, persigue y acalla a cualquier persona que se atreva a disentir.
Desde entonces decenas de miles de nicaragüenses se han desplazado forzosamente, principalmente a Costa Rica, pero también a Estados Unidos, España, Canadá, México, Panamá y otros países. El sombrío panorama político y económico en Nicaragua aleja a quienes no hallan espacios para crecer como profesionales, a quienes perdieron su empleo y la esperanza de mejorar su calidad de vida en su tierra, pero también a los miles de nicaragüenses cuya única alternativa era el exilio, tras el asedio, las amenazas de cárcel y muerte.
Entre esas personas hay decenas de colegas, que por su labor como periodistas han sufrido persecución y campañas de desprestigio, como nuestro director Carlos Fernando Chamorro, quien ha tenido que exiliarse de Nicaragua no una, sino dos veces. Fue así como nos encontramos en Costa Rica, desde donde hoy trabaja el equipo de CONFIDENCIAL, y así nació Nicas Migrantes, un espacio periodístico permanente sobre y para la comunidad nicaragüense en el exterior.
Desde nuestras experiencias personales y perspectiva profesional, como equipo coincidimos en la imperiosa necesidad de realizar una cobertura sistemática, especializada, de profundidad, ética y cercana a la comunidad migrante, esa que tantas veces pasa inadvertida adonde llega y que siempre ha sido ignorada por los Gobiernos nicaragüenses de turno, incluyendo el actual, para no reconocer el fracaso que significa que sus ciudadanos tengan que salir a encontrar los medios para construirse una vida digna y que no les da la opción de incidir en su patria a través del voto en el exterior.
Tenemos ya casi dos años retratando a los Nicas Migrantes, a través de reportajes, notas periodísticas y entrevistas, hablando sobre las razones por las que salen, brindándoles el espacio para que cuenten de viva voz cuáles son sus dificultades, retos y triunfos.
Siempre se habla del periodismo como el instrumento para revelar lo oculto. Es una frase que siempre he asociado a grandes y admirables investigaciones, pero que ha adquirido una nueva dimensión al ver cómo, poco a poco, con cada historia, en CONFIDENCIAL le damos el espacio a una población que siempre ha estado ahí, pero que no hemos escuchado y atendido lo suficiente. Que ha estado ahí, como inadvertida, a pesar de su importancia. Creemos que eso debe cambiar.
Queremos ser el puente entre nuestras audiencias en Nicaragua y los nicaragüenses en Costa Rica, Europa, Estados Unidos y en todo el mundo. A partir de la rebelión ciudadana de abril de 2018, surgió una poderosa mancuerna entre los nicaragüenses dentro del país y esa diáspora nica de los 80, los migrantes que habían salido en las décadas siguientes, que reconectaron con su historia y su país de origen. Ese encuentro de compatriotas de distintas generaciones y contextos ha traído solidaridad, articulación y empoderamiento. Queremos que ese vínculo siga vivo, pues como medio de comunicación creemos en nuestra misión de brindar información justo para eso, para que las personas conozcan mejor sus realidades y las transformen, para que exijan sus derechos y se sientan representadas de forma digna.
Es así que les damos la bienvenida a nuestro micrositio Nicas Migrantes, especialmente dedicado a las noticias de esta comunidad. Inserto dentro de confidencial.digital, será un espacio donde los nicas en el exterior podrán estar informados con noticias verificadas y contextualizadas sobre lo que pasa en Nicaragua y donde podrán encontrar historias humanas, cifras, análisis, información de utilidad y hasta contenidos para la nostalgia, siempre con la calidad y sensibilidad que nos caracteriza.
Somos y seguiremos siendo un país de migrantes, por eso merecemos un lugar permanente en la agenda de los medios para que ya no nos dividamos entre “los que se fueron” y “los que se quedaron”, sino que nos veamos como quienes compartimos raíces, pertenencia e identidad, y queremos una mejor Nicaragua.